Caso Scala.pdf - Virus Editorial
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CASO SCALA. TERRORISMO DE ESTADO Y ALGO MÁS<br />
De nuevo me llevaron al cuarto de interrogatorios.<br />
—¿Dónde vive Arturo?<br />
—No sé de quién me habla.<br />
Puñetazo y de nuevo al suelo con la silla.<br />
—En tu casa hemos encontrado una lista con los nombres y teléfonos<br />
del comité de tu empresa y entre ellos, que seáis de la CNT, sólo<br />
estáis tú y Arturo. ¿Dónde vive?<br />
—No lo sé, no he estado nunca en su casa.<br />
De pronto entraron tres y dijeron.<br />
—Ya hemos detenido a Arturo, están a punto de llegar.<br />
IV<br />
—Bueno, bueno —dijo el mismo—, ya faltan menos. Ahora dinos<br />
dónde coño está «el Enano».<br />
—No sé quién es «el Enano».<br />
—José Cuevas, dinos dónde coño se ha metido porque en su casa no<br />
está.<br />
—No conozco a ningún José Cuevas.<br />
De nuevo lluvia de puñetazos y patadas.<br />
—Bueno —dijo otro—, dejad ya al chaval que lo vais a matar. Vamos<br />
a ver fotografías, a ver si conoces o no a José Cuevas.<br />
Me sacaron de nuevo del cuarto de interrogatorios. De nuevo escaleras<br />
abajo, escaleras arriba, pasillos, escaleras abajo de nuevo.<br />
Me hicieron entrar en una habitación repleta de álbumes de fotografías.<br />
Nada más entrar en ese cuarto, a mano izquierda, sobre una<br />
mesa de madera, había una carpeta de cartón de color verde claro, sobre<br />
la cual, en letras escritas con rotulador rojo, se leía: «<strong>Caso</strong> <strong>Scala</strong>» FÓS-<br />
FORO DEL PANI.<br />
No creo que descubriesen que había visto la carpeta porque no me<br />
preguntaron nada al respecto.<br />
Empezaron a enseñarme fotografías, centenares de ellas, y yo no reconocía<br />
a nadie, no solía frecuentar las asambleas de la CNT.<br />
Me enseñaron una de una asamblea plenaria de la CNT, al menos es<br />
40<br />
41<br />
PUNTO DE INFLEXIÓN<br />
lo que se leía en la pancarta colgada en la pared.<br />
Me señalaron a cuatro que estaban en una esquina.<br />
—¿Conoces a estos?<br />
—No.<br />
Se rieron a carcajadas.<br />
—¡Míranos a la cara, imbécil!<br />
Los miré a la cara, volví a mirar la fotografía y los reconocí, eran<br />
ellos.<br />
Cerraron ese álbum y abrieron otro, más o menos por la mitad.<br />
—¿Quién es este?<br />
—No lo sé, no lo he visto en mi vida.<br />
Empezaron a darme puñetazos y patadas de nuevo.<br />
—¿Cómo que no lo conoces de nada, gilipollas? Este es José Cuevas,<br />
«el Enano», y tú lo conoces por el alias de «Pepe».<br />
Efectivamente, yo conocía a un tal Pepe, pero no sabía que se llamase<br />
José Cuevas y nunca lo había visto con el pelo largo, barba y la cara<br />
amoratada. Debía ser una foto de archivo de cuando lo detuvieron el<br />
año anterior, en la caída de los 54 que pretendían reorganizar la FAI.<br />
—Pues sigo sin conocerlo —dije—.<br />
—Bueno, vamos arriba otra vez, intenta refrescar la memoria porque<br />
nos vas a contar dónde coño se ha metido.<br />
Si no lo habían encontrado en su casa, yo no tenía ni idea de dónde<br />
podía estar, con lo que me esperaban otras tantas sesiones de tortura innecesarias<br />
porque no me iban a sacar nada.<br />
De vuelta a la sala de interrogatorios, con los seis que me habían torturado<br />
al principio, hicieron un círculo a mi alrededor, de manera que<br />
yo quedaba en medio, siempre esposado a la espalda.<br />
—¿Hacemos un combate de boxeo? —propuso uno—.<br />
—Vale, así nos divertimos un rato —dijo otro—.<br />
Mi adversario era un enano delgaducho de tez pálida como la muerte<br />
que no debía medir más de metro cincuenta.<br />
Empezó a darme puñetazos en el estómago. Yo seguía con las manos<br />
esposadas a la espalda. De vez en cuando daba un corto saltito imitación<br />
artes marciales y me golpeaba la cara.<br />
—¡Defiéndete, hijo de puta, no eras tan valiente en la calle! —me