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Irene Herranz Benítez - Hermeneia

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encarna la fuerza violenta y subyugadora del amor que quebranta los cintos de la<br />

sociedad en la que vive, que no da cabida a las pulsiones de deseo reales de los<br />

individuos, el deseo se tiñe de sensualidad en sus apetitos. En el caso de Ana Ozores<br />

volvemos al prototipo de matrimonio sin amor donde la mujer se siente prisionera de un<br />

vínculo que la oprime limitando sus pulsiones de vida, las dudas y la angustia la<br />

atormentarán durante toda la obra, hasta que al fin, por ceder ante sus deseos acaba<br />

desencadenando una espiral trágica en la que ella misma se ve absorbida. Pese a la<br />

moralidad judeocristiana que condena a Ana a la exclusión social y el castigo por haber<br />

cedido al deseo, el final se nos presenta como un último canto a la supervivencia de la<br />

personalidad vital y deseante de la Regenta, cuando, aprovechando su desmayo, un<br />

acólito afeminado y escuálido se acerca a ella, Clarín explica: “Celedonio sintió un<br />

deseo miserable, una perversión de la perversión de su lascivia: y por gozar un placer<br />

extraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la Regenta y le<br />

besó los labios. Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba<br />

náuseas. Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.” 66 Pese a<br />

haber sido marginada del mundo pequeño burgués de los hombres ella conserva su<br />

propio yo, no se ha asimilado al resto, su interioridad se revuelve ante el contacto con<br />

uno de ellos, Ana ha sido rechazada por la sociedad pero no han conseguido que sea<br />

como ellos, aún siente el asco de la sensibilidad. En las tres mujeres el amor, visto como<br />

sentimiento subversivo, el deseo, desata inquietudes y exploraciones que antes no<br />

conocían, la pasión a través de su subjetividad, enseña nuevos mundos liberadores que<br />

no podrán ser alcanzados plenamente. Las pulsiones de deseo se acentúan a medida que<br />

el tiempo de las novelas avanza y la pasión acaba por estallar. Dante hizo morir a<br />

Beatriz antes de que esto sucediera con su propio deseo, en el realismo heredero del<br />

romanticismo, el amor acaba conduciendo al abismo a las protagonistas. Ellas son seres<br />

que buscan la belleza y la vida, son las gentiles criaturas dantescas que tienen capacidad<br />

para enamorarse, pero ahora, en la sociedad moderna, esa inteligencia del amor no<br />

puede más que desembocar en la pulsión de destrucción. Sus espíritus sublimes no<br />

tienen cabida en un mundo prosaico que anula el deseo y lo condena.<br />

3. La centralidad del deseo en la literatura moderna.<br />

66 Leopoldo Alas (Clarín), La Regenta, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000.<br />

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