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apoyaría al chindasvintano para evitar que se consolidase la dinastía de<br />

Vitiza, y Roderico sería rey. Aquel apoyo tendría un precio: un matrimonio<br />

que sellase el pacto entre los dos partidos. Egilona, reina de los godos<br />

y de los hispanos, regina gothorum et hispanorum. Sonaba bien.<br />

—¿Qué os parecen estos pendientes, madre? ¿Conjuntan con el<br />

collar?<br />

—¿Cómo? ¡Ah, sí, desde luego! Estarás preciosa con ellos. Mira, si vistes<br />

este estrinjo, quedará muy bien con el collar y los pendientes. Y con<br />

este amículo sobre los hombros irás muy elegante y, además, no pasarás<br />

frío en otoño.<br />

«Vamos, Roderico, toma la corona y haz reina a mi hija —pensó la<br />

condesa de Brieva—. ¿A qué estás esperando?»<br />

En Hispalis (Sevilla), a orillas de río Betis. Palacio del duque de la Bética<br />

Los exploradores de Roderico le habían informado con precisión<br />

del desembarco de aquella partida de saqueo proveniente del África<br />

Tingitana.<br />

—Así pues, los comanda un tal Tarif ben Malluk y son unos cien jinetes<br />

y unos quinientos infantes —resumió Roderico.<br />

Roderico, duque de la Bética, se hallaba reunido en un consejo de guerra<br />

con la mayoría de sus condes (faltaban algunos, declarados vitizanos,<br />

que con distintas excusas se negaban a servir a un chindasvintano).<br />

—Siendo así, no entiendo por qué hemos esperado a reunir casi veinte<br />

mil soldados —masculló Fredegar, conde de Corduba—. Es muy caro<br />

mantener tantas bocas, por no hablar de lo que hay que pagarles. Total,<br />

para aplastar a menos de mil mauros desharrapados…<br />

Roderico suspiró con paciencia. Fredegar no había luchado en las guerras<br />

vasconas o tingitanas, y pensaba que las batallas se libraban chocando<br />

dos ejércitos entre sí y venciendo el más fuerte.<br />

—Sería más fácil combatir contra godos como nosotros. ¿Sabes qué es<br />

esto? —dijo Roderico, dándole unos golpecitos al pecho de Fredegar.<br />

—Claro, una loriga —Fredegar, como los demás condes, iba vestido<br />

con cota de malla de la cabeza a los pies, a pesar de que se hallaban seguros<br />

dentro de las murallas de Hispalis a más de cien millas del mauro<br />

más cercano.<br />

—Pues bien, los mauros no las llevan.<br />

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