Julio 2011 - Cantabria Negocios

go, su vida pudo tomar
un rumbo bien
distinto de haber optado
por el camino
esperado de acuerdo
a su formación.
Chimeno, de 55
años, estudió magisterio,
incluso llegó a
opositar para conseguir
una plaza como
profesor de francés,
aunque sin fortuna.
Durante su etapa
académica descubrió
que contaba
con un don natural
para los trabajos manuales,
gracias a
una de las asignaturas
que formaban
parte de su carrera,
pero fue su hermana
la que despertó en él
el gusanillo por el
mundo del calzado.
“Me dijo que iba a
llevar a poner unas
tapas a un par de
zapatos, y la comenté
que no parecía
muy difícil de solucionar;
que me podía
encargar yo. Esa
fue mi primera reparación”,
recuerda.
A partir de ahí todo
vino rodado. En
aquella época los zapateros
estaban divididos
por sectores:
estaban los que hacían
arreglos, los que
cosían, los que ponían tapas, etc. Pero
este joven emprendedor optó por hacer
de todo, desde las hormas, hasta montar
el zapato, pasando por cortar patrones.
Al tiempo que comenzaba, inició
una relación de amistad con el anterior
zapatero que prestaba servicio en su
actual taller, de hecho, este emprendedor
nacido en Villafáfila, Zamora, es
ya el cuarto profesional artesano que
ocupa el pequeño local ubicado en López
Dóriga. Sus visitas al señor Luis,
que así se llamaba, le sirvieron para tomar
nota acerca de los materiales ade-
Jesús Chimeno invierte entre 50 y 60 horas en elaborar un par de zapatos hechos a medida.
cuados para cada tipo de calzado o de
cómo hacer un arreglo sin que se notase,
y es que, su predecesor en la cuesta
de las cadenas era, según el propio
Chimeno, uno de los mejores del gremio
en la reparación de calzado. “Pasábamos
tanto tiempo juntos que la
gente nos trataba como si fuésemos
familia, incluso me llegaron a identificar
con su hijo, pero lo único que teníamos
era una buena amistad. Compartíamos
nuestra pasión por el calzado
y por el fútbol, pero ningún parentesco”,
comenta entre risas.
Empresas
Los comienzos no
fueron fáciles. Las
jornadas laborales
se prolongaban durante
14 y 15 horas
diarias, y el hecho
de aprender a base
de pruebas lo hacía
todo más costoso y
complicado. Sin embargo,
el buen hacer
de Chimeno comenzaba
a dar sus frutos
y su volumen de encargos
crecía sin parar.
Su autoexigencia
en los trabajos
empezaba a ser
apreciada por los
clientes, que le llevaban
calzado para,
fundamentalmente,
reparaciones que
ayudasen a prolongar
su vida útil. Sin
embargo, este tipo
de servicios no eran
los que más le motivaban.
A este particular
emprendedor
lo que verdaderamente
le apasionaba
era hacer zapatos a
medida, pero en
Marqués de la Hermida
los encargos
de este tipo eran los
menos.
Fue entonces
cuando al señor Luis
CEA BENITO
le llegó la hora de la
jubilación, y pensó
en Chimeno para sucederle
en su taller. El cambio había llegado
en el momento justo, ya que al
heredar su local, también heredó sus
clientes. De hecho, hoy, casi 20 años
después de aquel traslado, los hijos y
nietos de aquellos a los que el Don Luis
hacía reparaciones forman parte de su
clientela más fiel.
Utópica rentabilidad
Cuesta creer que en un contexto como
el actual, en el que términos como
sinergia, computación en nube, innova-
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negocios JULIO 2011
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