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Irene Herranz Benítez - Hermeneia

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en su pasión y no encuentra el aire y las palabras para dirigirse a ella, es esclavo de sus<br />

propias deseos que perturban su facultad de expresión con la cercanía del objeto<br />

anhelado. El hombre romántico también navega entre la fuerza del deseo y el<br />

sentimiento y la razón, la voluntad de comunicación, se opone a la división entre la<br />

dialéctica de lo real y lo imaginario, la memoria y la vida, la pasión y el intelecto. La<br />

aspiración de infinito de los románticos ya no busca el universo teológico y trascendente<br />

dantesco, conscientes de la fragmentación del total orgánico, descienden hacia la<br />

interioridad para extraer del alma su capacidad creadora y transformadora que<br />

desencadena su deseo de comunicación. Bucarán la armonía unificada en la fusión del<br />

sujeto con la obra de arte tratando de aproximarse a la verdad última del individuo, una<br />

exploración que resultará quimérica por la imposibilidad de fundir su propio yo con la<br />

alteridad.<br />

“Para Schelling dante es el iniciador de una épica moderna basada en la hegemonía<br />

absoluta del Individuo. Lo cual es perfectamente cierto si se tiene en cuenta que Dante<br />

inaugura, con fuerza poética excepcional, el impulso centrífugo. (…) Antes de Dante y<br />

Petrarca, el yo nace enquistado bajo la fortaleza de una ontología tiránica pero<br />

consoladora; después de Galileo y Shakespeare, transcurrida su gran aventura de<br />

autorreconocimiento, su agotadora vitalidad deberá perderse en los distintos caminos<br />

del empirismo, del racionalismo y de la restauración de la metafísica tradicional. Entre<br />

ambos momentos, el hombre -ya hombre moderno- por primera vez ha alcanzado a ver,<br />

con una fecundísima mezcla de fascinación y terror, la verdadera dimensión de su<br />

soledad" 52 .<br />

La soledad, el amor y la muerte. El asunto dantesco del luto está más presente que<br />

nunca en la literatura romántica. El Werther (1774) de Goethe retoma el tema de la<br />

pasión triangular, el poeta desea a una dama que nunca podrá corresponder a su amor<br />

sin que un implicado en el triángulo amoroso sufra y acaba eligiendo el suicidio,<br />

idealiza al objeto de su amor y prefiere la muerte a la vida mermada en la que siente que<br />

vegetará sin ella. En este romanticismo del que Goethe es precursor, el amor es una vía<br />

de conocimiento como lo era para el propio Dante, es el sentimiento más elevado que<br />

unifica el arte, la belleza y la vida, la centralidad de su presencia es casi opresiva puesto<br />

muchos de los autores del siglo XIX no son capaces de alejarse de la turbación del<br />

deseo para racionalizarlo, quedan atrapados en su vorágine que rara vez es generadora<br />

de pulsiones de vida. El romántico, al igual que hacía el poeta toscano personificando su<br />

52 Rafael Argullol, El Héroe y el Único, Barcelona, Destino, 1990, pág. 19.<br />

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