Ver revista PDF - Alforja
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26<br />
enervaban los sentidos.<br />
Todos éramos silencio y contemplación<br />
mientras parecían desagotarse<br />
los ojos de los astros.<br />
Yo amaba en ti al buceador de misterios,<br />
al jinete errabundo.<br />
En mis adentros una poderosa tormenta<br />
se desata.<br />
V<br />
Cuidábamos el agua de los odres,<br />
la miel y el pan sin levadura,<br />
que reblandecíamos con el té.<br />
Recordábamos la frescura en las terrazas relucientes<br />
de nuestra casa en Rabat;<br />
la salud de Marianne, se descabalgaba de mis brazos.<br />
Se encendían hogueras naranja rosa y paja<br />
Laminillas de oro de un atardecer,<br />
de otro,de otro...<br />
Precipitación de los días bajo un sol inflamado.<br />
La ansiedad nos vencía,<br />
finalmente,<br />
descubrimos una raya de agua<br />
que nos llevó a una agrupación de viviendas<br />
y un tendajo gris.<br />
Allí agua turbia en vasos desportillados<br />
y frascos de Coca Cola,<br />
la última fortaleció la salud de mi hija<br />
y se aquietaron los vientos.<br />
alforja 39 | invierno 2006<br />
VI<br />
Antes de cruzar la cordillera del Atlas,<br />
los pinares de puntas sobre la tierra púrpura.<br />
Las cascadas y sus cabelleras tumultuosas,<br />
el verdor emergiendo entre las piedras<br />
y ese aroma que se desprende de los bosques.<br />
Después, la nieve nos cubría<br />
hasta la mitad de los muslos.<br />
Tiritábamos.<br />
Me acuerdo de la sal,<br />
de la blancura.<br />
Me crezco en la atmósfera del silencio.<br />
VII<br />
La eternidad se vació en los días.<br />
Amarilla era su luz.<br />
La soledad se extendía como oro palpitante.<br />
¡Que me traigan palabras<br />
para hablarte, Señor!<br />
Tú eres lo inabarcable, lo innombrado.<br />
Tú eres la esencia en la que se mueve el universo.<br />
Los prudentes y los precipitados pensamientos.<br />
El Yin y el Yang de toda tu creación.<br />
Tuyas las incansables abejas de la mente y sus celdillas.<br />
Tuyo este amor que abrasó<br />
todas las noches y días de mi vida.<br />
Sella mi corazón, Señor,<br />
como al más entrañable buceador de tu presencia<br />
para no retroceder<br />
hacia la estancia obsesiva del recuerdo.<br />
enriqueta ochoa 27