Caso Scala.pdf - Virus Editorial
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CASO SCALA. TERRORISMO DE ESTADO Y ALGO MÁS<br />
de defecaciones y un enjambre de moscas verdes repartiéndose tan suculento<br />
—para ellas— pastel.<br />
—¡Galería, recuento! —se oyó un grito que provenía de la planta<br />
baja—.<br />
El carcelero de la galería acompañado por el cabo de galería (un<br />
preso) iba abriendo celda por celda, contando los presos que había dentro<br />
de cada una y cerrando de nuevo todas las puertas con aquel inolvidable<br />
y ensordecedor ruido metálico y estruendoso, eco que nos acompañaría<br />
durante ocho interminables años.<br />
Una vez finalizado el recuento, legañosos por la inexistencia de agua,<br />
pero descansados tras tres largas noches de interrogatorios, empezamos<br />
a hablar de las detenciones y los interrogatorios.<br />
Cuando comenté que una de las primeras cosas por las que me torturaron<br />
fue porque querían saber dónde escondía las armas y cuándo<br />
íbamos a hacer el atraco en el Canódromo de Meridiana, quedó inmediatamente<br />
desvelada nuestra intriga.<br />
Joaquín Gambín Hernández, alias «El Grillo» o «el Viejo Anarquista»,<br />
estaba detrás de todo el montaje.<br />
El sábado 14 de enero, después de fabricar los cócteles en mi casa,<br />
Arturo, Pepe y Rosa aceptaron la invitación de Gambín y se fueron a<br />
cenar al bar situado al lado del Canódromo. Nada más llegar al bar,<br />
salió diciendo que debía hacer una llamada urgente, que duró algo más<br />
de media hora y que les resultó un tanto sospechosa porque, pudiendo<br />
llamar desde la cabina del bar situada junto a la mesa donde estaban, se<br />
fue a una cabina de la calle.<br />
Efectivamente, iba a llamar al comisario José María Escudero, de la<br />
Brigada de Información de Madrid, para decirle que los cócteles molotov<br />
ya estaban fabricados.<br />
En el transcurso de la cena estuvo intentando convencer a Pepe y a<br />
Arturo para atracar el Canódromo de Meridiana. Extrañamente, tenía<br />
todos los datos, qué días, a qué horas y cómo se hacía la recaudación, y<br />
la cantidad de millones que recogían según fuera un día u otro.<br />
—Por las armas no os preocupéis —les dijo—, os las paso yo.<br />
Pepe le contestó que no, que nosotros no queríamos saber nada de<br />
armas ni de atracos, ya mosqueado por su insistencia en pasarnos armas.<br />
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PUNTO DE INFLEXIÓN<br />
Lo cual no era cierto, pero consideraba que Gambín no debía saber<br />
nada de nuestras intenciones futuras.<br />
En ese preciso momento nos dimos cuenta de que el confidente y<br />
mano negra de casi todo era él. Mi compañera y yo no fuimos a cenar<br />
con ellos y por tanto no sabíamos nada de su propuesta de atraco.<br />
—¡Habrá que informar a la CNT! —dije yo—.<br />
—No —dijo Pepe—. Vamos a salir pronto en libertad —no había<br />
ningún testigo que pudiera reconocernos—. A mí en comisaría no me<br />
llevaron a rueda de reconocimiento; la única prueba que tienen es la declaración<br />
en comisaría bajo torturas. Cuando salgamos en libertad lo<br />
matamos.<br />
—A mí sí me llevaron ante el espejo de reconocimiento —dijo Arturo—.<br />
—A mí también —dije yo—.<br />
Todo estaba más claro aún, la persona que estaba detrás del espejo<br />
reconociéndome primero a mí y al día siguiente a Arturo era el cabrón<br />
de Gambín.<br />
Entonces los tres teníamos muy claro que íbamos a salir en libertad en<br />
pocos días. Aún no éramos conscientes de que aquello no era una tontería<br />
sino «alta política de Estado» contra el Movimiento Libertario, respaldada<br />
por todos los partidos parlamentarios de derechas y de izquierdas.<br />
VI<br />
Quince días después de nuestro ingreso en prisión, recibimos la visita<br />
del secretario del Juez de Instrucción, el cual nos comunicaba «prisión<br />
incondicional sin fianza» y el pago de 1.000 millones de pesetas en concepto<br />
de responsabilidad civil, a pagar solidariamente entre Pepe, Arturo,<br />
Luis y yo.<br />
—Queremos declarar ante el Juez Instructor —le dijo Pepe—.<br />
—¡Ah! ¿Pero no lo han hecho ya? —preguntó sorprendido el funcionario—.<br />
—No, sólo hemos firmado una declaración elaborada por la Policía,<br />
bajo intensas sesiones de tortura.