julio - LiahonaSud
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morían muy pequeños. A las mujeres<br />
que rodeaban el telar se les<br />
habían muerto hijos y, a algunas,<br />
varios de ellos. Cuando Mary les<br />
enseñó la verdad de que los niños<br />
pequeños son herederos del reino<br />
celestial y de que ellas podrían estar<br />
de nuevo con sus hijos y con el<br />
Salvador y con nuestro Padre<br />
Celestial, esas madres derramaron<br />
copiosas lágrimas. También Mary<br />
lloraba, y todas esas lágrimas mojaban<br />
la tela que ella iba tejiendo.<br />
Las enseñanzas de Mary dieron<br />
pie a un problema más grave.<br />
Aunque había rogado a las damas<br />
que no hablaran de lo que les había<br />
dicho, ellas lo hicieron. Dieron a<br />
conocer la feliz doctrina a sus amigas.<br />
Y así, una noche, llamaron a la<br />
puerta. Era la policía. Se llevaron a<br />
Mary a la cárcel. En el trayecto, le<br />
pidió al policía que le diera el nombre<br />
del juez ante el cual debía comparecer<br />
a la mañana siguiente y le<br />
preguntó si éste tenía familia y si era<br />
buen padre y buen marido. El policía<br />
sonrió al describir al juez como<br />
un hombre mundano.<br />
En la cárcel, Mary pidió papel y<br />
lápiz, y le escribió una carta al juez.<br />
En ella le hablaba de la resurrección<br />
de Jesucristo como se describe en el<br />
Libro de Mormón, del mundo de los<br />
espíritus y del largo tiempo que el<br />
juez tendría para pensar y sopesar su<br />
vida antes de enfrentar el juicio<br />
final. Le decía que sabía que él tenía<br />
mucho de que arrepentirse, lo cual<br />
quebrantaría el corazón de su familia<br />
y le haría sentir también a él<br />
mucho pesar. Le escribió durante la<br />
noche. Por la mañana le pidió al<br />
policía que le llevara la carta al juez,<br />
lo cual él hizo.<br />
Más tarde, el juez mandó llamar al<br />
policía a su despacho. La carta que<br />
Mary había escrito era evidencia irrefutable<br />
de que ella estaba enseñando<br />
el Evangelio y de que, por tanto,<br />
estaba infringiendo la ley. No obstante,<br />
el policía no tardó en volver a<br />
la celda de Mary y le dijo que los cargos<br />
contra ella se habían suprimido y<br />
que quedaba libre por motivo de lo<br />
que había escrito en la carta. El<br />
haber enseñado ella la doctrina del<br />
Evangelio restaurado de Jesucristo<br />
hizo abrir los ojos y el corazón lo bastante<br />
para que fuese a parar a la cárcel,<br />
y el haber declarado la doctrina<br />
del arrepentimiento al juez la hizo<br />
salir de la cárcel. (Véase Theresa<br />
Snow Hill, Life and Times of Henry<br />
Eyring and Mary Bommeli, 1997, págs.<br />
15-22.)<br />
Lo que enseñó Mary Bommeli<br />
enterneció a más personas que a las<br />
mujeres que se reunían alrededor de<br />
su telar y que al juez. Mi padre,<br />
nieto de ella, estuvo hablándome<br />
durante las noches que precedieron<br />
a su muerte y me mencionó los felices<br />
reencuentros que pronto tendría<br />
bibliotecasud.blogspot.com<br />
en el mundo de los espíritus. A mí<br />
casi me parecía ver la radiante luz<br />
del sol y las sonrisas que habría en<br />
ese paraíso al hablarme él de ello<br />
con tanta certeza.<br />
En un momento dado, le pregunté<br />
si tenía que arrepentirse de algo. Él<br />
sonrió y, riéndose entre dientes, me<br />
dijo en un susurro: "No, Hal, me he<br />
ido arrepintiendo a lo largo de toda<br />
mi vida". La doctrina del paraíso que<br />
Mary Bommeli enseñó a aquellas<br />
damas era real para su nieto. E<br />
incluso la doctrina que ella enseñó al<br />
juez dieron forma a la vida de él para<br />
bien. Ese no será el final de las enseñanzas<br />
de Mary Bommeli. El registro<br />
de las palabras de ella llevará la doctrina<br />
verdadera a los de su posteridad<br />
que aún no han nacido. Gracias a<br />
que ella creyó que aun una nueva<br />
conversa sabía suficiente doctrina<br />
para enseñarla, se abrirán la mente y<br />
el corazón de sus descendientes y<br />
éstos se fortalecerán en la batalla.<br />
Los descendientes de ustedes se<br />
enseñarán la doctrina unos a otros<br />
porque ustedes la enseñaron. La<br />
doctrina hará más que abrir la<br />
mente a las cosas espirituales y el<br />
corazón al amor de Dios. Cuando<br />
esa doctrina brinda regocijo y paz,<br />
también tiene poder para que la<br />
gente hable. Al igual que aquellas<br />
mujeres de Berlín, los descendientes<br />
de ustedes no podrán guardarse la<br />
buenas nuevas para sí.<br />
Estoy agradecido de vivir en una<br />
época en la que nosotros y nuestras<br />
familias tenemos la plenitud del<br />
Evangelio restaurado. Estoy agradecido<br />
por la misión de amor del<br />
Salvador en nuestro favor y por las<br />
palabras de vida que El nos ha dado.<br />
Ruego que compartamos esas palabras<br />
con los que amamos. Testifico<br />
que Dios nuestro Padre vive y que<br />
ama a todos Sus hijos. Jesucristo es<br />
Su Hijo Unigénito en la carne y<br />
nuestro Salvador. Él ha resucitado.<br />
Podemos ser limpiados por medio de<br />
la obediencia a las leyes y a las ordenanzas<br />
del Evangelio de Jesucristo.<br />
Las llaves del sacerdocio han sido<br />
restauradas. El presidente Gordon<br />
B. Hinckley posee esas llaves. Sé<br />
que eso es verdadero. En el nombre<br />
de Jesucristo. Amén. D