Caso Scala.pdf - Virus Editorial
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CASO SCALA. TERRORISMO DE ESTADO Y ALGO MÁS<br />
En diciembre de 1981, vuelve a ser detenido Joaquín Gambín Hernández<br />
en la estación de trenes de Valencia, con dos maletas, una repleta<br />
de armas y otra repleta de explosivos.<br />
Declaró a la revista Interviú que se había entregado, después de que<br />
la Brigada de Información de Madrid le hubiese abandonado a su suerte,<br />
tras una infructuosa operación contra ETA, que se llevó a cabo mientras<br />
se celebraba el primer juicio del <strong>Caso</strong> <strong>Scala</strong>.<br />
Durante su corta estancia en prisión, envía un escrito a la Audiencia<br />
Provincial de Barcelona, solicitando la libertad por sus magníficos servicios<br />
ofrecidos al Estado como confidente de la Policía, pero la Sección<br />
Tercera de la Audiencia Provincial le deniega la petición.<br />
Nos enteramos de que estaba en la cárcel porque un día, mientras<br />
paseábamos por la planta baja de la tercera galería de Carabanchel,<br />
oímos cómo lo llamaban a locutorio de jueces a través de la megafonía<br />
de la cárcel.<br />
Estaba ingresado en la sexta galería, destinada entonces a violadores,<br />
chivatos, fascistas, policías y protegidos.<br />
Pensamos en matarlo, no lo voy a negar aquí; incluso hubo presos<br />
comunes que se ofrecieron para ajusticiarlo. Pero nosotros ya llevábamos<br />
más de cuatro años en la cárcel y, lo asesinase quien fuese, estaba<br />
claro que nos iban a meter el marrón a nosotros; no estábamos dispuestos<br />
a una nueva condena de 20 o 30 años y pensamos que podía sernos<br />
más útil vivo.<br />
Hay quien va diciendo por ahí que fui yo quien impidió el ajusticiamiento<br />
de Gambín, pero no es cierto y no tiene importancia relevante<br />
en éstas páginas. Fuimos los tres, Pepe, Arturo y yo, los que decidimos<br />
que nos podía interesar más vivo.<br />
Gambín pidió como abogado defensor a Luis Krawel, abogado de la<br />
CNT y defensor de Rosa y Pilar en el primer juicio del <strong>Caso</strong> <strong>Scala</strong>.<br />
Krawel se puso en contacto con nosotros y le dijimos que aceptara su<br />
defensa, que viniese un día a Madrid con Mateu Seguí y que nos llamaran<br />
a los cuatro juntos a locutorio de jueces y abogados, y que después<br />
se negara a defenderlo.<br />
Una semana después, los dos abogados llegaban a Madrid y se lo montaron<br />
con exquisita perfección. Primero, Krawel pidió ver a Gambín y, un<br />
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PUNTO DE INFLEXIÓN<br />
cuarto de hora más tarde, Mateu Seguí pidió vernos a Arturo, a Pepe y a<br />
mí; desde el locutorio de jueces no se oye la megafonía de la cárcel.<br />
En cuanto Gambín nos vio llegar al locutorio de jueces, se volvió del<br />
color del papel de fumar y empezaron a temblarle las piernas.<br />
—Tranquilo, no te vamos a hacer nada —le dijo Pepe—, sólo queremos<br />
una cosa de ti, que te comas el atentado del <strong>Scala</strong> si no quieres decir<br />
quién lo hizo. Si no lo haces, en cuanto salgamos de la cárcel matamos a<br />
tus padres.<br />
—De acuerdo, lo haré —dijo, más blanco y nervioso aún que antes—.<br />
La revista Interviú le hizo una entrevista, esta vez dentro de la cárcel.<br />
A nosotros no quisieron entrevistarnos jamás.<br />
En 1982, gana las elecciones el PSOE (Partido Socialista Obrero Español)<br />
y, unos meses más tarde, nos visitan en la cárcel un senador y un<br />
diputado de ese partido (de los que he olvidado el nombre, pues nada<br />
aportaron a nuestra desoladora situación).<br />
—Sabemos que no tuvisteis nada que ver con el atentado del <strong>Scala</strong>.<br />
Sabemos que fue obra de los servicios secretos. Ahora que podemos,<br />
queremos sacaros en libertad y venimos a proponeros que nos pidáis un<br />
«indulto particular»; os aseguramos que será aprobado por el Consejo<br />
de Ministros de diciembre de este mismo año.<br />
—No podemos pedir un «indulto particular» —les dijimos—.<br />
—¿Por qué?<br />
—Porque nosotros no hemos cometido ningún delito y, por tanto,<br />
no tiene ningún sentido que le pidamos perdón al Gobierno.<br />
—Pero ya sabéis que no os podemos dar una amnistía, la única posibilidad<br />
de poder sacaros en libertad es la vía del «indulto particular».<br />
—De acuerdo entonces —les dije—, redactaremos los escritos y<br />
pediremos en breve tres indultos particulares al Gobierno.<br />
Al día siguiente habíamos redactado y enviado las tres peticiones de<br />
indulto particular, dejando bien claro en el escrito que nosotros no<br />
teníamos nada que ver con el atentado ni con la fabricación y transporte<br />
de cócteles molotov y que, en tal caso, el único delito que nos podían<br />
achacar, si ello podía considerarse delito, era ser anarquistas.<br />
El Consejo de Ministros de diciembre de 1982 nos denegaba nuestra<br />
primera petición de indulto.