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Untitled - Concursos de Cuentos

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Acudieron a su memoria los recuerdos <strong>de</strong> cuando se celebró el curritún que los unió como esposos.<br />

Ellos se sentaron en matras <strong>de</strong> vistosos dibujos y colores, siempre mirando hacia el este, mientras<br />

alre<strong>de</strong>dor se extendían los cueros curtidos con alimentos y regalos. ¡Qué emoción, cuando la pareja<br />

<strong>de</strong> los ancianos se ubicaron al frente, en completo silencio! ¡La unión sería ben<strong>de</strong>cida y ya nada<br />

malo podría suce<strong>de</strong>rles!<br />

Parientes y amigos le acompañaban. El sol pintaba <strong>de</strong> amarillo todo el paisaje <strong>de</strong> la pampa y la brisa<br />

<strong>de</strong>l este traía canciones <strong>de</strong> amor.<br />

La fiesta fue creciendo, todos comían y bebían. Él y Kospi se sirvieron piuque yegua, es <strong>de</strong>cir, el<br />

corazón asado <strong>de</strong> un animal, acto que tiene el valor simbólico <strong>de</strong> unión. Ahora ambos se habían<br />

convertido en un solo corazón.<br />

La vida junto a su mujer había sido buena, nunca un disgusto, nunca un reproche, ni siquiera<br />

cuando el guachacay le hacía comportarse <strong>de</strong> manera in<strong>de</strong>bida.<br />

Aquel día Yaikaken pensaba salir a cazar a un lugar diferente, ya que los guanacos se habían alejado<br />

en busca <strong>de</strong> mejores pastos y los patos y avutardas habían emprendido el vuelo hacia lagunas con<br />

mayor alimento.<br />

Había escuchado hablar <strong>de</strong> un lugar cercano al mar, don<strong>de</strong> había mucha agua que no se podía beber,<br />

pues era salada. Yaikaken siempre había vivido en las pampas. Conocía todas las rutas, cada lugar<br />

don<strong>de</strong> se ocultaba el agua entre las rocas; cada alero don<strong>de</strong> cobijarse <strong>de</strong>l frío y <strong>de</strong> la nieve; los sectores<br />

don<strong>de</strong> la obsidiana se prodigaba generosa para confeccionar sus armas; el lugar don<strong>de</strong> se encontraban<br />

los arbustos con los frutos que les servirían para paliar el hambre en el largo camino.<br />

Mientras marchaba, cantaba imitando al viento que se metía en las madrigueras <strong>de</strong>l tuco tuco, también<br />

lo hacía cuando <strong>de</strong>sgastaba la roca para darle forma a las boleadoras o cuando extasiado miraba<br />

la danza ondulante <strong>de</strong> los coirones. En verdad siempre cantaba, pues su corazón estaba alegre.<br />

La curiosidad se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que le hablaron <strong>de</strong>l mar, esa gran masa <strong>de</strong> agua salada<br />

que podía llenar todas las lagunas <strong>de</strong> la pampa; el lugar don<strong>de</strong> habitaba Goos, la ballena, tan gran<strong>de</strong><br />

como diez guanacos juntos y que tiraba chorros <strong>de</strong> vapor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus entrañas.<br />

Aunque el pescado no estaba consi<strong>de</strong>rado en su dieta alimenticia, llevaría muchos <strong>de</strong> ellos al kau.<br />

Con suerte tal vez encontraría una ballena varada y podría comprobar si la carne era tan buena<br />

como la <strong>de</strong> guanaco o ñandú.<br />

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