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apuntes para un eneagrama agustiniano - Revista Religión y Cultura

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Zaqueo; descabalgarse de f<strong>un</strong>damentalismos, como lo hizo Pablo, y<br />

aceptar nuevos proyectos existenciales, como lo efectuó Agustín.<br />

La conversión es pasar del egoísmo al amor, es buscar el tesoro<br />

escondido (Mt 13,44), y optar por el camino verdadero <strong>para</strong> que la vida<br />

resulte <strong>un</strong> éxito. Sin dar vuelco a la vida, y sin decidirse a nacer a <strong>un</strong>a<br />

vida enteramente nueva, no hay conversión posible. El pan y el vino o<br />

se trasustancializan, trashistorizan y trasfinalizan, o el milagro y símbolo<br />

eucarístico carecen de realidad evocadora relevante. Los regateos<br />

de Zaqueo –daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres– es <strong>un</strong> inicio<br />

de la conversión, pero resulta insuficiente. No valen las componendas<br />

salomónicas: la mitad <strong>para</strong> ti, y la otra mitad <strong>para</strong> mí; <strong>un</strong>a vela a<br />

Dios y otra al diablo. La conversión a medias y cicatera, dar la mitad<br />

de la vida ni satisface ni plenifica. La excelencia de la virtud cristiana<br />

difiere del término medio aristotélico. La ascética evangélica no recala<br />

a mitad de camino –Sed perfectos como el Padre celestial–; igual que<br />

<strong>un</strong>a ética de mínimos, tanto la secular como la secularista, resulta alicorta<br />

e insatisfactoria si no proyecta hacia la ética de máximos.<br />

Entre amores dispersos, sin norte ni sentido de la vida, hay cansancio<br />

vital, hastío, desamparo y soledad prof<strong>un</strong>da. Dubitativos y atormentados<br />

como Hamlet; ávidos de placeres, encadenados y desesperanzados<br />

como Fausto, y aventureros esteparios como Don Quijote a lo que<br />

salga y hacia ning<strong>un</strong>a parte, renacen con nueva actualidad. Los desvaríos,<br />

el positivismo y la ausencia de cordialidad convierten casi en cursilería<br />

revindicar fe, esperanza y sensatez. Pero el Dios al que se mata,<br />

se niega, ignora o menosprecia continúa citando al ser humano e<br />

irrumpe en su vida <strong>para</strong> llenarle de sentido. Una cita y <strong>un</strong> encuentro<br />

cuya iniciativa parte siempre del Dios Padre que invita, espera y sugiere,<br />

arrastrando y conmoviendo con ternura y con misericordia paciente.<br />

Restaurar y ennoblecer la vida, humanizar los sentimientos y rescatar<br />

la ética, la estética y la moral suena a música de ángeles pintados.<br />

No obstante, conviene volver, sin ironías ni gestos despectivos, a<br />

romper la noche oscura y remontar el vuelo sin otra luz ni guía que la<br />

que en el corazón ardía. Dios llama desde los hechos cotidianos, desde<br />

el éxito o en el dolor. Y cita a <strong>un</strong> cambio de mente y corazón<br />

mediante el ejercicio de la introspección y la tarea mantenida que<br />

explora el m<strong>un</strong>do de los amores y opta por el centro de los intereses<br />

sustantivos. Un proceso permanente a abandonar los ídolos creados y<br />

volver al Creador manteniendo con <strong>un</strong>a insobornable pasión por la<br />

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APUNTES PARA UN ENEAGRAMA AGUSTINIANO

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