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Alfredo Espinosa<br />
50<br />
Gonzalo Rojas<br />
La circunstancia hechizada<br />
Todo lo que toca al corazón es poesía; todo lo que es yo en ese punto en que<br />
somos todos, es poesía.<br />
Para el poeta, la experiencia se vuelve poesía no sólo porque posee la sensibilidad,<br />
sino porque tiene los instrumentos del lenguaje capaces de expresarla. Pero sensibilidad<br />
y lenguaje serían poca cosa si no hubiera azoro en cada vuelta de la antigua<br />
rueda de las germinaciones.<br />
Los padres, los hijos, la pareja, los amigos, son poesía.<br />
El padre de Gonzalo Rojas murió tempranamente, y sin embargo, treinta y seis años<br />
más tarde el poeta revive, alucinado, lo que sucedió a los cuatro años de su edad:<br />
Es él. Está lloviendo…<br />
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,<br />
dame esa luz, yo quiero recibirlo<br />
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino<br />
para que se reponga, y me estreche en un beso,<br />
y me clave las púas de su barba.<br />
Ahí viene el hombre, ahí viene<br />
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso<br />
contra la explotación, muerto de hambre, ahí viene…<br />
Gonzalo Rojas urde el poema con versos libérrimos, galopa en ellos y los encabalga<br />
utilizando cortes insólitos que saltan de una idea a otra sin perder el vuelo amarrándose<br />
en lo profundo. Segmenta el verso con navaja, lo descuartiza, lo disecciona. Entra<br />
al poema como una bala loca o como un relámpago. Tiene la audacia de terminar<br />
la línea donde le da la gana para abonar el misterio y virar a lo impensado, inaugurando<br />
así un discurso neologizante, reniñado, expansivo. Sus formas son las clásicas<br />
pero descoyuntadas; atiende lo tradicional pero con fragmentos astillados, ramificaciones<br />
sin parvada, sabedor de que en lo hondo se entrelazan las raíces.<br />
alforja 39 | invierno 2006<br />
Gonzalo Rojas, el joven patriarca, es un poeta de tono<br />
alto, con un fuelle de poderosa oratoria y un gusto goloso<br />
por las esdrújulas. El suyo es un tono solar que alumbra convirtiendo<br />
las cloacas en lugares habitables.<br />
El poema es un ser vivo y por tanto lleno de vísceras, sueños<br />
y emociones combatiéndose. Sus paisajes son los mismos que<br />
miran otros, pero vistos con asombro y descritos con voltaje<br />
peligroso. El cuerpo y todas sus partes, sus ruinas y<br />
florecimientos, es protagonista en sus imágenes, pero<br />
no necesariamente como algo hermoso y etéreo, sino<br />
como un territorio donde cada centímetro es nombrado<br />
e instalado en el poema como algo novedoso y<br />
extraño que lo vuelve todavía más real.<br />
La poética de Gonzalo Rojas es la de la sangre. El<br />
cómo de la equiparación y la metáfora que genera son<br />
inesperados. La hermosura enloquece en su poesía. Él es<br />
capaz de describir el alumbramiento de su hijo, no como<br />
una flor que se abre al húmedo tacto del verano, sino como<br />
un minero ensangrentado en busca de un nuevo horizonte,<br />
harto de la oscuridad y la ignominia.<br />
Revoltura de poetas, cubilete de versos, cubo rodante en el tapete de la vida, es<br />
Gonzalo Rojas: él exige que Ezra le convide de la teta nutricia de la poesía del mundo,<br />
su esplendor y su galimatías; que Rimbaud le contagie juventud para sentar en las rodillas<br />
la belleza amarga y le haga comer visiones; que Vallejo, tan quebradizo en sus<br />
afectos peruanos y en sus palabras de niño sollozante, le presente en París a un dios enfermo<br />
que le diga todavía; que Huidobro lo tire en el paracaídas de Altazor; que Breton,<br />
en su vuelo, le obligue a vivir l’amour fou, y que el poderoso Neruda lo arraigue en su<br />
Tercera residencia; que Celan le presente sus espejos para que se mire descuartizado<br />
en vocablos silabeantes, mientras Borges, de espaldas, le confiese el pecado de haber sido<br />
un desdichado. Todos estos ríos desembocan en la poética originalísima de Rojas.<br />
Gonzalo Rojas es un poeta del amor, pero nadie se equivoque: no es el amor que<br />
mariposea entre flores, vinos aromosos y sábanas blancas, sino el que en su veneración<br />
transgrede. Su erotismo desgarra, de su voz cuelga la lujuria, el hilo seminal y<br />
una loca y caliente obsesión. El poeta es capaz de construir imágenes que se originan<br />
en la ternura pero se transforman a un áspero erotismo y están enraizadas casi siempre<br />
en un lecho donde la violencia es otro instrumento del placer.<br />
miscelánea<br />
Lascivo y seminal la violé en su éxtasis como<br />
si no fuera un templo sino un prostíbulo, la<br />
besé áspero, la lastimé y ella igual me<br />
besó en un exceso de pétalos, nos<br />
manchamos gozosos, ardimos a grandes llamaradas.<br />
El vino de la creatividad está en la sangre de Gonzalo y se alimenta de amores salvajes.<br />
Es un nuevo romántico que desacraliza a la mujer restituyéndole sus poderes.<br />
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