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Federico Corral Vallejo<br />

Enriqueta Ochoa<br />

La metáfora viviente<br />

Foto de MLMP<br />

i. esbozo y croquis<br />

Fernando Pessoa escribió alguna vez: “Hay metáforas que son<br />

más reales que la gente que anda caminando por las calles.” 1 Y<br />

este es el caso de Enriqueta Ochoa, quien sin duda es icono poético<br />

de la generación de los poetas e intelectuales nacidos entre 1920 y<br />

1929. Seguro estoy de que la poeta norteña es la metáfora viviente de<br />

esa generación. Si bien el grupo como tal es un tesoro por la riqueza<br />

de voces, estilos y géneros literarios que surgieron de sus plumas, el estro<br />

cantante una vez más se concentró en la poesía, cuyos exponentes<br />

engrosaron las arterias de la buena poesía mexicana. Por mencionar<br />

algunos nombres de poetas que sobresalieron, barajamos las cartas de<br />

Rubén Bonifaz Nuño (1923), Jaime Sabines (1926), Enrique González Rojo<br />

(1928) y Eduardo Elizalde (1929), entre otros, quienes actualmente<br />

son punta de lanza en el menester poético. Sin embargo, en esta generación<br />

no sólo brilló la tinta masculina; también la sensibilidad femenina<br />

despuntó y quienes destacaron en la poesía son Pita Amor (1920),<br />

Rosario Castellanos (1925) y, por supuesto, Enriqueta Ochoa. 2 Lo más<br />

importante de esta generación es que las voces de las poetas se alzaron;<br />

posiblemente es esta generación la primera en que el arraigo femenino<br />

sale a flote y lucha mano a mano por ganarse un lugar preponderante<br />

en las filas de la poesía mexicana. Además de Amor, Castellanos<br />

y Ochoa, cabe desempolvar nombres como Elena Garro (1920), Blanca<br />

de Flores (1921), Margarita Paz Paredes (1922), Dolores Castro (1923),<br />

Olga Arias (1924), Norma Bazúa (1928), Alicia de la Aval (1929), entre<br />

otras. Por supuesto que se me escapan muchos nombres de la tinta y<br />

la memoria, indistintamente del género; sin embargo, la enumeración<br />

antes realizada nos demuestra que la generación de la década de 1920<br />

es la reiteración de una lírica femenina. Y digo reiteración ya que el<br />

inicio como tradición en sí se dio con sor Juana Inés de la Cruz, aunque<br />

posteriormente hay un salto tan largo, mejor dicho un vacío tan<br />

palpable, que no se pude tapar. Muchos años después llegan a la historia<br />

los poemas de Concha Urquiza (1910), Aurora Reyes (1910) y Margarita<br />

Michelena (1917). Seguramente la memoria de la poesía mexicana<br />

debe rescatar uno que otro eco literario femenino, pero en sí, estas<br />

poetas son las que anteceden a la generación de Enriqueta Ochoa. Digo<br />

esto con base en la investigación de antologías realizadas bajo el amparo<br />

y la tutela de corrientes y escuelas pasadas como el clasisismo, el<br />

romanticismo, el modernismo, el posmodernismo, el Ateneo, el estridentismo,<br />

etc. Cabe mencionar que la generación de los veinte precede<br />

al grupo de La Espiga Amotinada, comandada por Octavio Paz<br />

(1914) y Alí Chumacero (1918). Aún cuando otros artistas de la pluma<br />

se mantenían al margen del grupo, debemos recopilar las piezas claves<br />

del rompecabezas de los nacidos entre 1910 y 1919, herederos del movimiento<br />

más contundente —creo yo— en México. Me refiero al grupo<br />

1 Fernando Pessoa, Libro<br />

del desasosiego, trad. de<br />

Ángel Crespo, Seix Barral,<br />

Barcelona, 1997,p.50.<br />

2 Enriqueta Ochoa nació<br />

en Torreón, Coahuila, el 2<br />

de mayo de 1928. Pertenece<br />

al grupo generacional<br />

que más poetas conversacionales<br />

ha dado México<br />

en el ámbito de la literatura.<br />

Sus coetáneos empezaron<br />

a publicar en la<br />

década de 1950. Ella, de<br />

manera audaz y precoz<br />

—para la época, claro—,<br />

con tan sólo 21 años de<br />

edad, irrumpe en el mundo<br />

de la literatura en 1949<br />

al publicar su primera<br />

obra poética: Las urgencias<br />

de un Dios. Dentro<br />

de su trayectoria poética<br />

no debemos pasar por<br />

alto sus libros Las vírgenes<br />

terrestres (1968) y Retorno<br />

de Electra (1978), poemario<br />

que le vale no sólo el<br />

reconocimiento sino la<br />

trascendencia en los universos<br />

de la imagen y la<br />

metáfora.<br />

enriqueta ochoa 35

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