Lengua Nivel I - Región Educativa 11

Actividad Nº5
Muchas veces resulta
imposible saber cuánto
de real tienen los hechos
que se narran en una anécdota.
Pero Julieta, que es muy curiosa,
al leer una crónica que apareció
publicada la semana siguiente
en el diario, se enteró de más detalles
sobre Juan y la fiesta a la que asistió.
Aquí se reproduce una parte del texto de esa crónica, para que
usted también pueda enterarse de lo que pasó.
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HALLAZGOS
Ría ahora y pague después.
Los profesionales de la risa
invaden el país.
Sergio Labi -alias Nino-, de 37 años, actúa
por encargo. Empezó hace diez años contando
chistes para animar fiestas ajenas hasta que
descubrió que los argentinos tienen predilección
por el estilo Isidoro Cañones: “les gusta hacer
bromas, siempre y cuando no queden en
ridículo”.
Entonces incorporó a las fiestas un personaje:
el mozo loco. Uno de los recientes eventos en
los que participó fue en una recepción en La
Plata, donde el desafortunado fue un comisario
que osó pedir un trago largo.
El mozo -Nino disfrazado de mozo- le llevó el
trago, pero en lugar de la pajita le dio sólo el
tubito de papel de su envoltorio. El comisario
reclamó la pajita y el mozo se disculpó,
solamente para volver dos veces más con el
mismo inútil tubito blanco. Al borde de un
estallido de furia, el comisario decidió obviar la
imposible pajita. “De ninguna manera, oficial...
Es nuestra obligación...”, lo frenó el mozo en
una ostentación de cortesía y, tras pasar por la
cocina, regresó con una pajita gigante. El
comisario, desbordado, se lanzó a perseguir al
mozo por todo el salón.
El costo de cada broma oscila entre 20 y 150
pesos, según el número de actores que
participen.
(Adaptación de Clarín, 28 de noviembre
de 1993)