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Irene Herranz Benítez - Hermeneia

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atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, (...) vi el engranaje del amor<br />

y la modificación de la muerte, (...) vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo<br />

y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre<br />

usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.” 94<br />

El amor ya no es el centro absoluto de la poética, la razón y el conocimiento han<br />

ocupado su lugar, per se. La importancia de la mirada y la visión se recuperan en<br />

Borges, la mirada lúcida o sesgada, aquella totalizadora quimérica de la visión del<br />

absoluto. Este cuento es una dolorida parodia de la Commedia, con los personajes que<br />

vieron esa historia de amor y deseo sublime transformados con nuevas máscaras y<br />

espejos deformantes, y también el descenso a los infiernos dantescos simbolizado aquí<br />

en el descubrimiento de un sótano que oculta el secreto del conocimiento total, que es<br />

como Dante vivió su viaje cómico hacia Dios. Dante no tiene problema en definir a la<br />

Divina Comedia como el mejor libro que la literatura ha alcanzado y le parece<br />

especialmente admirable los encuentros con la irrecuperable Beatriz que se suceden en<br />

las obras del toscano; de la Vita Nuova recuerda con una sonrisa el momento en el que<br />

Dante confiesa haber recitado alguna vez más de setenta nombres de mujer para<br />

esconder entre ellos el nombre inolvidable. Tal vez, desde este punto de vista, podemos<br />

releer “El Aleph” como una historia que llevaría al poeta a la contemplación del infinito<br />

universo tan sólo para encontrarse con las visiones y las imágenes de la mujer perdida.<br />

De la amada deseada. Siguiendo a Dante, con la muerte de la dama, el poeta se<br />

encuentra después más cerca de ella y podía recuperarla según sus anhelos. Y aquella<br />

cara que hemos visto al final de la descripción del Aleph sería la cara de Beatriz, que<br />

entraría como sujeto de la otredad frente al poeta, cerrando así la serie infinita del<br />

recuerdo inalcanzable de Beatriz. La palabra es el instrumento del escritor para<br />

convocar al pasado o a los deseos nombrándolos, el fantasma de la amada vuelve a la<br />

realidad de la ficción gracias al verbo de su enamorado y la libera de la condena al<br />

olvido de la desaparición. Como vemos, el que es considerado por muchos críticos<br />

como el iniciador en la literatura de la ruptura que supuso el movimiento de la<br />

postmodernidad, abandona esquemas rígidos de género y contenido, juega y desarma la<br />

realidad y la fantasía continuamente, pero aunque sea para subvertirlo y desgajarlo,<br />

conserva la presencia de Dante y su poética como referente consciente y originador de<br />

la tradición literaria moderna.<br />

94 Op. Cit. Pág. 194.<br />

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