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Caso Scala.pdf - Virus Editorial

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CASO SCALA. TERRORISMO DE ESTADO Y ALGO MÁS<br />

miso —me dijo su secuaz—.<br />

—Me lo imagino, pero voy a estar muy poco tiempo aquí.<br />

—Eso habrá que verlo —dijo «el Nazi»—.<br />

—Ya verás como me he ido antes de que me toquéis demasiado las<br />

pelotas.<br />

Corría el año 1984, las cosas estaban muy cambiadas en el Penal de<br />

Segovia, no tenía nada que ver con las condiciones de vida de 1979 y<br />

1980.<br />

El PSOE tampoco había cambiado nada en las prisiones, o mejor<br />

dicho, sí que había cambiado algo, ahora el regimen interno era más<br />

duro que antes y las comidas de peor calidad y menor cantidad.<br />

Los carceleros se pasaban el día haciéndonos formar en la planta para<br />

contarnos, los seis recuentos habituales de cualquier prisión se habían<br />

convertido en catorce establecidos por la dirección y dos por sorpresa.<br />

En las celdas, mientras estaban abiertas durante el día, estaba tajantemente<br />

prohibido que hubiese más de tres personas.<br />

Yo cogía una silla, abría la puerta de una celda en la que ya había tres<br />

compañeros y me sentaba a conversar con ellos.<br />

—Está prohibido que haya más de tres personas por celda —me<br />

decía cada día el carcelero de turno—.<br />

—En la celda hay tres, yo estoy fuera de ella —le contestaba—.<br />

Y se iba malhumorado porque no me podía hacer nada.<br />

Cuando estaban de guardia «el Nazi» y su secuaz, no paraban de<br />

perseguirme, agobiarme y provocarme para que les contestara mal y<br />

poder sancionarme, con la intención de regresarme de segundo a primer<br />

grado, pero jamás les di esa satisfacción.<br />

Me conocía al dedillo el reglamento penitenciario y siempre me situaba<br />

justo en el borde de la norma.<br />

Un mes allí y ya empezaba a resultarme imposible tolerar las provocaciones<br />

a las que, cada tres días, cuando estaban de guardia, me sometían<br />

«el Nazi» y su secuaz.<br />

Le envié una carta a mi madre y le pedí que me sacara de allí cuanto<br />

antes.<br />

Mi madre, que entonces era de una asociación de apoyo a presos comunes,<br />

tenía ciertas relaciones con algunas de las personas del PSOE<br />

68<br />

69<br />

PUNTO DE INFLEXIÓN<br />

que estaban en la Dirección General de Prisiones, en Madrid.<br />

Tras un mes y medio en el Penal de Segovia, mi madre consiguió que<br />

me trasladaran de nuevo a Carabanchel.<br />

—¿Lo veis? —les dije al «Nazi» y a su secuaz—. Ya os lo dije, no<br />

habéis tenido tiempo de joderme.<br />

Al poco de estar en la tercera galería de la prisión provincial de Carabanchel,<br />

mi madre me envió un proyecto que habían hecho los socialistas<br />

en la nueva prisión de segundo grado de Ocaña. El simple nombre<br />

de Ocaña me producía escalofríos, pero me leí el proyecto entero. En<br />

una carta adjunta mi madre me comentaba que los socialistas estaban<br />

buscando presos voluntarios para iniciar la primera fase piloto del nuevo<br />

centro.<br />

Lo que había escrito en aquellos papeles no estaba nada mal. Vendían<br />

como producto un penal de segundo grado y abierto, con talleres,<br />

educadores de calle, asistentas sociales, permisos terapéuticos..., merecía<br />

la pena probarlo.<br />

Le pasé el proyecto a Arturo y también le apeteció la idea de probar.<br />

Dos meses después llegábamos al nuevo Penal de Ocaña II (Toledo).<br />

¡Sorpresa! Los dos carceleros que nos recibieron habían formado<br />

parte del grupo de carceleros que nos torturaron en septiembre de 1979<br />

en el celular del penal de Ocaña I.<br />

El cacheo de entrada fue especialmente vejatorio, como en el resto de<br />

prisiones provinciales y penales en las que hasta la fecha había estado.<br />

Íbamos a pasar un mes en periodo, cuando en el resto de prisiones<br />

era de a lo sumo tres días.<br />

El suelo del patio al que nos llevaron era de hormigón verde, y las<br />

paredes de ladrillo visto, las ventanas eran muy amplias, casi tres veces<br />

más que en cualquier otra prisión, y las celdas, individuales, estaban<br />

acondicionadas y medían unos dieciseis metros cuadrados. Aquello<br />

parecía una escuela de La Salle.<br />

El primer día nos llamaron a visita con la asistente social, una belleza<br />

morena de cuerpo bien proporcionado, con unos senos que mostraban<br />

tras el vestido dos eniestos pezones. Su forma de hablar era dulce, cordial<br />

y sosegadora.<br />

Nos explicó que íbamos a estar un mes en ese pabellón y después de

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