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Caso Scala.pdf - Virus Editorial

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CASO SCALA. TERRORISMO DE ESTADO Y ALGO MÁS<br />

Mi madre llegó beata al matrimonio, pero, al contrario que otras mujeres,<br />

empezó a leer lo que llegaba a sus manos, principalmente textos<br />

marxistas y leninistas, y en breve cambió la beatitud por la militancia<br />

comunista.<br />

Adscritos ambos al PSUC desde finales de la década de los cincuenta,<br />

su militancia siempre fue extremadamente clandestina, dado que mi<br />

padre, desde comienzos de los años sesenta, fue elegido «responsable del<br />

Aparato de Distribución de Propaganda» de Barcelona y cinturón metropolitano<br />

(distribuía Treball, Mundo Obrero, octavillas y alguna que<br />

otra revista comunista) y, además, se dedicaban a pasar millones de pesetas<br />

en billetes, bajo la faja de mi madre, para hacerlos llegar a los exiliados<br />

comunistas en París.<br />

Recuerdo que, durante nuestras estancias anuales en París, nos hospedábamos<br />

en casa de Ángel Rozas, un dirigente comunista catalán, y<br />

Carmen, su mujer, que habían pasado muchos años en las cárceles españolas.<br />

Ángel es enano —mide poco más de un metro de estatura—,<br />

aún vive hoy, simpaticote y muy agradable. Carmen era una mujerona<br />

que medía cerca de metro ochenta, que murió hace unos años y que,<br />

como él, también era muy agradable y simpática.<br />

La importante tarea de responsabilidad de mis progenitores en el<br />

seno del partido obligaba a que fueran clandestinos incluso para los<br />

propios militantes de la organización, excepto, claro está, las personas<br />

de enlace imprescindibles.<br />

La mayoría de amigos y amigas de mis padres eran militantes o simpatizantes<br />

del PSUC y todos ellos se declaraban comunistas. Recuerdo algunas<br />

disputas en las que ante convocatorias de manifestaciones obreristas o<br />

partidistas, mi padre debía hacerse pasar por cobarde, porque su grado de<br />

responsabilidad política le impedía asistir a tales eventos.<br />

La formación política de mi padre era nula, nunca leyó absolutamente<br />

nada, ni siquiera ninguno de los diarios ni octavillas que quincenalmente<br />

distribuía por Barcelona; para él lo que decía Santiago Carrillo<br />

iba a misa, tanto si acertaba como si se equivocaba.<br />

Mi madre, sin embargo, siempre leía lo que llegaba a sus manos<br />

(Obras Completas de Lenin, El Capital de Marx y Engels, La madre de<br />

Máximo Gorki, El Poema Pedagógico de Makarenko…).<br />

8<br />

9<br />

PREFACIO<br />

Recuerdo que muchas noches bajábamos todas las persianas de casa<br />

y apagábamos todas las luces, como si no hubiese nadie en casa, y sintonizábamos<br />

Radio Pirenaica —un repetidor situado en el sur de Francia<br />

que emitía directamente desde Moscú—. En aquella época, que la<br />

policía encontrara en tu casa una radio con FM (frecuencia modulada)<br />

podía suponer unos cuantos años de cárcel.<br />

No digamos ya lo que podía suponer que encontraran propaganda<br />

ilegal o literatura marxista editada en el extranjero y, por supuesto, ni<br />

siquiera resulta preciso comentar lo que le podía pasar a alguien que<br />

cada quince días llevaba su automobil repleto de propaganda ilegal y se<br />

dedicaba a distribuirla por los diferentes grupos de la ciudad y del cinturón<br />

metropolitano, y que, una vez al año, transportaba millones de<br />

pesetas para los exiliados comunistas en Francia.<br />

El hecho de que prácticamente nadie supiese que mis padres eran<br />

militantes del PSUC y de que muchos de sus amigos considerasen, durante<br />

muchos años, que eran personas muy cobardes y sin el más mínimo<br />

compromiso con la lucha antifranquista, hizo posible que jamás<br />

cayesen en manos de la Policía ni el aparato de propaganda ni el aparato<br />

de distribución de propaganda del PSUC.<br />

En 1973, con quince años de edad y en mi tercer año de estudiante<br />

en el Instituto Nacional de Enseñanza Media San José de Calasanz,<br />

situado en la calle San Quintín de Barcelona, cursando cuarto curso de<br />

bachillerato elemental, solicité mi ingreso en las Juventudes del PSUC.<br />

El movimiento estudiantil de Barcelona, Madrid y Bilbao, especialmente,<br />

adquiría unas connotaciones especiales de lucha antifranquista,<br />

por aquellos años, apoyando de manera incondicional al movimiento<br />

obrero y luchando por una «enseñanza laica, obligatoria y gratuita».<br />

La mayoría de hombres y mujeres que participaban en aquella lucha<br />

estaban organizados o eran simpatizantes de las diferentes organizaciones<br />

de izquierda —casi todas ellas escisiones del PCE— que proliferaban<br />

en la época: estalinistas, leninistas, trostkistas, marxistas, maoístas,<br />

independentistas, autónomos…<br />

El hecho de que toda la izquierda siguiese siendo ilegal y persegida<br />

por la BIC (Brigada de Investigación Criminal), la BPS (Brigada Político<br />

Social) y el TOP (Tribunal de Orden Público), todos ellos masacra-

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