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julio - LiahonaSud

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Flores de primavera afuera del Salón de Asambleas.<br />

revelaciones que había recibido el<br />

profeta José Smith. Destruyeron la<br />

imprenta y la tiraron a la calle y<br />

sacaron las invalorables hojas impresas<br />

fuera del edificio, poniéndolas en<br />

un montón para quemarlas.<br />

Mary Elizabeth y su hermana<br />

Caroline estaban escondidas detrás<br />

de una cerca, temblando al ver la<br />

destrucción. Mary sabía perfectamente<br />

bien lo peligrosos que eran<br />

los populachos, pero, a pesar de ello,<br />

sintió la urgencia de salvar esas preciadas<br />

páginas. Las dos jóvenes hermanas<br />

corrieron a la calle,<br />

recogieron todas las páginas de<br />

Escrituras que pudieron llevar en los<br />

brazos y huyeron. Algunos de los del<br />

populacho las vieron y les ordenaron<br />

que se detuvieran mientras perseguían<br />

a esas valientes hermanas.<br />

Las chicas corrieron a un gran maizal<br />

donde se dejaron caer al suelo,<br />

casi sin aliento. Colocaron las copias<br />

de las revelaciones en el suelo, entre<br />

las hileras de maíz, y después se<br />

acostaron sobre las hojas de papel.<br />

Los hombres siguieron implacables<br />

en su búsqueda de las jóvenes entre<br />

los altos tallos del maíz, llegando en<br />

ocasiones muy cerca de ellas, pero<br />

nunca pudieron encontrarlas y por<br />

fin se dieron por vencidos y se fueron<br />

para terminar su obra de destrucción<br />

en el pueblo.<br />

La luz del Señor mostró a esas<br />

jovencitas qué hacer y a dónde ir<br />

para estar a salvo. Esta misma luz<br />

brilla también para ustedes. Puede<br />

mantenerlas a salvo al igual que las<br />

mantuvo a salvo a ellas. En la oficina<br />

de las Mujeres Jóvenes tenemos<br />

una escultura de esas hermanas para<br />

recordarnos de la valentía de las<br />

jóvenes de aquel tiempo y de las de<br />

hoy en día.<br />

Jane Allgood Bailey no estaba<br />

dispuesta a renunciar a la luz de su<br />

nueva religión. No se dejó vencer<br />

por el frío, ni por el hambre ni por la<br />

enfermedad en las planicies del<br />

estado de Wyoming. Tomándose de<br />

la mano con otras mujeres atravesaban<br />

los helados arroyos. Salían al<br />

otro lado de ellos con la ropa congelada<br />

y pegada al cuerpo, pero<br />

seguían adelante. Durante el viaje,<br />

su hijo de dieciocho años, Langley,<br />

enfermó y estaba tan débil que<br />

tuvieron que transportarlo en el<br />

carro de mano gran parte del<br />

camino. Una mañana se levantó de<br />

la cama que le habían hecho en el<br />

carro de mano, compuesta por una<br />

lona congelada, se adelantó a la<br />

compañía y se acostó bajo un<br />

arbusto de artemisa para morir, pues<br />

pensaba que era una carga demasiado<br />

pesada. Cuando su fiel madre<br />

lo encontró, lo regañó y le dijo:<br />

"Súbete al carro de mano; yo te ayudaré,<br />

¡pero no te puedes dar por<br />

vencido!". Después de eso, la familia<br />

siguió adelante con lo que quedaba<br />

bibliotecasud.blogspot.com<br />

de la compañía de carros de mano<br />

de Martin/Willey.<br />

Al llegar al Valle del Lago<br />

Salado, ¡Langley todavía estaba<br />

vivo! Tenía dieciocho años de edad<br />

y pesaba sólo veintiocho kilos. Ese<br />

joven de dieciocho años fue mi bisabuelo.<br />

Me siento agradecida por que<br />

se haya conservado la vida de ese<br />

joven y por la fortaleza y la resistencia<br />

de su noble y valiente madre,<br />

que fue una luz para su familia e<br />

hizo a su hijo seguir adelante aun<br />

cuando tenía tan pocas posibilidades<br />

de sobrevivir.<br />

Hermanas, probablemente ustedes<br />

no tendrán que empujar un<br />

carro de mano en medio de tormentas<br />

de nieve por las planicies, ni tendrán<br />

que huir de algún populacho,<br />

pero tal vez tengan que alejarse de<br />

las amistades, de las modas y de las<br />

invitaciones que puedan poner en<br />

peligro sus normas de rectitud. Y eso<br />

requiere valor. Pronto llegarán a ser<br />

hermanas de la Sociedad de Socorro<br />

y algún día serán las madres que<br />

deban dar fuerza y testimonio a las<br />

generaciones futuras. Ahora, en los<br />

años de su preparación, no pueden<br />

permitirse decir: "Me voy a dar por<br />

vencida; las normas de la Iglesia son<br />

demasiado elevadas. Es muy difícil<br />

vivir las normas de pureza personal<br />

con exactitud. Soy muy débil". Pero,<br />

¡sí pueden lograrlo! Por el bien de su<br />

futuro, ¡deben lograrlo!<br />

Pueden vivir en el mundo y no<br />

ser del mundo. El Señor nos invita a<br />

salir del frío peligro de lo mundano<br />

y entrar al calor de Su luz. Esto<br />

requiere integridad, fuerza de carácter<br />

y fe: fe en las verdades que<br />

enseñó el Señor Jesucristo, que dijo:<br />

"Yo soy la luz del mundo; el que me<br />

sigue, no andará en tinieblas, sino<br />

que tendrá la luz de la vida" (Juan<br />

8:12).<br />

La luz del Señor ayudó a Shelly<br />

Ann Scoffield a enfrentar una<br />

prueba terrible en su joven vida,<br />

pero la enfrentó con gran fe y amor<br />

por nuestro Padre Celestial. Un día<br />

Shelly comenzó a sentirse mal. Vio a<br />

un médico, que determinó que la<br />

joven padecía un grave mal. Shelly<br />

dijo: "Estaba asustada, pues tenía<br />

protuberancias enormes en los

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