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Caso Scala.pdf - Virus Editorial

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CASO SCALA. TERRORISMO DE ESTADO Y ALGO MÁS<br />

Epílogo<br />

Alguien, desde la libertad de la calle, en algún momento, lo consideró<br />

un «montaje policial contra la CNT» y lo utilizó como estrategia política<br />

de defensa del anarcosindicalismo.<br />

Si bien, durante los primeros meses, apoyaron como central sindical<br />

únicamente a los presos del <strong>Caso</strong> <strong>Scala</strong>, no tardaron en decidir, en una<br />

reunión plenaria del Comité Nacional, que había que olvidar el apoyo a<br />

los presos del <strong>Scala</strong> y dedicar los esfuerzos a intentar reorganizar la<br />

CNT —existe un acta documental a la que jamás he tenido acceso—.<br />

Cierto es, sin embargo, que durante muchos años en los periódicos<br />

anarcosindicalistas CNT y Solidaridad Obrera apareció la lista de los<br />

presos anarquistas que, en algunos momentos llegó a la cincuentena,<br />

pero más que en apoyo a su libertad, como estrategia de rentabilidad<br />

política. Cada vez, con el paso del tiempo, me resulta más claro...<br />

Aquello no era un montaje policial contra la CNT, una organización<br />

anarcosindicalista que resurge de la clandestinidad hacia 1976, de<br />

manos de los «cincopuntistas», Diego Abad de Santillán, el ministro del<br />

Interior Rodolfo Martín Villa y el alcalde de Barcelona de la época, con<br />

la única intención de restar fuerzas a los únicos sindicatos representantes<br />

de los trabajadores de la época: CC. OO. y UGT.<br />

Sin embargo, meses después el Estado pierde el control de la central<br />

sindical, y el colectivo anarcosindicalista se radicaliza; es entonces cuando<br />

el ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, decide que hay que<br />

acabar con esa CNT que se les ha ido de las manos y especialmente con<br />

todo ese Movimiento Libertario que resurge con inusitada fuerza en<br />

Calatuña, e inicia su primera chapuza policial en 1977.<br />

La CNT, sin embargo, no hubiese tardado demasiado tiempo en<br />

caer por su propio peso, las luchas intestinas por el control del poder de<br />

la central sindical —como si de un partido político tradicional se tratase—<br />

entre cincopuntistas, marxistas, arribistas, posibilistas..., hubiesen<br />

dado al traste con la organización en poco tiempo y de ello era perfectamente<br />

consciente el Estado, que tenía infiltrados a agentes secretos<br />

en los más altos rangos de la organización.<br />

El «montaje» no policial, sino «estatal», estaba dirigido pues contra<br />

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77<br />

PUNTO DE INFLEXIÓN<br />

el creciente Movimiento Libertario existente en Cataluña y contra la<br />

aparición casi continua de grupos que apostaban por la lucha armada,<br />

grupos sin conexión entre sí que no cesaban de cometer atentados contra<br />

estamentos judiciales y empresas privadas, y que jamás causaron una<br />

sola baja humana, grupos de difícil control estatal y policial.<br />

Cierto es que en esos días posteriores al incendio de la sala de fiestas<br />

fueron detenidos centenares de militantes de la CNT de todo el país,<br />

pero aquello no fue una «caza de brujas» como apuntan algunos posibilistas,<br />

aquello, simplemente, fue una estrategia estatal para demostrar<br />

la rápida eficacia policial en la detención de los inculpados.<br />

En definitiva, seis meses de cárcel de Rosa y Pilar, dos años de cárcel<br />

de Maite, dos años y once meses de cárcel de Luis y ocho años de cárcel<br />

de Arturo, Pepe y el que suscribe, no han servido para demostrar quién<br />

o quiénes y por qué atentaron contra la sala de fiestas <strong>Scala</strong> de<br />

Barcelona, asesinaron a cuatro trabajadores y propiciaron la pérdida de<br />

sus puestos de trabajo a más de dos centenares de trabajadores, afiliados<br />

en un 70% a la CNT.<br />

Existen, todavía hoy, diferentes opiniones sobre cuál debería haber<br />

sido la estrategia que se debía haber empleado en el juicio o pantomima.<br />

Desde las radicales posturas de ex miembros de la FAI que nos<br />

planteaban un «juicio político» y no «reconocer al Tribunal», ante una<br />

petición fiscal de 80 años de cárcel para cada uno y sin ninguna posibilidad<br />

de organizar ninguna lucha en la calle; hasta las de dircurso posibilista<br />

que nos planteaban reconocer haber tirado los cócteles molotov<br />

para hacer un «juicio meramente técnico» que permitiera descubrir que,<br />

efectivamente, el <strong>Scala</strong> no había ardido por esos seis cócteles molotov,<br />

sino por dos bombas de deflagración masiva de napalm (fósforo), previamente<br />

introducidas por altas esferas policiales en la sala de fiestas.<br />

Si nos equivocamos o no en el planteamiento de la estrategia, no es<br />

algo que deba dilucidar nadie ajeno a nuestro sufrimiento carcelario.<br />

Siempre hemos reivindicado «el derecho a equivocarnos», nosotros y<br />

no los que critican nuestra estrategia; somos lo que hemos asumido las<br />

consecuencias.<br />

Sin embargo, siempre tuvimos claro que empleásemos la estrategia<br />

que fuese, estábamos condenados desde el mismo momento en que nos

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