julio - LiahonaSud
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La gente espera para entrar al Tabernáculo a una sesión de la conferencia.<br />
del templo y la de vender Su alma<br />
por los tesoros de la tierra (véase<br />
Mateo 4:2-10)— el presidente<br />
David O. McKay dijo:<br />
"Clasifiquen esas tentaciones y<br />
verán que bajo una de esas tres casi<br />
todas las tentaciones que nos manchan<br />
a ustedes y a mí... nos acometen<br />
como (1) la tentación de los<br />
apetitos; (2) el ceder ante el orgullo,<br />
los estilos y la vanidad de los que se<br />
han alejado de las cosas de Dios, y<br />
(3) el satisfacer... el deseo de obtener<br />
las riquezas del mundo o el poder<br />
entre los hombres" (en Conference<br />
Report, octubre de 1911, pág. 59).<br />
Cuando la tentación nos acosa, la<br />
conciencia nos acusa. Una conciencia<br />
sensible es evidencia de un espíritu<br />
saludable. El dolor o la culpa<br />
que sentimos es la reacción del espíritu<br />
ante la tentación, la imperfección<br />
o el pecado. La conciencia es la<br />
compañera de todo viajero (véase<br />
Moroni 7:16-19) y también puede<br />
hacer el viaje muy incómodo, por<br />
cuanto "todos pecaron" y el "Señor<br />
no puede considerar el pecado con<br />
el más mínimo grado de tolerancia"<br />
(Romanos 3:23; D. y C. 1:31).<br />
Gracias sean dadas a Dios por ese<br />
excelso don, porque nos lleva al<br />
arrepentimiento y a la paz de conciencia<br />
(véase Mosíah 4:1-3).<br />
Nuestro Padre Celestial conocía<br />
los graves peligros que enfrentaríamos<br />
en nuestro viaje por la vida,<br />
pero sigue resuelto en Su deseo de<br />
que todos y cada uno de Sus hijos<br />
regrese a Su presencia. Por lo tanto,<br />
Él nos ha dado tiempo, tiempo para<br />
enmendar nuestros errores, tiempo<br />
para vencer nuestros pecados,<br />
tiempo para^ prepararnos para reunimos<br />
con Él. "...se le concedió un<br />
tiempo al hombre en el cual pudiera<br />
arrepentirse; así que esta vida llegó<br />
a ser un estado de probación; un<br />
tiempo de preparación para presentarse<br />
ante Dios" (Alma 12:24).<br />
Pero nuestro Padre Celestial<br />
sabía que, aun cuando pusiésemos<br />
todo de nuestra parte, no podríamos<br />
volver a Su presencia sin ayuda<br />
bibliotecasud.blogspot.com<br />
divina. Por consiguiente, prometió:<br />
"¡proporcionaremos un Salvador<br />
para ustedes!" (véase 1 Nefi 10:4;<br />
13:40; Moisés 1:6; 2 Ne. 25:23).<br />
En cumplimiento de esa promesa,<br />
vino Jesucristo en el meridiano de los<br />
tiempos, el Hijo Unigénito de Dios,<br />
el Eterno Padre, en la carne. Él conoció<br />
todos los rigores de la vida terrenal,<br />
de modo que "supo según la<br />
carne cómo socorrer a los de Su pueblo<br />
de acuerdo con las enfermedades<br />
de ellos" (véase Alma 7:11-12; Éter<br />
12:27; D. y C. 20:22; 62:1). No hay<br />
tribulación, angustia ni padecimiento<br />
que Él no conozca. Aunque Él es sin<br />
pecado, Él conoce íntimamente<br />
nuestros pesares para saber cómo<br />
ayudarnos (véase Isaías 53:3-6).<br />
Cristo cerró la brecha entre lo<br />
mortal y lo inmortal. La tumba ya<br />
no retiene a sus cautivos; la misericordia<br />
satisface las exigencias de la<br />
justicia; la maravillosa Expiación,<br />
infinita y eterna en su alcance, está<br />
en su lugar (véase Alma 34:8-10,<br />
14-16). Cristo es el Señor resucitado,