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3 Mario Vargas Llosa, La<br />

verdad de las mentiras,<br />

España, Santillana, col.<br />

Punto de Lectura, 2003,<br />

p. 31.<br />

30<br />

de las propias capacidades. El hombre que crea la idea que explica su<br />

propia creación tal vez sin darse cuenta de la potencia de su criatura.<br />

Encuentro esta honesta ingenuidad en la poesía de Enriqueta Ochoa.<br />

Una poesía que se siente pura en su origen entendiendo por pureza la<br />

falta de hipocresía. Escritura que sacude al lector sin que su autora haya<br />

corporeizado las emociones con la intención preconcebida de impactar<br />

a su lector. Es indiscutible que el corazón de este mito canta “a<br />

la intemperie […] sin fronteras ni códigos caducos”.<br />

Sin embargo, la palabra mito trae consigo también, inevitablemente,<br />

la connotación de ficción, e incluso de error o mentira, que algunos<br />

autores como Augusto Comte contraponen a la racionalidad necesaria<br />

al progreso de la humanidad. Pero, ¿quién dijo que el hombre, para<br />

sobrevivir —lo cual con frecuencia es más imperioso que “progresar”—<br />

no puede, o no debe, echar mano de una más de sus tantas posibilidades<br />

intelectuales? A Dios gracias la literatura ha sido capaz de<br />

salvar vidas, tanto de autores como de lectores, estragadas muchas veces<br />

por el “progreso”, en su infinita capacidad de instaurar “la verdad de<br />

las mentiras”, de la cual se ocupa Mario Vargas Llosa, quien afirma que:<br />

La fantasía de que estamos dotados es un don demoniaco. Está continuamente<br />

abriendo un abismo entre lo que somos y lo que quisiéramos ser,<br />

entre lo que tenemos y lo que deseamos. 3<br />

alforja 39 | invierno 2006<br />

Por ello, Clarice Lispector, reconocida internacionalmente como una<br />

de las mejores exponentes de la narrativa brasileña de su tiempo,<br />

señalaba que escribir es una maldición que salva. Porque asumirse como<br />

un ser creador no atrae siempre los laureles ni constituye un proceso<br />

libre de perturbaciones. Para crear hay que rebuscar la materia<br />

prima en el pozo donde algunas vez cayeron las palabras que no queríamos<br />

escuchar o que deseábamos dejar en el cajón de los olvidos. Enriqueta<br />

Ochoa es una autora a quien vemos frecuentemente inmersa<br />

hasta el fondo de ese pozo, dispuesta a correr el riesgo de encontrar y<br />

ser encontrada por esos seres que señalan con dedo tieso y firme, como<br />

el de la propia muerte, el camino a veces doloroso que lleva al entendimiento<br />

(las palabras verdaderas), 4 sólo para compartir con nosotros<br />

sus hallazgos. Enriqueta Ochoa le escribe a Jesús Arellano:<br />

A veces ocurre que de tan hambrientos<br />

inventamos el sueño, la esperanza […]<br />

Es así que la poeta se muestra a sí misma, en “Las urgencias de un<br />

Dios”, como una mujer 5 capaz de actuar por sí misma: “aprendí de mi<br />

abuelo a levantar, por mi mano, todas las cosas”. Intrépida y consciente<br />

de su divinidad fortalecida por la convivencia cotidiana y natural con<br />

las piedras, los astros y los olores, y dirigida, de una manera casi salvaje<br />

en su todopoderío, por el instinto y la impulsividad que caracteriza<br />

el actuar de los seres mitológicos. Clarissa Pinkola Estés, poeta y psicoanalista<br />

junguiana, “guardiana de los antiguos relatos”, como ella<br />

misma se nombra, afirma que la naturaleza femenina instintiva ha<br />

sido saqueada y rechazada durante miles de años.<br />

Las tierras espirituales de la Mujer Salvaje han sido expoliadas o quemadas,<br />

sus guaridas se han arrasado y sus ciclos naturales se han visto<br />

obligados a adaptarse a unos ritmos artificiales para complacer a los demás.<br />

6<br />

Es así que Enriqueta Ochoa rescata en su poesía a esa mujer de aguda<br />

percepción, lúdicos anhelos y elevadas capacidades de afecto a quien<br />

Pinkola dedica su estudio. Es claro que no basta con la aguda percepción<br />

para realizar el minucioso trabajo que la poeta nos ha entregado<br />

a lo largo de los años. Ella es poseedora también de esa claridad de<br />

pensamiento y sentimiento que le permite dibujar en sus poemas a esa<br />

mujer inteligente que conoce su mundo y, sobre todo, se conoce profundamente<br />

a sí misma no sólo como mujer sino como integrante del<br />

universo. De modo que, de conocedora interna, permanentemente<br />

asciende, en concordancia con Pinkola, al estrado donde se asienta el<br />

oráculo resplandeciente, visionario y hacedor, donde yacen los mitos.<br />

4 Entiéndase verdaderas<br />

en la acepción literaria<br />

antes mencionada, por lo<br />

cual pueden surgir de un<br />

mundo que existe en el<br />

imaginario del autor pero<br />

que, paradójicamente,<br />

reside en la esencia de su<br />

más verdadero e instintivo<br />

deseo.<br />

5 Digo como una mujer y<br />

no como un ser porque<br />

me parece de vital importancia<br />

subrayar que la<br />

poesía de Enriqueta<br />

Ochoa es, en sí misma,<br />

una constante confirmación<br />

de género, a veces<br />

gozosa y a veces dolorosa,<br />

pero siempre con la femineidad<br />

reconocida y<br />

asumida por la poeta de<br />

una manera plena.<br />

6 Clarissa Pinkola Estés,<br />

Mujeres que corren con<br />

lobos, España, Byblos,<br />

2004,p.11.<br />

enriqueta ochoa 31

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