julio - LiahonaSud
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Arrepintámonos de<br />
nuestro egoísmo<br />
(D. y C 56:8)<br />
Eider Neal A. Maxwell<br />
del Quorum de los Doce Apóstoles<br />
"La mansedumbre es la verdadera cura, pues no se limita a disimular el<br />
egoísmo, ilo disuelve!"<br />
En mayor o menor grado, todos<br />
luchamos con el egoísmo.<br />
Puesto que es tan común,<br />
¿por qué preocuparnos por el egoísmo,<br />
de todos modos? Porque el<br />
egoísmo es, en realidad, autodestrucción<br />
en cámara lenta. No es de<br />
extrañar que el profeta José Smith<br />
haya exhortado, diciendo: "...no<br />
sólo se debe sepultar todo sentimiento<br />
egoísta, sino aniquilarse"<br />
(Enseñanzas del Profeta José Smith,<br />
pág. 213). ¡De ahí que la meta sea la<br />
aniquilación, no la moderación!<br />
El egoísmo naciente, por ejemplo,<br />
ha circunscrito en cifras a algunos<br />
que buscan disipar su vacío con sensaciones.<br />
Pero, en la aritmética de<br />
los apetitos, cualquier cosa que se<br />
multiplique por cero sigue siendo<br />
cero. Cada ataque de egoísmo nos<br />
reduce el universo en proporción<br />
directa al disminuirnos la percepción<br />
o el interés que tengamos por los<br />
demás. A pesar de su fanfarronería<br />
superficial y mundana, ese individualismo<br />
desmedido es, en realidad,<br />
provincial, como si los peces de una<br />
pecera se felicitaran entre sí por su<br />
autosuficiencia olvidando que<br />
dependen de la comida que les<br />
ponen y de los cambios del agua.<br />
Hace mucho tiempo, se necesitó<br />
un Copérnico para explicar a un<br />
mundo provincial que este planeta<br />
no era el centro del universo.<br />
Algunos egoístas modernos necesitan<br />
un Copérnico que les recuerde<br />
que ellos no son tampoco el centro<br />
del universo.<br />
Las primeras y conocidas formas<br />
de egoísmo que se presentan son:<br />
elevarse a sí mismo perjudicando a<br />
otros; reclamar o exagerar un crédito<br />
inmerecido; alegrarse cuando<br />
los demás yerran; disgustarse por los<br />
éxitos justos de otros; preferir la reivindicación<br />
pública a la reconciliación<br />
privada; y aprovecharse "de<br />
alguno por causa de sus palabras"<br />
(2Nefi28:8).<br />
Al concentrarse en sí misma, a la<br />
persona egoísta le es fácil hablar<br />
falso testimonio, hurtar y codiciar,<br />
puesto que no se le debe negar<br />
nada. No es de extrañar que sea tan<br />
fácil para los gobiernos satisfacer los<br />
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apetitos del hombre natural, especialmente<br />
si el ritmo de la sociedad<br />
continúa inalterable, al mismo<br />
tiempo que le aseguran que su tendencia<br />
permisiva es permisible.<br />
Asimismo, el egoísmo nos hace<br />
descorteses, despreciativos y egocéntricos,<br />
mientras privamos a otros<br />
de los bienes, el encomio y el reconocimiento<br />
necesarios al pasar junto<br />
a ellos egoístamente sin hacerles<br />
caso. (Véase Mormón 8:39.)<br />
Después vienen la grosería, la brusquedad<br />
y los empujones.<br />
En contraste con la senda del<br />
egoísmo, en el camino estrecho y<br />
angosto no hay lugar para la violencia.<br />
No habrá abuso del cónyuge ni<br />
de los hijos "cuando hay amor"<br />
abnegado en el hogar. Más aún, la<br />
abnegación se cultiva mejor en el<br />
huerto familiar, y la ejecución diligente<br />
de las responsabilidades aparentemente<br />
comunes de la Iglesia<br />
nos puede ayudar aún más a vencer<br />
el egoísmo. Los abnegados son también<br />
más libres. Como lo dijo el<br />
escritor G. K. Chesterton, si nos es<br />
posible interesarnos en los demás<br />
aun cuando ellos no se interesen en<br />
nosotros, nos encontraremos "bajo<br />
un cielo más claro y en una calle<br />
llena de espléndidos extraños"<br />
(Orthodoxy, 1959, pág. 21).<br />
En nuestro diario discipulado, hay<br />
tantas maneras de expresar el egoísmo<br />
como de evitarlo. La mansedumbre<br />
es la verdadera cura, pues<br />
no se limita a disimular el egoísmo,<br />
¡lo disuelve! Entre los pasos más<br />
pequeños podríamos, antes de<br />
embarcarnos en una acción importante,<br />
preguntarnos: ¿De quién son<br />
las necesidades que trato de satisfacer?<br />
O, en los momentos en que estemos<br />
por hacer algo muy importante,<br />
podemos primero contar hasta diez;<br />
esa filtración cuidadosa puede multiplicar<br />
por diez nuestra ofrenda como<br />
una malla de reflexiva mansedumbre<br />
filtra el intenso y destructivo ego.<br />
También podemos dejar mansamente<br />
en libertad nuestras ideas sin<br />
darles mucha publicidad; más bien,<br />
dejemos que el Espíritu promueva<br />
nuestras ideas dignas.<br />
Lamentablemente, el egoísmo<br />
individual llega a formar parte de la