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MAYO 1998<br />
Directores<br />
Mayo 1998<br />
Javier Pradera / Fernando Savater DE RAZÓN PRÁCTICA Precio 900 pesetas N.º 82<br />
JAIME GARCÍA AÑOVEROS<br />
La reforma del Impuesto sobre la Renta<br />
CARLOS GARCÍA GUAL<br />
El debate de las Humanidades<br />
JOSÉ MARÍA<br />
GUELBENZU<br />
Scott Fitzgerald:<br />
El gran perdedor<br />
MILAN<br />
KUNDERA<br />
El velo de la<br />
preinterpretación en llamas<br />
RAFAEL NÚÑEZ<br />
FLORENCIO<br />
El terrorismo en España<br />
hace un siglo<br />
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS<br />
Altos cargos y control parlamentario
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Dirección<br />
JAVIER PRADERA Y FERNANDO SAVATER<br />
Edita<br />
PROMOTORA GENERAL DE REVISTAS<br />
Presidente<br />
JESÚS DE POLANCO<br />
Consejero Delegado<br />
JUAN LUIS CEBRIÁN<br />
Director General<br />
JAVIER DÍEZ DE POLANCO<br />
Director Gerente<br />
IGNACIO QUINTANA<br />
Coordinación Editorial<br />
NURIA CLAVER<br />
Maquetación<br />
ITALA SPINETTI<br />
Ilustraciones<br />
JUSTO BARBOZA<br />
(San Juan, Argentina,1938) trabajó<br />
hasta su exilio (tras el golpe de Estado<br />
de 1976) en actividades relacionadas<br />
con las artes plásticas, el diseño, los<br />
medios audiovisuales y la docencia.<br />
En 1981 obtuvo la nacionalidad<br />
española; a partir de 1982 ha<br />
ilustrado artículos en el diario El País<br />
y ha realizado diversas exposiciones<br />
de escultura y grabado.<br />
Caricaturas<br />
LOREDANO<br />
Francis Scott<br />
Fitzgerald<br />
Correo electrónico: claves@progresa.es<br />
Internet: www.progresa.es/claves<br />
Correspondencia: PROGRESA.<br />
GRAN VÍA, 32, 2ª PLANTA. 28013 MADRID.<br />
TELÉFONO 91 / 538 61 04. FAX: 91 / 522 22 91.<br />
Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32, 7ª, 28013<br />
MADRID.TELÉFONO 91 / 536 55 00.<br />
Impresión: MATEU CROMO.<br />
Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />
Esta revista es miembro de ARCE<br />
(Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
Culturales Españolas)<br />
Distribución: ÍTACA<br />
LÓPEZ DE HOYOS, 141. 28002 MADRID.<br />
Para petición de suscripciones<br />
y números atrasados dirigirse a:<br />
Edisa. López de Hoyos, 141. 28002 Madrid.<br />
Teléfono 902 / 25 35 40<br />
S U M A R I O<br />
NÚMERO 82 MAYO 1998<br />
EL VELO DE LA<br />
MILAN KUNDERA 2 PREINTERPRETACIÓN EN LLAMAS<br />
LA REFORMA DEL IMPUESTO<br />
JAIME GARCÍA AÑOVEROS 05 SOBRE LA RENTA<br />
ALTOS CARGOS<br />
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS 14 Y CONTROL PARLAMENTARIO<br />
EL DEBATE<br />
CARLOS GARCÍA GUAL 24 DE LAS HUMANIDADES<br />
LAS HUMANIDADES EN LA ESCUELA<br />
JAVIER AGUADO 31 Entre el casticismo nacional<br />
y la libre vacuidad<br />
ALEJANDRO<br />
MIQUEL NOVAJRA 38 MI HISTORIA ES MÍA<br />
Literatura Scott Fitzgerald:<br />
José María Guelbenzu 46 El gran perdedor<br />
Ensayo<br />
Thomas S. Harrington 50 Invenciones de Españas<br />
Historia El terrorismo en España<br />
Rafael Núñez Florencio 52 hace un siglo<br />
Sociología La profesionalización<br />
Juan José García de la Cruz 59 de la tropa<br />
Artes Plásticas Resurrección<br />
José María García López 66 del cadáver exquisito<br />
Política Cómo desapareció la prensa<br />
César Leante 68 independiente en Cuba<br />
Cine Diálogo con Ricardo Franco<br />
Augusto M. Torres 73 Sobre ‘La buena estrella’<br />
Entrevistas Imaginarias<br />
Jesús Ferrero 78 Francis Scott Fitzgerald
EL VELO DE LA<br />
PREINTERPRETACIÓN EN LLAMAS<br />
EL HOMBRE DEL RUIDO<br />
Otra estancia en Bohemia: en casa de<br />
otro amigo, tomo al azar de la biblioteca<br />
un libro de Jaromir John, novelista checo<br />
de los años veinte y treinta. Autor culto,<br />
refinado, olvidado desde entonces. Leo<br />
esa novela, El monstruo de explosión, por<br />
primera vez en 1992. Escrita hacia 1932,<br />
cuenta una historia que transcurre 10<br />
años antes, durante los primeros años de<br />
la República checa nacida en 1918. El señor<br />
Engelbert, asesor forestal en el antiguo<br />
régimen de los Habsburgo, se retira<br />
por aquel entonces a Praga tras su jubilación;<br />
pero, al toparse con la moderna<br />
agresividad de la joven República, es presa<br />
de una decepción tras otra. Una situación<br />
nada nueva. Sin embargo, lo inédito<br />
–lo que define ese mundo moderno, lo<br />
que pasará a ser la pesadilla de Engelbert–<br />
no es el poder del dinero o la insensibilidad<br />
de los arribistas (aunque todo eso<br />
contribuya también a su decepción) sino<br />
el ruido; el nuevo ruido, el de las máquinas<br />
y los aparatos encarnados en primer<br />
lugar por los automóviles y las motocicletas:<br />
los monstruos de explosión.<br />
Pobre señor Engelbert: se instala primero<br />
en una casa en un barrio residencial;<br />
allí, los automóviles le descubren por<br />
vez primera la existencia del mal sonoro<br />
que convertirá su vida en una huida sin<br />
fin. Se muda a una casa elegante situada<br />
en otro barrio, encantado de que en su<br />
calle los automóviles tengan prohibido el<br />
acceso. Ignorando que la prohibición era<br />
tan sólo temporal, se aterra la noche en<br />
que oye zumbar los monstruos de explosión<br />
bajo su ventana. A partir de entonces<br />
se lleva a la cama toda suerte de tampones<br />
para los oídos y comprende que<br />
“dormir es el anhelo humano más fundamental<br />
y que la muerte causada por la<br />
imposibilidad de conciliar el sueño debe<br />
de ser la peor de las muertes”. Busca (inútilmente)<br />
el silencio en hoteles rurales, en<br />
MILAN KUNDERA<br />
casa de antiguos condiscípulos de instituto<br />
(inútilmente) y acaba pasando las noches<br />
en los trenes, que le procuran, con<br />
su ruido suave y arcaico, un sueño relativamente<br />
apacible.<br />
Con todo, si bien puedo permitirme<br />
imaginar a Engelbert como un hombre<br />
real que hubiera escrito su autobiografía,<br />
apuesto a que su confesión no se hubiera<br />
parecido al texto del novelista. ¡Reconocer<br />
que el ruido de los automóviles había<br />
cambiado su vida más que la independencia<br />
de su país, durante tanto tiempo<br />
anhelada, sería para el anciano una confesión<br />
inconfesable! Porque (como todos<br />
nosotros) vivió en un mundo preinterpretado.<br />
La libertad, la independencia nacional,<br />
la democracia, o (visto desde el ángulo<br />
opuesto) el capitalismo, la explotación,<br />
la desigualdad social, son nociones<br />
muy serias, sagradas, capaces de explicar<br />
el comportamiento humano. A ello debe<br />
remitirse toda biografía seria. El ruido<br />
tan sólo puede ocupar un puesto marginal,<br />
a pie de página, como una molestia<br />
anodina y, en definitiva, más bien graciosa.<br />
Sin embargo, en vez de tomarse en<br />
serio la preinterpretación del mundo, el<br />
novelista se concentró en la vida concreta<br />
de un hombre concreto y llegó a una<br />
comprobación a la vez modesta y enorme:<br />
el hombre moderno es el que vive en<br />
un mundo desertado por el silencio; o<br />
más exactamente: en un mundo donde la<br />
antigua relación entre ruido y silencio se<br />
ha invertido: lo excepcional ya no es el<br />
ruido (música incluida), sino el silencio.<br />
Descubrimiento considerable; porque<br />
lo que cambió, marcó y remodeló la<br />
vida de Engelbert no fue el nacimiento<br />
de la República independiente (con ser<br />
Engelbert un gran patriota) ni los inventos<br />
técnicos que facilitan la vida (avión,<br />
teléfono, aspirador, telégrafo) ni el régimen<br />
democrático (que debió de contras-<br />
tar con la monarquía que lo había precedido);<br />
lo que cambió de cabo a rabo su<br />
vida fue la inversión de la relación entre<br />
ruido y silencio.<br />
Las múltiples consecuencias de esta<br />
inversión podrían llamarse existenciales:<br />
otra relación con la naturaleza, con el descanso,<br />
con la belleza, con la música, también<br />
algo que me parece de una importancia<br />
excepcional: otro lugar concedido a<br />
la palabra. La omnipresencia del ruido<br />
provoca no sólo una alergia al ruido (lo<br />
cual es una evidencia médica), sino también<br />
(lo cual es una sorpresa existencial)<br />
una necesidad de ruido; de esa evidencia<br />
resulta, por ejemplo, que, en la radio, la<br />
palabra vaya casi regularmente acompañada<br />
por un fondo sonoro, ya sea música o<br />
sonidos reales (de una fábrica, de una calle,<br />
etcétera); para quien escucha, la palabra<br />
queda doblemente confundida: por el<br />
ambiente sonoro de la habitación donde<br />
se halla la radio y por el sonido elaborado<br />
en el estudio. Por tanto, no sólo se oyen<br />
peor las palabras, sino que la palabra, en<br />
general, como tal, ya no ocupa como antes<br />
el lugar privilegiado que tenía en el<br />
mundo sonoro; no incita ya a concentrarse<br />
con atención; la palabra ya no es sino<br />
un ruido entre otros.<br />
EL VELO DE LA<br />
PREINTERPRETACIÓN EN LLAMAS<br />
Cuando John escribió su novela debía de<br />
haber un coche por cada cien praguenses<br />
o tal vez, quién sabe, por cada mil. Precisamente<br />
en esa época en que la sonoridad<br />
ambiental era todavía incipiente es<br />
cuando el fenómeno del ruido pudo captarse<br />
en toda su sorprendente novedad.<br />
Tal vez podamos deducir de ello una regla<br />
general: un fenómeno social no se<br />
percibe mejor en el momento de su máxima<br />
expansión, sino cuando se halla en<br />
sus inicios, casi inocente aún, tímido, in-<br />
2 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
comparablemente más débil de lo que<br />
será el día de mañana.<br />
Fue Kafka quien, por primera vez en<br />
la historia, escribió una novela que se desarrollaba<br />
exclusivamente en el marco de<br />
las oficinas, bajo su poder absoluto, como<br />
si el mundo no fuera sino una única<br />
e inmensa administración. Ello podría<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
inducirnos a pensar que la burocracia del<br />
Imperio austrohúngaro, que inspirara a<br />
Kafka, debió de ser excepcionalmente espantosa<br />
y alcanzar el más alto grado de<br />
locura burocrática en la historia de la<br />
humanidad. Pues bien, no es así. Al<br />
igual que el estruendo de los motores de<br />
explosión en la época de Jaromir John, el<br />
poder burocrático en la época de Kafka<br />
era mucho más débil que el actual. Para<br />
quien fuera capaz de distinguirlo, de verlo,<br />
era aún algo sorprendente. Y la sorpresa<br />
no es sólo fuente de conocimiento,<br />
sino fuente de poesía. Kafka escribió a<br />
Milena Jesenska que las oficinas le fascinaban,<br />
sobre todo, por su aspecto fantástico,<br />
lo cual significa que las decisiones<br />
diferidas, inapropiadas, confusas y que,<br />
sin embargo, pesan como una fatalidad<br />
sobre el destino del hombre, crean situaciones<br />
hasta tal punto insólitas, irreales,<br />
que se asemejan a escenas de un sueño.<br />
A Engelbert aún le sorprendía el ruido.<br />
La generación siguiente ya nació en<br />
el mundo del ruido: era su propio mundo,<br />
su mundo natural (en el sentido: el<br />
que se encontró al nacer); sin que por<br />
ello fuera menos perjudicial, la omnipresencia<br />
del ruido había dejado de ser chocante.<br />
La esencia del hombre había quedado<br />
alterada, modificada; el hombre era<br />
ya otro hombre: el hombre inmerso en el<br />
ruido, el hombre del ruido.<br />
Hoy día, la omnipresencia burocrática<br />
se ha hecho tan evidente que no da<br />
pie a que nos sorprendamos. Es nuestra<br />
naturaleza, hemos nacido en ella. Cuanto<br />
más omnipotente se vuelve, menos visible<br />
es. Llamamos “kafkiano” a lo que<br />
nos parece aberrante, absurdo, anormal,<br />
cuando el mundo kafkiano es el mundo<br />
en el que vivimos todos normalmente,<br />
sin que nos produzca sorpresa alguna.<br />
Pero nada se le escapa tanto al hombre<br />
como, precisamente, el carácter concreto<br />
de su propia vida. De hecho, nos lo demuestra<br />
la lectura de las novelas de Kafka:<br />
a un lector le resulta más fácil comprender<br />
la historia de Kafka como una<br />
alegoría religiosa, o como una confesión<br />
íntima disimulada, que ver en ella la realidad<br />
(fantásticamente transformada),<br />
esa misma realidad a la que todo lector<br />
debe enfrentarse durante su propia vida.<br />
3
EL VELO DE LA PREINTERPRETACIÓN EN LLAMAS<br />
El hombre padece una ceguera existencial<br />
y en ello reside sin lugar a dudas una de<br />
las cualidades humanas fundamentales.<br />
Con Cervantes, esa ceguera se convierte<br />
por primera vez en la historia en el<br />
tema fundamental de una gran obra de<br />
arte. Don Quijote es un caballero fielmente<br />
consagrado a la belleza de la<br />
preinterpretación, la cual era entonces<br />
poética, hermosa, llena de fantasía, por<br />
haberse alimentado de mitos y leyendas:<br />
mágico velo suspendido ante el mundo<br />
concreto. Con Cervantes, ese velo apareció<br />
por primera vez en llamas. Eso me<br />
mueve a pensar que el nacimiento de la<br />
novela arranca con la quema del velo de<br />
la preinterpretación que cubre el rostro<br />
de lo concreto, y que ese gesto incendiario<br />
constituye el acto fundacional del arte<br />
de la novela, gesto repetido posteriormente<br />
en cada novela digna de serlo.<br />
Comparados con el fascinante personaje<br />
de Don Quijote, los guardianes de<br />
la preinterpretación contemporánea son<br />
seres apoéticos, convencionales y aburridos.<br />
La fuente de la preinterpretación<br />
moderna no es ya una literatura mitologizante,<br />
fantástica, poética, sino el discurso<br />
político, moralizante, ideológico.<br />
Hay escritores que, inspirados por mejores<br />
intenciones, se apresuran a investir<br />
de carne novelesca la preinterpretación<br />
momentánea del mundo. Ignoran que,<br />
al hacerlo, se sitúan en el polo opuesto<br />
de Cervantes o de Kafka; que se sitúan al<br />
otro lado de la historia de la novela.<br />
EL MAL GUSTO DE REPETIRSE<br />
Durante una de mis primeras estancias<br />
en la Bohemia descomunizada, un amigo<br />
que ha vivido allí desde siempre me dijo:<br />
lo que necesitamos es un Balzac. Porque<br />
lo que se ha instaurado aquí es una sociedad<br />
capitalista, con todo lo que en ella es<br />
vulgar, cruel y estúpido, con advenedizos,<br />
estafadores y timadores, con la grotesca<br />
chabacanería de los nuevos ricos. La<br />
crueldad del dinero ha sustituido a la<br />
crueldad de la política. La estulticia comercial<br />
ha sustituido a la estulticia ideológica.<br />
Pero lo que convierte esta nueva<br />
experiencia en algo pintoresco es que<br />
conserva, intacta en su memoria, la antigua,<br />
que ambas experiencias se han ensamblado<br />
y que la historia, al igual que<br />
en la época de Balzac, demuestra ser capaz<br />
de generar increíbles embrollos. Mi<br />
amigo me cuenta entonces la historia de<br />
un anciano, antiguo alto funcionario del<br />
partido, quien, hace 25 años, propició la<br />
boda de su hija con el hijo de una gran<br />
familia burguesa expropiada, al que enseguida<br />
facilitó (como regalo de boda) una<br />
brillante carrera profesional; actualmente<br />
este apparatchik vive completamente solo<br />
sus últimos días: la familia de su yerno ha<br />
recuperado los bienes que habían sido<br />
nacionalizados y la hija se avergüenza de<br />
ese padre comunista a quien sólo se atreve<br />
a ver en secreto. Mi amigo se echó a<br />
reír: “¿Te das cuenta? ¡Es, literalmente, la<br />
historia de papá Goriot!” El hombre que<br />
fuera poderoso en la época del terror logra<br />
casar a sus hijas con enemigos de clase<br />
que, tiempo después, en la época de la<br />
Restauración, ya no quieren saber nada<br />
de él, hasta tal punto que el pobre padre<br />
no puede verlas nunca en público.<br />
Mi amigo y yo nos reímos de buena<br />
gana. Hoy me paro a analizar esa risa: a<br />
fin de cuentas, ¿por qué nos reímos?<br />
Se impone la célebre idea de Marx: un<br />
acontecimiento histórico se repite siempre<br />
en forma de farsa. Pero, ¿es realmente tan<br />
“fársica” 1 la historia del anciano apparatchik?<br />
No: su vejez es tan conmovedora y<br />
triste como la de papá Goriot. No es una<br />
situación la que, al repetirse, pasa de repente<br />
a ser cómica; Es el que se repite el<br />
que es cómico. Porque para repetirse (y en<br />
nuestro caso es la propia Historia la que se<br />
repite) se necesita no tener pudor ni memoria<br />
ni inteligencia.<br />
El hecho de que un hombre le diga a<br />
una mujer “te quiero” no tiene en sí nada<br />
de cómico; pero, si se lo dice por vigésimotercera<br />
vez a la vigésimotercera mujer,<br />
con el mismo tono sincero, con la misma<br />
lágrima a punto de saltársele, querámoslo<br />
o no, nos reiremos aunque la vigésimotercera<br />
mujer sea tan querida como la<br />
primera.<br />
Volviendo al viejo apparatchik no es<br />
él el que provocó nuestra risa. La provocó<br />
la Historia.<br />
Y volviendo a la exhortación de mi<br />
amigo praguense: ¿necesita a su Balzac la<br />
época en que vive mi amigo en Bohemia?<br />
Tal vez. Tal vez a los checos les resultaría<br />
útil, ilustrativo e interesante leer novelas<br />
sobre la recapitalización de su país, un ciclo<br />
novelesco amplio y rico, con muchos<br />
personajes, muchas descripciones, escrito<br />
al modo de Balzac. Pero ningún novelista<br />
que se precie escribirá esa novela. Sería<br />
ridículo escribir otra Comedia humana.<br />
Al igual que sería ridículo escribir acerca<br />
de la Segunda Guerra Mundial una nove-<br />
1 Literal de: sifarcique en francés... (y, en francés,<br />
sin las comillas que añado yo aquí por mi<br />
cuenta –y la de Albiñana– por razones obvias).<br />
la al modo de Guerra y paz. Porque, así<br />
como la Historia (la de la humanidad)<br />
puede tener el mal gusto de repetirse, la<br />
Historia de un arte no tolera las repeticiones.<br />
El arte no está ahí para registrar,<br />
cual gran espejo paciente, las infinitas repeticiones<br />
de la Historia. Está ahí para<br />
crear su propia historia. Lo que quede un<br />
día de Europa no será su Historia repetitiva,<br />
que en sí misma no representa valor<br />
alguno. Lo único que puede quedar de<br />
ella es la Historia de sus artes. n<br />
© Milan Kundera<br />
© de la traducción: Javier Albiñana<br />
Milan Kundera es novelista y ensayista. Autor de<br />
La broma y La insoportable levedad del ser.<br />
4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
LA REFORMA DEL IMPUESTO<br />
SOBRE LA RENTA<br />
1. Introducción 1<br />
La reforma del Impuesto sobre la Renta<br />
de las Personas Físicas (IRPF) está de<br />
moda: conviene analizar si es moda caprichosa<br />
o fundada. Porque no se trata<br />
de retoques a los que los impuestos están<br />
siempre sometidos, sino de un cambio<br />
profundo; tanto que el nuevo impuesto,<br />
sin dejar de pertenecer al género “impuesto<br />
sobre la renta”, presente notables<br />
señales de diferenciación de la figura<br />
que, con tal nombre, tenemos en nuestro<br />
sistema tributario desde 1978. Habrá<br />
que analizar si hay razones para propugnar<br />
un cambio profundo. Y esas razones<br />
están ligadas, lógicamente, a las funciones<br />
que se esperan de un impuesto de este<br />
tipo. Ésta es, en primer lugar, recaudatoria,<br />
pues para eso existen los impuestos;<br />
en segundo lugar, de justicia o<br />
equidad, pues los impuestos, al discriminar<br />
a los ciudadanos mediante la apropiación<br />
de sus medios económicos de<br />
una u otra manera, responden a criterios<br />
de reparto de la carga entre los afectados;<br />
económicas de diverso tipo, según ideas<br />
de estabilidad y crecimiento económico,<br />
pues de una manera u otra pueden ser<br />
más o menos dañinos, si suponemos que<br />
la suma bondad económica se produce<br />
en una teórica situación (y tan teórica)<br />
en que el impuesto no existe. Empecemos<br />
por la recaudación.<br />
2. El IRPF y la recaudación<br />
El informe de la Comisión para el Estudio<br />
y Propuestas de Medidas para la Reforma<br />
del Impuesto sobre la Renta de las<br />
Personas Físicas (Comisión Lagares), del<br />
1 Cuando a mediados de abril de 1998 se corrigen<br />
pruebas de este trabajo, redactado a principios<br />
de marzo de 1998, ha aparecido el anteproyecto<br />
de ley que establece la nueva regulación del<br />
IRPF. Se tendrá en cuenta este texto en algún comentario,<br />
principalmente en forma de notas.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
JAIME GARCÍA AÑOVEROS<br />
13 de febrero de 1998 , dice que “el IRPF<br />
actual ha venido perdiendo en los últimos<br />
años una parte muy importante de<br />
su flexibilidad recaudatoria inicial, por lo<br />
que tampoco constituye hoy el instrumento<br />
tributario más adecuado para una<br />
política de estabilidad a largo plazo…”.<br />
No analiza la Comisión cuáles son las<br />
causas de ese estancamiento; se limita a<br />
tomar razón del hecho. Pero los propios<br />
términos en que lo hace suscitan algunas<br />
dudas sobre dichas causas. Se puede<br />
aventurar la hipótesis de que ni siquiera<br />
la primera formulación de este impuesto,<br />
la de 1978, tuvo en sí mucha flexibilidad<br />
recaudatoria; tampoco la segunda, concretada<br />
en 1991. Lo que los datos de crecimiento<br />
recaudatorio enmascaraban<br />
eran precisamente los ininterrumpidos<br />
aumentos de la presión efectiva real por<br />
este impuesto, que se benefició, si así<br />
puede decirse, de una inflación que lo<br />
transformó en exitoso desde el punto de<br />
vista recaudatorio, ya que, desde 1983,<br />
cuando ya se tenían datos sobre los ejercicios<br />
iniciales de su aplicación, se respondió<br />
con la falta de adecuación de tramos<br />
tarifarios y deducciones a las variaciones<br />
del valor del dinero, con alguna<br />
accidental y, por supuesto, insuficiente<br />
acomodación. Este crecimiento, aumento<br />
de carga real para todos los contribuyentes,<br />
silencioso, por el mero efecto de la<br />
inflación operando sobre tramos y deducciones<br />
nominalmente invariados, explica<br />
la “flexibilidad recaudatoria” inicial,<br />
y también el estancamiento final, que ha<br />
coincidido con una notable moderación<br />
de la inflación. Más en concreto, lo que<br />
incide en la menor flexibilidad es la moderación<br />
de los crecimientos salariales, ya<br />
que, como tendremos ocasión de ver con<br />
posterioridad, la retribución del trabajo<br />
dependiente es la fuente principal no sólo<br />
de la recaudación, sino de la flexibilidad<br />
de ésta.<br />
La ausencia de elasticidad-renta en<br />
este impuesto no es una cuestión tan reciente,<br />
y no se vislumbra el mecanismo<br />
para conseguirla de una manera estable,<br />
fundada, como no sea el mejor control de<br />
algunas rentas no salariales. Pero la insuficiencia<br />
recaudatoria no es causa suficiente<br />
para propugnar una “ruptura” en<br />
la manera de concebir el impuesto. No<br />
son razones recaudatorias las que determinan<br />
una tendencia al cambio digamos<br />
casi radical. Si éste fuera el problema, las<br />
medidas a adoptar tendrían que ser otras,<br />
distintas de las que la Comisión Lagares<br />
propone.<br />
3. El IRPF y la justicia<br />
En mi opinión, la primera razón “intrínseca”<br />
para hacer un cambio profundo en<br />
el IRPF actual es su chocante falta de<br />
equidad. Conviene detenerse en este aspecto,<br />
menos destacado en general. La<br />
propia Comisión Lagares lo trata con<br />
cierta amplitud pero indirectamente, al<br />
analizar las ventajas de sus propuestas<br />
desde el punto de vista de la equidad. Pero<br />
es que, además, las resistencias a estas<br />
propuestas pretenden fundarse en la adecuación<br />
a la equidad del impuesto actual,<br />
lo que es un contrasentido.<br />
No hay que olvidar que la fundamentación<br />
del sistema tributario en el principio<br />
de capacidad y la exigencia de progresividad<br />
en el mismo son de carácter constitucional<br />
(art. 31 CE). Aunque en éste y<br />
en muchos otros campos la constitucionalidad<br />
de lo que se dice, promete o aspira<br />
se da por supuesta, lo cierto es que las<br />
exigencias constitucionales vetan soluciones<br />
que pueden ser plausibles desde muchos<br />
puntos de vista.<br />
El impuesto personal progresivo sobre<br />
la renta global es uno de los cauces<br />
más idóneos para conseguir ajustar el sistema<br />
a la capacidad y dotarlo de un grado<br />
efectivo de progresividad. No es el único,<br />
5
LA REFORMA DEL IMPUESTO SOBRE LA RENTA<br />
desde luego; la progresividad puede lograrse,<br />
de una manera más burda, con<br />
otros impuestos, como, en primer lugar,<br />
el de patrimonio, y también los impuestos<br />
indirectos, como el Impuesto sobre el<br />
Valor Añadido (IVA), mediante un manejo<br />
adecuado de la diversidad de tipos<br />
en relación con ciertos productos y con<br />
otros impuestos indirectos de menor incidencia<br />
recaudatoria.<br />
Pero, sobre todo, el impuesto personal<br />
sobre la renta global cumple esas funciones<br />
de adecuación a la capacidad con<br />
progresividad a condición de que satisfaga<br />
las exigencias de globalidad en la renta<br />
gravada. En ese caso, ningún impuesto lo<br />
hace como él. Pero en la medida en que<br />
se aleja de ese ideal, no sólo es que cumple<br />
peor esas funciones de equidad, sino<br />
que introduce fuertes componentes de<br />
equidad a la inversa, o, si quieren, iniquidad,<br />
injusticia. No sólo es que falte equidad;<br />
es que sobra falta de equidad: no sólo<br />
algunos o algunas rentas dejan de tributar,<br />
sino que las que lo hacen no<br />
tributan más que proporcionalmente en<br />
función de su cuantía sino de una manera<br />
más o menos errática y con frecuencia<br />
en razón inversa de la renta global, de las<br />
capacidades económicas. No se cumple el<br />
principio de igualdad, ligado a la capacidad,<br />
de tributación igual de los iguales y<br />
desigual de los desiguales. Si la progresividad<br />
aparencial es muy alta, la iniquidad<br />
crece exponencialmente.<br />
Hay que tener bien presente algo elemental:<br />
la progresividad en el impuesto<br />
personal sólo tiene sentido de equidad<br />
efectiva si alcanza a la globalidad de esa<br />
manifestación de capacidad, en este caso<br />
la renta. La progresividad fuerte para partes<br />
de renta es una evidente iniquidad.<br />
Así se concluye si la progresividad se<br />
quiere fundamentar en el principio de<br />
igualación del sacrificio marginal de los<br />
contribuyentes, como si se quiere funda-<br />
mentar en el criterio más pragmático de<br />
la redistribución, pues es claro que la carga<br />
mayor de la redistribución no actúa<br />
sobre los que más renta tienen, sino sobre<br />
algunos, o pocos, entre ellos; que una sola<br />
fuente de renta, y especialmente la del<br />
trabajo, sea la matriz de la redistribución<br />
es un iniquidad tan evidente como inconstitucional.<br />
Pues eso es lo que sucede<br />
en nuestro sistema del IRPF actual. He<br />
afirmado antes que este sistema es distinto<br />
del que nació en 1978, y muy distinto.<br />
El de 1978 reunía, a estos efectos, las siguientes<br />
características:<br />
n Gravaba la renta global, sin excepciones<br />
apreciables, incluidas las plusvalías.<br />
n Gravaba esa renta como un todo<br />
imputable a un sujeto, sometiéndola toda<br />
ella a una sola tarifa progresiva.<br />
n Determinaba la renta en coherencia<br />
plena con el principio de que había de<br />
tratarse de una renta global neta; admitía,<br />
por tanto, la deducción de todos los gastos<br />
necesarios para obtener la renta, sea<br />
cual fuera su fuente; admitía, por tanto,<br />
la compensación entre ganancias y pérdidas<br />
y renta que proviniera de las distintas<br />
fuentes, sin discriminación.<br />
n El impuesto era muy progresivo por<br />
el sistema de deducciones en la cuota, pero<br />
la tarifa era moderada, en cuanto que<br />
el tipo medio de gravamen máximo era<br />
del 40%.<br />
Este sistema tropezó con dificultades<br />
en su aplicación, y principalmente el problema<br />
de la evasión, determinado en parte<br />
por la inadecuación de los aparatos administrativos<br />
a la gestión de este impuesto.<br />
El sistema actual tiene, por el contrario,<br />
las siguientes características:<br />
n No grava la renta global; hay excepciones<br />
apreciables, como son gran parte<br />
de las rentas del capital mobiliario, por el<br />
mecanismo de los fondos de inversión y<br />
planes de pensiones, y discriminación entre<br />
residentes y no residentes.<br />
n No grava la renta como un todo, sino<br />
que se fracciona en porciones a las que<br />
se aplican tarifas o tipos que, en definitiva,<br />
son diferentes.<br />
n No es coherente con el principio,<br />
inseparable de la medida de la capacidad,<br />
de la renta neta; mediante un sistema<br />
discriminatorio de gastos deducibles, en<br />
ocasiones se gravan rentas brutas o “semibrutas”,<br />
y no se permiten las compensaciones<br />
lógicas entre ganancias y pérdidas<br />
que confluyen en el periodo en un<br />
sujeto.<br />
n La tarifa es progresiva y fuerte;<br />
56% de tipo marginal, que aparece además<br />
en unos niveles moderados de renta<br />
marginal (en el momento presente, desde<br />
10.750.000 pesetas). En 1979 había que<br />
alcanzar 39 millones, en pesetas de 1998,<br />
para tributar al tipo medio máximo del<br />
40% [Comisión Lagares. Informe, pág.<br />
165]).<br />
En realidad, desde mediados de los<br />
años ochenta quedaron fuera de la base<br />
porciones crecientes de las rentas del capital<br />
mobiliario; y son crecientes porque<br />
el ahorro se ha encaminado principalmente,<br />
y sobre todo en los últimos años,<br />
por este tipo de instrumentos fiscalmente<br />
protegidos, a lo que hay que añadir el fenómeno,<br />
quizá no incrementado pero<br />
apenas disminuido en porcentaje de renta<br />
total, de la evasión.<br />
Y otra consideración importante. En<br />
el año 1978 la diferencia entre el tipo<br />
medio máximo del IRPF (40%) y el del<br />
impuesto de sociedades (35%) era de cinco<br />
puntos porcentuales. La elevación del<br />
tipo marginal del IRPF al 56%, a partir<br />
de tramos de renta no muy altos, con el<br />
mantenimiento del tipo del impuesto de<br />
sociedades, ha hecho que esa diferencia<br />
haya ascendido a 21 puntos porcentuales.<br />
Se comprende que el incentivo para<br />
transferir a las sociedades las fuentes de<br />
renta sea imparable. Claro que no todas<br />
6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
las fuentes pueden transferirse; de hecho,<br />
las concentraciones personales fuertes o<br />
menos fuertes de capital mobiliario,<br />
cuando no se acogen al sistema de los<br />
fondos de inversión y semejantes, han desaparecido<br />
casi por completo. De este<br />
modo, las rentas de capital mobiliario<br />
que se sustraen al impuesto progresivo<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
han crecido de manera espectacular; y estamos<br />
hablando de actuaciones legales,<br />
no de operaciones de evasión ilegal.<br />
No se trata de discutir aquí la racionalidad<br />
económica de las medidas incentivadoras<br />
del ahorro. Mucho más discutibles<br />
son todas las medidas que han fraccionado<br />
las bases en su atribución individual<br />
JAIME GARCÍA AÑOVEROS<br />
con criterios de comodidad recaudatoria<br />
reñidos con la lógica de equidad del impuesto<br />
global, personal y progresivo.<br />
Tampoco se trata de aceptar la evasión como<br />
realidad insobornable. Pero sí se puede<br />
concluir que en el sistema actual del<br />
IRPF:<br />
n Las rentas del trabajo dependiente<br />
(tampoco todas) en todos sus niveles son<br />
la principal base sobre la que opera una<br />
fuerte progresividad nominal.<br />
n La lógica de la progresividad como<br />
aportadora de equidad ha desaparecido de<br />
este impuesto fragmentado.<br />
n Los contribuyentes que, por su situación<br />
personal, no pueden escapar al<br />
impuesto en toda su implacabilidad tributan<br />
de una manera exagerada, confiscatoria<br />
incluso en bastantes casos.<br />
n La situación de desigualdad es evidente<br />
entre los distintos sujetos, tanto por<br />
razones legales (algunas rentas del capital<br />
mobiliario, por ejemplo) como ilegales<br />
(evasión de rentas variadas).<br />
n El mantenimiento, en estas circunstancias,<br />
de tipos marginales muy altos aumenta<br />
la iniquidad.<br />
Por último, quiero indicar que las<br />
únicas rentas afectadas por esta iniquidad<br />
no son las que pueden considerarse rentas<br />
altas del trabajo dependiente (y de algunas<br />
actividades profesionales y empresariales<br />
muy controladas a través de sus “pagadores”).<br />
Lo que se entiende por rentas<br />
altas es siempre muy relativo, en el sentido<br />
de que suele depender del punto en<br />
que se sitúa el observador. Pero es que el<br />
gravamen acrecentado de esas rentas no<br />
afecta sólo a las altas, sino a las medias y<br />
bajas (con exclusión de las muy bajas, especialmente<br />
las incontroladas); el mantenimiento<br />
de la capacidad recaudatoria del<br />
impuesto sólo se ha podido hacer sobre<br />
estas espaldas, por las razones indicadas, y<br />
porque, además de la inflación implacable<br />
sobre tramos inmutables, el magnífico sis-<br />
7
LA REFORMA DEL IMPUESTO SOBRE LA RENTA<br />
tema (desde la perspectiva de la progresividad)<br />
de las deducciones en la cuota se<br />
ha transformado en un factor de opresión<br />
recaudatoria sobre rentas medias y bajas a<br />
causa de su inmutabilidad (o casi) ante el<br />
fenómeno inflacionario.<br />
Y aquí entra la demagogia. En estas<br />
circunstancias, los tipos altos en la tarifa<br />
progresiva operan como un bálsamo confortador<br />
para quienes están sufriendo una<br />
presión brutal en sus rentas medias y bajas.<br />
La proyección pública de tipos como<br />
el 56%, el 70% en la acumulación sobre<br />
el patrimonio, incluso más del 100%, según<br />
la ley, en algunos casos 2 , deja el espíritu<br />
abierto a considerar el sentido justiciero<br />
de estas sabias normas que tanto daño<br />
deben hacer a algunos.<br />
Pero si se contemplan los datos recaudatorios<br />
por tramos de renta, tanta felicidad<br />
se viene abajo, a poco empeño que se<br />
ponga en razonar. La recaudación correspondiente<br />
a esos altos tramos de la tarifa es<br />
irrisoria; aunque, eso sí, después de haber<br />
gravado seriamente a unos pocos, que no<br />
son todos los que se encuentran, de verdad,<br />
en esos tramos de renta, sino sólo<br />
unos cuantos que no han podido escapar<br />
(se entiende, por vías legales). En las circunstancias<br />
actuales del impuesto del<br />
IRPF, los tipos altos son un espejismo para<br />
tener contentos a los más, sin fruto para<br />
nadie. Y, menos que para nadie, para la<br />
equidad basada en la capacidad económica<br />
real y en la progresividad, para las que<br />
constituyen una irrisión, defendida con<br />
frecuencia desde las alturas de una implacable<br />
justicia tributaria niveladora. Quiero<br />
destacar estas razones porque el actual<br />
IRPF es sustancialmente inconstitucional<br />
por inicuo, en relación con los principios<br />
de capacidad e igualdad de nuestra Constitución.<br />
Y ésta es una razón para su profunda<br />
reforma, al menos tan importante como<br />
la que más, en la que no se suele reparar.<br />
2 Estas situaciones pueden producirse porque<br />
la ley de 1991, después de establecer el tope del<br />
70% de la base, es decir, de la renta neta, para el pago<br />
conjunto del IRPF y el impuesto de patrimonio,<br />
añadió (art. 31) un mínimo en el impuesto de patrimonio,<br />
que es, en cualquier caso, el 20% de la cuota<br />
que corresponde por dicho impuesto. En el caso<br />
de un sujeto que, por ejemplo, tenga su patrimonio<br />
en acciones de una sociedad que un año no reparte<br />
dividendos, en el caso de que no tuviera otra fuente<br />
de renta, tendría ese año una renta cero y, sin embargo,<br />
tendría que pagar, por IRPF e impuesto de<br />
patrimonio, el equivalente al 20% de la cuota del<br />
impuesto de patrimonio. Lo mismo sucede, por<br />
otras razones, en los casos de patrimonios integrados<br />
en gran parte por nudas propiedades, que no<br />
producen ni pueden producir rendimientos gravados<br />
en el IRPF. Los ejemplos pueden multiplicarse.<br />
4. Breve digresión sobre<br />
la política redistributiva<br />
La redistribución mediante la utilización<br />
del sistema público de ingresos y gastos<br />
sólo tiene sentido si se contempla también<br />
el gasto público. El impuesto, cualquier<br />
impuesto, puede llegar a ser confiscatorio<br />
por lo elevado, pero el grado de<br />
redistribución depende sobre todo de la<br />
estructuración del gasto. Por el contrario,<br />
para hacer redistribución a través del sistema<br />
hacendístico no es imprescindible<br />
que la progresividad tenga una imagen escandalosa<br />
medida en dígitos de gravamen;<br />
basta con que el tributo no sea regresivo<br />
y la política de gasto se articule<br />
con criterio redistribuidor, lo que es, en<br />
nuestras sociedades, casi inevitable. De<br />
suyo, un impuesto personal sobre la renta<br />
de carácter proporcional puro puede dar<br />
lugar a una fuerte redistribución si las<br />
prestaciones públicas se hacen con un<br />
simple criterio igualatorio, o, más aún, en<br />
función de las necesidades de los perceptores<br />
no cubiertas o peor cubiertas por su<br />
renta o capacidad económica; de este modo,<br />
cada cual pagaría en función directa<br />
de su renta y percibiría en función directa<br />
de sus necesidades, por lo menos en lo<br />
que se refiere a los servicios públicos divisibles<br />
y personalizables. De hecho, es así<br />
en muchos supuestos; en algunos, al menos<br />
tendencialmente.<br />
Por lo demás, la Constitución manda<br />
que el sistema tributario sea progresivo; y<br />
las funciones de redistribución no son<br />
propiamente mandato constitucional, sino<br />
que habla (art. 40) de “una distribución<br />
de la renta regional y personal más<br />
equitativa”, lo que es mucho, pero es menos<br />
que redistribución. Y, sobre todo,<br />
esas políticas no están vinculadas en exclusiva<br />
al instrumento tributario, ni siquiera<br />
al hacendístico, que incluye el gasto<br />
público. La incidencia de los poderes<br />
públicos, por ejemplo, en la política de<br />
rentas u otras pueden tener un efecto inmediato<br />
sobre la equitativa distribución<br />
de la renta.<br />
Por último, cabe discutir qué es una<br />
política equitativa de distribución personal<br />
de la renta. Para algunos se trata de<br />
perseguir una política igualatoria, lo que<br />
tropieza con dificultades para encajarse<br />
en un sistema de libertades, incluidas las<br />
económicas. Para otros, la equidad distributiva<br />
requiere un gravamen, si no igualitario,<br />
que implique al menos un cercenamiento<br />
llamativo de la renta alta. Pero es<br />
que la distribución equitativa de la renta<br />
exige que nadie baje de unos mínimos razonables,<br />
que lógicamente habrán de ser<br />
cambiantes en el tiempo, en función de<br />
las mejoras que se produzcan en los niveles<br />
económicos, no medios, pero sí generales.<br />
El argumento normalmente utilizado<br />
es el de las diferencias, grandes o pequeñas,<br />
crecientes o decrecientes; pero<br />
también puede estimarse equitativa la situación<br />
en que nadie esté por debajo de<br />
un razonable mínimo, interpretado en<br />
función de las circunstancias cambiantes<br />
a plazo medio y largo.<br />
Estas consideraciones tienen su trascendencia<br />
en el ámbito tributario. Tanto<br />
que la propuesta de la Comisión Lagares<br />
tiene como criterio para fijar un mínimo<br />
a partir del cual se aplica la progresividad<br />
el “mínimo vital exento”, variable según<br />
las cargas personales, y no estable a largo<br />
plazo 3 . A este asunto no me voy a referir<br />
en estas consideraciones, pero de todo<br />
ello resulta que las afirmaciones sobre el<br />
carácter no progresivo, o menos progresivo,<br />
de un impuesto que no tenga tipos<br />
marginales muy altos son, en general,<br />
más bien demagógicas y no pueden admitirse<br />
en el sentido en que se utilizan,<br />
sino teniendo en cuenta todos los aspectos<br />
del problema, que es, desde luego,<br />
complejo.<br />
5. Razones económicas. La inserción<br />
en una unidad económica amplia<br />
Son las que normalmente se invocan para<br />
pedir la reforma del actual IRPF. Me<br />
voy a referir a ellas, pero más brevemente,<br />
porque, de alguna manera, están más<br />
difundidas. De éstas hay algunas que se<br />
derivan del hecho de que la economía española<br />
se inserta en una zona geográficopolítica<br />
en la que las fronteras económicas<br />
han desaparecido, o casi, y en un<br />
mundo de liberalización creciente de las<br />
transacciones económicas internaciona-<br />
3 El anteproyecto incorpora este criterio: en el<br />
artículo 40 fija el mínimo personal en 550.000 pesetas,<br />
y puede ser superior por razón de edad o discapacidad;<br />
este mínimo personal se incrementa, en<br />
su caso, para constituir un mínimo personal y familiar,<br />
en cantidades variables, 100.000 pesetas por<br />
ascendiente mayor de 65 años, en algunos casos, y<br />
200.000 o 300.000 pesetas por hijo, según el número<br />
de éstos; hay otros factores de incremento de<br />
ese mínimo.<br />
A efectos del razonamiento anterior, estos mínimos,<br />
plenamente operativos para aplicar la tarifa<br />
del impuesto, no deben confundirse con el mínimo<br />
vital que refleje la posible calidad de vida, pues<br />
a esas cantidades hay que añadir el conjunto de servicios<br />
públicos gratuitos que se perciben de los entes<br />
públicos (sanidad, educación y otros), que tienen<br />
un alto sentido redistributivo y configuran con<br />
las rentas percibidas, el conjunto de bienes y servicios<br />
disponibles para una persona en una sociedad<br />
solidaria.<br />
8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
les. Lo primero se concreta en la pertenencia<br />
a la UE; lo segundo, en lo que<br />
usualmente se llama globalización.<br />
Otras, en cambio, derivan de necesidades<br />
intrínsecas de la economía española.<br />
Veamos las primeras. No es necesario,<br />
a estas alturas, dar muchas razones<br />
para algo que es de sobra conocido. En<br />
la Unión Europea, en la medida en que<br />
ha progresado la desaparición de toda<br />
suerte de barreras a la unidad económica,<br />
los Estados miembros han perdido libertad<br />
efectiva de elección tributaria. En<br />
algún caso (notoriamente, el IVA, con<br />
carácter vinculante) ha habido una formal<br />
pérdida (o puesta en común) de soberanía<br />
fiscal de los Estados miembros;<br />
también en materia fiscal correspondiente<br />
a relaciones entre sociedades matrices<br />
y filiales y a fusiones y absorciones.<br />
Pero es que, en lo demás, aunque la<br />
armonización fiscal ha progresado poco,<br />
los Estados se han visto forzados a aproximar,<br />
a la baja, las tributaciones por<br />
impuesto de sociedades y por el de la<br />
renta de las personas físicas; convergencia<br />
efectiva, que se aprecia desde hace<br />
más de 10 años, en tipos y estructuras<br />
tributarias, como, a principios de los noventa,<br />
ya hizo ver el Informe Rudig. Y es<br />
que la lógica de la libertad económica,<br />
aplicada sin restricciones a factores (especialmente<br />
el capital mobiliario) y productos,<br />
conduce inexorablemente a este<br />
tipo de soluciones, que hagan compatibles<br />
las necesidades recaudatorias de los<br />
Estados y las imperiosidades de la competencia.<br />
Los capitales se van de allí<br />
donde la tributación sea pesada, hacia<br />
cielos más benignos; y así quedan afectados<br />
el impuesto de sociedades y el de la<br />
renta. Pero no sólo los capitales mobiliarios<br />
sino todos los demás, incluido el<br />
factor trabajo, salvo que las “compensaciones”<br />
del gasto público sean claramente<br />
“compensadoras” de altos tipos en algunos<br />
países dentro de la UE.<br />
España, en ese mismo periodo, elevó<br />
su imposición por IRPF de una manera<br />
tan silenciosa como implacable; pero,<br />
como hemos visto, no ha sido insensible<br />
a las servidumbres fiscales impuestas por<br />
la libertad de movimiento de capitales, a<br />
través, esencialmente, del tratamiento de<br />
los Fondos de Inversión Mobiliario<br />
(FIM) y otras formas de inversión colectiva.<br />
De este modo se ha creado la realidad,<br />
un poco monstruosa, de un impuesto<br />
que presume de fuerte progresividad<br />
y tipos elevados…, pero para una<br />
parte de la renta, en esencia los rendimientos<br />
del trabajo. Se han tomado tam-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
bién otras medidas “estructurales” que<br />
afectan al gravamen de las rentas de capital,<br />
como las que han procurado paliar<br />
la “doble imposición económica” de los<br />
beneficios de las sociedades y los dividendos,<br />
y otras sobre retenciones a no<br />
residentes. Por no hablar de otras con<br />
otros efectos, como la reducción de tramos<br />
en la tarifa progresiva y la exoneración,<br />
o tratamiento más beneficioso fiscalmente,<br />
de los incrementos patrimoniales<br />
4 . De este modo, no sólo por<br />
razones de equidad, a las que nos hemos<br />
referido antes, sino para evitar las distorsiones<br />
en la localización de capitales y<br />
otros factores, se impone la acomodación<br />
del impuesto sobre la renta a “lo<br />
que se está haciendo por ahí fuera”. Y ésta<br />
es una de las poderosas razones para la<br />
reforma profunda.<br />
6. Razones económicas. El ahorro<br />
La incentivación del ahorro es otro de<br />
los motivos para la reforma. Me detendré<br />
poco en este extremo. El ahorro está<br />
incentivado, en nuestra situación tributaria<br />
actual, en cuanto fuente de renta<br />
gravada, aunque no de una manera homogénea,<br />
sino a través de ciertas formas<br />
de ahorro. También está, dado el contexto<br />
general, incentivado el ahorro que<br />
proviene de las rentas del capital. En<br />
cambio, y salvo lo que corresponde a los<br />
planes de pensiones, con sus limitaciones,<br />
la formación de ahorro procedente<br />
de las rentas del trabajo está discrimina-<br />
4 Con tratamiento de total o parcial exoneración<br />
fiscal en la mayoría de los países de la UE. Según<br />
un informe de la Comisión de las Comunidades<br />
Europeas, de 22 de octubre de 1996, “entre<br />
1980 y 1994, el promedio comunitario del tipo<br />
tributario implícito aplicado al trabajo por cuenta<br />
ajena aumentó de forma constante del 34,7% al<br />
40,5%. Este mismo indicador referido a otros factores<br />
de producción (capital, trabajo por cuenta<br />
propia, energía, recursos naturales) disminuyó del<br />
44,1% al 35,2%...”.<br />
Y para detener la ruinosa competencia a la baja,<br />
el Consejo Ecofin de 2 de diciembre de 1997 ha<br />
aprobado que la Comisión presente una propuesta<br />
de directiva sobre fiscalidad del ahorro con el fin<br />
de garantizar un mínimo de imposición efectiva de<br />
las rentas del ahorro dentro de la Comunidad, y<br />
para evitar distorsiones perjudiciales de la competencia.<br />
También ha aprobado un código de conducta<br />
sobre la fiscalidad de las empresas que se refiere<br />
a las medidas fiscales que pueden influir de<br />
manera significativa en la radicación de la actividad<br />
empresarial dentro de la comunidad.<br />
Los órganos comunitarios expresan de una<br />
manera u otra su preocupación por el descenso de<br />
tributación de las rentas de capital, no sólo por razones<br />
recaudatorias de los Estados miembros, obligados<br />
a situaciones próximas al equilibrio presupuestario,<br />
sino porque no tiene mucho sentido una<br />
tributación relativa mayor de las rentas de trabajo<br />
en situación alarmante de desempleo.<br />
JAIME GARCÍA AÑOVEROS<br />
da negativamente; y precisamente porque<br />
la tarifa progresiva en todo su esplendor<br />
opera esencialmente sobre rentas<br />
del trabajo, altas o bajas. En este aspecto<br />
haría falta más homogeneidad,<br />
menos discriminación del ahorro por<br />
sus fuentes y por su materialización, y,<br />
además, quizá un estímulo adicional para<br />
aumentar la cuota de ahorro (de formación<br />
bruta de capital) de nuestra economía.<br />
Esta segunda parte es más dudosa; y<br />
no me refiero con ello al incremento del<br />
porcentaje del PIB que se destina a la<br />
formación bruta de capital, sino a la idoneidad<br />
de la utilización de un incentivo<br />
fiscal del ahorro frente al consumo. No<br />
sé si, en condiciones de tratamiento fiscal<br />
no discriminatorio (neutral) de las<br />
distintas fuentes y formas de ahorro, y<br />
con una tarifa de tipos más moderados<br />
que los que tiene la presente, sería necesario<br />
un incentivo fiscal adicional. Porque<br />
la economía española ha mostrado<br />
en los últimos cinco años un aumento<br />
de la propensión al ahorro voluntario<br />
muy notable y casi espectacular; pero<br />
por las motivaciones básicas que determinan<br />
en las personas la posposición del<br />
consumo presente, a causa de incertidumbres<br />
surgidas respecto al sistema público<br />
de pensiones para los futuros, y<br />
aun muy futuros, pensionistas, y respecto<br />
a la seguridad de la principal fuente<br />
de renta para la mayoría de la población,<br />
individualmente considerada: el trabajo<br />
dependiente.<br />
Aquí se pueden seguir distintos caminos<br />
según lo que se quiera lograr. Pero no<br />
hay que olvidar que se puede establecer<br />
algún mecanismo que implique disminución<br />
recaudatoria y que no produzca ninguna<br />
suerte de “discriminación positiva”,<br />
porque la gente haga lo que de todos modos<br />
hubiera hecho en ausencia de la medida<br />
fiscal favorable; situación no tan rara<br />
con algunos “incentivos” fiscales que<br />
son, desde luego, beneficios fiscales, pero<br />
que de incentivos no tienen nada, pues<br />
nada cambian 5 .<br />
5 El anteproyecto no incluye medidas de incentivo<br />
del ahorro genérico, lo que se consigue, obviamente,<br />
por la reducción de la tarifa. Sí incluye<br />
medidas de incentivo del ahorro en cuanto se materializan<br />
en determinados instrumentos de inversión<br />
(planes de pensiones) o a través del trato beneficioso<br />
de las rentas procedentes de otros instrumentos<br />
(fondos de inversión, por ejemplo). En tal sentido,<br />
las modificaciones introducidas sobre la regulación<br />
actual son más bien de detalle, con alguna excepción,<br />
como los seguros de vida, que son tratados<br />
con más “dureza” que en la legislación vigente.<br />
9
LA REFORMA DEL IMPUESTO SOBRE LA RENTA<br />
7. Otras razones económicas<br />
y de justicia entrelazadas:<br />
la generalidad del impuesto<br />
Con frecuencia, los expertos y aficionados<br />
a estos asuntos, y asesores y recomendadores<br />
diversos, apuntan a una especie<br />
de piedra filosofal para aumentar o<br />
mantener la recaudación por este impuesto,<br />
aun introduciendo moderación<br />
en tipos o tarifas: los gastos fiscales.<br />
Concepto que se utiliza con gran ligereza<br />
y no poca confusión, procedente de la<br />
que se da, técnicamente, entre supuestos<br />
de exención o reducción y los de no sujeción.<br />
Distinción que, por cierto, se suprimió<br />
en la vigente regulación del IRPF<br />
de 1991, con notable retroceso de la técnica,<br />
y, lo que es más grave, con perjuicio<br />
de la equidad en la distribución de la<br />
carga, perjuicio que, en ocasiones, suele<br />
revestir los caracteres de lo inconstitucional<br />
6 .<br />
Por ejemplo, en la estructura actual<br />
del impuesto la deducción por hijos no<br />
es una exención, sino una exigencia de la<br />
acomodación del impuesto a las circunstancias<br />
personales de cada sujeto, pues<br />
los hijos desequilibran la capacidad del<br />
sujeto en comparación con quien no los<br />
tiene, ya que atenderlos es una obligación<br />
que incrementa sus necesidades de<br />
gasto. Sería absurdo contemplar la disminución<br />
de recaudación que esa deducción<br />
supone como “gasto fiscal”; no es<br />
un gasto fiscal, sino una exigencia de la<br />
justicia en cuanto vinculada al gravamen<br />
de la renta como manifestación de una<br />
capacidad económica; de tal modo que,<br />
de no existir esa deducción (en la estructura<br />
actual, repito), el impuesto sería inconstitucional<br />
e injusto. Hay otros supuestos<br />
que generan más discusión, como<br />
la deducción de intereses por los<br />
créditos asumidos para adquirir una vivienda<br />
propia, que constituye una fuente<br />
de renta gravada (más bien, aquí, la injusta<br />
inconstitucionalidad está en la limitación<br />
en la deducción), o la de gastos<br />
de enfermedad. Pero con esto quiero significar<br />
que no cualquier minoración recaudatoria<br />
es gasto fiscal suprimible;<br />
pues algunos no lo son, porque no son<br />
deducciones caprichosas o incentivadoras,<br />
sino exigencias de la esencia misma<br />
del impuesto que grava la renta (renta<br />
neta, claro) en condiciones que tiendan<br />
a producir eso que es exigencia constitucional,<br />
la tributación igual de los iguales.<br />
6 El anteproyecto mantiene la no distinción<br />
entre supuestos de exención y de no sujeción.<br />
A pesar de lo cual hay muchos “gastos<br />
fiscales” en sentido estricto, perfectamente<br />
prescindibles (aunque haya una notable<br />
resistencia social a prescindir de algunos<br />
de ellos); más aún, prescindir de algunos<br />
de ellos es una exigencia de justicia constitucional,<br />
por respeto a los principios de<br />
capacidad e igualdad que impone (art. 31)<br />
la Constitución. Hay que tener presente<br />
que en este impuesto las desviaciones de la<br />
“norma” del impuesto, las exenciones que<br />
constituyen excepciones a la capacidad e<br />
igualdad, son especialmente graves y perturbadoras<br />
de la justicia, precisamente por<br />
el carácter progresivo de la tarifa.<br />
La consecuencia más inmediata e inevitable<br />
de cualquier exención es que proporciona<br />
un beneficio desigual a los favorecidos<br />
por la misma, pues consiste en la<br />
ausencia de tributación sobre la cantidad<br />
exenta; y el tipo que en cada caso se aplicaría<br />
y se deja de aplicar depende del resto<br />
de la renta global de que el sujeto disponga,<br />
por lo que es superior para el de renta<br />
alta que para el sujeto de renta media o<br />
baja. Un ejemplo fácil de comprender es<br />
la exención de los premios de la Lotería<br />
Nacional. Un premio de un millón de pesetas<br />
produce, como consecuencia de la<br />
exención, un beneficio de 560.000 pesetas<br />
al premiado que alcance, en su renta previa,<br />
el tipo marginal máximo, mientras<br />
que el mismo premio de un millón genera<br />
un beneficio de 200.000 pesetas a quien<br />
se encuentre, por su renta previa, en los tipos<br />
más bajos de la tarifa; incluso puede<br />
ser prácticamente nulo, si se trata de premiados<br />
que rondan la indigencia en<br />
renta 7 . De tal modo que cualquier exención,<br />
por mínima que sea, origina normalmente<br />
un tratamiento discriminatorio en-<br />
7 El anteproyecto no aborda la supresión de<br />
esta concreta exención, sino que abre la puerta para<br />
que exista una moderación de la exención a través<br />
de las leyes de presupuestos de cada año.<br />
8 Se mantienen en el anteproyecto exenciones<br />
de la ley actual, sin haberlas sometido a una revisión<br />
acorde con estos criterios de generalidad y capacidad;<br />
destaca, por ejemplo, por su alejamiento<br />
de este criterio, la exención del artículo 7 e), referente<br />
a las indemnizaciones por despido del trabajador,<br />
o las del artículo 7 b) y g), sobre retribuciones<br />
por incapacidades permanentes; en algún caso,<br />
resulta claramente afectado el principio de desigualdad,<br />
como las becas públicas. En general, no<br />
existe la preocupación de acomodar las exenciones,<br />
aun permaneciendo vigentes, al principio de capacidad,<br />
como en la situación actual. Es cierto que algunas<br />
tienen escasa importancia recaudatoria, y<br />
que en algún caso (becas públicas frente a becas<br />
privadas) ha sido declarada conforme a la Constitución<br />
por el Tribunal Constitucional. También es<br />
cierto que el retoque de algunas exenciones tropezaría<br />
con gran resistencia social y política. Aunque<br />
no se trata técnicamente de una exención, la incen-<br />
tre los exentos, al ser la tarifa progresiva.<br />
Por lo cual sería muy de recomendar la revisión<br />
cuidadosa de las exenciones en este<br />
impuesto; y, para las que debieran permanecer,<br />
su sustitución por una técnica diferente,<br />
menos discriminatoria 8 .<br />
Pero es que, además, hay otras razones<br />
más hondas: la exención, aun prescindiendo<br />
de este efecto discriminatorio debido a<br />
la progresividad, es siempre una excepción<br />
a los principios constitucionales que fijan<br />
los criterios de distribución de la carga tributaria<br />
entre los contribuyentes: generalidad,<br />
capacidad e igualdad. La exención es<br />
una excepción. Como es sabido, los principios<br />
y los derechos constitucionales no<br />
tienen carácter absoluto y, en la práctica,<br />
entran con frecuencia en colisión, por lo<br />
que pueden dejar de aplicarse, en todo o<br />
en parte, en casos concretos, que constituyen<br />
excepciones, que serán legítimas si se<br />
amparan en algún valor o principio constitucional.<br />
Como ha reiterado el Tribunal<br />
Constitucional, la excepción ha de ser, en<br />
este sentido, “razonable”; en mi opinión,<br />
ha de tener amparo constitucional y ha de<br />
reunir un segundo requisito: la inexistencia<br />
de un método o medio alternativo que<br />
proporcione una cobertura racional de ese<br />
valor que se quiere proteger, menos dañino<br />
para el trinomio generalidad-capacidad-igualdad<br />
que la excepción, por su propia<br />
naturaleza, vulnera. El mundo de las<br />
exenciones o reducciones tributarias en general,<br />
y el de las del impuesto personal<br />
global progresivo en particular, es campo<br />
apto para el ejercicio de la demagogia o, al<br />
menos, un cierto “sentimentalismo” tributario<br />
y con perjuicio más o menos grave de<br />
tivación de la adquisición de la vivienda propia en<br />
el anteproyecto merece alguna consideración.<br />
Cuando la vivienda propia produce, como ahora,<br />
una renta computable (al considerársele bien de inversión),<br />
es lógico que los gastos incurridos para<br />
esa adquisición sean deducibles (interés pagado para<br />
financiarla); cuando, como en el anteproyecto,<br />
no es así (por considerarse un bien de consumo,<br />
caso de empleo de renta), el costo de la financiación<br />
para adquirirla es más consumo, y no debe<br />
deducirse, según el criterio de la renta neta, como<br />
exteriorización de la capacidad. Luego cualquier<br />
beneficio, en este sentido, tiene razón de exención<br />
o excepción. La demagogia de las lamentaciones<br />
por la “disminución” de esta ventaja respecto de la<br />
situación actual es típica: no se considera que ha<br />
desaparecido la renta imputada de la vivienda en la<br />
base del impuesto. Pueden quedar otras razones de<br />
política económica y social que justifiquen el “beneficio”;<br />
pero, ¿seguro que es razonable una incentivación<br />
de la adquisición de vivienda propia, que<br />
aporta notable rigidez a los mercados de trabajo?<br />
¿No sería más razonable incentivar el uso de vivienda<br />
por los titulares de baja renta por sistemas<br />
de alquiler? Pero la demagogia tiene sus secretas leyes<br />
que nadie ha escrito. Pudiéramos decir que “a<br />
ver quién se atreve”.<br />
10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
la equidad, que en materia tributaria radica<br />
en el mentado trinomio, según la Constitución.<br />
Demagogia y sentimentalismo<br />
que se emplean a fondo para desviar la<br />
carga tributaria hacia otros grupos sociales.<br />
De todos modos, al tratarse de exenciones<br />
de una carga, ni siquiera los perjudicados,<br />
que son todos los no exentos,<br />
suelen reaccionar en contra, pues existe<br />
una especie de pacto social implícito de<br />
resistencia a la carga del tributo según el<br />
cual las exenciones producen, en muchos<br />
casos, más admiración que rechazo por<br />
estos mismos perjudicados: bendito el<br />
que escapa de las garras tributarias, por lo<br />
que no suelen originar rechazo político. Y<br />
es que este impuesto ha de ser “general”,<br />
en el sentido de que no debe dejar porciones<br />
de renta, o personas, fuera de su ámbito.<br />
En este impuesto global, personal y<br />
progresivo las desviaciones de estas pautas<br />
de generalidad-capacidad-igualdad producen<br />
un resultado fácilmente inicuo.<br />
8. Otras vulneraciones<br />
del principio de capacidad<br />
En la actual regulación del impuesto hay<br />
otras vulneraciones del principio de capacidad,<br />
o mejor de la capacidad-igualdad,<br />
que requieren una modificación urgente<br />
en aras de la equidad. Entre ellas, algunas<br />
referentes al tratamiento tributario de la<br />
familia como unidad de consumo, en las<br />
que confluyen rentas variadas por su naturaleza<br />
y su origen personal. Parece que<br />
el principio de tributación individual, y<br />
no familiar, que el Tribunal Constitucional<br />
(TC) remachó de manera tajante, no<br />
puede tener más consecuencia que alguna<br />
forma de splitting para tratar las rentas<br />
familiares; lo contrario supone la introducción<br />
de factores de desigualdad tributaria<br />
y distorsiones familiares de origen<br />
fiscal. Pero aquí quiero referirme al tratamiento,<br />
dentro del sistema actual, de las<br />
rentas del trabajo que se generan en la sociedad<br />
de gananciales.<br />
La ley vigente del IRPF se acomodó a<br />
las prescripciones de la Sentencia del TC,<br />
que estableció la inconstitucionalidad de<br />
la acumulación forzosa de rentas; pero lo<br />
hizo de una manera incongruente, aunque<br />
en defensa de un interés recaudatorio<br />
burdo, disfrazado además con un discurso<br />
que le asignaba la más alquitarada justicia<br />
tributaria. Al establecer la tributación<br />
individual de los cónyuges, fijó el<br />
criterio de que las rentas del trabajo eran<br />
JAIME GARCÍA AÑOVEROS<br />
imputables al cónyuge que las generaba;<br />
no sucede lo mismo por cierto, para mayor<br />
escarnio, con las rentas del capital,<br />
que se atribuyen a cada cónyuge, más o<br />
menos, en consonancia con el principio<br />
de capacidad económica. Pero es que las<br />
rentas del trabajo de un cónyuge, en el<br />
sistema de gananciales, están generadas<br />
por ese cónyuge, pero no pertenecen a él<br />
sino a eso que se llama la sociedad legal<br />
de gananciales, figura comunitaria en que<br />
tanto monta un cónyuge como el otro,<br />
sea cual sea el trabajador generador de dicha<br />
renta; y no sólo pertenecen a ambos,<br />
sino que ambos, por separado o conjuntamente,<br />
pueden disponer de la misma.<br />
Decir que la capacidad económica<br />
del cónyuge trabajador en este caso de régimen<br />
de gananciales se mide por la renta<br />
generada y no por la atribuible o disponible<br />
en comunidad con el otro cónyuge<br />
es grave burla del principio de<br />
capacidad económica. Pero no podía la<br />
Hacienda (o no quería) hacer una de estas<br />
dos cosas: modificar la tarifa para<br />
mantener del poder recaudatorio del impuesto<br />
o aceptar una disminución recaudatoria.<br />
En efecto, la inmensa mayoría de<br />
las rentas de trabajo que se integran en el
LA REFORMA DEL IMPUESTO SOBRE LA RENTA<br />
actual IRPF provienen de cónyuges en situación<br />
de gananciales; al dividirse por<br />
dos, determinarían una reducción de las<br />
bases que, en este impuesto progresivo,<br />
darían lugar a una importante disminución<br />
recaudatoria, cosa poco grata para la<br />
Hacienda; o haría necesaria una revisión<br />
tarifaria al alza, cosa poco popular. Ya se<br />
sabe que el IRPF actual es, en esencia, un<br />
impuesto sobre rentas de trabajo. Pues no<br />
se toca la tarifa y se atribuye la renta, como<br />
manifestación de capacidad, a quienes<br />
la perciben y disfrutan sino a quien la<br />
genera. Para hacer aceptable tan peregrina<br />
idea se manejó el argumento del “beneficio”<br />
que, de no ser así, iban a experimentar<br />
los cónyuges perceptores de altas<br />
rentas del trabajo; lo cual se hubiera resuelto<br />
con la “impopular” elevación de la<br />
tarifa. Y, mientras tanto, eso sí, las rentas<br />
del capital de la sociedad de gananciales<br />
por diferente camino, el de la coherencia<br />
con el principio de capacidad económica<br />
individual.<br />
Es de una estolidez abrumadora la<br />
idea de que la familia, aun sin hijos, la situación<br />
familiar, no altera la capacidad<br />
económica de un sujeto, a igualdad de las<br />
demás circunstancias. Pero es que en el<br />
caso de las rentas de trabajo generadas en<br />
la sociedad de gananciales la alteración es<br />
por mandato de una ley a la que las partes<br />
conyugales se acogen. Lo más curioso<br />
del caso es que esta solución, tan inicua<br />
como la que más, fue declarada constitucional<br />
por el TC, en sus sentencias de 12<br />
de mayo y 14 de julio de 1994; uno de<br />
los más graves borrones en la historia del<br />
Tribunal, si no el más grave, y no sólo<br />
por la acomodación al criterio del legislador<br />
(en realidad, del Gobierno proponente<br />
de la ley de IRPF de 1991), sino<br />
por la ridiculez de los argumentos expuestos<br />
con profusión digna de mejor<br />
causa, pues cuanto más explícitos demuestran<br />
su condición de inanidad. Y<br />
me he extendido en esta y otras consideraciones<br />
de “justicia” o “equidad” porque<br />
son habitualmente olvidadas o minimizadas<br />
por los opinantes de distinto signo en<br />
torno a la reforma de este impuesto 9 .<br />
9. Sobre las tarifas y los tipos<br />
Estamos en una situación en la que numerosas<br />
rentas del capital mobiliario<br />
quedan, legalmente, al margen de la tri-<br />
9 El sistema se mantiene en el anteproyecto.<br />
La Comisión Lagares no insiste tampoco en este<br />
punto. Este impuesto nuevo es, por tanto, desde<br />
muchos puntos de vista, “medio-nuevo”. Pero es<br />
una importante reforma en el buen camino.<br />
butación personal, global y progresiva.<br />
También en una situación en que los incrementos<br />
patrimoniales están sujetos a<br />
un impuesto proporcional del 20%. En<br />
lo primero coincidimos con los países<br />
europeos en general; en lo segundo, somos<br />
aún más exigentes fiscalmente que<br />
la mayoría de esos países en que los incrementos<br />
no tributan.<br />
Éstas son situaciones difíciles de cambiar<br />
en el contexto europeo, por razones<br />
expuestas antes en este trabajo. Si eso es<br />
así, si no se va a cambiar por razones económicas<br />
imperiosas, el impuesto personal<br />
y progresivo que opera “sobre el resto de<br />
las rentas” será menos injusto e inicuo en<br />
la medida en que dulcifique tipos y evite<br />
agudeza aparencial en la progresividad.<br />
Una tarifa con un tipo marginal del 45%<br />
es menos injusta que otra con tipo marginal<br />
del 56% para la misma renta. En realidad,<br />
esta situación requeriría, en puridad<br />
de lógica equitativa, tipos únicos, un<br />
impuesto proporcional (que no es lo mismo<br />
que tipo único, pues si existe un mínimo<br />
exento, aun con tipo único, el impuesto<br />
es ya progresivo). No es mi opinión,<br />
sin embargo, porque el mandato<br />
constitucional de progresividad del sistema<br />
tributario difícilmente puede conseguirse<br />
sin un IRPF de tarifa progresiva,<br />
aunque continúe siendo un impuesto,<br />
básicamente, sobre las rentas del trabajo.<br />
Pero la disminución del grado de injusticia<br />
es ya un logro que va en el camino de<br />
lo justo razonable.<br />
Camino que se corrobora si tomamos<br />
en consideración la evasión fiscal,<br />
que se sigue diciendo que es notable en<br />
este impuesto. La lucha contra la evasión<br />
es proyecto permanente de cualquier<br />
Gobierno, del signo que sea; no está claro<br />
que esa lucha permanente produzca<br />
unos efectos radicales. En mi opinión,<br />
una buena actuación contra la evasión<br />
producirá (produce) el resultado de que<br />
no crezca como porcentaje de renta evadida,<br />
e incluso de que disminuya de forma<br />
moderada, aunque el éxito final no<br />
parece al alcance de la mano; en tales<br />
circunstancias, la evasión es un reto para<br />
10 El anteproyecto es coherente con este propósito.<br />
Es su logro principal, y afrontarlo supone<br />
una razonable “valentía”. La reducción de la tarifa<br />
y otras medidas que contiene suponen una disminución<br />
de la injusticia de la vigente situación, y resultan<br />
razonables desde el punto de vista de la eficiencia<br />
económica. Pero no es un impuesto suficientemente<br />
“nuevo” como para eliminar las<br />
incoherencias de equidad que, sin incidir en los<br />
grandes números, crean situaciones concretas de<br />
“desequilibrio” interpersonal.<br />
cualquier política hacendística, al que<br />
hay que enfrentarse con toda fuerza y<br />
voluntad, pero también es un dato que<br />
debe conducir, con los demás indicados,<br />
a un impuesto más “moderado” en sus<br />
tarifas que el vigente, ejemplo de progresividad<br />
aparencial y engañosa desmentida<br />
por los hechos 10 . n<br />
Jaime García Añoveros es catedrático de Hacienda<br />
de la Universidad de Sevilla.<br />
12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
ALTOS CARGOS<br />
Y CONTROL PARLAMENTARIO<br />
1. Democracia de partidos<br />
y altos cargos del Estado<br />
Una de las características de las democracias<br />
actuales es el creciente proceso de colonización<br />
de la administración por los partidos,<br />
proceso que tiene una doble manifestación<br />
fundamental: de un lado, su<br />
penetración en las esferas administrativas<br />
superiores a través de diversas formas más<br />
o menos atenuadas de spoils system; de<br />
otro, la patrimonialización por los partidos<br />
de los altos cargos del Estado que dependen<br />
de forma directa de la configuración de<br />
una determinada mayoría, cargos que se<br />
ocupan tras nombramientos que son materialmente<br />
–aunque no, como es obvio,<br />
formalmente– decididos por aquellos, sin<br />
que ello quiera decir qué debieran ser,<br />
siempre, nombramientos de partido. Parece<br />
difícilmente discutible, en todo caso,<br />
que se trata de manifestaciones de naturaleza<br />
diferente y de muy diversa justificación<br />
desde el punto de vista de un funcionamiento<br />
adecuado del Estado democrático.<br />
Es ese contraste, justamente, el que<br />
explica que hayan sido objeto de distinto<br />
grado de atención por los especialistas. Por<br />
referirme sólo a España, éstos han denunciado<br />
de forma reiterada la consolidación<br />
de la primera de las tendencias mencionadas<br />
y sus efectos patológicos en el funcionamiento<br />
de la Administración e, incluso,<br />
en el del sistema democrático. Rafael Jiménez<br />
Asensio aporta, en esa línea, una diagnosis<br />
meridianamente clara: “Durante la<br />
transición política y los primeros años de<br />
vigencia del sistema democrático se instauró<br />
en nuestras Administraciones públicas<br />
un sistema de clientelización de los espacios<br />
superiores de los aparatos administrativos,<br />
que conectaba con las rancias concepciones<br />
patrimoniales decimonónicas de<br />
lo público” 1 . La dura crítica a la realidad<br />
vigente hoy en España en este ámbito recorre<br />
asimismo los estudios, por ejemplo,<br />
de Morell Ocaña, Martín Retortillo o Mi-<br />
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS<br />
guel Sánchez Morón 2 . Esta inquietud ha<br />
evolucionado, por lo demás, de forma paralela<br />
a una creciente atención de los políticos,<br />
atención que desembocará en la<br />
aprobación de la Ley 6/1997, de 14 de<br />
abril, de Organización y Funcionamiento<br />
de la Administración General del Estado<br />
(LOFAGE). Retomando un objetivo ya<br />
presente en el proyecto socialista de 1995,<br />
la exposición de motivos de la ley recoge<br />
entre sus principios el de la profesionalización<br />
“como garantía de objetividad en el<br />
servicio de los intereses generales”. No entraré<br />
aquí en el análisis de la cuestión de si<br />
la LOFAGE ha creado un marco adecuado<br />
para dar solución a los problemas planteados,<br />
pues no es ese mi interés. Voces muy<br />
autorizadas han destacado, en todo caso,<br />
que esa tendencia a la funcionarización de<br />
la alta Administración no tiene porque suponer<br />
necesariamente una profesionalización<br />
efectiva de sus puestos directivos 3 . Pero<br />
sea como fuere, lo cierto es que los<br />
principales partidos españoles han declarado<br />
asumir –con independencia de la traducción<br />
legislativa que adquiera esa declaración–<br />
como uno de sus objetivos el de<br />
profesionalizar, que en este contexto quiere<br />
decir despolitizar, las altas esferas de la Administración.<br />
En claro contraste con la preocupación<br />
analizada, las disfunciones generadas<br />
por la segunda de las manifestaciones de la<br />
1 Altos Cargos y Directivos Públicos, IVAP, pág.<br />
298, Oñati, 1996.<br />
2 Cfr., en ese orden, El sistema de la confianza<br />
política en la Administración Pública, Civitas, Madrid,<br />
1994; ‘Pervivencias del spoil system en la España<br />
actual’, en Anuario de Derecho Constitucional<br />
y Parlamentario, núm. 4 (1992), págs. 31-59<br />
(1992), y ‘La corrupción y los problemas del control<br />
de las Administraciones Públicas’, en F. J. Laporta<br />
y S. Álvarez (edits.), La corrupción política,<br />
págs. 189-210, Alianza Editorial, Madrid, 1997.<br />
3 Altos Cargos y Directivos Públicos, cit., págs.<br />
294-295.<br />
colonización partidista de la Administración<br />
apuntadas (la patrimonialización por<br />
los partidos de los altos cargos del Estado<br />
cuya designación depende directamente<br />
de la configuración de la mayoría parlamentaria-gubernamental)<br />
no ha encontrado<br />
apenas eco. Ni la LOFAGE ni, sobre<br />
todo, la Ley del Gobierno han avanzado<br />
ninguna novedad en este campo. De hecho<br />
(y con la única excepción de una propuesta<br />
de resolución aprobada en el último<br />
debate sobre el estado de la nación a<br />
iniciativa de CiU por la que se acuerda<br />
que el Congreso inste al Gobierno “para<br />
que, antes de finalizar el año 1997, presente<br />
ante las Cortes Generales un proyecto<br />
de ley en el que se establezca la obligación<br />
para determinados cargos públicos de<br />
relevancia de someterse, con carácter previo<br />
a su toma de posesión, a una comparecencia<br />
ante una Comisión parlamentaria<br />
del Congreso de los Diputados que deberá<br />
analizar la trayectoria personal y profesional<br />
del cargo público y conocer aquellos<br />
hechos que puedan ser de interés, atendiendo<br />
a las responsabilidades públicas<br />
que deberá asumir”), ni ha habido hasta la<br />
fecha ninguna iniciativa política al respecto<br />
ni los especialistas han parecido preocuparse<br />
por el tema.<br />
Y el caso es que, pese a tan significativo<br />
silencio, resulta difícilmente discutible<br />
que la observación del funcionamiento del<br />
Estado democrático pone de relieve la importancia<br />
de lo que podríamos llamar la<br />
política de nombramientos de altos cargos en<br />
el conjunto de la acción del Gobierno, una<br />
importancia derivada del contexto en que<br />
los Gobiernos europeos han debido desarrollar<br />
su acción ejecutiva. En la medida<br />
en que puede generalizarse, y creo que esa<br />
medida no es pequeña en este ámbito, ese<br />
contexto ha estado marcado por la creciente<br />
desconfianza hacia los políticos, hacia<br />
los partidos e, incluso, hacia la política como<br />
actividad. Todo ello ha generado una<br />
14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
fortísima crisis de confianza en la forma de<br />
funcionamiento de la democracia y, por<br />
extensión, aunque en grado diferente, en<br />
los poderes del Estado democrático (lo<br />
que, certeramente, se ha llamado tedio por<br />
la democracia) crisis que 4 ; si bien no se ha<br />
traducido, en general, en una desafección<br />
hacía la democracia misma como forma de<br />
gobierno, sí ha llegado a tener consecuen-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
cias muy negativas sobre la legitimidad y<br />
sobre la capacidad de resistencia histórica<br />
de muchos de los sujetos políticos sobre<br />
los que se habían construido los sistemas<br />
4 H. Dubiel, ‘Metamorfosis de la sociedad<br />
civil. Autolimitación y modernización reflexiva’, en<br />
Debats, núm. 50, pág. 114, 1994.<br />
representativos en Europa tras la Segunda<br />
Guerra Mundial: la quiebra de la persistencia<br />
electoral de algunos de los más importantes<br />
partidos europeos constituye<br />
una prueba irrefutable de esa crisis. Las<br />
políticas de nombramientos desarrolladas<br />
por los ejecutivos, altamente partidistas y<br />
sectarias, y algunas de sus excrecencias –la<br />
corrupción, de forma destacada– han contribuido<br />
decisivamente a empeorar esta situación.<br />
Aunque sería un grave error pretender<br />
explicar la corrupción como consecuencia<br />
exclusiva de la patrimonialización<br />
partidista de los más altos cargos del Estado,<br />
parece, sin embargo, difícilmente discutible<br />
que la combinación –en ocasiones<br />
explosiva– entre disciplina de partido y<br />
lealtad partidista ha hecho extraordinariamente<br />
difícil detectarla y luchar contra sus<br />
beneficiarios. Más allá de la influencia<br />
(mayor o menor dependiendo de multitud<br />
de circunstancias en las que aquí no puedo<br />
entrar) que la forma de acceso al cargo<br />
haya podido tener a la hora de explicar<br />
comportamientos políticamente inmorales<br />
o jurídicamente ilegales, lo cierto es que<br />
esa cultura de la resistencia que generan los<br />
partidos sometidos a la constante crítica<br />
política y mediática derivada de los casos<br />
de corrupción que les afectan, dificulta,<br />
hasta hacerla a veces imposible, la capacidad<br />
autocrítica de los propios partidos,<br />
convertidos, según la atinada expresión de<br />
Javier Pradera, en sectas religiosas o en salas<br />
de banderas 5 . Cuando la dialéctica del<br />
amigo/adversario se antepone a cualquier<br />
otra, es muy difícil extirpar la corrupción,<br />
pues la organización tiende a ver siempre<br />
en las denuncias procedentes del exterior<br />
ataques contra ella que sólo persiguen la finalidad<br />
de destruirla.<br />
5 Cfr. ‘La maquinaria de la democracia. Los partidos<br />
en el sistema político español’, en F. J. Laporta y<br />
S. Álvarez (edts.), La corrupción política, cit., pág. 175.<br />
15
ALTOS CARGOS Y CONTROL PARLAMENTARIO<br />
En todo caso, y quiero subrayarlo desde<br />
ahora, las patologías relacionadas con la<br />
patrimonialización partidista de los altos<br />
cargos del Estado no se reducen solamente<br />
a las que están relacionadas con la corrupción.<br />
Esa patrimonialización ha significado<br />
también, cuando menos, lo siguiente:<br />
a) que los Gobiernos han nombrado altos<br />
cargos con independencia muchas veces de<br />
la capacidad técnica, preparación profesional<br />
o adecuación personal de los nombrados<br />
para el puesto para el que eran designados;<br />
b) que se han nombrado miembros<br />
de partido incluso para cargos que, por su<br />
propia naturaleza, exigían ser cubiertos<br />
por personas con un perfil de cierta neutralidad<br />
política; y c) que se han decidido<br />
los nombramientos al margen, en no pocos<br />
casos, de la existencia de datos biográficos<br />
que indiscutiblemente los desaconsejaban.<br />
Es decir, los partidos han solido<br />
primar la lealtad sobre cualquier otra circunstancia.<br />
Aunque sería posible encontrar<br />
casos notorios que podrían ir incluyéndose<br />
en los apartados mencionados,<br />
tanto durante los casi 14 años de gobierno<br />
del PSOE, como durante los dos que lleva<br />
gobernando el Partido Popular (PP), dejo<br />
al lector que ejercite su memoria y compruebe<br />
como, en efecto, las patologías superan<br />
con mucho el marco estricto de la<br />
corrupción política.<br />
Siendo ello así, lo que llama poderosísisamente<br />
la atención es que apenas se hayan<br />
producido reacciones políticas que<br />
pretendan modificar tal situación. Con la<br />
única excepción, ya referida, de la propuesta<br />
de los nacionalistas catalanes, todo<br />
el esfuerzo de discusión que acompaña a la<br />
elaboración de las dos leyes reguladoras de<br />
la estructura, composición y funcionamiento<br />
del Gobierno y la Administración,<br />
no ha servido para introducir ninguna novedad<br />
en ese ámbito. Si hubiera que buscar<br />
una explicación a este contraste entre<br />
las necesidades de la realidad y la incapacidad<br />
o el desinterés de los operadores políticos<br />
para hacerle frente de una forma<br />
imaginativa, quizá habría que detenerse en<br />
la profunda reluctancia del gobierno –como<br />
poder del Estado constitucional– a ser<br />
objeto de regulación jurídica. Es justamente<br />
esa peculiar posición del gobierno, que<br />
dificulta extraordinariamente su limitación<br />
a priori y plantea, al tiempo, la necesidad<br />
de limitarlo a posteriori 6 , la que probablemente<br />
explique la dificultad para imaginar<br />
6 Javier Pérez Royo, Curso de Derecho Constitucional,<br />
2ª edición, pág. 591, Marcial Pons, Madrid,<br />
1995.<br />
soluciones que se aparten del trillado terreno<br />
de lo déjà-vu. En esa línea, intentaré en<br />
las páginas que siguen contribuir a una reflexión<br />
sobre el problema de la patrimonialización<br />
partidista de los altos cargos<br />
del Estado y avanzaré una propuesta para<br />
que pueda ser objeto de debate: la de que<br />
el nombramiento de determinados altos<br />
cargos sea sometido a un sistema de control<br />
parlamentario previo por las Cortes.<br />
Lo que exige delimitar ya, de antemano,<br />
los contornos esenciales del sistema que<br />
propongo: se podría resumir diciendo que<br />
uno similar al actualmente previsto en la<br />
Ley de Autonomía del Banco de España,<br />
que dispone que su gobernador será nombrado<br />
por el Rey, a propuesta del presidente<br />
del Gobierno, entre quienes sean españoles<br />
y tengan reconocida competencia en<br />
asuntos monetarios o bancarios, para añadirse,<br />
de inmediato, que con carácter previo<br />
al nombramiento del gobernador, el<br />
ministro de Economía y Hacienda comparecerá,<br />
en los términos previstos en el artículo<br />
203 del Reglamento del Congreso de<br />
los Diputados 7 ante la comisión competente,<br />
para informar sobre el candidato<br />
propuesto. Similar, digo, porque creo que<br />
este sistema debería completarse con la<br />
previsión de que la comparecencia no se limite<br />
al ministro proponente, sino que se<br />
extienda también al candidato.<br />
Así las cosas, la propuesta podría nuclearse<br />
en torno a tres elementos esenciales:<br />
a) la comparecencia (bien del ministro<br />
junto con su candidato, bien del ministro<br />
y, tras ella, de su candidato) se produciría<br />
con carácter previo al nombramiento; b)<br />
La comisión no tendría facultades para vetar<br />
jurídicamente la candidatura, es decir,<br />
podría procederse al nombramiento aun<br />
en el caso de que resultase un acuerdo de<br />
la comisión contrario al mismo; c) la comisión<br />
competente sería, en todo caso,<br />
una Comisión del Congreso, lo que guardaría<br />
coherencia no sólo con su mayor pe-<br />
7 El artículo dispone que tras la exposición<br />
oral del miembro del Gobierno compareciente podrán<br />
intervenir los representantes de cada grupo<br />
parlamentario por 10 minutos fijando posiciones,<br />
formulando preguntas o haciendo observaciones, a<br />
las que se contestará sin ulterior votación; y que en<br />
casos excepcionales la presidencia podrá, de acuerdo<br />
con la mesa y oída la junta de portavoces, abrir<br />
un turno para que los diputados puedan escuetamente<br />
formular preguntas o pedir aclaraciones sobre<br />
la información solicitada, fijando en estos casos<br />
el presidente un número o tiempo máximo para las<br />
intervenciones. Como puede verse, una regulación<br />
muy restrictiva, que podría estar justificada para las<br />
comparecencias ante el pleno, pero que carece de<br />
toda justificación cuando esas comparecencias lo<br />
son en comisión.<br />
so respecto del Senado en el ejercicio de la<br />
función de control, sino, sobre todo, con<br />
el hecho de que aquel tiene, por su forma<br />
de elección, una composición interna mucho<br />
más plural. Poner el control en manos<br />
del Congreso es ponerlo, de verdad, en<br />
donde debe estar: en las de las minorías.<br />
Es éste un sistema que plantea, obvio es<br />
reconocerlo, problemas no pequeños y<br />
que, pese a presentar ventajas a mi juicio<br />
muy considerables, tiene también limitaciones<br />
sustanciales. Aunque de todo ello<br />
trataré de dar cuenta más abajo, realizaré<br />
antes un breve recorrido comparado que<br />
espero pueda iluminar aspectos centrales<br />
de la propuesta que pongo a discusión.<br />
Examinaré, así, en primer lugar las características<br />
básicas de la regulación europea<br />
en la materia –lo que quizá exageradamente<br />
podría llamarse modelo europeo–,<br />
para analizar luego un caso excepcional: el<br />
norteamericano.<br />
2. Control parlamentario del Gobierno<br />
y responsabilidad ministerial: la opción<br />
del constitucionalismo europeo<br />
Asumiendo el riesgo propio de toda generalización,<br />
podría decirse que la fórmula<br />
europea a través de la cual se ha procedido<br />
a controlar los altos cargos es la que se materializa<br />
en el binomio control parlamentario<br />
del Gobierno/responsabilidad ministerial.<br />
La norma general en nuestro constitucionalismo<br />
desde el momento en que los<br />
Gobiernos (gabinetes) empezaron a sustantivizarse<br />
frente al Rey que los nombraba<br />
y separaba libremente, ha sido que el<br />
Gobierno designaba con absoluta libertad<br />
a los altos cargos del Estado y respondía<br />
ante el Parlamento (con un sistema de responsabilidad<br />
en cascada que se extendía<br />
políticamente tanto cuanta fuese la fuerza<br />
política aquél) de los comportamientos y<br />
actuaciones de todos sus agentes. El control<br />
sobre los altos cargos no ha revestido<br />
en tal sentido ningún particularidad digna<br />
de mención en relación con el funcionamiento<br />
general de los institutos del control<br />
parlamentario y la responsabilidad ministerial.<br />
Y así, tras la superación del parlamentarismo<br />
finisecular por el Estado de<br />
partidos, el sistema de control sobre los altos<br />
cargos experimentará transformaciones<br />
paralelas a las de aquellos institutos. Resumidamente:<br />
la procedencia parlamentaria<br />
del Gobierno y su consiguiente legitimidad<br />
democrática, que rompe con la previa<br />
legitimidad monárquica, va a traducirse,<br />
tras la fusión política Gobierno-Parlamento,<br />
en que el Parlamento deje de ser el órgano<br />
encargado del control de un Gobierno<br />
nombrado por el Rey para convertirse<br />
16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
en el lugar en que las minorías controlan a<br />
la mayoría parlamentaria-gubernamental.<br />
Sí existen, sin embargo, diversos mecanismos<br />
que han venido a completar el dispositivo<br />
de control de los altos cargos del<br />
Estado derivado del sistema general resultante<br />
de la combinación entre control parlamentario<br />
del Gobierno y responsabilidad<br />
ministerial. En primer lugar, la previsión,<br />
junto a la responsabilidad solidaria del Gobierno,<br />
de la individualizada de cada uno<br />
de sus miembros: se trata de las denominadas<br />
mociones de reprobación individual<br />
con las que pretende evitarse que, como<br />
suele ocurrir en tantos casos, la generalidad<br />
y difícil concreción de la responsabilidad<br />
de carácter solidario pueda traducirse en<br />
una dilución de las responsabilidades del<br />
ejecutivo y en una irresponsabilidad práctica<br />
de sus componentes y/o de los agentes<br />
que dependen de los mismos 8 . Un segundo<br />
mecanismo, específicamente previsto<br />
para facilitar el control de los altos cargos<br />
del Estado, es el establecimiento de sistemas<br />
de incompatibilidades entre el ejercicio<br />
de funciones públicas y el de actividades<br />
de naturaleza privada, sistemas con los<br />
que se trata de evitar la colisión y la consiguiente<br />
posibilidad de colusión privadopúblico<br />
en perjuicio de los intereses generales.<br />
Pues, según han señalado los mejores<br />
analistas, es justamente esa colusión eventual<br />
la más generalizada de las formas a través<br />
de las que se materializan el conjunto<br />
de fenómenos que genéricamente conocemos<br />
como corrupción 9 . Los sistemas de<br />
incompatibilidades, generalizados actualmente,<br />
deben situarse en tal contexto: el<br />
de la lucha contra la corrupción y el del<br />
aseguramiento de una ejecución moralmente<br />
limpia y jurídicamente lícita del<br />
ejercicio de las responsabilidades públicas.<br />
Por eso, no es de extrañar que, al margen<br />
de las previsiones de normas infraconstitucionales,<br />
muchos textos constitucionales<br />
las prevean expresamente para los miembros<br />
del Gobierno 10 . El tercero y último<br />
de los mecanismos antes referidos es el las<br />
llamadas incompatibilidades sobrevenidas:<br />
es decir, la previsión, realizada generalmente<br />
en normas infraconstitucionales, de que<br />
las personas con altas responsabilidades en<br />
el ejecutivo –miembros del Gobierno y/o<br />
8 Cfr. los artículos 101 de la Constitución belga,<br />
43 de la finlandesa, 85 de la griega, o 5º (Cap.<br />
VI) de la sueca.<br />
9 D. Della Porta e Y. Meny, ‘Democrazia e<br />
corruzione’, en D. della Porta e Yves M. (edits.),<br />
Corruzione e democrazia, pág. 6, Liguori Editore,<br />
Nápoles, 1995.<br />
10 Cfr. los artículos 98.3 y 98.4 de la Constitución<br />
española, 23 de la francesa o 66 de la alemana.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
altos cargos– no podrán ejercer determinadas<br />
actividades privadas, por un periodo de<br />
tiempo limitado, con posterioridad a su<br />
cese en el puesto público que hubieran<br />
ocupado. La razón que las explica es también<br />
meridianamente clara: evitar el aprovechamiento<br />
ilegítimo, con posterioridad<br />
al cese, de contactos o informaciones obtenidas<br />
durante el tiempo de desempeño<br />
del cargo público y/o evitar el desempeño<br />
ilícito –o inmoral– del mismo basado en<br />
la previsión de obtención de futuros beneficios<br />
11 .<br />
Podría decirse, en suma que a través<br />
de estos diversos mecanismos se controlan<br />
dos de los tres momentos en que podría<br />
secuenciarse la ocupación de un alto cargo:<br />
el de su desempeño y el inmediatamente<br />
posterior al cese. Frente a la eventualidad<br />
de un aprovechamiento ilegítimo<br />
o ilícito, el sistema de incompatibilidades;<br />
frente a la de un desempeño realizado de<br />
igual modo con la expectativa de obtener<br />
un beneficio tras el cese, las incompatibilidades<br />
sobrevenidas; frente a cualquiera de<br />
la dos posibilidades, el control parlamentario<br />
del Gobierno y la responsabilidad ministerial.<br />
¿Y el momento previo al nombramiento?<br />
¿Quién controla –cabría preguntarse–<br />
la adecuación –política y/o<br />
profesional– del candidato al cargo y la<br />
trayectoría de aquel antes de su nombramiento?<br />
La respuesta no ofrece ningún género<br />
de dudas: sólo el Gobierno y, eventualmente,<br />
el partido (o partidos) que vertebra<br />
la mayoría que políticamente lo<br />
sostiene realizan institucionalmente tal<br />
control. Pero uno y otro, según la experiencia<br />
ha demostrado de forma concluyente,<br />
pueden ser absolutamente ineficaces.<br />
En efecto, aunque el sentido común se<br />
opone frontalmente a que se designe para<br />
cargos que llevan aparejadas el ejercicio de<br />
altas responsabilidades a personas inadecuadas<br />
(por cualquiera de los motivos que<br />
en su momento se apuntaron), ocurre con<br />
muchísima frecuencia que o bien el Gobierno<br />
desconoce esa inadecuación o, aun<br />
conociéndola, decide hacer de ella caso<br />
omiso para primar consideraciones de partido<br />
sobre cualquier otra circunstancia.<br />
Dado que tenemos en España ejemplos recientísimos<br />
de una y otra cosa no parece<br />
necesario insistir en la verosimilitud de estas<br />
desviaciones. La propuesta que formulo<br />
pretende cubrir este vacío. Pero a la vis-<br />
11 La Ley española de incompatibilidades de<br />
los miembros del Gobierno y altos cargos del Estado<br />
(art. 2º.4) o la Ordenanza francesa de 17 de noviembre<br />
de 1958 (art. 6º), contienen dos claros<br />
ejemplos de estas incompatibilidades.<br />
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS<br />
ta de que el derecho comparado ofrece un<br />
ejemplo muy notable de un sistema de<br />
control que guarda cierta similitud con tal<br />
propuesta, bueno será dedicarle una mínima<br />
atención antes de centrarse detenidamente<br />
en ella.<br />
3. El diseño del constituyente<br />
norteamericano: el sistema de ‘Advice<br />
and Consent of the Senate’<br />
La Constitución norteamericana establece<br />
que el Presidente “propondrá y, con el consejo<br />
y consentimiento del Senado, nombrará<br />
a los embajadores, a los demás ministros<br />
públicos y a los cónsules, a los jueces del<br />
Tribunal Supremo y a todos los demás<br />
funcionarios de Estados Unidos, cuya designación<br />
no provea de otra forma esta<br />
Constitución y que hayan sido establecidos<br />
por la ley. Pero el Congreso podrá por ley<br />
conferir el nombramiento de los empleados<br />
inferiores, cuando lo considere conveniente,<br />
al Presidente sólo, a los tribunales<br />
de justicia o a los jefes de departamentos”<br />
(sec. II; art. II; pár. 2). El objetivo del precepto<br />
quedará ya perfectamente claro en<br />
las palabras de uno de los Padres Fundadores<br />
de EE UU, Alexander Hamilton, que,<br />
en 1788, escribe en El Federalista:<br />
“¿ Con qué finalidad se requiere<br />
la cooperación del Senado? Respondo<br />
que la necesidad de su colaboración<br />
tendrá un efecto considerable, aunque<br />
en general poco visible. Constituirá<br />
un excelente freno sobre el posible<br />
favoritismo presidencial<br />
y tenderá marcadamente a impedir<br />
la designación de personas poco<br />
adecuadas, debido a prejuicios locales,<br />
a relaciones familiares o con miras<br />
de popularidad. Por añadidura, será<br />
un factor eficaz de estabilidad<br />
en la administración” 12 .<br />
Ésa y no otra era la finalidad del mecanismo:<br />
evitar que un presidente elegido<br />
por el pueblo y, en esa medida, independiente<br />
del Congreso, abusase de su facultad<br />
de nombramiento, mediante la previsión<br />
de un sistema de control que al poner<br />
en manos del Senado la ratificación ponía,<br />
al tiempo, en las de la opinión pública 13 la<br />
información que aquélla precisaba para<br />
12 A. Hamilton, J. Madison & J. Jay, El Federalista<br />
(edición española de Gustavo R. Velasco),<br />
pág. 324, México, FCE, 1987.<br />
13 “Se comprende”, sigue Hamilton, “que un<br />
hombre que dispusiera él sólo de los empleos públicos<br />
se dejaría gobernar por sus intereses e inclinaciones<br />
personales con más libertad que estando<br />
obligado a someter el acierto de su elección a la<br />
discusión y resolución de un cuerpo distinto e independiente,<br />
y siendo dicho cuerpo nada menos<br />
17
ALTOS CARGOS Y CONTROL PARLAMENTARIO<br />
poder castigar electoralmente al presidente<br />
en caso de un uso inconveniente de sus<br />
atribuciones constitucionales. El diseño,<br />
de una lógica aplastante, acabaría, sin embargo,<br />
naufragando tras la puesta en funcionamiento<br />
de una práctica política que,<br />
además de reflejar los defectos de la condición<br />
humana, vino desde el principio a<br />
desnaturalizarlo. La optimista previsión de<br />
los constituyentes (expresada nuevamente<br />
a través de la bellísima escritura de Hamilton,<br />
de que a cualquier futuro presidente<br />
“le daría vergüenza y temor proponer para<br />
los cargos más importantes y provechosos<br />
a personas sin otro mérito que el de ser<br />
oriundas del Estado de que procede, el de<br />
estar relacionadas con él de una manera o<br />
de otra o el de poseer la insignificancia o<br />
ductilidad necesarias para convertirse en<br />
serviles instrumentos de su voluntad”) 14 ,<br />
chocaría con las duras réplicas de la historia,<br />
que muy pronto confirmaron casi todos<br />
los vicios que se creían conjurados.<br />
La primera desviación se derivó de la<br />
extraordinaria extensión que acabó dándose<br />
a un sistema previsto para ser aplicado<br />
de forma restringida: mientras que los<br />
constituyentes lo habían concebido como<br />
un mecanismo destinado sólo a los cargos<br />
de mayor importancia y responsabilidad,<br />
terminaron siendo docenas de miles los<br />
nombramientos sometidos al Senado. Esa<br />
extensión, contraria a la letra y al espíritu<br />
de la Constitución, iba a generar unos<br />
efectos demoledores sobre la forma de provisión<br />
de cargos públicos: la exigencia<br />
constitucional de consejo y consentimiento<br />
acabó produciendo la generalización de un<br />
sistema de patronazgo protagonizado por<br />
los Senadores de la Unión, auténticos beneficiarios<br />
de aquél. Para entenderlo es necesario<br />
tener en cuenta otro elemento, que<br />
posibilitaría, al principio, y acabaría potenciando,<br />
después, la práctica desviada –corrupta<br />
y clientelar– de un mecanismo previsto<br />
para intentar garantizar la limpieza y<br />
la eficiencia: me refiero a la instauración,<br />
tras la creación de la Unión, y al mantenimiento,<br />
durante prácticamente todo el siglo<br />
XIX, del llamado spoils system para la<br />
que toda una rama de la legislatura, la posibilidad<br />
de un fracaso serviría de aliciente poderoso para<br />
proceder con cuidado al hacer su proposición. El<br />
peligro para su reputación, y cuando se trate de un<br />
magistrado electivo, para su carrera política, en el<br />
caso de que se le descubriera un espíritu de favoritismo<br />
o que andaba en forma indebida a caza de<br />
popularidad, por parte de un cuerpo cuya opinión<br />
tendría gran influencia en la formación de la del<br />
público, no puede dejar de obrar como barrera<br />
contra ambas cosas” Ibídem, págs. 324-325.<br />
14 Ibídem, pág. 325.<br />
cobertura de los puestos en la Administración.<br />
Un sistema (consistente, en esencia,<br />
en que todo cambio en la presidencia suponía<br />
una completa renovación de la Administración)<br />
que se conservaría intacto<br />
hasta la Pendleton Civil Service Act de<br />
1883, que procedió a clasificar 14.000 de<br />
los entonces 100.000 puestos federales y<br />
que introdujo las primeras modificaciones<br />
en uno de los elementos definidores a la<br />
sazón del sistema político norteamericano.<br />
Es cierto, en todo caso, que la aplicación<br />
del Advice and Consent iba a presentar notables<br />
diferencias dependiendo del tipo de<br />
puestos de que se tratase. Joseph Harris,<br />
quizá el mejor especialista en la cuestión,<br />
ha distinguido, así, el ámbito de los nombramientos<br />
para puestos de relevancia política<br />
(miembros del Gobierno, altos cargos<br />
de las Secretarías de Estado, jueces,<br />
directivos de gran relieve, miembros de<br />
Comisiones federales, diplomáticos), del<br />
de los nombramientos inferiores, es decir,<br />
de la inmensa mayoría de puestos federales<br />
en los Estados de la Unión (federal field<br />
offices). Mientras que para el primer grupo<br />
la experiencia habría sido variada 15 , la seguida<br />
en la confirmación de los federal<br />
field offices generó desde muy pronto las<br />
prácticas clientelares y el sistema de patronazgo<br />
referido: un sistema que, aunque generalizado,<br />
encuentra en esos puestos inferiores<br />
su verdadero caldo de cultivo. Y ello<br />
porque a la extensión desmesurada de la<br />
cualidad y cantidad de los puestos sujetos<br />
a consejo y consentimiento y a la generalización<br />
del spoils system vinieron a unirse<br />
otros dos factores más: la costumbre presidencial<br />
de consultar con los senadores de<br />
su partido en cada Estado el nombramiento<br />
de los puestos federales de ese Estado,<br />
una costumbre que limitaba su poder pero<br />
le ofrecía, a cambio, seguridad parlamentaria,<br />
pues el mecanismo era un medio de<br />
mantener la disciplina y lealtad de los senadores<br />
pertenecientes a su grupo; y la<br />
costumbre, generalizada poco a poco, de la<br />
llamada cortesía senatorial (senatorial courtesy),<br />
en virtud de la cual los miembros del<br />
15 Según Harris, en el siglo transcurrido entre<br />
1850 y 1950 tan sólo dos nominaciones de miembros<br />
del Gobierno fueron rechazadas; las nominaciones<br />
para ocupar cargos judiciales –jueces inferiores,<br />
de apelación o del Tribunal Supremo– han sido<br />
objeto, generalmente, de una investigación<br />
cuidadosa y exhaustiva, mientras que la cualificación<br />
de los propuestos y nombrados para las Comisiones<br />
Federales (Comisión de la Energía Atómica<br />
o Junta de Aeronáutica Civil, por poner sólo dos<br />
ejemplos) han dejado, también en general, mucho<br />
que desear. Cfr. J. P. Harris, The Advice and Consent<br />
of the Senate, págs. 379-382, University of California<br />
Press, 1953.<br />
Senado actuaban con el senador “patrón”<br />
para un determinado nombramiento como<br />
esperaban que sus colegas lo harían<br />
con ellos llegada la ocasión: no interfiriendo<br />
la ratificación de la propuesta. Una<br />
práctica, en resumen, con la que ganaba el<br />
presidente y, también, los senadores, y con<br />
la que perdía, claro está, el conjunto del<br />
sistema: una práctica, pues, que no sólo<br />
suponía privar al presidente de una facultad<br />
constitucional, sino que además, y esto<br />
es lo verdaderamente grave, privaba al Senado<br />
–como consecuencia de la costumbre<br />
de la cortesía senatorial– de sus facultades<br />
de control. Aunque no siempre ha sido así,<br />
en muchas ocasiones el dispositivo de control<br />
se convertía en un mero trámite desprovisto<br />
de contenidos políticos reales de<br />
control parlamentario. Harris nos explica,<br />
en tal sentido, cómo la extensión de la exigencia<br />
del Advice and Consent of the Senate<br />
a docenas de miles de puestos inferiores ha<br />
hecho en la práctica muchas veces el control<br />
poco menos que imposible –al bloquear,<br />
de hecho, las posibilidades del Senado–<br />
y lo ha acabado convirtiendo en<br />
una formalidad vacía; cómo cuando el Senado<br />
ha entrado, en verdad, a discutir una<br />
nominación, lo ha hecho, también con<br />
más frecuencia de la que sería deseable,<br />
por estrictas razones de crítica política –al<br />
margen pues de la idoneidad del nominado–<br />
y con la finalidad de acosar al Presidente<br />
y desacreditar su administración; y<br />
cómo los senadores de lealtad presidencial<br />
han votado en función de esa lealtad y no<br />
de las características del candidato nominado;<br />
cómo el sistema, además de favorecer<br />
la creación de redes clientelares, ha potenciado<br />
el fraccionalismo en el interior de<br />
los partidos; cómo, en última instancia,<br />
esta práctica desviada de una institución<br />
prevista para fines bien distintos no ha<br />
sido capaz de asegurar –en términos globales–<br />
una mejora sustancial de los estándares<br />
de calidad de los candidatos nominados;<br />
y cómo, finalmente, aun en casos límite,<br />
la propia dureza de los hearings ha<br />
llegado hasta a hacer desistir a muchos<br />
candidatos con altos estándares de cualificación,<br />
que han mostrado no estar dispuestos<br />
a admitir una investigación que<br />
podría llegar a convertirse, en manos de<br />
senadores demagogos, en algo muy parecido<br />
a una especie de persecución 16 .<br />
¿Qué conclusión obtiene Harris de su<br />
análisis? ¿Debería enmendarse la Constitución<br />
y suprimirse la exigencia de control<br />
senatorial contenida? Según él, en línea<br />
aquí con algunas recomendaciones oficiales<br />
realizadas con anterioridad, la solución<br />
consistiría en reducir la extensión de los<br />
18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
cargos afectados por la exigencia de confirmación<br />
senatorial a los de decisión política<br />
(policy-determining):<br />
“El criterio de la ‘decisión política’<br />
es válido y útil con tal de que se<br />
admita que las decisiones políticas<br />
son las relativas a las grandes líneas<br />
de los programas gubernamentales<br />
y no las relativas a las cuestiones<br />
administrativas de detalle. El énfasis<br />
debe ser puesto, por tanto, en la<br />
palabra decisión. Solamente los cargos<br />
superiores (majors officers), los jefes<br />
de departamento de las agencias<br />
y sus asistentes principales llevan<br />
a cabo labores de decisión política,<br />
dado que la mayor parte de las<br />
decisiones sobre la política general<br />
(policies) no son tomadas por agentes<br />
del poder ejecutivo, sino por el<br />
Congreso mismo. Muchos empleados<br />
participan en la preparación de esa<br />
política, y todos, con independencia<br />
de su categoría, colaboran en<br />
su ejecución; pero sólo los cargos<br />
políticos (political officers) de mayor<br />
categoría deciden o determinan la<br />
política general que debe seguirse” 17 .<br />
Ésta es sustancialmente la posición<br />
que invariablemente ha sido mantenida<br />
por los diversos comités oficiales que se<br />
han acercado a la cuestión: por ejemplo, la<br />
Comisión Hoover en 1949, el presidente<br />
del Comité de Gestión Administrativa en<br />
1937 o la Comisión Taft sobre Economía<br />
y Eficiencia en 1912.<br />
Pese a todas las críticas de las que ha<br />
sido objeto la institución de control senatorial,<br />
que han llevado a algún autor a sostener<br />
que aquella institución constituía la<br />
pieza más débil del sistema federal 18 , Harris<br />
opina, en suma, que el mecanismo del<br />
Advice and Consent of the Senate presenta<br />
una ventaja indiscutible: asegurar que los<br />
candidatos designados serán –cuando menos<br />
en el momento de su designación– satisfactorios<br />
para la mayoría del Senado. Esta<br />
consideración es bien expresiva de la<br />
16 Ibídem, pág. 377-386.<br />
17 Ibídem, pág. 389 (entrecomillados y cursiva<br />
en el original).<br />
18 “Antes de que el movimiento en favor de<br />
una reforma fuera lo bastante poderoso para contenerlo<br />
mínimamente, este abuso de los privilegios<br />
consultivos del Senado, en materia de nominaciones,<br />
había tomado tales proporciones que muchos<br />
lo consideraban como el defecto más clamoroso de<br />
nuestro sistema político. Se podría decir, que se<br />
trataba de la pieza más débil de nuestro sistema federal<br />
y, al mismo tiempo, el que más lo fatigaba y<br />
aquel del que se demandaban más esfuerzos”. Cfr.<br />
W. Wilson, Le gouvernement Congressionnel, pág.<br />
257, G Giard & E Brière, París, 1900.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
muy diferente situación en la que nos encontramos<br />
en las democracias parlamentarias<br />
europeas: podría decirse que lo que allí<br />
ha de intentar garantizarse constituye aquí<br />
el punto de partida. ¿En qué sentido? En<br />
el que el problema al que nos enfrentamos<br />
en Europa no es el de cómo garantizar que<br />
un poder ejecutivo elegido directamente<br />
por el pueblo ajuste su política de nombramientos<br />
a la voluntad del Parlamento,<br />
sino el de cómo podremos evitar que un<br />
gobierno –o un presidente, en todo caso–<br />
elegido por el propio Parlamento y que<br />
suele, en consecuencia, estar apoyado de<br />
forma constante por una mayoría estable y<br />
–sea de un partido, o de dos o más– políticamente<br />
homogénea, pueda acabar utilizando<br />
su libérrima facultad de nombramiento<br />
de altos cargos de una forma torcida<br />
que llegue a vulnerar exigencias<br />
mínimas del Estado de derecho. Por ello, y<br />
pese a que no existe en los ordenamientos<br />
europeos nada semejante a la institución<br />
americana del Advice and Consent of the<br />
Senate, intentaré justificar seguidamente la<br />
propuesta que, destinada al español, he<br />
formulado en su momento.<br />
4. Nombramiento de altos cargos<br />
del Estado y control parlamentario:<br />
una propuesta para la discusión<br />
El intenso proceso de regulación legislativa<br />
en los ámbitos del Gobierno y la administración<br />
que se ha producido tras el cambio<br />
de mayoría derivado de las últimas elecciones<br />
generales no ha ofrecido, en línea con<br />
la realidad jurídica europea, ninguna novedad<br />
que se aparte de lo conocido en el derecho<br />
comparado. Creo que es éste un silencio<br />
difícil de explicar a la vista de la experiencia<br />
de los últimos ejecutivos<br />
socialistas y del primero del PP en relación<br />
con la conflictiva cuestión de los nombramientos<br />
de altos cargos: unas experiencias<br />
que permiten constatar tanto la existencia<br />
de muy serios problemas como la necesidad<br />
de darles alguna solución de carácter<br />
institucional y que hubieran aconsejado,<br />
en mi opinión, abrir un debate –político y<br />
científico– respecto de la posibilidad de<br />
introducir eventuales mecanismos de control<br />
parlamentario para el nombramiento<br />
de determinados altos cargos. Lo cierto es,<br />
sin embargo, que ninguno de los proyectos<br />
que el Gobierno del PP ha llevado al<br />
Parlamento (en reproducción perfecta de<br />
lo que en su día sucediera con las mismas<br />
iniciativas del Gobierno socialista) avanzan<br />
nada en esa línea. La LOFAGE se limita a<br />
disponer el principio general de libre designación<br />
de los titulares de los órganos directivos,<br />
principio que luego se concreta<br />
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS<br />
otorgando al ejecutivo mayor o menor<br />
margen decisorio dependiendo del tipo de<br />
cargo de que se trate en cada caso. La ley<br />
del Gobierno, por su parte, no introduce<br />
tampoco ninguna novedad: reproduce, en<br />
materia de incompatibilidades de los<br />
miembros del Gobierno, el tenor literal<br />
del artículo 98.3 de la Constitución y dispone<br />
que los secretarios de Estado, órganos<br />
superiores de la Administración general<br />
del Estado, serán nombrados por Real<br />
Decreto del Consejo de Ministros, aprobado<br />
a propuesta del presidente del Gobierno<br />
o del miembro del mismo a cuyo departamento<br />
pertenezca. Nada más en lo<br />
que aquí nos interesa. Frente a este panorama,<br />
creo que estamos ante una situación<br />
que justificaría comenzar a debatir la posibilidad<br />
de someter ciertos nombramientos<br />
a un sistema de control como el que se<br />
apuntaba en su momento. ¿Cuáles? A mi<br />
juicio, cuando menos los susceptibles de<br />
incluirse en uno de los tres bloques que siguen:<br />
a) en primer lugar, los presidentes o<br />
titulares de ciertos órganos estatales de extraordinaria<br />
relevancia que en la actualidad<br />
son de libre designación gubernamental:<br />
es el caso, por ejemplo, del presidente del<br />
Consejo de Estado o del fiscal general de<br />
Estado; b) en segundo lugar, los altos cargos<br />
del Estado responsables de la ejecución<br />
de las políticas de defensa y de seguridad:<br />
creo, así, que deberían sujetarse a comunicación<br />
previa al Congreso el nombramiento<br />
del jefe del Estado Mayor de la Defensa,<br />
de los jefes del Estado Mayor del Ejército<br />
de Tierra, de la Armada y del Ejército del<br />
Aire, del secretario de Estado de Seguridad<br />
y de los directores generales de la Guardia<br />
Civil y de la Policía; c) por último, los órganos<br />
directivos de algunos entes públicos<br />
o de ciertas administraciones independientes,<br />
las únicas respecto de las cuales el legislador<br />
ha establecido ya alguna previsión<br />
en la materia; en cuanto a los primeros<br />
destacaría a RTVE y en cuanto a las segundas<br />
debería de ampliarse el sistema de<br />
control vigente ya en la actualidad para<br />
dos de las cuatro que suelen considerarse<br />
incluidas dentro de ese grupo a las demás:<br />
aparte del caso ya citado del gobernador<br />
del Banco de España, un exigencia similar,<br />
aunque más rígida, se contiene en la Ley<br />
15/1980, de 22 de abril, reguladora del<br />
Consejo de Seguridad Nuclear, que dispone<br />
que presidente y consejeros serán designados<br />
entre personas de reconocida cualificación<br />
y nombrados por el Gobierno, a<br />
propuesta del ministro de Industria y<br />
Energía, previa comunicación al Congreso<br />
de los Diputados, que a través de la comisión<br />
competente y por acuerdos de los tres<br />
19
ALTOS CARGOS Y CONTROL PARLAMENTARIO<br />
quintos de sus miembros, manifestará su<br />
aceptación o veto razonado en el plazo de<br />
un mes a contar desde la recepción de la<br />
correspondiente comunicación, de forma<br />
que si transcurre dicho plazo sin manifestación<br />
expresa del Congreso se entenderán<br />
aceptados los correspondientes nombramientos.<br />
En esa línea, deberían someterse<br />
igualmente a comunicación previa los nombramientos<br />
del presidente de la Comisión<br />
Nacional del Mercado de Valores y del director<br />
de la Agencia de Protección de Datos;<br />
y, así mismo, el del presidente del Tribunal<br />
de Defensa de la Competencia, órgano<br />
que ha sido considerado por algunos<br />
administrativistas como otra administración<br />
independiente.<br />
Por no ofender la inteligencia del lector,<br />
no entraré a justificar el por qué de esa<br />
selección; me limitaré sólo a subrayar que<br />
no es una única razón la que la explica (en<br />
unos supuestos asegurar una mayor independencia<br />
de los designados, en otros una<br />
ajustada cualificación para el puesto del<br />
que se tratase en cada caso) aunque el objetivo<br />
sea siempre similar: intentar garantizar,<br />
mediante la participación del Parlamento,<br />
la mayor adecuación que sea posible<br />
entre los propuestos y el cargo para el<br />
que lo son, reconocido el hecho de que todos<br />
los que he utilizado para ejemplificar<br />
son puestos públicos de una importancia y<br />
significación indiscutible. Soy consciente<br />
plenamente, claro, de que la propuesta<br />
que formulo tiene limitaciones políticas<br />
nada desdeñables: pero creo que presenta,<br />
en todo caso, ventajas apreciables. A una y<br />
otra cosa me referiré seguidamente como<br />
conclusión ya de todo lo apuntado.<br />
Dejando al margen las cuestiones de<br />
definición jurídica en las que aquí no puedo<br />
entrar (básicamente las relativas a si el<br />
sistema de comunicación previa al Congreso<br />
puede ser técnicamente incluido dentro del<br />
ámbito del instituto del control parlamentario,<br />
dado su carácter previo, su naturaleza<br />
obligatoria y la ausencia de consecuencias<br />
jurídicas del pronunciamiento de la correspondiente<br />
comisión), mencionaré a continuación<br />
las limitaciones que podrían señalarse<br />
en el ámbito político, es decir, el relativo<br />
a la utilidad de la propuesta. Creo en<br />
tal sentido que la fundamental es la que se<br />
refiere a la eventual ineficacia de un sistema<br />
de control que permitiría, en última instancia,<br />
al poder ejecutivo hacer su voluntad<br />
al no tener el eventual veto político de la<br />
correspondiente comisión de eficacia en el<br />
ámbito jurídico por carecer de carácter vinculante.<br />
Por si ello no fuera suficiente, todo<br />
hace pensar que en un sistema parlamentario<br />
como el nuestro la mayoría controlaría<br />
también numéricamente las correspondientes<br />
Comisiones del Congreso, lo que<br />
se traduciría casi siempre, como enseña la<br />
experiencia, en un voto favorable a la propuesta.<br />
Cabría, ciertamente, que un Gobierno<br />
en minoría, que es capaz de obtener<br />
el apoyo de sus socios para su política general,<br />
pudiera no obtenerlo para sacar adelante<br />
ciertos nombramientos. Pero aun aceptando<br />
como más probable la primera hipótesis,<br />
no desaparece, en mi opinión, la<br />
utilidad de la propuesta, dado que el apoyo<br />
de la mayoría no puede, a la postre, suprimir<br />
la sustancialidad del acto de control.<br />
En efecto, las comparecencias abren –o<br />
pueden hacerlo, en todo caso– una discusión<br />
y –en su caso– una investigación que<br />
permiten que un acto del Gobierno (la<br />
propuesta de nombramiento del alto cargo<br />
de que se trate en cada caso) se contraste<br />
con la voluntad, políticamente plural por<br />
definición, de otro órgano estatal: el Congreso.<br />
Lo que, si no fuera ya por sí mismo<br />
suficientemente trascendente en términos<br />
políticos, tiene además la ventaja adicional<br />
de que, incluso con relativa independencia<br />
de cual sea la voluntad de la mayoría de la<br />
Comisión Parlamentaria encargada del<br />
control, el debate y la eventual investigación<br />
pueden activar lo que Giusseppe Ugo<br />
Rescigno ha denominado responsabilidad<br />
difusa 19 : la responsabilidad institucional<br />
que se concreta en la puesta en funcionamiento<br />
de un mecanismo de control parlamentario<br />
puede accionar, llegado el caso,<br />
otro subsiguiente, cualitativamente diferente<br />
(pero no menos trascendental en términos<br />
políticos), de responsabilidad difusa,<br />
en la que la opinión pública puede jugar<br />
un papel fundamental, pues son sus movimientos<br />
los que determinan, a la postre, los<br />
cambios de correlación de las fuerzas que<br />
compiten por gobernar el Estado democrático.<br />
Por decirlo con palabras de Rescigno,<br />
“se es ciertamente responsable<br />
porque se tiene el poder político<br />
y se puede ser criticado por el uso<br />
que de él se hace, pero se es también<br />
responsable porque se aspira<br />
al poder y se sufre críticas por<br />
esa pretensión; tanto en uno como<br />
en otro caso se pueden sufrir<br />
consecuencias desfavorables,<br />
que en uno consistirán en la pérdida<br />
o el debilitamiento en el poder<br />
y en el otro en un mayor<br />
alejamiento del mismo”.<br />
19 G. U. Rescigno, La responsabilità política,<br />
pág. 114 y sigs., de donde proceden todas las citas,<br />
Giuffrè, Milán, 1967,<br />
Esta doble posibilidad limita la alta<br />
probabilidad de que la que es sin duda la<br />
principal de las ventajas del mecanismo de<br />
comunicación previa al Congreso acabe convirtiéndose<br />
también en su mayor inconveniente:<br />
el debate y la investigación pueden<br />
servir para debilitar al candidato y –por<br />
ende– al Gobierno que comunica al Parlamento<br />
su intención de designarlo para un<br />
alto cargo del Estado; o, por el contrario,<br />
para debilitar a quien, sin otro motivo que<br />
intentar acosar al ejecutivo, pretende impugnar<br />
su decisión.<br />
Las otras ventajas de la propuesta que<br />
planteo tienen a su favor que sus caras no<br />
presentan una cruz que pueda oscurecerlas.<br />
La comunicación previa al Congreso podría<br />
–incluso cabría decir que debería– ir<br />
generando un código político –deontológico,<br />
si se prefiere tal terminología– sobre<br />
lo que resulta democráticamente admisible<br />
en el ámbito de la política de nombramiento<br />
de altos cargos y lo que es intolerable.<br />
Por ejemplo, ¿es admisible que sea<br />
nombrado para una alta responsabilidad<br />
alguien que ha sido sancionado por prevaricación?<br />
¿puede serlo quién ha expuesto<br />
convicciones dudosamente coherentes con<br />
valores esenciales proclamados en la Constitución?<br />
¿o quién ha mentido sobre su<br />
cualificación profesional? ¿debe ser una tacha<br />
criticable el tener un hermano condenado<br />
penalmente por sentencia firme? ¿debe<br />
serlo el haber sido uno mismo condenado,<br />
aun cuando el delito hubiera ya<br />
prescrito? Aunque se trata, como a nadie<br />
se le escapa, de meras elucubraciones alejadas<br />
de nuestra realidad, éstas no son, para<br />
nada, irrelevantes, pues uno de los más<br />
graves problemas que plantean los escándalos<br />
políticos es, precisamente, el de “determinar<br />
cuáles y cómo son –y también,<br />
en un segundo paso, cómo deben ser– las<br />
normas que regulan los deberes de los políticos”<br />
20 . La práctica continuada del mecanismo<br />
de la comunicación previa al Congreso<br />
debería permitir ir elaborando un código,<br />
compartido por todos los actores<br />
–institucionales y sociales– que intervienen<br />
en el proceso decisorio, de lo que es<br />
democráticamente aceptable y de lo que<br />
debe ser considerado democráticamente<br />
escandaloso. Y ello hasta el punto, y aquí<br />
se situaría finalmente la última de las ventajas<br />
a las que antes hacía referencia, de<br />
que será la propia existencia de un meca-<br />
20 F. Jiménez Sánchez, ‘Posibilidades y límites<br />
del escándalo político como una forma de control<br />
social’, en Francisco J. Laporta y Silvina Álvarez<br />
(edits.), La corrupción política, pág. 293-294,<br />
Alianza Editorial, Madrid, 1997.<br />
20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
nismo de comunicación previa al Congreso<br />
la que, ya de por si, determinará la acción<br />
del controlado:<br />
“Si la crítica –ha escrito Rescigno<br />
con su agudeza habitual– es el modo<br />
clásico y habitual de imputación,<br />
la responsabilidad política no<br />
desaparece por el sólo hecho<br />
de no ser criticado: lejos de ello,<br />
por el hecho mismo de poder ser<br />
criticado, se buscará el modo<br />
de no serlo y, por tanto,<br />
la responsabilidad política será<br />
el motivo concreto de las acciones<br />
desenvueltas con la finalidad<br />
de prevenir posibles críticas”.<br />
A la postre, es posible que elegir entre<br />
el sistema al que estamos ahora acostumbrados<br />
y el que –con sus problemas, limitaciones<br />
y ventajas– me atrevo a someter a<br />
la consideración de los lectores, sea también,<br />
de alguna forma, elegir entre un juego<br />
político basado fundamentalmente en<br />
la búsqueda de la confrontación o uno basado<br />
en la colaboración para evitar que se<br />
produzcan ciertas desviaciones de la democracia<br />
de partidos que sería deseable<br />
–quizá más deseable que factible– corregir.<br />
La experiencia ha demostrado que algunas<br />
de esas desviaciones acaban dañando a todo<br />
el mundo, incluso a aquellos que creen<br />
salir, a corto plazo, beneficiados por haberlas<br />
denunciado. Aunque, puestos a tenerla<br />
muy cuenta, es cierto que la experiencia<br />
indica de igual forma lo extraordinariamente<br />
complicado que resulta, en el<br />
ámbito político, romper con la pesadísima<br />
rutina de lo conocido, por malo que aquello<br />
pueda ser. Si se me permite la inmodestia<br />
de la cita, terminaré con unas palabras<br />
de Léon Blum, quien escribía a la altura<br />
de 1917:<br />
“Es siempre un esfuerzo difícil para los<br />
hombres concebir otras reglas de<br />
acción que aquellas que practican<br />
cotidianamente y que han visto<br />
siempre practicar a su alrededor.<br />
La súbita ruptura con los hábitos<br />
adquiridos supone para cada uno de<br />
nosotros un esfuerzo revolucionario.<br />
Es necesario, sin embargo, con un<br />
violento golpe de cintura, salir de estas<br />
rutinas que estorban y entorpecen<br />
21 L. Blum, La reforma gubernamental (edición<br />
de Javier García Fernández), pág. 26, Tecnos,<br />
Madrid, 1996.<br />
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS<br />
cada uno de nuestros pasos. Mi único<br />
propósito –terminaba el autor<br />
de La reforma gubernamental–, ha<br />
sido mostrar la urgente necesidad<br />
de este esfuerzo y provocárselo a<br />
aquéllos sobre quienes pesará mañana<br />
la responsabilidad del poder” 21 .<br />
Palabras que, por su admirable claridad,<br />
no necesitan ya de ningún comentario<br />
adicional. n<br />
[Este trabajo, fruto de una ponencia presentada en<br />
el “Seminario sobre la ley de gobierno y la LOFA-<br />
GE”, organizado por el profesor Luciano Parejo Alfonso<br />
en la Cátedra Manuel Colmeiro de la Universidad<br />
Carlos III, constituye una versión sintética del<br />
texto que aparecerá próximamente en la revista Documentación<br />
Administrativa.]<br />
Roberto L. Blanco Valdés es catedrático de Derecho<br />
Constitucional en la Universidad de Santiago<br />
de Compostela. Autor de Los partidos políticos y<br />
El valor de la Constitución.
1. Que la educación liberal<br />
debe fomentar la conciencia<br />
crítica del individuo y una visión<br />
de lo humano universal<br />
Tal vez no resulte inconveniente empezar<br />
por abordar la cuestión en una perspectiva<br />
general, no sólo para evitar incurrir de entrada<br />
en una apología ya muy repetida, de<br />
tinte gremial y tono apriorístico, de determinadas<br />
materias humanísticas, sino porque<br />
la crisis de esas enseñanzas es muy general,<br />
reflejo de la crisis radical y prolongada<br />
de la educación actual y su<br />
orientación e incluso del concepto mismo<br />
de educación. Partamos pues, de una idea<br />
bastante común (si bien hoy todo es discutible)<br />
de que la educación debe servir a<br />
un metódico avance en la formación de<br />
individuos aptos y autosuficientes para<br />
convivir en una sociedad democrática,<br />
gentes capaces para expresarse con claridad<br />
y comprenderse a sí mismos y a los<br />
demás, reflexivos y conscientes de su situación<br />
en el ancho mundo y en su entorno<br />
particular, y así adiestrados para realizar<br />
del mejor modo y según su voluntad sus<br />
capacidades humanas en busca de la plenitud<br />
personal y la libre actividad racional.<br />
Formación del individuo, de la persona,<br />
para la vida consciente y feliz, y no sólo<br />
una información pragmática para la adaptación<br />
forzada en un orden social impuesto<br />
desde arriba, es lo que esperamos todavía<br />
de la educación –en sus varios niveles y<br />
en forma progresiva– y lo que, al menos<br />
en principio, los Gobiernos más civilizados<br />
prometen ofrecer a sus ciudadanos.<br />
Junto a la formación profesional, vocacional<br />
y especializada, de carácter técnico,<br />
para un determinado oficio u ocupación<br />
(cuya utilidad y provecho inmediato<br />
está, sin duda, fuera de discusión), esa<br />
educación más amplia serviría al ser humano<br />
para hacerse crítico y comprensivo,<br />
es decir, para conocerse, y orientar y valorar<br />
por sí mismo su existencia en su mun-<br />
EL DEBATE DE<br />
LAS HUMANIDADES<br />
CARLOS GARCÍA GUAL<br />
do, al margen de su profesión específica.<br />
Es decir, una educación que ha de procurar<br />
los medios para instruir y facilitar a los<br />
educados el ser libres y conscientes en la<br />
mayor medida posible. Los educadores<br />
auténticos intentan mucho más que embutir<br />
viejos conocimientos en nuevas cabezas.<br />
Al transmitir un saber sobre el<br />
mundo invitan a entender y sentir de modo<br />
personal y auténtico, y también a comprender<br />
a los otros, y enseñan a imaginar<br />
y construir en nuevas mentes imágenes<br />
enriquecidas “del mundo real”.<br />
De ahí que la educación liberal sea una<br />
invitación a “cultivar la humanidad”, según<br />
había sentenciado Séneca y recoge<br />
ahora en título un reciente libro de<br />
Martha C. Nussbaum. Ese “cultivar lo humano”<br />
significa, pues, un afán de estimular<br />
y perfeccionar las aptitudes de los individuos,<br />
hombres y mujeres, para convivir en<br />
libertad y con una conciencia crítica y responsable<br />
del mundo y la época en que les<br />
toca existir. (Recordemos que en latín cultura<br />
significa “cultivo”, y así, en fácil metáfora,<br />
el buen educador resulta un experto<br />
agricultor del espíritu, un sembrador de<br />
humanismo). Para no demorarnos ahora<br />
en apuntar y apuntalar las líneas básicas de<br />
esa teoría liberal acerca de los fines y modos<br />
de la educación, bastaría con suscribir<br />
los tres objetivos generales que M. Nussbaum<br />
destaca, en una sencilla perspectiva<br />
filosófica, en su Cultivating Humanity. A<br />
Classical Defense of Reform in Liberal Education<br />
(Harvard University Press, 1997).<br />
Tomémoslos como un buen punto de apoyo<br />
para la discusión posterior. Según M.<br />
Nussbaum, cualquier educación que pretenda<br />
“cultivar la humanidad” en el mundo<br />
actual debe, en primer lugar, atender a<br />
la capacidad del ser humano de practicar<br />
un examen crítico respecto de sí mismo y<br />
sus tradiciones; en segundo lugar, debe fomentar<br />
la habilidad de verse a uno mismo<br />
no simplemente como ciudadano de una<br />
región local y de un grupo, sino también, y<br />
sobre todo, como un ser humano unido a<br />
todos los otros seres humanos por lazos de<br />
reconocimiento y afecto; y, en tercer lugar,<br />
debe desarrollar lo que nos propone llamar<br />
“la imaginación narrativa”.<br />
Los tres objetivos parecen puntales firmes<br />
y bien definidos para una consideración<br />
de la educación “liberal” (adjetivo<br />
que tomo en sentido más noble, que ya<br />
tenía en su origen latino) en el modo que<br />
antes hemos apuntado. Cuentan, ciertamente,<br />
con el apoyo de una ilustre tradición<br />
de raíces clásicas. Para su clara apología<br />
del ideal educativo de un libre examen<br />
crítico (frente a la imposición acrítica y<br />
coercitiva de las normas de una tradición<br />
autoritaria), M. Nussbaum ve el paradigma<br />
clásico en el Sócrates platónico, con su<br />
método dialógico y su irreductible inquietud<br />
racional. También con respecto al<br />
ideal que invita a todos a ser “ciudadanos<br />
del mundo” por encima de los prejuicios y<br />
afectos raciales, locales y tribales, propone<br />
ejemplos en las ideas de los antiguos estoicos<br />
(ejemplar resulta la figura del emperador<br />
Marco Aurelio) en una línea clara de<br />
pensamiento que llega luego hasta Kant y<br />
la Ilustración y los teóricos del liberalismo<br />
moderno.<br />
El lema socrático de que “una vida carente<br />
de examen crítico no vale la pena vivirla”<br />
se complementa con esos anhelos de<br />
una razonable y universal simpatía (en el<br />
sentido mejor del término). Suma, pues,<br />
“del concepto socrático de la vida examinada”,<br />
las nociones de Aristóteles acerca<br />
de “ciudadanía reflexiva”, y, sobre todo, las<br />
ideas estoicas de una educación que es “liberal”<br />
en cuanto libera la mente de las trabas<br />
de los prejuicios, produciendo gente<br />
que puede funcionar con sensitividad y<br />
alerta como ciudadanos del mundo entero:<br />
eso es lo que Séneca entiende como<br />
“cultivo de la humanidad”, señala Nussbaum<br />
(op. cit., pág. 8).<br />
24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Aunque podría argumentarse que<br />
otras formas de educación que restringen<br />
la libertad de conciencia y la relación universal<br />
con los demás seres humanos, fomentando<br />
la sumisión ciega a algún credo<br />
dogmático y normas rígidas y viendo co-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mo seres humanos sólo a la gente de la<br />
propia tribu, raza, nación o cultura, pueden<br />
resultar más cómodas para ciertos países<br />
y sus gobernantes, y acaso deparar una<br />
cierta seguridad de ánimo a los creyentes<br />
sometidos a ellas (pues un súbdito sumiso<br />
puede ser feliz con la fe ciega del ortodoxo<br />
y del fanático), sin embargo, creo que esos<br />
dos primeros objetivos de la educación gozan<br />
de una aceptación suficientemente<br />
amplia como para no tener que insistir en<br />
su programática bondad universal. Me parece,<br />
en cambio, que no estará fuera de lugar<br />
detenernos algo más sobre el tercer<br />
aserto; es decir, resaltar la clara función<br />
educadora de la “imaginación narrativa”.<br />
(M. Nussbaum dedica un capítulo de su<br />
brillante libro a cada uno de estos objetivos.<br />
Remito a su texto para más detalles).<br />
2. La imaginación narrativa<br />
y su función educativa<br />
Destacar el papel que la fantasía narrativa<br />
ocupa en la progresiva educación de los<br />
niños y jóvenes, en su aculturación y su<br />
acomodación sentimental al mundo, es<br />
aquí muy pertinente. (No sé si son muchos<br />
o pocos los pedagogos actuales que<br />
subrayan la relevancia emotiva y didáctica<br />
de este factor del cultivo de la imaginación,<br />
pues no frecuento mucho esa literatura<br />
pedagógica. Los más solemnes y pedantes<br />
lo pasan pronto, me temo, por alto).<br />
Pero me interesa advertir que ése<br />
resulta un factor educativo de especial significación<br />
–si bien no el único punto de<br />
apoyo– al abordar el debate sobre la función<br />
de las Humanidades.<br />
Desde la infancia el niño se encuentra<br />
con un mundo interpretado y pautado por<br />
los mayores, al que debe ajustar su mirada<br />
y sus simpatías personales. En él figuran,<br />
entre las lecciones de cosas y pautas informativas,<br />
junto a los textos serios de aprendizaje<br />
doctrinal o científico, muchos otros.<br />
Pero le impresionan pronto las bellas narraciones,<br />
como los cuentos mágicos y las<br />
historias más variopintas, esos relatos fantásticos<br />
y maravillosos que le ofrecen una<br />
visión interior y sorprendente de los otros,<br />
de esos seres animados y multicolores que<br />
pueblan el mundo todavía misterioso. A<br />
25
EL DEBATE DE LAS HUMANIDADES<br />
través de esos relatos y canciones infantiles<br />
los niños, escribe M. Nussbaum, “aprenden<br />
a atribuir vida, emociones y pensamientos<br />
a figuras cuyo interior les está<br />
oculto. Según pasa el tiempo, lo hacen en<br />
una forma cada vez más sofisticada, aprendiendo<br />
a escuchar y a contar historias sobre<br />
animales y humanos. Esos relatos se<br />
combinan con sus propios intentos de explicar<br />
el mundo y sus propias acciones en<br />
él. Un niño privado de cuentos está privado,<br />
a la vez, de ciertas maneras de ver a las<br />
otras gentes. Porque el interior de las gentes,<br />
como el interior de las estrellas, no está<br />
abierto ante nuestros ojos. Nos suscitan<br />
extrañeza y admiración. Y la conclusión de<br />
que este conjunto de miembros situado<br />
frente a mí tiene emociones y sentimientos<br />
y pensamientos como los que yo me atribuyo<br />
a mí mismo no es adquirido sin el<br />
ejercicio de imaginación que el contar historias<br />
propone” (Nussbaum, pág. 89).<br />
Más tarde esos relatos se complican y<br />
se hacen más complejos. La Literatura en<br />
sus múltiples géneros, la Historia más tradicional,<br />
la Religión, la Antropología, e<br />
incluso la Filosofía y las Ciencias de la Naturaleza<br />
en parte, requieren el contar e interpretar<br />
historias. La dimensión narrativa<br />
de la cultura que se transmite en la educación<br />
es esencial para la formación intelectual<br />
y sentimental a partir de la niñez (es<br />
decir, de todos). Vivimos en un mundo<br />
contado por otros. También para los pueblos<br />
es esencial tener a mano historias –sagradas<br />
o profanas, venerables o frívolas–<br />
que expliquen el mundo y den sentido<br />
humano a la existencia. O, como escribió<br />
H. Blumenfeld de los mitos primigenios,<br />
relatos que den al mundo entorno, objetivo<br />
y mudo, “significatividad”, es decir,<br />
sentido humano 1 .<br />
En las culturas arcaicas ese aspecto<br />
educativo lo proporciona la mitología.<br />
Luego, ya en civilizaciones habituadas a la<br />
escritura, es la literatura grosso modo y en<br />
su sentido más amplio la que ofrece narrativamente<br />
una imagen del mundo previa a<br />
cualquier imagen de información científica.<br />
La literatura es, en gran medida, conocimiento<br />
de trasfondos fabulosos, y con<br />
sus ficciones configura una visión del<br />
mundo que a menudo determina nuestras<br />
simpatías y afectos. Todo dentro del universo<br />
simbólico en que nos educamos. Todo<br />
un mundo de representaciones surgi-<br />
1 H. Blumenfeld, Arbeit am Mythos, Francfort,<br />
l979. Para una amplia reflexión en la línea del<br />
valor de la cultura, véase el clásico libro de E.<br />
Cassirer, Antropología filosófica, (l944), trad. esp.<br />
México, l963.<br />
das de esa fantasía se expresa mediante las<br />
formas narrativas usuales, en el teatro, en<br />
la poesía, y en las prosas; es decir, a través<br />
de la fabulación de relatos, imaginación<br />
seductora y fantasía fantasmagórica, y más<br />
perdurable y significativa que los datos,<br />
hechos y figuras de esa experiencia cotidiana<br />
que las ficciones nos ayudan a interpretar.<br />
De ahí que el dominio del lenguaje<br />
narrativo resulte un factor esencial de una<br />
buena educación, ya sea adquirido en la<br />
familia, en la escuela o en la calle. El empobrecimiento<br />
del lenguaje usual es un<br />
síntoma de una decadencia de la educación<br />
o de alguna forma de educación. Es<br />
fácil advertir que algunas épocas y naciones<br />
han cuidado más que otras de ese dominio<br />
de la expresión gracias a su mayor<br />
atención a ese aspecto de una educación<br />
popular de alto estilo. Las manifestaciones<br />
literarias pueden cobrar una intensa función<br />
didáctica al servicio de la comunidad.<br />
Tal fue el caso, en la Atenas clásica, en el<br />
siglo V a. de J. C., del teatro, que se ofrecía<br />
como un ámbito fundamental de la<br />
educación cívica y democrática, esa paideía<br />
a la que los griegos daban tanto relieve.<br />
Y la dramaturgia ateniense gozó de una<br />
resonancia social que no ha recuperado el<br />
teatro en las épocas posteriores. Los grandes<br />
trágicos fueron, después de Homero,<br />
los educadores del pueblo ateniense. Por<br />
esa razón Platón se proponía expulsar a los<br />
poetas de la ciudad utópica de su República,<br />
donde gobernarían los filósofos. No<br />
podía admitir, desde su programa didáctico,<br />
austero y racionalista, las enseñanzas de<br />
unos competidores tan peligrosos en materias<br />
educativas. Aristóteles, más democrático<br />
y menos utópico que su maestro, defendió<br />
el valor educativo emocional del<br />
teatro, al destacar la función catártica de la<br />
tragedia, que educaba purificando a los espectadores<br />
de la compasión y el terror.<br />
En todo caso, si la educación quiere<br />
proponer a los jóvenes una imagen del<br />
mundo, un modo de comprender y sentir<br />
y, por tanto, una permanente interpretación<br />
del entorno vital, debe advertir cómo<br />
la visión del mundo de los educados resulta<br />
en mucho deudora de esa narrativa. Por<br />
eso, le es muy necesario tener en cuenta la<br />
influencia psicológica de esos relatos que<br />
van presentándose desde uno y otro ámbito,<br />
orales y escritos, y van imbricándose en<br />
nuestras propias historias y, por eso, debe<br />
advertir la seductora impronta y la riqueza<br />
imaginativa de los mismos. Platón hacía<br />
bien en replantearse el problema al diseñar<br />
un nuevo programa de educación para su<br />
ciudad ideal. (Aunque, por otro lado, nos<br />
parezca discutible su intento de expulsar a<br />
los poetas y de censurar los viejos mitos<br />
para dejar la enseñanza monopolizada en<br />
manos de los filósofos) 2 .<br />
3. El menosprecio de la tradición<br />
cultural, síntoma de crisis<br />
“Tradición” es una palabra que no goza<br />
hoy de buena prensa. (Probablemente su<br />
descrédito viene de que muchos confunden<br />
el estudiar la tradición con el ser tradicionalista.<br />
Del mismo modo que amar<br />
la propia nación es una cosa y otra ser nacionalista,<br />
conviene resaltar que el conocer<br />
y estudiar una tradición no significa la<br />
más mínima simpatía por lo que se llama<br />
tradicionalismo. Puede y suele ir en contra<br />
de éste. El tradicionalismo es sólo un<br />
abuso de la fe en las excelencias del legado<br />
tradicional, una beatería ideológica de pesada<br />
retórica y efectos perniciosos que, al<br />
fijar como modelo eterno una interpretación<br />
idólatra del pasado, esclerotiza la<br />
fuerza educadora de la tradición –que se<br />
renueva de modo constante–. El tradicionalismo<br />
niega a la educación su impulso<br />
crítico para ir más allá de lo fijado en sus<br />
normas antiguas, pero un buen uso y conocimiento<br />
de la tradición incita a apoyarse<br />
en ella para avanzar). Pero es indispensable<br />
hablar de la tradición cultural<br />
cuando se trata de educación, puesto que<br />
educar a los más jóvenes ha consistido<br />
siempre, en reactivar la tradición para seguir<br />
avanzando. En cualquier sociedad,<br />
educar es formar a los jóvenes dentro de<br />
las enseñanzas y saberes de un pasado, ya<br />
sea de tradición nacional, cultural, religiosa<br />
o política. La tradición se ofrece como<br />
marco de referencia y como punto de<br />
apoyo para atalayar el presente y el futuro.<br />
Incluso, para oponerse a ella es necesario<br />
conocerla a fondo. Por eso, toda educación,<br />
como bien señalaba Hannah<br />
Arendt, tiene siempre un aspecto conservador<br />
3 . Y ése es un aspecto hondamente<br />
en crisis en el mundo moderno, y mucho<br />
más en el posmoderno.<br />
“La verdadera dificultad de la educación<br />
moderna estriba en el hecho de que,<br />
a pesar de toda la charlatanería a la moda<br />
sobre el nuevo conservadurismo, es hoy<br />
extremadamente difícil apoyarse en ese<br />
mínimo de conservación y en esa actitud<br />
conservadora sin la cual la educación es<br />
simplemente imposible. Al respecto hay<br />
2 Cf. M. Detienne, La invención de la mitología,<br />
Trad. esp. Barcelona, l985.<br />
3 H. Arendt, Between Past and Present, l954.<br />
Cito por la edición francesa, de título sugestivo: La<br />
crise de la culture, Cf. págs. 222-52, París, l972.<br />
26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
uenas razones. La crisis de la autoridad<br />
en la educación está estrechamente ligada<br />
a la crisis de la tradición, es decir, a la crisis<br />
de nuestra actitud frente a todo lo que<br />
respecta al pasado. Para el educador este<br />
aspecto de la crisis es particularmente difícil<br />
de sostener, pues él es el encargado de<br />
mantener la ligazón entre lo antiguo y lo<br />
nuevo: su profesión exige de él un inmenso<br />
respeto hacia el pasado”.<br />
“En el mundo moderno, el problema<br />
de la educación está en el hecho de que<br />
por su naturaleza misma la educación no<br />
puede prescindir de la autoridad ni de la<br />
tradición, y que debe, no obstante, ejercerse<br />
en un mundo que no está estructurado<br />
por la autoridad ni retenido por la tradición”.<br />
Lo que escribió H. Arendt, hace más<br />
de 40 años, en su ensayo sobre la crisis de<br />
la educación recogido en Between Past and<br />
Future (l954) me parece incisivo y válido<br />
todavía. Su ensayo invita a una reflexión<br />
amplia sobre el papel de la educación y de<br />
los educadores –no sólo los profesionales<br />
de la enseñanza, desde luego– aún hoy. Si<br />
M. Nussbaum, en su libro citado, apenas<br />
toca este punto es porque se halla más interesada,<br />
ya que ella escribe para un público<br />
norteamericano, en resaltar el interés<br />
de la apertura ya iniciada de la educación<br />
universitaria norteamericana hacia nuevos<br />
y muy atractivos campos de estudio (de las<br />
culturas no occidentales, estudios afroamericanos,<br />
estudios sobre la mujer y revalorización<br />
de los varios aspectos de la sexualidad),<br />
terrenos poco atendidos en el<br />
canon didáctico más tradicional. Pero debemos<br />
dejar de lado ahora esos temas.<br />
Sobre la crisis de la educación universitaria<br />
en EE UU ya habían alertado otros<br />
estudiosos con talante crítico y desde otros<br />
puntos de mira, emitiendo juicios e informes<br />
no menos críticos y preocupantes. Ignoro<br />
si alguna de esas críticas ilustradas ha<br />
logrado algunos efectos de provecho o reflejos<br />
prácticos en la realidad. Entre los estudiosos<br />
de una línea conservadora –frente<br />
a la que M. Nussbaum guarda bien sus<br />
distancias–, es justo recordar al fallecido<br />
Allan Bloom y su libro The Closing of the<br />
American Mind (l987). (Que aquí se tradujo<br />
–y el cambio de adjetivo me parece<br />
significativo– como El cierre de la mente<br />
moderna (l989)). En su presentación de la<br />
edición española, Salvador Giner advertía<br />
que, al tratar de las perplejidades y desorientación<br />
de la enseñanza universitaria en<br />
Estados Unidos, Bloom ofrecía a la vez<br />
“un texto sobre la evolución y degradación<br />
de la educación liberal occidental y muy<br />
específicamente la europea”. (Como co-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
menté en su día, en páginas de esta misma<br />
revista 4 , el de A. Bloom me pareció un libro<br />
muy estimulante para meditar sobre la<br />
pérdida del sentido humanista de nuestros<br />
planes y rutinas universitarios. Y me sigue<br />
pareciendo acertada la queja de su autor<br />
por el abandono de la lectura de los grandes<br />
clásicos del pensamiento y la<br />
literatura 5 ). También A. Bloom lamentaba<br />
en la enseñanza universitaria norteamericana<br />
–en las mejores universidades del<br />
país– la pérdida del sentido humanista y<br />
de una orientación universal, ética a la par<br />
que estética; una quiebra del aprecio a la<br />
tradición, y una renuncia a conservar viva<br />
y como referencia fundamental la gran<br />
tradición intelectual de Occidente. Bloom<br />
se quejaba de que, mientras en las facultades<br />
y centros de investigación universitarios<br />
se atendía cada vez mejor a las demandas<br />
de una información e instrucción<br />
en las enseñanzas profesionales o vocacionales<br />
sobre ciencias o materias precisas especializadas<br />
y diversas, se había perdido el<br />
sentido de la Universidad como lugar de<br />
encuentro para una formación que progresaba<br />
en la búsqueda de un saber de horizontes<br />
más amplios y de alcance humanista,<br />
en el más noble sentido del término.<br />
En su amargo diagnóstico sobre la situación<br />
actual y el destino de la Universidad<br />
norteamericana, se preguntaba si la<br />
idea de la Universidad como lugar de encuentro<br />
intelectual y de suma de saberes,<br />
como avanzada crítica e ideológica –él<br />
creía que incluso ética–, más allá de urgencias<br />
económicas y sociales, había perdido<br />
ya su significación. Es decir, ese significado<br />
moderno que había adquirido, no ya<br />
en los orígenes lejanos de la venerable institución<br />
del medievo clerical, sino en las<br />
mejores universidades europeas y, sobre<br />
todo, en la ilustrada tradición germánica<br />
del siglo pasado, que imitaron las universidades<br />
americanas. La inquietud de Allan<br />
Bloom –piénsese lo que se quiera sobre su<br />
actitud conservadora y su talante elitista–<br />
responde a una crisis profunda de tal institución,<br />
y es algo que todo universitario<br />
debe cuestionarse. ¿qué sentido puede tener<br />
hoy la Universidad como institución?<br />
¿En qué medida conserva su función originaria<br />
como lugar de encuentro de los<br />
más sabios y de unos estudiantes con afán<br />
4 Carlos García Gual, ‘Sobre la degradación<br />
de la educación universitaria’, CLAVES DE<br />
RAZÓN PRÁCTICA, núm. 2, l990.<br />
5 Otros dos libros suyos se han traducido al<br />
castellano: Gigantes y enanos, Buenos Aires, l99l; y<br />
Amor y Amistad, Santiago de Chile, Barcelona,<br />
l996.<br />
CARLOS GARCÍA GUAL<br />
de saber humanista? La cuestión es demasiado<br />
ardua para este momento, pero no<br />
cabe duda de que –como apuntaba Bloom–<br />
debemos ver la quiebra de la relación<br />
fructífera con la tradición filosófica, literaria<br />
y espiritual de Occidente, como una de<br />
sus causas más notables 6 .<br />
4. Una crisis no sólo universitaria<br />
Los críticos norteamericanos –como los citados<br />
antes– se preocupan de la educación<br />
universitaria cuando se lamentan de los bajos<br />
niveles educativos y del escandaloso<br />
descenso cultural, porque en Estados Unidos<br />
la enseñanza previa, es decir, la escuela<br />
secundaria, ofrece habitualmente una enseñanza<br />
de escaso nivel 7 . Como advertía ya<br />
H. Arendt en su ensayo citado, en Estados<br />
Unidos las facultades universitarias tienen<br />
que intentar cubrir y paliar, con programas<br />
muy sobrecargados a veces, un montón de<br />
ignorancias elementales. Pero en España,<br />
como en Europa, la llamada antes enseñanza<br />
media o secundaria –es decir, el bachillerato<br />
de corte europeo– venía ofreciendo<br />
hasta ahora una educación bastante<br />
sólida y amplia. En comparación con los<br />
estudiantes norteamericanos, los españoles<br />
llegan a la Universidad sabiendo mucho<br />
más –en materias de ciencias y de letras.<br />
De modo que en la Universidad podía darse<br />
por supuesto un nivel aceptable de co-<br />
6 M. Nussbaum subraya que, a pesar de importantes<br />
divergencias respecto a la orientación de<br />
su afán humanista, coinciden las suyas y las críticas<br />
de este pensamiento conservador en su oposición a<br />
una Universidad volcada en la mera información<br />
profesional, especializada y técnica, cerrada a cualquier<br />
humanismo. Esa reducción a la preparación<br />
especialista y vocacional se alza como la principal<br />
objeción a la enseñanza de un saber más amplio y<br />
más crítico. “This peril to democracy is compounded<br />
by the assault on curricular diversity that has<br />
been repeteadly launched by defenders of the gentleman’s<br />
model of liberal education. In principle,<br />
the gentleman’s model and the world-citizen model<br />
agree on the importance of shared humanistic<br />
education for the culture of life. Against the challenge<br />
of vocationalism, they ought to be allies<br />
rather than opponents. But this has not always been<br />
the case. By portraying today’s humanities departements<br />
as faddish, insubstantial, and controlled<br />
by a radical elite, cultural cosnervatives –while<br />
calling for a return to a more traditinal arts curriculum–<br />
in practice feed the popular disdain for the<br />
humanities that has led to curtailment of departments<br />
and programs and to the rise of narrow preprofessional<br />
studies. When critics such as Allan<br />
Bloom, Roger Kimball and George Will caricature<br />
the activities of today´s humanities departmentes<br />
by focusing only on what can be made to look extreme<br />
and absurd, they do not promote their goal<br />
of increasing university support for traditional humanistic<br />
education” (op. cit., pág. 298).<br />
7 Sobre el bajísimo nivel de conocimientos de<br />
los estudiantes americanos es muy claro el conocido<br />
libro de E. D. Hirsch, Jr., Cultural Literacy,<br />
Boston, l987.<br />
27
EL DEBATE DE LAS HUMANIDADES<br />
nocimientos generales. Ahora, en cambio,<br />
con los nuevos planes de estudio de la llamada<br />
LOGSE, el nivel de la enseñanza secundaria<br />
ha bajado y empeorado de modo<br />
alarmante. De hecho, es frecuente en nuestros<br />
profesores universitarios la experiencia<br />
de ese descenso progresivo de conocimientos<br />
culturales en los alumnos. Cada curso<br />
nos vuelve a sorprender la extensión de las<br />
lagunas e ignorancias elementales que presentan<br />
los recién ingresados en la Facultad.<br />
Y no sería raro, por lo que vemos, que<br />
muy pronto se alcanzara un nivel escolar<br />
de ignorancia en cultura general semejante<br />
al de los estudiantes de EE UU.<br />
Por eso, el debate acerca de las Humanidades<br />
y su función no se viene refiriendo<br />
aquí a la Universidad, sino a la etapa<br />
previa de la enseñanza secundaria, a los<br />
cursos del bachillerato, menguado no sólo<br />
en años, sino también en objetivos didácticos<br />
de conjunto. La enseñanza universitaria<br />
se resiente directamente de la inferior<br />
formación ofrecida en esa etapa previa. La<br />
degradación de las enseñanzas medias ha<br />
repercutido, como era previsible, muy claramente<br />
en la universitaria, y probablemente<br />
no hemos tocado fondo en ese descenso.<br />
He lamentado tantas veces ese progresivo<br />
deterioro de nuestro bachillerato<br />
(y muy sintomáticamente de las enseñanzas<br />
de los en un tiempo prestigiosos y beneméritos<br />
Institutos de Bachillerato), que<br />
no quisiera repetir esas quejas. En todo caso,<br />
me parece que esas rebajas de nivel y<br />
de objetivos han sido inútiles y no justificadas<br />
del todo por la mayor extensión del<br />
alumnado, por esa famosa masificación,<br />
que no requería sin más la notoria pérdida<br />
de calidad y el consiguiente desánimo de<br />
la mayoría de docentes, sobradamente<br />
preparados para una enseñanza más digna.<br />
5. Bregando a contrapelo<br />
de los tiempos<br />
Los tiempos son ciertamente malos para<br />
la defensa y el cultivo de las humanidades.<br />
La cultura general no es rentable a primera<br />
vista, como lo es la formación especiali-<br />
8 Como muy bien señala F. Savater: “Los planes<br />
de enseñanza general tienden a reforzar los conocimientos<br />
científicos y técnicos a los que se supone<br />
una utilidad práctica inmediata, es decir una<br />
directa aplicación laboral. La innovación permanente,<br />
lo recién descubierto, o lo que da paso a la<br />
tecnología del futuro gozan del mayor prestigio,<br />
mientras que la rememoración del pasado o las<br />
grandes teorías especulativas suenan un tanto a<br />
pérdida de tiempo. El capítulo de su libro El valor<br />
de educar (Barcelona, l997) titulado ‘¿Hacia una<br />
humanidad sin humanidades?’ resume con gran<br />
agudeza la situación actual y nos permite abreviar<br />
un tanto estas notas coincidentes.<br />
zada y la seria preparación técnica para<br />
cualquier carrera u oficio 8 . En un mundo<br />
preocupado por la conquista de nuevos<br />
puestos de trabajo, por la especialización,<br />
por la preparación tecnológica cada vez<br />
más precisa, la rentabilidad de la cultura<br />
humanística no resulta nada evidente. Por<br />
otro lado, esos objetivos de un examen<br />
crítico, afán universal de comprensión de<br />
los demás humanos y una visión personal<br />
del mundo no parecen figurar entre las<br />
propuestas ideales de ningún grupo político.<br />
El humanismo de ese estilo crítico y<br />
universal no parece rentable en política, al<br />
menos a corto plazo. (Y es difícil de conjugar,<br />
de modo general, con ciertos intereses<br />
nacionalistas, por ejemplo).<br />
En una cultura dominada por los medios<br />
de comunicación de masas, de los que<br />
la auténtica calidad intelectual ha sido<br />
marginada (valga la programación de la televisión<br />
española en conjunto como botón<br />
de muestra), es muy difícil que el pasado<br />
cultural –ese mundo de saber y sentir que<br />
se conservaba como aleccionador y modélico–<br />
mantenga, no ya su prestigio, sino<br />
una cierta presencia, y es imposible que la<br />
alta cultura conserve cierta autoridad en<br />
los medios más populares. La lectura sigue<br />
siendo –a pesar de todas las sofisticadas y<br />
cómodas tecnologías de comunicación a<br />
gran escala y largas distancias– el fundamental<br />
medio educativo, por sustanciales<br />
razones, en lo que toca a la más elevada<br />
educación. Pero incluso leer, a fondo y en<br />
silencio, puede volverse un difícil deporte<br />
en un mundo desgañitado por el ruido y<br />
abrumado por una inmensa e indigerible<br />
masa de informaciones urgentes, angustiosas,<br />
vocingleras y triviales. El abandono de<br />
las humanidades se nos presenta como una<br />
amenaza en este contexto tan desfavorable,<br />
pero eso no nos impide seguir empeñados<br />
en combatir por ellas, si es que creemos en<br />
su necesidad para una vida más digna y<br />
valiosa. El ser humano no puede renunciar<br />
ni a su condición histórica, ni a la conciencia<br />
de que la vida humana está construida<br />
sobre los logros, espléndidos, costosos<br />
y sufridos, de todo un vasto y variado<br />
pasado histórico que necesitamos recordar<br />
y revalorizar. El conocimiento de la historia<br />
–con mayúsculas o minúsculas– y de la<br />
poesía y la literatura en la larga tradición<br />
cultural de Occidente –en un sentido amplio–<br />
es necesario para una “vida examinada”,<br />
según la máxima socrática, y lo es para<br />
una existencia en nuestro mundo, con<br />
una enriquecida y productiva perspectiva<br />
intelectual.<br />
Pero hay que entender que ese conocimiento<br />
del pasado está sujeto a nuestra<br />
capacidad actual de comprender, que somos<br />
nosotros quienes construimos siempre<br />
nuestra interpretación del pasado, de<br />
nuestros clásicos. Y que si bien hay una<br />
faceta arqueológica en esos estudios, lo<br />
más vivaz en ellos es su conexión con el<br />
presente. Porque necesitamos entender el<br />
pasado para conocer nuestro presente, para<br />
saber cómo es el hombre, no ya en su<br />
conformación física, sino en sus anhelos y<br />
logros espirituales. Y no tanto para imitar<br />
a los antiguos, en un difícil alarde de clasicismo<br />
escolar, hoy fuera de moda, como<br />
para contrastar su visión del mundo con<br />
la nuestra. Y para apoyarnos en ellos para<br />
ver más allá, no ya como enanos sobre los<br />
hombros de gigantes, según el conocido<br />
eslogan medieval, sino como distantes herederos<br />
de un mundo enormemente dramático,<br />
filosófico y poético, con el que<br />
podemos contrastar nuestra efímera y masificada<br />
realidad.<br />
Lo que ha caracterizado a los humanismos<br />
europeos –el humanismo es un<br />
fenómeno repetido y sintomático de la<br />
nostalgia europea por el mundo antiguo–<br />
no es su afán arqueológico, su minuciosidad<br />
en el estudio del pasado, sino el afán<br />
de comprender el presente mediante una<br />
reinterpretación más histórica y más entusiasta<br />
del mundo clásico. Y ha sido<br />
siempre el anhelo de utilizar ese pasado<br />
como un modelo para engrandecer el<br />
presente lo que ha dado su vitalidad a<br />
esos periodos. (Tanto el Renacimiento<br />
italiano como la Ilustración del XVIII y<br />
el movimiento intelectual de los filólogos<br />
alemanes a comienzos del siglo, el llamado<br />
Tercer Humanismo por Werner Jaeger).<br />
Y ha sido la especialización y el minucioso<br />
empeño arqueológico lo que ha<br />
llevado a los humanismos a su ocaso (como<br />
bien señalan H. Rudiger en Wesen<br />
und Wandlung des Humanismus, Hamburgo,<br />
l937, y F. Rico, El sueño del Humanismo,<br />
Madrid, l994). El humanismo<br />
fue siempre un movimiento intelectual y<br />
espiritual ilusionado en mejorar el presente<br />
mediante la esforzada comprensión<br />
del mundo clásico antiguo, mediante<br />
unas humanidades. Y manteniendo aparte<br />
dogmatismos, logomaquias jurídicas, y<br />
saberes teológicos, gracias a una vuelta a<br />
la lectura y reflexión sobre los textos clásicos<br />
9 .<br />
9 Cf. lo que apunta Savater, op. cit., págs. 128<br />
y sigs. sobre los comienzos críticos y libertadores<br />
del Humanismo. Sobre ese momento histórico,<br />
puede verse el reciente libro de Jill Krays, ed. Introducción<br />
al humanismo renacentista, (en edición española<br />
dirigida por C. Clavería) Cambridge, l998.<br />
28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Hoy estamos más cerca de una turbia<br />
baja Edad Media que de cualquier humanismo,<br />
desde luego. Pero pensamos que<br />
no hay ningún otro estudio que ilustre de<br />
un modo tan atractivo, y a la vez en profundidad,<br />
sobre cómo es el ser histórico<br />
del hombre como esas humanidades que<br />
lo estudian en su historia, su arte, sus mejores<br />
textos, a través de una perspectiva de<br />
siglos. Mediante el aprendizaje de otras<br />
lenguas, otras literaturas, otras poéticas incluso,<br />
podemos hacernos una idea suficiente<br />
de cuán amplia es la imaginación<br />
del ser humano, cuán libre y cuán condicionada<br />
su capacidad de sentir, pensar, y<br />
vivir. Es decir, son las Humanidades<br />
–cuando se estudian con rigor y método a<br />
fondo y con tenaz empeño– las que ofrecen<br />
una base más sólida para intentar formar<br />
en libertad, sin prejuicios, más allá de<br />
las ortodoxias religiosas, el espíritu (eso<br />
que tan vagamente me gusta seguir llamando<br />
así) del individuo moderno y posmoderno.<br />
Es cierto que no es, ni mucho menos,<br />
fácil constatar la rentabilidad económica o<br />
política de tales estudios. ¿Es mejor para<br />
un Estado, para las finanzas, para la política,<br />
o para el propagandismo de cualquier<br />
grupo o secta, que los estudiantes universitarios<br />
se formen en el estudio de las Humanidades,<br />
tal como lo hemos definido?<br />
¿No sería más útil otra formación que los<br />
haga más dóciles, más uniformes, más limitados<br />
en su capacidad crítica? ¿No sería<br />
más barato no gastar dinero de la comunidad<br />
estatal en eso y que se contentaran todos<br />
con saber leer (más periódicos que libros,<br />
y éstos sólo de temas actuales, a ser<br />
posible) y manejar algunas lenguas de interés<br />
comercial, cosa útil evidentemente, y<br />
visionar plácidamente un montón de programas<br />
de televisión, que resultan a su<br />
modo formativos, hasta lograr el mejor<br />
trance hipnótico, y luego se ocuparan en<br />
trabajos especializados, placeres cómodos,<br />
y sin preocupaciones de otros horizontes<br />
que los actuales? ¿No sería mejor prescindir<br />
de ese intento de dialogar con el pasado,<br />
estimulando a todos a estar satisfechos<br />
con el presente y sus tecnologías? ¿No es<br />
mejor concentrarse en conocer las cosas de<br />
la propia nación, de la comarca, de la propia<br />
lengua vernácula, y despreciar lo más<br />
lejano, esos saberes de otros y de gente<br />
distante y antigua, haciendo así patria cómoda<br />
y pequeña de lo más “nuestro”? ¿Por<br />
qué no limitarnos al presente, a lo inmediato,<br />
en lengua y país? ¿No seríamos más<br />
felices sabiendo menos de todas esas humanidades<br />
tan generales y tan opinables,<br />
tan causantes de críticas, y acaso de extra-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ñas nostalgias e inquietudes metafísicas?<br />
¿No llegaremos así a un Mundo Más Feliz,<br />
sin utopías ni distopías, y cómodamente<br />
“unidimensional”?<br />
6. Apresurado final, con un elogio<br />
del latín y del griego<br />
Como me temo que al lector ya le parecerá<br />
largo este ensayo –como a mí mismo<br />
me lo parece, en efecto–, abreviaré ya el final.<br />
No pretendo ofrecer aquí una conclusión,<br />
sino esbozar unas sugerencias para la<br />
reflexión y tal vez el debate. Como se ha<br />
visto, he prescindido de un análisis concreto<br />
de las circunstancias inmediatas, y más<br />
políticas que lógicas, que envuelven toda<br />
la cuestión. He de decir, en todo caso, que<br />
la cuestión de la enseñanza de las Humanidades<br />
está, a mi parecer, mal planteada<br />
cuando se la limita a la enseñanza de la<br />
Historia nacional (y se tropieza con el veto<br />
de los políticos nacionalistas, recelosos y<br />
escaldados con razón, pero a la vez interesados<br />
en la manipulación del pasado histórico<br />
en beneficio propio, y pescadores en<br />
río revuelto) o a remediar con zurcidos la<br />
ignorancia puntual en temas literarios.<br />
También me parece falaz la insistencia por<br />
parte del Ministerio de Educación en que<br />
no hay reducción de horarios, a base de<br />
contar como materias humanistas las enseñanzas<br />
de idiomas, de carácter instrumental,<br />
si indudablemente útiles.<br />
Por otra parte, es probablemente un<br />
error mantener, a estas alturas, la división<br />
tradicional en los últimos planes de estudio<br />
de los alumnos en los de Letras y los<br />
de Ciencias en una nueva planificación de<br />
varias ramas de bachillerato cuya utilidad<br />
es dudosa. Las Letras –que no son lo mismo<br />
que las Humanidades, pero comparten<br />
con éstas muchos contenidos y métodos<br />
básicos– resultan así opuestas a las<br />
ciencias, con notorio perjuicio para unas y<br />
otras, pero además con evidente desprestigio<br />
de las primeras 10 . Ser estudiante de<br />
Letras es, hoy por hoy, un título muy poco<br />
apreciado. Y mucho menos lo será<br />
cuando los estudiantes de Derecho y<br />
Ciencias Sociales se aparten más de esos<br />
estudios. Creo que habría que reconsiderar<br />
muy a fondo esas barreras y encasillamientos<br />
en que obligamos a entrar a los<br />
10 La crisis de las Humanidades viene de muy<br />
atrás y es muy general. Véase, por ejemplo, el librillo<br />
editado en Penguin por J. H. Plumb, Crisis in<br />
the Humanities, ya de l964, o el del mismo autor,<br />
más referido a la enseñanza de la historia, La muerte<br />
del pasado, Barcelona l974. Parece que el destino<br />
de las Humanidades es estar siempre en crisis. Y éstos<br />
son malos tiempos para ellas.
EL DEBATE DE LAS HUMANIDADES<br />
estudiantes, con penosas renuncias a otras<br />
materias tal vez muy atractivas. Como,<br />
por ejemplo, el latín y el griego, para algunos<br />
aventajados estudiantes de Ciencias.<br />
(Sería mejor dejar en los planes de asignaturas<br />
mucho más espacio libre para elecciones<br />
y desviaciones y para afinidades<br />
electivas, sobre todo pensando en el ocio y<br />
no sólo en la práctica profesional de muchos,<br />
teniendo en cuenta que el tiempo libre<br />
es y será cada vez más una parte mayor<br />
de nuestra vida que debemos programar<br />
de acuerdo con nuestras aficiones y gustos,<br />
y los estudios abiertos pueden guiarnos<br />
en esa elección).<br />
Pero me he prometido abreviar estas<br />
páginas, de modo que dejo esa grave e importante<br />
consideración como un apunte<br />
más. No quisiera, sin embargo, concluir<br />
sin destacar un punto más concreto: decir<br />
cómo en los estudios de Humanidades siguen<br />
siendo, a mi parecer, un puntal básico<br />
e importante, el núcleo duro y por ello<br />
lo más zarandeado, maltratado y agredido<br />
en planes oficiales y por posmodernos pedagogos,<br />
los estudios clásicos por excelencia,<br />
es decir, los de latín y griego. No voy a<br />
trazar aquí la historia del problema, ni siquiera<br />
analizaré la angustiosa situación actual<br />
de estas materias en el nuevo bachillerato<br />
de la LOGSE. Creo que los datos están<br />
al alcance de quien se interese por el<br />
problema. No quiero insistir en lo que me<br />
parece una injusta malversación de un capital<br />
humano importante –tantos profesores<br />
de latín y griego, desesperados y confusos–,<br />
sino en la utilidad de esos estudios<br />
–de las llamadas “lenguas muertas” y los<br />
textos antiguos clásicos– como base de una<br />
educación humanista actual y europea.<br />
Pocas materias de estudio parecen tan<br />
rentables como el latín. Sirve no para hablarlo,<br />
sino para otros varios objetivos importantes:<br />
para un mejor conocimiento de<br />
la propia lengua, en su vocabulario y su<br />
estructura sintáctica (si es romance, como<br />
el castellano, el catalán y el gallego, por<br />
ejemplo), para una perspectiva histórica<br />
sobre el mundo romano que está en la base<br />
de la historia y la formación de Europa<br />
y sus instituciones, para el mejor dominio<br />
de una terminología científica, para una<br />
ejercitación escolar de capacidades lógicas<br />
y lingüísticas y para acercarse a una espléndida<br />
e influyente literatura. Tenemos<br />
con el latín una familiaridad derivada del<br />
origen de nuestra lengua y una distancia<br />
histórica y lingüística que favorecen, a la<br />
vez, el interés de su estudio. No se trata,<br />
en definitiva, de saber mucho latín, o de<br />
memorizar sus declinaciones y traducir<br />
textos de la guerra de las Galias, sino de<br />
aprovechar el estudio del latín básico escolar<br />
para comprender mejor muchas otras<br />
cosas de nuestra cultura propia. Es imposible<br />
saber bien la propia lengua románica<br />
sin conocer las estructuras del latín. Y conocerlo<br />
es el mejor punto de apoyo para<br />
entender las relaciones entre lenguas de la<br />
misma familia, como las antes citadas. Las<br />
lenguas y las instituciones culturales de la<br />
Europa cristiana están construidas sobre<br />
ese legado y esa tradición de base romana<br />
que aún hoy es imposible olvidar. Por eso<br />
la enseñanza del latín –con la máxima extensión<br />
posible– debe ser defendida por<br />
razones de cultura general; y, además, por<br />
una elemental economía didáctica: pocas<br />
enseñanzas son tan rentables para un nivel<br />
educativo medio y superior.<br />
Algo parecido, desde el punto de vista<br />
de la influencia cultural, ya que no de la<br />
influencia radical de la lengua en las nuestras<br />
(por más que mucho léxico culto y especializado<br />
en todos idiomas europeos<br />
venga de raíces helénicas), podría decirse<br />
del estudio de la lengua griega. Estudiar<br />
griego es mucho más que aprender una<br />
hermosa lengua antigua; es acceder a un<br />
mundo de un horizonte cultural fascinante<br />
e incomparable y avanzar hacia las raíces<br />
de la tradición ética, estética e intelectual<br />
11 No voy a repetir los argumentos tantas veces<br />
expresados de esa apología. Para los que gusten<br />
de una defensa entusiasta, les aconsejo los estimulantes<br />
Diálogos de George Steiner con Ramin Jahanbegloo,<br />
Madrid, l994, ed. Anaya-M. Muchnik,<br />
págs. 121 y sigs. (Frente a esas palabras, resulta<br />
desconcertante que en una propuesta de lecturas<br />
canónicas como la del libro de H. Bloom falten todos<br />
los clásicos antiguos, griegos y latinos. Se trata<br />
de una ausencia explicable por razones de comodidad.<br />
Sospecho que faltan por la escasa competencia<br />
y poco interés del canonizador al respecto. ¡Curiosa<br />
marginación del canon de una literatura que se<br />
fundó sobre esos modelos!).<br />
12 Los estudios de lenguas clásicas no son<br />
obligatorios ni siquiera en algunas Facultades de<br />
Filología, pero me parece aún más sintomático del<br />
actual menosprecio de las enseñanzas de Letras el<br />
que haya aparecido una nueva titulación de “Humanidades”<br />
en la que apenas se estudia un poco de<br />
latín y nada de griego. No sé qué destino pretenderán<br />
los licenciados en esa licenciatura tan general,<br />
aderezada con materias muy vastas y con un componente<br />
de “nuevas humanidades”, que más bien<br />
parece un barato sucedáneo de los antiguos cursos<br />
comunes desaparecidos de las antiguas y a su vez<br />
muchas veces cuarteadas Facultades de Filosofía y<br />
Letras. Pueden verse como educadores en materias<br />
de letras sin carácter de especialistas. en cualquiera<br />
de sus disciplinas o asignaturas. No creo necesario<br />
subrayar que el conocimiento riguroso y especializado<br />
en una Filología o en una rama de Historia o<br />
en Filosofía parece imprescindible para ejercer como<br />
profesor o como divulgador, incluso a niveles<br />
elementales, y que esas rebajas en la formación de<br />
profesores son, en nuestra situación actual, algo sin<br />
mucho sentido y que no mejorará el prestigio del<br />
profesorado de Letras.<br />
de Occidente; es internarse en un repertorio<br />
de palabras, figuras, instituciones e<br />
ideas que han configurado no sólo la filosofía,<br />
sino la mitología y la literatura del<br />
mundo clásico, no ya sentido como paradigma<br />
para la imitación, sino como invitación<br />
a la reflexión, la contestación crítica y,<br />
en definitiva, el diálogo. en profundidad.<br />
La lectura de los grandes textos clásicos<br />
sigue siendo una experiencia educativa<br />
esencial 11 . Los griegos y latinos están en la<br />
base de esa tradición. Olvidarlo es traicionar<br />
la esencia del humanismo europeo.<br />
Pero no es menos obvio que para leer y<br />
entender esos grandes textos no es necesario<br />
saber latín ni griego; y no hay que pretender<br />
que ni los estudiantes ni la mayoría<br />
de lectores vayan a leerlos en sus idiomas<br />
originales, como los grandes humanistas.<br />
Eso es privilegio de muy pocos especialistas,<br />
esos discretos happy few que pueden<br />
permitirse ese placer intelectual ya raro.<br />
No es tan ambicioso el objetivo de las enseñanzas<br />
de las lenguas antiguas; pero conviene<br />
no olvidar que un cierto conocimiento<br />
del griego clásico, cierto manejo<br />
de las palabras y sus sentidos etimológicos<br />
y su historia sigue siendo el bagaje más válido<br />
para manejar ciertos conceptos y textos<br />
clásicos con un buen rigor filológico y<br />
filosófico. Y eso puede adquirirse, aquí en<br />
nuestro país, con los actuales medios de<br />
profesorado en los centros de bachillerato<br />
y en las facultades universitarias 12 . Parecería<br />
insensato arrojar por la borda esas posibilidades<br />
y cercenar unos estudios clásicos<br />
de buen nivel científico. Sería una muestra<br />
más del desinterés oficial por una enseñanza<br />
de calidad. Sin embargo, eso es lo<br />
que, con escasos miramientos, se viene haciendo.<br />
¡Ojalá que el pendiente debate sobre<br />
el tema de las humanidades, hecho a<br />
fondo, ayude a invertir o contrarrestar en<br />
algo esa tendencia! n<br />
Carlos García Gual es catedrático de Filología<br />
Griega y escritor. Autor de Introducción a la mitología<br />
griega y La Antigüedad novelada.<br />
30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
1Que en los últimos años no cesen de<br />
oírse voces a favor de la presencia de<br />
las humanidades en los programas escolares,<br />
por aquello de que sólo tales materias<br />
harían posible una formación plenamente<br />
humana, compensando el tremendo peligro<br />
de una excesiva especialización técnico-profesional<br />
con el contrapeso de esa<br />
dimensión trascendente y global en que<br />
se cifraría la más genuina condición del<br />
hombre, revela precisamente que las disciplinas<br />
humanísticas no gozan ya de la sólida<br />
posición que en otro tiempo hizo innecesario<br />
insistir tanto en su apología. En<br />
efecto, una sospecha se extiende en las sociedades<br />
avanzadas sobre aquellos conocimientos<br />
que son excesivamente refractarios<br />
al pragmatismo imperante, como es<br />
el caso de buena parte de los estudios humanísticos.<br />
Se oye una y otra vez sostener<br />
a los bravos defensores de la fortaleza humanística<br />
que la razón principal de la presencia<br />
en la escuela de dichos estudios es<br />
que nos hablan de la realidad más preciosa<br />
para nosotros: nosotros mismos. Las<br />
humanidades nos informarían de las<br />
obras más excelsas que hemos sido capaces<br />
de crear a lo largo del tiempo; y puesto<br />
que toda obra refleja de algún modo a<br />
su creador, nos estarían diciendo cuál es<br />
nuestro verdadero ser, en qué consiste<br />
nuestra dignidad como hombres. Demos<br />
por buena dicha respuesta.<br />
Ahora bien, al punto surge una dificultad<br />
grave: ¿cómo podemos saber quiénes<br />
somos esos de los que las humanidades<br />
dicen que son? Una posible respuesta,<br />
muy extendida, es que por “nosotros” debe<br />
entenderse lo siguiente: los hombres,<br />
los miembros de la especie humana. Sean<br />
cuales sean los accidentes que nos distinguen,<br />
todos los hombres seríamos esencialmente<br />
idénticos. Y las humanidades<br />
nos aportarían una noticia rigurosa y profunda<br />
de esa identidad humana. Además,<br />
y esto sería lo más importante, nos ofrece-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
LAS HUMANIDADES<br />
EN LA ESCUELA<br />
Entre el casticismo nacional y la libre vacuidad<br />
JAVIER AGUADO<br />
rían como guía de nuestra acción un modelo<br />
humano universalmente válido. Yo<br />
creo que tal justificación de los estudios<br />
humanísticos es muy problemática. La<br />
humanidad es poco más que una realidad<br />
biológica. En efecto, no existe una cultura<br />
de la humanidad, esto es, un patrimonio<br />
universalmente admitido de creencias, valores,<br />
mitos, que pudiera fundar una idea<br />
–y un ideal, por supuesto– del hombre.<br />
No hay un concepto relevante de humanidad,<br />
por mínimo que sea, que compartan<br />
las diferentes culturas; a lo sumo, nos<br />
encontramos con un compendio de vaguedades<br />
humanísticas, tan bienintencionadas<br />
como superficiales.<br />
Pero descartada esa vía ecuménica<br />
que, queriendo descubrir el centro donde<br />
confluirían y armonizarían las diferencias<br />
humanas, tiene que contentarse con una<br />
sabiduría de pacotilla, no está todo perdido<br />
para quien pretenda alcanzar un modelo<br />
absoluto de humanidad. Aún le quedan<br />
otras opciones, más concretas y sustantivas<br />
que la anterior. Una de ellas, muy<br />
transitada a lo largo de los siglos, consiste<br />
en identificar dicho modelo, que no pudo<br />
ofrecerse bajo la forma de un abstracto<br />
denominador común, con una realidad<br />
histórica particular, pero procurando a la<br />
vez que su vigencia sea universal. Éste es<br />
el caso de toda apuesta por una historia<br />
sagrada, según la cual los avatares de los<br />
elegidos deberían ser leídos como un texto<br />
que revela ese mensaje absoluto que ha<br />
de modelar la vida de los hombres; es<br />
también el caso de toda exaltación de una<br />
cultura concreta, por lo general desaparecida<br />
hace mucho y que ha adquirido la<br />
reputación de clásica, en la que se quiere<br />
ver un ejemplo eterno de excelencia humana;<br />
o es también el caso, por poner el<br />
ejemplo de un fenómeno cuyo poder es<br />
muy intenso en nuestros días, de ese espejismo<br />
por virtud del cual el dominio civilizatorio<br />
que una parte del planeta es ca-<br />
paz de imponer al resto gracias a factores<br />
meramente fácticos se nos aparece como<br />
el reino legítimo y neutral de la razón.<br />
Creo que esta opción, que hace de<br />
una realidad particular la encarnación de<br />
lo absoluto, adolece de cierta fragilidad,<br />
aunque sólo sea porque los hombres modernos<br />
hace tiempo que prescindieron de<br />
la creencia en la posibilidad de poseer un<br />
criterio objetivo que permitiera dar con<br />
algo absoluto. Ya no es posible –quizá ni<br />
siquiera se desee– saber si la matemática<br />
griega supera a la teosofía hindú, si el arte<br />
gótico es de un rango más elevado que el<br />
de la caligrafía árabe, si vale más la física<br />
cuántica o la espiritualidad zen, el uso<br />
místico del peyote o el consumo de cerveza.<br />
Tampoco es posible encontrar algún<br />
contenido común a esa prodigiosa variedad<br />
cultural que habita la tierra. Pero si<br />
carecemos de esa vara universal con que<br />
medir culturas, único medio de poder<br />
elegir una de ellas como paradigma de la<br />
perfección humana, nos queda otra posibilidad:<br />
entender por “nosotros” sólo los<br />
miembros de un grupo humano particular.<br />
En este caso, la bondad didáctica de<br />
las humanidades se debería a la creencia<br />
de que nos dicen quiénes somos diciéndonos<br />
cuál y cómo es la tribu a la que<br />
pertenecemos. Se espera de ellas que nos<br />
ofrezcan una forma de pertenencia más<br />
concreta, plena, cordial, cálida y entusiasta<br />
que la derivada del frío y racional concepto<br />
de humanidad. Gracias a las humanidades<br />
conoceríamos y amaríamos el pasado<br />
de la nación a la que pertenecemos:<br />
de qué edades remotísimas viene, qué gestas<br />
sobrehumanas acometió y cuán gloriosa<br />
llegó a ser su condición; también conoceríamos<br />
y amaríamos el territorio que<br />
nos fue concedido habitar y, muy especialmente,<br />
conoceríamos y amaríamos<br />
nuestra lengua, incluso –un don concedido<br />
a pocos– podríamos llegar a amarla sin<br />
conocerla.<br />
31
LAS HUMANIDADES EN LA ESCUELA<br />
Es el caso que algunos ya comienzan<br />
a defender el estudio de la cultura clásica,<br />
hasta hace poco un dominio del espíritu<br />
vinculado a una concepción universalista,<br />
mediante un argumento que, a pesar de<br />
las apariencias, está lleno de resabios nacionales.<br />
Dice así: puesto que formamos<br />
parte de una gran comunidad histórica,<br />
social y cultural, Europa, nos importa<br />
mucho conocer cuál sea su identidad,<br />
uno de cuyos ingredientes más importantes<br />
es, cómo no, el sobrio y luminoso espíritu<br />
helénico. La defensa de la cultura<br />
grecorromana, no como ejemplo para todos<br />
los hombres, sino por el hecho de que<br />
quiere verse en ella una de las señas de<br />
identidad que permitan destacar sobre el<br />
fondo, huelga decir que inhóspito, de los<br />
correspondientes bárbaros la novedosa realidad<br />
política que va emergiendo en el<br />
continente europeo, perpetúa a gran escala<br />
los modos casticistas del viejo nacionalismo.<br />
Es cierto que se oyen últimamente<br />
con harta frecuencia afirmaciones de este<br />
tenor neonacionalista; pero es probable, y<br />
deseable, que, en unas sociedades cada<br />
vez más abiertas y atomizadas, no seduzca<br />
durante mucho tiempo esa renovada invitación<br />
al chauvinismo colectivo.<br />
¿Qué hacer entonces? Sin duda, podemos<br />
descartar, por insustancial, la tentativa<br />
de hallar algo así como un sustrato común<br />
a las diferentes culturas, aquello en<br />
lo que se solaparían las infinitas versiones<br />
de la creatividad humana. Dejemos esa retórica<br />
para el uso ceremonial de la Unesco.<br />
Dicho esto, creo que nadie negará que<br />
sería muy sensato introducir en nuestras<br />
escuelas el estudio exhaustivo de contenidos<br />
ajenos a nuestra propia tradición cultural,<br />
llegando incluso al extremo de eliminar<br />
esta última si tuviéramos la seguridad<br />
de que aquellos gozan de un valor<br />
objetivo supremo; pero la carencia de toda<br />
medida común y objetiva, un dato<br />
irrenunciable de la modernidad, no justifica<br />
que adoptemos tal opción. Ahora<br />
bien, elegir algo por el mero hecho de<br />
pertenecer al dominio cerrado de un nosotros<br />
particular, definido por su oposición<br />
a un genérico e impreciso los-otros, no pasaría<br />
de ser un síntoma de idiocia cultural.<br />
2Sin duda, que no sea fácil hallar una<br />
razón convincente a favor del estudio<br />
de las asignaturas de letras es uno de los<br />
factores que más han de condicionar en<br />
un futuro próximo el lugar de las mismas<br />
en los programas escolares. De hecho, ya<br />
empiezan a sufrir las consecuencias negativas<br />
de esa dificultad. Aunque, cómo no,<br />
la respuesta contra la nueva situación no<br />
se ha hecho esperar. Se han oído últimamente<br />
no pocos lamentos, en los que no<br />
se distingue bien lo doctrinal de lo sindical,<br />
ante el triste destino a que se verían<br />
abocadas las humanidades por culpa de la<br />
última reforma de la enseñanza no universitaria.<br />
Parece ser que nos amenaza un futuro<br />
sombrío en el que una tecnología<br />
deshumanizada campará por sus respetos,<br />
al margen de cualquier tipo de orientación<br />
y freno éticos que sólo podría suministrar<br />
una educación humanística. Estos<br />
augurios melancólicos no deberían hacernos<br />
olvidar que la nostalgia que revelan,<br />
aun sin saberlo, lo es de un estado de cosas<br />
que también dejaba mucho que desear.<br />
En efecto, quienes deploran la nueva situación<br />
del estudio de las humanidades<br />
suelen fundar la necesidad de que sean<br />
enseñadas tales materias, por encima de<br />
cualquier otra consideración, en el hecho<br />
de que nos dicen cómo se ha formado y<br />
desarrollado nuestra cultura, y nos ayudan<br />
así, por lo visto, a saber qué somos. No es<br />
difícil detectar en toda esa cantinela (que<br />
se dice humanística, pero que ha traicionado<br />
lo mejor del espíritu renacentista<br />
que alumbró el estudio de las humanidades)<br />
un regusto comunitario, nacionalista<br />
en muchas ocasiones, que se expresa en<br />
forma de defensa de una realidad supraindividual<br />
cuya abrumadora identidad interna<br />
corre paralela a una rígida diferenciación<br />
externa y que opera como instancia<br />
suprema desde la que se juzga el valor<br />
de toda suerte de casos y cosas. Conforme<br />
a este egoísmo colectivo, cada hombre sería<br />
poco más que un accidente de una particular<br />
colectividad, apenas una sombra<br />
atravesada por una identidad sustantiva y<br />
común que viene de muy lejos en el tiempo.<br />
De ahí surge una pedagogía de la memoria<br />
colectiva, que favorece el estudio de<br />
las humanidades pero que, olvidándose<br />
del valor que en sí mismas pudieran tener<br />
éstas, si es que lo tienen, sólo las estima en<br />
tanto en cuanto se subordinen a las necesidades<br />
colectivas: sobre todo, a la necesidad<br />
de construir una identidad supraindividual<br />
en el tiempo.<br />
Quede dicho de una vez por todas: el<br />
estudio de las humanidades se ha convertido<br />
a menudo, cosa que quieren ignorar<br />
muchos de los que se quejan de los malos<br />
tiempos que corren para tales disciplinas,<br />
en una máscara del ídolo de la identidad<br />
nacional. Allí donde ha triunfado el nacionalismo<br />
no ha dejado de reclamarse de<br />
la escuela el debido tributo a esa identidad.<br />
Y es que, conforme a dicha ideología,<br />
en cada pueblo habría oculto un principio<br />
vital que, en el curso de la historia,<br />
se habría expresado, objetivado, en una<br />
lengua, una poesía, un arte, una organización<br />
social, etcétera; en consecuencia estas<br />
expresiones culturales, en las que se manifestaría<br />
la íntima y preciosa realidad nacional,<br />
deberían ser conocidas por las<br />
nuevas generaciones, encargadas de perpetuar<br />
por medio de dicho conocimiento la<br />
identidad nacional.<br />
El concepto de cultura (me refiero a<br />
la cultura reificada, entendida como depósito<br />
social de creencias; no, a la cultura<br />
subjetiva, concebida como una tarea, como<br />
un cultivo, en este caso no de la tierra<br />
sino del hombre) resultó ser un vehículo<br />
privilegiado de la ideología nacionalista,<br />
pues dicho concepto remite necesariamente<br />
al pasado. No hay cultura sin historia;<br />
una cultura instantánea no puede<br />
existir: no sería más que moda; sólo si ésta<br />
cuaja y se convierte en costumbre permanente<br />
alcanzará la dignidad cultural. Al<br />
proyecto futurista, abstracto y universal<br />
de la ilustración, el romanticismo nacionalista<br />
opuso el espesor temporal, la historicidad<br />
concreta de la noción de cultura.<br />
Y si las humanidades miraban hacia el pasado,<br />
si eran unas ciencias monumentales,<br />
consagradas a la rememoración piadosa,<br />
no es de extrañar que la pedagogía nacionalista<br />
se sirviera de ellas para sus fines. El<br />
saber humanístico se adaptaba a ese designio<br />
de conmemoración y perpetuación, a<br />
ese culto de lo memorable cuyo primer<br />
mandamiento exigía guardar memoria de<br />
los muertos, suelo nutricio del que nos<br />
mantendríamos los vivos.<br />
Es bastante significativo al respecto<br />
que los partidos nacional-conservadores<br />
otorguen tanta importancia a la enseñanza<br />
de las humanidades, en las que ven un<br />
refugio seguro de la perdurabilidad del ser<br />
nacional. Para el pensamiento conservador,<br />
la educación no debe ser una mera<br />
gimnasia, ayuna de contenidos, dirigida al<br />
exclusivo desarrollo de una personalidad<br />
flexible y adaptable. Ese modelo educativo<br />
estrictamente instrumental –afirman<br />
los conservadores– puede servir para sociedades<br />
primitivas, carentes de una cultura<br />
rica y diversificada; pero nosotros<br />
–continúan– no nos encontramos en tal<br />
situación, puesto que hemos heredado<br />
una tradición valiosa de cuya pervivencia<br />
somos responsables ante las generaciones<br />
futuras; por ello –concluyen– la misión de<br />
nuestra escuela no puede limitarse a facilitar<br />
el desarrollo por parte del alumno de<br />
unas aptitudes, sino que debe ofrecerle el<br />
contenido sustantivo del pasado cultural<br />
de la comunidad. Frente a la virtualidad<br />
individualista, fomentada por una educa-<br />
32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
ción sin contenidos, el pensamiento conservador<br />
resalta el valor de la memoria de<br />
la cultura objetiva que define un espíritu<br />
nacional.<br />
3A pesar de ese componente nacionalista<br />
que se ha adherido a los estudios<br />
humanísticos, son muchos los que, sin<br />
conciencia de ese hecho, abogan por una<br />
recuperación de la importancia que tuvieron<br />
tales materias en el pasado. Y, natural-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mente, no han faltado en nuestro país las<br />
correspondientes promesas del Partido<br />
Popular (PP), las cuales –ahora están descubriendo<br />
sus destinatarios– escondían<br />
una ambigüedad poco menos que fraudulenta.<br />
En efecto, el compromiso de mejorar<br />
la enseñanza de las humanidades, realizada<br />
por dicho partido cuando estaba en<br />
la oposición y reiterada a su llegada al poder,<br />
había sido interpretada hasta ahora<br />
como un compromiso de potenciar el es-<br />
JAVIER AGUADO<br />
tudio de las letras; en particular de aquellas<br />
materias que habían visto cómo se reducía,<br />
en algunos casos drásticamente, su<br />
peso en la última reforma de los estudios<br />
no universitarios. Como no podía ser de<br />
otra manera, los afectados por las últimas<br />
reducciones entendieron que lo que se estaba<br />
ofreciendo era, en último término,<br />
un aumento de las horas dedicadas a tales<br />
asignaturas.<br />
Pero, a la hora de la verdad, se han<br />
encontrado con la desagradable sorpresa<br />
de que lo ideado por la ministra de Educación<br />
y Cultura para lograr la mejora de<br />
las humanidades es un plan en el que, al<br />
menos en su primera fase, no se habla en<br />
absoluto del esperado aumento de horas.<br />
La presunta mejora consiste, ante todo,<br />
en un cambio de contenidos que acerca<br />
éstos a los gustos doctrinales más rancios<br />
del PP, en especial a su afición a un nacionalismo<br />
no más legítimo, aunque tampoco<br />
menos, que el surgido en el seno de<br />
algunas minorías territoriales. Cuando lo<br />
que se esperaba era una modificación técnica,<br />
ideológicamente neutral, de los estudios<br />
humanísticos, que, al margen de la<br />
tentación de satisfacer las propias parcialidades<br />
ideológicas, mejorase la calidad de<br />
los mismos, lo único que se ve en las primeras<br />
medidas dadas a conocer no es más<br />
que el afán por recuperar una orientación<br />
españolista de la enseñanza; es verdad que<br />
bastante olvidada últimamente en parte<br />
del territorio español por virtud de una<br />
vaguedad en los contenidos mínimos<br />
marcados por la administración central<br />
que ha permitido que algunos gobiernos<br />
más o menos nacionales propendan, a la<br />
hora de la concreción de las imprecisas<br />
orientaciones recibidas de Madrid, a resaltar<br />
sobre todas las cosas su hecho diferencial.<br />
La propuesta ministerial ha desencadenado<br />
una polémica desaforada entre los<br />
que militan en las diversas filas nacionalistas.<br />
Ello hace pensar que todos, centralistas<br />
y periféricos, entienden que lo que importa<br />
no es si los estudiantes han de conocer<br />
mucho, poco o nada de cosas tales<br />
como la guerra del Peloponeso, la poesía<br />
de Catulo, el aoristo de los verbos griegos<br />
y otras curiosas antigüedades, sino quién<br />
va a ser capaz de crear nación, esto es,<br />
quién dispondrá de los mayores medios<br />
para imponer a los estudiantes la idea de<br />
cuál es su comunidad emocional de pertenencia.<br />
Unos y otros juegan a lo mismo,<br />
sólo que en equipos distintos. Nadie duda<br />
de que los estudios humanísticos han sido<br />
puestos en algunas comunidades autónomas<br />
al servicio de la construcción de una<br />
33
LAS HUMANIDADES EN LA ESCUELA<br />
conciencia nacional cuya principal característica<br />
no es la amplitud de miras; pero<br />
muchos de quienes han decidido razonar<br />
a favor de las bondades del proyecto ministerial,<br />
denunciando el empobrecimiento<br />
a que conduce una concepción localista<br />
de la educación y de la cultura, no tardan<br />
en despojarse del disfraz cosmopolita y en<br />
apelar a la misma premisa patriótica y cerrada<br />
que afean al enemigo. El consejo<br />
oportunista de mirar más allá de la patria<br />
chica no es más que una triquiñuela retórica,<br />
por cuanto suele indicar también<br />
cuál es el espacio al que debe ceñirse dicha<br />
expansión visual –no sea que la mirada se<br />
extravíe por donde no debiera–. En efecto,<br />
el mismo que está dispuesto a lamentarse<br />
de que los jóvenes andaluces pudieran<br />
llegar, si las cosas no se enderezan, a<br />
desconocer todo lo que queda al norte de<br />
Despeñaperros, no quedaría muy satisfecho<br />
en el caso hipotético de que esos mismos<br />
jóvenes creyeran escuchar ancestrales<br />
voces que les invitasen a subrayar la dimensión<br />
andalusí de su comunidad, y<br />
concebirla por ello como una variante de<br />
la dilatadísima civilización que se extiende<br />
al otro lado del estrecho. Quien no se harta<br />
de recomendar que los estudiantes catalanes<br />
no vean encerrados sus conocimientos<br />
geográficos en los límites de Cataluña,<br />
es obvio que no está invitando a que se familiaricen<br />
demasiado con la unidad paisajística<br />
de la cuenca mediterránea, claramente<br />
diferenciada de territorios interiores<br />
como la meseta castellana; ni siquiera<br />
a que descubran la otra cara pirenaica. El<br />
que ridiculiza la miopía cultural de otros<br />
(que les lleva, por ejemplo, a incluir en<br />
sus programas de estudio la doctrina de<br />
Sabino Arana, no muy sutil según los antropólogos<br />
culturales que se han aventurado<br />
a entrar en sus textos) admite sin rechistar<br />
el proyecto ministerial que convierte<br />
a Ortega y Gasset en uno de los<br />
poquísimos filósofos cuya lectura será recomendada<br />
en el nuevo bachillerato, se<br />
supone que por la muy filosófica razón de<br />
que tiene que haber algún autor español<br />
en ese selecto grupo.<br />
El uso de algunas asignaturas humanísticas<br />
como instrumentos aptos para la<br />
creación en los alumnos de una determinada<br />
conciencia nacional conlleva una deformación<br />
de las mismas que llega a desmentir<br />
incluso la misma denominación de<br />
humanidades, la cual apunta a fines muy<br />
diferentes. No deja de encerrar alguna paradoja<br />
el hecho de que haya heredado la<br />
denominación de “humanidades” un grupo<br />
de materias cuya coincidencia temática<br />
con los studia humanitatis del renacimien-<br />
to no debería cegarnos sobre una radical<br />
diferencia. Es cierto que se ha sostenido,<br />
con no poca razón, que ya estaría obrando<br />
un designio protonacionalista en los primeros<br />
estudios humanísticos desarrollados<br />
en la península itálica. Por ejemplo, los intentos<br />
de recuperar el latín clásico se habrían<br />
debido a tratarse de la lengua que<br />
habló en su época más gloriosa la nación<br />
italiana, identificada un tanto forzadamente<br />
con Roma; así mismo, el desprecio<br />
del latín de las universidades medievales<br />
no se debería tanto a su pésima calidad<br />
como al hecho de ser un obstáculo al renacimiento<br />
de la conciencia nacional italiana,<br />
que andaba disuelta en el océano de<br />
la cristiandad medieval. Pero, sin necesidad<br />
de negar la verdad de dicha apreciación,<br />
no es menos cierto, como muestra el<br />
éxito logrado por el movimiento renacentista<br />
más allá de la península italiana, que<br />
ese incipiente nacionalismo fue compatible<br />
con un talante que, lejos de ensimismarse<br />
en el culto de una eventual identidad<br />
particular, supo celebrar las excelencias<br />
de un modelo que se quiso universal:<br />
la antigüedad clásica. Olvidado ese espíritu<br />
renacentista, el siglo XIX nacionalizó<br />
las humanidades. Ello, sin duda, enriqueció<br />
el contenido de las mismas, en el que<br />
también iban a tener su legítimo lugar las<br />
variadísimas tradiciones populares, hasta<br />
entonces despreciadas. Pero también resultó<br />
que, viniendo a ser identificadas en<br />
adelante las humanidades con un quimérico<br />
espíritu nacional, se vieron abocadas a<br />
servir de instrumentos ideológicos de ese<br />
nuevo despotismo por el que los habitantes<br />
de un determinado territorio quedaban<br />
convertidos en poco más que esclavos de<br />
su propia transmutación hipostática: la<br />
Nación, el Pueblo, la Raza…<br />
Naturalmente, el nacionalismo tiene<br />
sus consecuencias ópticas. Toda pertenencia<br />
nacional produce un cierto estrabismo:<br />
una limitación que no causaría grandes<br />
problemas si no fuera porque las diferencias<br />
de perspectiva causadas por la<br />
diversidad de fidelidades nacionales tienen<br />
la naturaleza abismal, insuperable, de<br />
todo lo irracional. Vaya usted a saber por<br />
qué hay quien decide sentirse español, o<br />
berciano, ante todo; por qué se elige ser<br />
valenciano acosado por el monstruo pancatalanista,<br />
o catalán sojuzgado por el indolente<br />
poblachón manchego, o europeo<br />
a merced de los caprichos norteamericanos.<br />
Lo cierto es que, una vez tomada la<br />
decisión, cuyo último y más sólido fundamento<br />
es la real gana, de sentirse recorrido<br />
por tal o cual identidad colectiva, se<br />
hace imposible unificar por vías racionales<br />
las perspectivas, a todas vistas inconmensurables,<br />
de quienes se alistan en patrias<br />
diferentes.<br />
No deja de presentarse dicho sesgo<br />
nacional de la mirada cuando ésta se dirige<br />
al pasado, a la historia. No hace mucho<br />
que un europarlamentario británico mostraba<br />
su rechazo más completo a la idea de<br />
escribir una historia europea, en la que,<br />
temía el recalcitrante insular, Napoleón<br />
dejaría de ser el personaje aborrecible que<br />
enseñan los manuales de historia que él estudió.<br />
Desde luego, el caso de ese europarlamentario,<br />
cuyos juicios no tienen por<br />
qué estar presididos por una exquisita probidad<br />
intelectual, no tiene mucho que ver<br />
con el del historiador escrupuloso que<br />
busca simplemente la verdad; pero debe<br />
advertirse que desacuerdos tales como los<br />
que se dan a la hora de abordar la historia<br />
no se deben sólo a que se recurra por lo<br />
general a una manipulación consciente del<br />
pasado. El problema es más profundo: por<br />
sí sola la elección del tema de la narración<br />
histórica determina una perspectiva.<br />
Por más que los historiadores se ciñeran<br />
siempre a una metodología rigurosa,<br />
no lograrían conciliar, pongamos por caso,<br />
una narración cuyo tema fuera la gradual<br />
formación de España y otra que versara<br />
sobre la de Cataluña. No podrían<br />
conceder en ambos casos el mismo significado<br />
a sucesos que, siendo comunes a las<br />
trayectorias temporales de ambas realidades,<br />
les afectan de modo muy distinto.<br />
Por ejemplo, la política del conde-duque<br />
de Olivares encaminada a implicar a los<br />
reinos catalano-aragoneses en las empresas<br />
de la monarquía española, que venían<br />
siendo sostenidas, sobre todo, con el esfuerzo<br />
de Castilla, si es contemplada en el<br />
marco de la historia de la construcción de<br />
España, ha de ser enjuiciada, a pesar de<br />
todo lo que haya de reprochable en ella,<br />
positivamente, aun en calidad de tentativa<br />
prematura e insatisfactoria. Y es que todo<br />
aquello que entendamos que trabajó a favor<br />
de una plena realización de la entidad<br />
española no puede sino merecernos un<br />
juicio positivo siempre que nos situemos<br />
en el contexto de una historia cuyo objeto<br />
sea el devenir de España.<br />
La razón de esa valoración positiva no<br />
tiene por qué ser ideológica, algo así como<br />
un patriotismo español que condicionara<br />
desde fuera la labor científica del historiador,<br />
sino que viene exigida internamente<br />
por el propio discurso: en un discurso no<br />
se puede ir en contra de lo que facilite la<br />
constitución del objeto del discurso. Por<br />
la misma razón literaria, si esa política<br />
centralizadora del valido de Felipe IV es<br />
34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
analizada en el marco de una historia que<br />
quiera contar la formación de Cataluña,<br />
aparecerá como un accidente negativo,<br />
como un obstáculo lamentable de la posible<br />
conquista de una plenitud catalana.<br />
En efecto, en este caso se trata de un elemento<br />
discursivo que, paradójicamente,<br />
roe el propio objeto del discurso. Y no es<br />
sólo diferente el juicio que pueda merecer<br />
el mismo hecho histórico: varía incluso su<br />
presencia textual, su relieve narrativo, y<br />
esto en los casos en que pueda hablarse de<br />
un mismo hecho (los hechos históricos no<br />
son átomos que el historiador descubre;<br />
son constructos estructurales que surgen<br />
dentro de contextos narrativos). El pasado<br />
es un paisaje cuya perspectiva cambia con<br />
nosotros; lo que desde un punto de vista<br />
se presenta como elemento clave que vertebra<br />
toda la composición, desde otro no<br />
es más que un accidente irrelevante, un<br />
adorno prescindible. El pasado, se ha dicho,<br />
se decide en el presente 1 .<br />
Los nacionalistas de la particularidad,<br />
que se sienten incómodos con la idea de<br />
que España sea una nación, han de apostar,<br />
como no podía ser de otro modo en<br />
todo buen nacionalista, por una historia<br />
de su territorio, y no por una historia de<br />
España en la que se les conceda una paternal<br />
acogida. Ello no significa que pretendan<br />
ignorar lo que desborde su ámbito territorial,<br />
sino que todo, lo de dentro y lo<br />
de fuera, lo interpretarán en función de la<br />
premisa que hace de su territorio un sujeto<br />
histórico. Seguirán ocupándose del pasado<br />
español, pero sin otorgarle otro rango<br />
que el de contexto explicativo de la<br />
historia de la nación por la que han optado,<br />
elevada a la dignidad de figura que<br />
realza sus nítidos perfiles sobre el fondo<br />
oscuro de lo que sólo cumple la función<br />
de marco genérico. No es diferente lo que<br />
1 Por ello quiero mostrar mi disconformidad,<br />
aunque sea de pasada, con quienes afirman cosas<br />
tales como que debemos conocer nuestros orígenes<br />
para conocer qué somos. Aparte de que tal aseveración<br />
es deudora de un esencialismo atemporal (como<br />
si se dijera: somos lo que siempre hemos sido)<br />
con el cual es difícil estar de acuerdo en tiempos<br />
tan historicistas como los que nos ha tocado vivir,<br />
lo que aquí quiero señalar ante todo es que las cosas<br />
suceden a la inversa: sólo estamos en condición<br />
de señalar cuáles son nuestros orígenes cuando hemos<br />
determinado qué entendemos por ese “nosotros”.<br />
Quizá pudiera salvarse el enunciado que concede<br />
tal preeminencia epistemológica a los orígenes<br />
sacándolo del ámbito, siempre discutible, de las<br />
proposiciones fácticas y otorgándole un rango definitorio<br />
por el que vendría a significar lo siguiente:<br />
entenderemos por “nosotros” al grupo que comenzó<br />
a existir en tal momento; pero es evidente que la<br />
verdad analítica de la proposición se salva al precio<br />
de su inanidad cognoscitiva: no hay nada que comprobar<br />
en una estipulación verbal.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
hace el historiador de España cuando<br />
atiende a sucesos que desbordan las fronteras<br />
españolas. Por ejemplo, el historiador<br />
de España que narra los hechos ocurridos<br />
en la Italia del siglo XVI no los<br />
contempla, en tanto que estudia la historia<br />
de España, como elementos de una<br />
posible historia italiana. Lo importante no<br />
son, pues, los datos históricos que se estudien,<br />
que podrían ser más o menos los<br />
mismos, sino quién hace las veces de sujeto<br />
de esa historia.<br />
Por lo dicho, no creo que sean armonizables<br />
las perspectivas encontradas que<br />
surgen de las diferentes lealtades nacionales<br />
apelando a la honradez intelectual de<br />
los historiadores, de la que no hay por<br />
qué dudar. Menos aún, recurriendo a piruetas<br />
verbales. Por más que la ministra<br />
de Educación y Cultura busque para la<br />
enseñanza de la historia de España un calificativo<br />
que no irrite los oídos autonómicos,<br />
no conseguirá nada: lo que les<br />
ofende no es que se hable de la historia<br />
unitaria de España, sino la misma idea de<br />
historia de España. Y se comprende que<br />
sea así: la idea de una historia de España<br />
no es otra que la idea de la historia unitaria<br />
de España, del mismo modo que el estudio<br />
de la historia de cualquier entidad,<br />
por muy interiormente diversificada que<br />
se muestre dicha entidad, y sin que importe<br />
lo que pueda tener la misma de artificiosa<br />
e inventada, no puede consistir<br />
más que en la búsqueda de aquello, por<br />
poco que sea, que comparten todas sus<br />
partes. Y es que, en el instante en que<br />
pensamos en una cosa, estamos pensando<br />
en una cosa.<br />
Así, cuando ha surgido la necesidad,<br />
política más que teórica, de escribir una<br />
historia de Europa, sea lo que sea lo que<br />
se quiera entender con la palabra “Europa”,<br />
no se ha dudado de que el reto planteado<br />
era encontrar las líneas históricas<br />
comunes a los pueblos europeos, o, lo que<br />
es lo mismo, dar con algo, por exiguo que<br />
pueda ser, en los diferentes pueblos europeos<br />
(se sobreentiende: de los pueblos<br />
compatibles con la definición del término<br />
“Europa” que previamente se haya dado<br />
por buena) que permita estudiarlos en<br />
conjunto, como una unidad. El objetivo<br />
no podía ser otro que construir un pasado<br />
europeo; no, tantos pasados como partes<br />
tenga Europa. Poco consigue, pues, la ministra<br />
de Educación y Cultura cuando<br />
pretende atemperar las estridencias de su<br />
precepto españolista (me refiero al que<br />
manda que se destaque en la historia de<br />
España su carácter unitario, compatible<br />
con la variedad que la enriquece) a base<br />
JAVIER AGUADO<br />
de jugar con los adjetivos. ¿Acaso cree que<br />
le servirá de mucho cambiar “unitario”<br />
por “común”? Una de dos: o “común” significa<br />
lo mismo que “unitario” o significa<br />
otra cosa. Pero, ¿qué otra cosa podría significar?<br />
No es muy probable que lo que se<br />
pretenda decir es que algunos pueblos<br />
compartieron cosas en el pasado en el modo<br />
en que, digamos, una guerra es común<br />
a sus contendientes, pues no habría modo<br />
de construir una nación sobre el recuerdo<br />
de tan tempestuosa comunidad pretérita,<br />
siendo preferible el olvido; tampoco es verosímil<br />
que con el término “común” sólo<br />
se signifique la mera yuxtaposición de<br />
unas historias sin ninguna otra relación<br />
entre sí que su vecindad, pues entonces<br />
no tendríamos una historia compartida,<br />
sino una suma de historias sustancialmente<br />
diversas, lo que tampoco puede ser lo<br />
mentado por quien reivindica la esencial<br />
unidad española. Luego, en boca de nuestra<br />
ministra, “común” no puede significar<br />
más que “unitario”, con lo que no hemos<br />
avanzado nada, cosa que ya sabían los defensores<br />
de las minorías nacionales desde<br />
el principio.<br />
Tan inútiles son esas maniobras verbales<br />
que, aunque la responsable de los<br />
asuntos educativos estuviera dispuesta a<br />
hacer el esfuerzo titánico, que nadie espera<br />
de ella, de volver del revés el precepto<br />
que manda apreciar debidamente la naturaleza<br />
unitaria de la historia de España, y<br />
pasará a ordenar que se atienda debidamente<br />
al carácter plural de dicha historia,<br />
esta nueva proposición sería tan unitaria<br />
como la primera, pues lo unitario está inscrito<br />
ya en la idea de una historia, todo lo<br />
diversificada que se quiera, de España. Al<br />
fin y al cabo, la afirmación de la pluralidad<br />
deja intacta la unidad diversificada<br />
por ella, pues sin tal unidad no hay modo<br />
de saber ante qué pluralidad estamos. La<br />
pluralidad ha de serlo de un ser. Es por esto<br />
por lo que afirmo que el mero hecho<br />
de hablar de la pluralidad española ya da<br />
por supuesta la validez del concepto de<br />
unidad española.<br />
4Lo dicho anteriormente contra la deformación<br />
patriótica a que se ven sometidos<br />
los estudios humanísticos pudiera<br />
parecer que dibuja, negativamente, un<br />
contramodelo didáctico. En efecto, es<br />
muy sensato suponer que toda crítica se<br />
hace desde el punto de vista de la adhesión<br />
a algún valor, o sistema de valores;<br />
que el trabajo negativo de la crítica depende<br />
de la creencia en la bondad de un<br />
proyecto alternativo; y, si las líneas anteriores<br />
eran hostiles a una concepción na-<br />
35
LAS HUMANIDADES EN LA ESCUELA<br />
cionalista de la enseñanza, que esperaba<br />
de la escuela que contribuyese a la perpetuación<br />
de unos saberes cristalizados en la<br />
forma de tradiciones culturales, podría<br />
deducirse, muy razonablemente, que en<br />
esas mismas líneas se defendía una pedagogía,<br />
llamémosla gimnástica, basada en<br />
el principio de que no importa tanto la<br />
transmisión de unos contenidos heredados<br />
cuanto el fortalecimiento de, como he<br />
oído en alguna ocasión, “los músculos intelectuales<br />
y morales del alumno”.<br />
Sin embargo, debo advertir contra toda<br />
tentativa de interpretar lo dicho más<br />
arriba como una defensa implícita de esta<br />
educación sin contenidos, dado que no<br />
siento mucho entusiasmo por unos métodos<br />
didácticos que, queriendo descargar<br />
la enseñanza de cualquier residuo de tradición<br />
cultural, pudieran llegar al extremo,<br />
como dicen los ingleses, de tirar el<br />
bebé con el agua sucia en que fue bañado.<br />
Eso ya está sucediendo. Ya se puede ver<br />
cómo la pedagogía de la que se sirvió el<br />
patriotismo va siendo, poco a poco, desplazada<br />
por otra, aún más pragmatista si<br />
cabe, que fomentará la aparición de unos<br />
individuos dotados de una maravillosa<br />
musculatura espiritual pero que sólo gesticularán<br />
en el vacío, dado que, por culpa<br />
de esa misma concepción rigurosamente<br />
instrumental de la cultura, no encontrarán<br />
contenidos sobre los que ejercer sus<br />
cultivadas aptitudes.<br />
Un pensamiento individualista como<br />
el que está conociendo ahora la modernidad,<br />
que ha construido un concepto de<br />
sujeto en el que lo esencial es una negatividad<br />
que lo libera de todo contenido<br />
identitario y comunal (ya no importa saber<br />
qué somos; y menos aún, si somos<br />
celtas, murcianos, padanos u otánicos),<br />
había de apostar por una renovación pedagógica<br />
que concediera menos importancia<br />
a la transmisión de contenidos y<br />
más al desarrollo de la personalidad integral<br />
del alumno. El objetivo ya no es la<br />
pervivencia de una cultura objetiva, aquellos<br />
contenidos que una educación nacionalista<br />
juzgara dignos de ser transmitidos<br />
a través de las generaciones; por el contrario,<br />
se apuesta por una cultura subjetiva,<br />
por el cultivo de las diversas potencialidades<br />
del alumno. La cultura objetiva, el cúmulo<br />
de saberes que nos legó el pasado,<br />
será concebida, tal como ya hiciera Montaigne,<br />
como un alimento que, lejos de ser<br />
vomitado como sucede en las malas digestiones,<br />
esto es, lejos de ser materia de un<br />
recitado memorístico y mecánico que devuelve<br />
intacto lo que recibió, ha de ser asimilado<br />
y trasformado en aptitudes, en ca-<br />
pacidades dispuestas para el futuro. Ya se<br />
trate de adquirir la capacidad de juzgar y<br />
criticar por sí mismo, de alcanzar la verdad<br />
sin necesidad de recurrir a la ortopedia<br />
de la autoridad; ya se trate de ser capaz<br />
de conducirse de un modo adecuado,<br />
de ser libre al mismo tiempo que cooperativo,<br />
autónomo a la vez que solidario, lo<br />
único que importa es el sujeto que se forma,<br />
no aquello de que se informa. El contenido<br />
es subordinado a la futura actividad<br />
del alumno, queda disuelto en la subjetividad<br />
de este.<br />
Sin embargo, ni siquiera la pedagogía<br />
más fascinada por el cultivo de lo aptitudinal<br />
puede prescindir de todo contenido.<br />
Aunque sólo sean como meros instrumentos,<br />
las obras ya creadas imponen su presencia.<br />
Y, si hace falta algo de contenido,<br />
parece pensarse, ¿no será lo más cómodo y<br />
sensato acudir al que tenemos a mano, a<br />
nuestro pasado cultural? De este modo,<br />
aun degradado al papel de sparring con el<br />
que entrenar los músculos del alumno, sobrevivirá<br />
el estudio de las humanidades.<br />
Pero éstas han de pagar la supervivencia<br />
con su deformación. Esa perversa mutación<br />
de las materias humanísticas ya está<br />
teniendo lugar. Asistimos no tanto, como<br />
se afirma a menudo, a la marginación de<br />
las humanidades en provecho de las disciplinas<br />
tecnocientíficas (no se olvide que<br />
las asignaturas de ciencias han sufrido una<br />
reducción no menos drástica en la reforma<br />
educativa), sino a la proyección sobre<br />
las primeras de la índole instrumental que<br />
es propia de los saberes tecnológicos, a la<br />
conversión de las humanidades en herramientas<br />
de trabajo. Así, no es raro oír cómo<br />
se defiende la enseñanza de las lenguas<br />
clásicas con el exclusivo argumento<br />
de que son muy útiles para desarrollar en<br />
el alumno no sé cuantas habilidades intelectuales,<br />
amén de una maravillosa disposición<br />
moral y cívica por mor de los altos<br />
ejemplos que ofrece la antigüedad, sin que<br />
adviertan quienes tan mal defienden esos<br />
estudios, degradándolos a la condición de<br />
gimnasia espiritual, que hay muchas actividades,<br />
seguramente más apreciadas por<br />
la clientela escolar, que sirven también, si<br />
no mejor, a esos fines aptitudinales.<br />
Una enseñanza de este tipo, huelga<br />
decirlo, ha perdido de vista, entre otras<br />
cosas, la preciosa singularidad de cada texto,<br />
su valor único e irreductible. Esa pérdida,<br />
producida hace ya algún tiempo,<br />
arrastró consigo la depreciación de la memoria.<br />
No podía ser de otro modo entre<br />
quienes dejaron de creer en la dignidad de<br />
los textos, de la unión singularísima de<br />
fondo y forma. En efecto, aquello que es<br />
juzgado como poseedor de un valor intrínseco<br />
y no instrumental, aquello que es<br />
estimado por sí mismo, exige el respeto de<br />
su integridad, que se le deja tal cual es.<br />
Nada de eso ha resistido los embates de la<br />
didáctica moderna. Es conocido, por<br />
ejemplo, el método de enseñar literatura<br />
de los actuales animadores pedagógicos.<br />
Utilizan los textos como pretextos, con el<br />
único fin de que el alumno desarrolle su<br />
capacidad lingüística. Con el siguiente resultado<br />
desolador: esa capacidad adquirida<br />
por el alumno habrá de ser usada, se<br />
supone, para elaborar nuevos discursos;<br />
pero estos no habrán de interesar a nadie<br />
salvo como mera ocasión instrumental<br />
que propicie el desarrollo de las capacidades<br />
lingüísticas de futuros alumnos, y así<br />
ad infinitum. El resultado no puede ser<br />
otro que la obtención de una capacidad<br />
verbal que se ejercerá en el vacío.<br />
Ni siquiera una materia de aristas tan<br />
duramente antimodernas como la religión<br />
escapa a ese proceso de vaciamiento. Reducido<br />
el adoctrinamiento católico, por<br />
evidentes imperativos de convivencia democrático-liberal,<br />
a la condición de asignatura<br />
optativa, surge alternativamente<br />
una enseñanza humanística de la cultura<br />
religiosa, desembarazada del hosco ropaje<br />
de la catequesis militante y abierta a la<br />
comprensión de las diversas modalidades<br />
de religiosidad que hemos ideado los<br />
hombres. En dicha asignatura, da igual<br />
conocer las mitologías amerindias o el puritanismo<br />
adventista, degustar el severo<br />
calvinismo o la abundancia católico-romana,<br />
sutilizar sobre los bizantinismos trinitarios<br />
o sobre las irrealidades del nirvana:<br />
se supone que todo sirve para potenciar la<br />
sensibilidad moral del alumno; sobre todo,<br />
su sentido de la tolerancia, que ejercerá<br />
sin mayores dificultades ya que las diferencias<br />
abismales entre los diversos dogmas<br />
habrán quedado disueltas en un<br />
magma de blanda y simpática espiritualidad,<br />
en una religiosidad sin religión. Así,<br />
la tolerancia se ejercerá cómodamente sobre<br />
la nada. La enseñanza de cualquier<br />
materia queda sometida a idénticos principios<br />
instrumentales. Más aun, por encima<br />
de la particularidad de cada disciplina,<br />
este formalismo didáctico, alérgico a la limitación<br />
que acompaña a todo contenido,<br />
hace de la optatividad uno de sus principios<br />
más queridos. Nada que objetar en<br />
principio. Pero no queda otro remedio<br />
que recelar un tanto de ese amable ideal<br />
cuando se entiende el sentido de dicha tolerancia<br />
pedagógica. Se ofrece al alumno<br />
la posibilidad de escoger entre un abanico<br />
amplísimo de opciones, no porque se con-<br />
36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
fíe en su capacidad de elección, confianza<br />
que a su vez remitiría a una previa confianza<br />
en la bondad intrínseca de lo elegido<br />
y en la correlativa maldad de la opción<br />
contraria, sino porque se supone que, se<br />
elija lo que se elija, da igual. La libertad de<br />
elección se basa en la indiferencia hacia los<br />
contenidos, cuya pluralidad es reabsorbida<br />
por la unidad de los fines aptitudinales<br />
perseguidos: desarrollo del pensamiento<br />
racional y crítico, potenciación de la personalidad<br />
responsable, libre y al mismo<br />
tiempo cooperativa, etcétera. Todo esto<br />
define, sin duda, una enseñanza tanto más<br />
libre cuanto más vacía.<br />
La subordinación de las humanidades<br />
a los intereses de la subjetividad, iniciada<br />
por una pedagogía al servicio de la nación<br />
concebida como sujeto colectivo, se ha<br />
visto intensificada en el nuevo modelo<br />
educativo. En este, la subsidiaridad de la<br />
cultura ha pasado a ser completa. Vaciada<br />
de todo contenido, ya no reviste la forma<br />
de objeto (en el sentido gnoseológico del<br />
término, es decir, como el espectáculo que<br />
se representa ante una consciencia) Ahora,<br />
la cultura es una suerte de alimento, algo<br />
que se come y se transforma en músculo;<br />
de modo que se pierde su más preciosa<br />
cualidad intrínseca: una virtud de fascinación<br />
que acaso no cuente con otro concurso<br />
que el de la más rigurosa intransferibilidad<br />
2 . La vieja cultura ha sido sacrificada<br />
al último dios de los tiempos<br />
modernos: un sujeto cuya índole proteica<br />
y vagabunda viene determinada por su<br />
originaria indeterminación. Hemos visto<br />
cómo esta consunción de la cultura arrastra<br />
consigo la caída de toda pedagogía que<br />
conceda algún protagonismo a los contenidos;<br />
y cómo dicho fenómeno tiene algunas<br />
consecuencias. El predominio de la dimensión<br />
aptitudinal de la enseñanza sobre<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
la transmisión de contenidos elimina cualquier<br />
posibilidad de que, en el futuro, los<br />
hombres podamos ser seducidos, arrebatados<br />
de nuestro melancólico narcisismo.<br />
Desaparecidos los contenidos, y, con ellos,<br />
toda alteridad respecto al sujeto, ya nada<br />
podrá ser estrictamente venerable: nada<br />
gozará de la necesaria lejanía para ello.<br />
Con ello se perderá la posibilidad de alcanzar<br />
una disposición piadosa; la cual, si<br />
bien se presta a atarnos a una cadena temporal<br />
hecha de tradiciones poco menos<br />
que sagradas, como quiere el pensamiento<br />
nacional-conservador, también nos ofrece<br />
las calidades más íntimas, las virtudes más<br />
incomunicables, de lo que, como materia<br />
de la conciencia, es rigurosamente insustituible.<br />
Estamos conociendo, pues, el extraño<br />
triunfo de una subjetividad tanto<br />
más pobre cuanto más omnívora, que dejó<br />
de revolcarse en lo propio y patrio, en<br />
lo idiosincrásico e idiótico, para así vagar,<br />
en una libertad sin límites, por las inmensidades<br />
de la nada. No será tarea fácil escapar<br />
a este fatal dilema que nos zarandea<br />
entre el casticismo y el vacío. n<br />
2 Aunque es cierto que la objetualidad también<br />
implica una subjetualidad (el objeto lo es para un<br />
sujeto, dicen los manuales de teoría del conocimiento),<br />
no es menos cierto que ahí no se da ninguna<br />
subordinación; menos aún, esa especie de asimilación<br />
orgánica, de alimentación, que nos propone<br />
la pedagogía instrumental. El objeto, sin<br />
dejar de darse ante un sujeto –alguien lo percibe–,<br />
permanece intacto en esa distancia gnoseológica.<br />
Además, el objeto preserva su condición singular e<br />
irrepetible. Todo lo que es pensado como un estímulo,<br />
o como un instrumento, o como un alimento<br />
(tal como le sucede a la cultura en el marco de<br />
toda filosofía de la subjetividad) es pensado por<br />
ello mismo como prescindible: por otro estímulo,<br />
otro instrumento, otro alimento; en cambio, todo<br />
lo que es pensado como objeto es pensado por ello<br />
mismo como irreemplazable. El objeto, en cuanto<br />
tal objeto, es rigurosamente único; su pérdida es<br />
irreparable; nada puede suplantarlo. Por ello, la objetualidad<br />
es la mejor garantía de la pluralidad. Javier Aguado es profesor de Filosofía
No gustará a algunos, será utilizado<br />
“para articular con mis palabras el<br />
discurso al que me opongo”; otros,<br />
finalmente, pescarán con malla gruesa para<br />
dejar escapar la razón y capturar tan<br />
sólo los ladrillos de su propio edificio<br />
mental. En el fondo, el proceso de atribución<br />
casi nada tiene que ver con lo que<br />
realmente se dice; no obstante, lo diré: la<br />
propuesta de unificar la enseñanza de la<br />
historia es esencialmente interesante. En<br />
castellano es fundamental la diferencia de<br />
significación entre los participios presente<br />
y pasado de determinados verbos; de ahí<br />
que esta reflexión trate, en esencia, de la<br />
sustancial ruptura epistémica entre el ser<br />
susceptible de generar interés y el constituir<br />
un interés concreto y, por tanto, entre<br />
la concepción interesante y la concepción<br />
interesada.<br />
Sabemos (el viejo saber mediterráneo<br />
basado en lo que se supone que los informadores<br />
intermediarios saben o saben de<br />
otros intermediarios) que la historia la escriben<br />
los vencedores; conocemos, a ciencia<br />
cierta (luego ni lo uno ni lo otro, casi<br />
siempre), que cada Estado se explica a sí<br />
mismo a través de unas raíces que hunde<br />
en un pasado a menudo imposible; padecemos<br />
la ignorancia sobre nuestros particulares<br />
ancestros, de sus luchas, de sus<br />
derrotas, de sus herencias reprimidas y tergiversadas.<br />
Recordamos, con una viveza<br />
endurecida por la pervivencia de muchos<br />
de sus padres en el areópago de la construcción<br />
de la opinión, la explicación de nuestro<br />
ser colectivo basada en la máxima de<br />
Una, Grande y Libre situada en el resbaladizo<br />
y utilísimo tiempo fundante, mítico.<br />
Por ello hay una buena parte de razón en<br />
las voces que se alzan contra la unicidad<br />
reclamada, pero no obsta para que el miedo<br />
a la reinstauración del pasado académico<br />
de nuestro pasado histórico se pueda<br />
ver acompañado de una oculta, y quizá inconsciente,<br />
emulación de intenciones.<br />
MI HISTORIA ES MÍA<br />
ALEJANDRO MIQUEL NOVAJRA<br />
El derecho a la autodeterminación, la<br />
búsqueda de la identidad nacional, sea en<br />
el sentido de nación política o de nación<br />
cultural de Mira, no deberían ser cuestionados;<br />
pero se trata de propuestas políticas<br />
y como tales deben considerarse. Sin embargo,<br />
no son pocos los que, incluso desde<br />
una perspectiva académica, buscan y rebuscan<br />
en la historia particular la razón<br />
diferencial de la historia nacional. Durante<br />
la dictadura franquista la españolidad<br />
nacía con los Reyes Católicos, precedidos<br />
de agnati ucrónicos; se expandía a lo largo<br />
del glorioso imperio para disiparse, misteriosamente,<br />
hasta el advenimiento del<br />
Fuero de los Españoles. Hoy día podemos<br />
oír y leer propuestas que sitúan en los genes<br />
de las huestes de Jaume I la catalanidad<br />
de la Nación Països Catalàns, o en los<br />
factores sanguíneos y antropomórficos de<br />
los agotes la esencia vasca. Mutatis mutandi,<br />
me recuerda a los argumentos pretendidamente<br />
etnológicos que algunos movimientos<br />
feministas americanos de los setenta<br />
reconstruían para “justificar” el<br />
espacio social que la mujer debía recuperar<br />
en la cotidianidad: el matriarcado de<br />
las amazonas. En definitiva, y al margen<br />
del contenido moral, la necesidad universal<br />
de identidad y el discurso político de la<br />
libertad (nacional, de género) vienen a reconstruir<br />
la historia para explicarse, pero<br />
lo hacen en un espacio-tiempo en el que<br />
tales factores no podían aún haberse desarrollado.<br />
Así, la correlación hechos-derechos<br />
termina por situarse en el territorio<br />
de lo cuasi-mítico. Pero avancemos un poco<br />
más. La intención, el deseo y la propuesta,<br />
amalgamados con la derivación<br />
por filiación, acaban por generar dos discursos<br />
profundamente ahistóricos: el de la<br />
etnicidad y el de la atribución moral.<br />
Etnia y nación<br />
Ni los antropólogos se ponen de acuerdo<br />
en el contenido del término etnia. Para al-<br />
gunos es equivalente al genérico pueblo,<br />
los habitantes generacionalmente continuados<br />
de un espacio geográfico delimitado;<br />
para otros supone el referente máximo<br />
de identificación en sociedades que,<br />
en términos de sir Henry Maine, se basan<br />
en el status y no en el contrato. Traduciendo<br />
del criptolenguaje que suele caracterizar<br />
a toda disciplina, la etnia es el marco<br />
máximo de identificación grupal en aquellas<br />
formaciones sociales y culturales donde<br />
cada individuo nace, se hace, se reproduce<br />
y muere dentro de un sistema más o<br />
menos amplio de agrupaciones concéntricas<br />
que predeterminan quién es, qué puede<br />
o no puede hacer, con quién debe o no<br />
relacionarse. Un sistema de organización<br />
tal que la propia individualidad no es socialmente<br />
reconocida en tanto el ser de<br />
cada uno depende de la derivación filiativa<br />
(de quién es hijo), colateral (quiénes<br />
son sus iguales y quiénes no). En definitiva,<br />
una estructura en la que cada miembro<br />
lo es en tanto pertenece a, y es definido<br />
por, una red de reglas, prescripciones y<br />
prohibiciones que le predeterminan, confiriéndole<br />
un determinado status (teóricamente)<br />
invariable.<br />
El contrato, por el contrario, consiste<br />
en la relación inmediata y libremente (obviamente<br />
discutible) establecida por partes<br />
individuales, con independencia del<br />
marco de partida. La idea dieciochesca de<br />
nación nada tiene que ver con aquel universo<br />
social y mucho con éste. En la nación,<br />
mejor aún, en la nación-Estado, el<br />
ciudadano actúa como tal, se inserta en el<br />
tejido social y político sin mediaciones<br />
previas: necesita romper con la idea de<br />
grupo de parentesco, en el ámbito social,<br />
y con la de tribu, estamento, casta, en el<br />
político. Como dice Llobera en su excelente<br />
libro El dios de la modernidad, buscar<br />
en las tribus germánicas o en el propio<br />
Carlomagno a la nación alemana, en el<br />
enfrentamiento entre anglos y normandos<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
a la actual Inglaterra, o en la Galia posromana<br />
la Grandeur francesa, es un ejercicio<br />
de identidad nacionalista explicable, pero<br />
nunca un proceso histórico desde la perspectiva<br />
científica.<br />
Pero no es menos cierto que desde<br />
Hobsbawn a Habermas o Marramao, desde<br />
Alavi, Wolf y Shanin a Derrida, el debate,<br />
en términos de oposición en unos y<br />
de complementariedad en otros, circula<br />
entre la ciudadanía y el comunitarismo. Es<br />
decir, hasta qué punto el status (esta vez<br />
libre o socialmente adquirido pero con<br />
carácter individual) de ciudadano viene a<br />
cubrir las necesidades identificativas del<br />
individuo y de la sociedad como estructura<br />
dinámica e interrelacionada, y si en la<br />
modernidad el agrupamiento preestablecido<br />
o volitivo no viene a mantener o restablecer<br />
un imprescindible enraizamiento<br />
que nos indique la respuesta a la famosa<br />
pregunta ontológica: ¿De dónde venimos<br />
y a qué (por qué, cuándo) pertenecemos?<br />
Es decir, que la etnicidad como ha sido<br />
definida puede seguir sirviendo, al menos<br />
por lo que se refiere a ciertas características<br />
de religación, para ser: cómoda y definitivamente.<br />
En términos psicológicos, el<br />
nacimiento histórico del ego, del reconocimiento<br />
de que los actos sociales y políticos<br />
son función de esa individualidad<br />
esencial, parece contradecirse con la adscripción<br />
grupal.<br />
Volviendo directamente al tema de la<br />
historia como herramienta explicativa de<br />
la actualidad, no es de extrañar que la<br />
esencia de ese ser colectivo se sitúe en la<br />
ruralidad. Nueva dicotomía servida con<br />
abundancia de guarnición: la nación moderna<br />
es un producto urbano; sólo el proceso<br />
de urbanización y urbanitización<br />
(formas de vida urbana), ligado intrínsecamente<br />
a la liberación de fuerzas productivas<br />
hacia la intelectualidad –gramscianamente–<br />
orgánica, puede generar la<br />
ciudadanía nacional. Pero es en el campe-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
sino, en su antagonista, donde se sitúan<br />
las esencias nacionales. Y, efectivamente,<br />
si el ciudadano lo es libremente, como<br />
opción política desligada de raíces grupales<br />
(el sesgo liberal de Habermas), si la<br />
agrupación nacional y estatal (sedimentos<br />
rousseaunianos) es el efecto de un acto<br />
volitivo individual, el nacimiento de la<br />
nación se acerca a la natura non naturata.<br />
Eso, claramente, no sirve. El hombre que<br />
vive en el campo y del campo reúne, sin<br />
embargo, esas características intermedias<br />
que supone la reetnización: está apegado<br />
al territorio, concibe el tiempo en términos<br />
de circularidad, la unidad de producción<br />
se centra en la unidad de conviven-<br />
cia, la reproducción física, social y productiva<br />
(luego la historia interminable y<br />
nunca iniciada) se realiza en su seno.<br />
Es interesante comprobar cómo el<br />
primer marxismo (el del menos marxiano<br />
de los marxistas, Karl) necesita del campesinado<br />
para explicar el paso del feudalismo<br />
al capitalismo, pero prácticamente<br />
hasta Claude Meillassoux (1975) no constituye<br />
el suyo un modo de producción específico.<br />
De hecho, Marx, en el 18 Brumario<br />
de Luis Bonaparte, afirma directamente<br />
que no se conforma ni tan siquiera<br />
como una clase social; o mejor dicho, aun<br />
siéndolo en sí, objetivamente, no reúne<br />
condiciones para generar la conciencia de<br />
39
MI HISTORIA ES MÍA<br />
su entidad, de su para sí, necesitando por<br />
ende de una representación vicaria. En el<br />
discurso nacionalista imperante y dominante<br />
–existen otros menos divulgados y<br />
aceptados– el modo de producción agrarista<br />
resuelve dos problemas fundamentales: el<br />
campesino es a un tiempo propietario de<br />
los medios de producción y productor,<br />
luego rompe la oposición de clases en su<br />
propio ser; al constituirse a su vez en factor<br />
de reproducción social en lo que Wolf<br />
y Benedict describen como unidades corporativas<br />
cerradas, repite intemporalmente<br />
las raíces del pasado grupal. Ya lo tenemos:<br />
la nación por encima de las diferencias<br />
en la estructura social, cortando incluso<br />
tangencialmente las (posibles) identidades<br />
de clase 1 , y la nación construida<br />
desde los más lejanos ancestros. Ni tan siquiera<br />
la reelaborada teoría de Redfield<br />
del Folk-Urban Society Continuous nos resuelve<br />
esta hábil traslación del centro de<br />
gravedad del Estado-nación. En definitiva,<br />
parece que no sólo se produce un cambio<br />
de sujeto sino también de objeto. La<br />
historia nacional (toda historia que intente<br />
explicar la nación desde el pasado fundante)<br />
se convierte así en historia étnica.<br />
Curiosamente, ciertos rasgos de la Constitución<br />
alemana actual nos remiten directamente<br />
a la certidumbre de esta interpretación,<br />
pero no pocas declaraciones y argumentaciones<br />
políticas (más o menos<br />
minoritarias; depende del momento y de<br />
la ocasión) del propio Estado español circulan<br />
por las mismas vías: autenticidad de<br />
apellidos, antigüedad de filiaciones, lealtades<br />
demostradas incluso en el terreno<br />
del más puro folclorismo.<br />
En un universo mental, en un proceso<br />
de construcción cosmogónica donde<br />
toda institución, estructura, nivel de pertenencia<br />
tiende a ser objetivado, la nación<br />
presenta dificultades para obtener<br />
una definición autónoma que vaya más<br />
allá de su ámbito territorial o político.<br />
Por añadidura, ambos suelen manifestarse<br />
con un alto grado de variación diacrónica.<br />
Si la idea de ciudadanía puede alcanzar<br />
un correlato ontológico relativamente<br />
constatable (siempre mediatizado<br />
por el grado de coincidencia entre el estatuto<br />
de la praxis de sus contenidos, la<br />
definición legal y la sensación vital), la<br />
de nacional carece de instrumentos concretos<br />
y universales de plasmación. No es<br />
1 Históricamente, no de la burguesía, que<br />
suele manejar a su antojo la ruptura y el establecimiento<br />
de fronteras. Pero este tema no será tratado<br />
en este artículo.<br />
de extrañar que se tienda a rearticular el<br />
pasado, a invertir efectos por causas para<br />
construirla en una mismeidad que pretende<br />
ser perenne, cuando necesariamente<br />
es siempre contradictoria y rupturista.<br />
Inclusive si nos restringimos al argumento<br />
cultural, las constantes incorporaciones<br />
de elementos, valores, significados,<br />
símbolos y la pérdida o relegación de<br />
mecanismos de reconocimiento, relación,<br />
comunicación, son presentados como<br />
una continuidad acumulativa y unidireccional.<br />
La ficción de la derivación<br />
filiativa o, ante su práctica imposibilidad,<br />
la repetición intemporal de tradiciones,<br />
lengua, pretendidas idiosincrasias,<br />
vienen a compensar a menudo ese vacío<br />
estructurador.<br />
Nosotros y lo otro<br />
Llegados a este punto, el lector dirá: “Al<br />
denunciar la propuesta unicidad de la enseñanza<br />
de la historia pretendemos precisamente<br />
evitar lo que tú dices: la diversidad<br />
y la variabilidad de las concreciones<br />
de formaciones sociales y culturales, los<br />
procesos de diferenciación y conjunción,<br />
no pueden ser instituidos como unidad<br />
unidireccionalmente anexada. Desde el<br />
legendario ‘pastor lusitano’ (curiosamente<br />
incorporado, a pesar de su lusitanidad:<br />
Portugal, el rencor de que no ‘sea nuestro’),<br />
los germánicos godos –los abuelos–,<br />
pasando por la grotesca muerte de<br />
don Favila 2 , el fortísimo tejido de la famosa<br />
camisa de doña Isabel y el Descubrimiento,<br />
vascos, catalanes, gallegos no<br />
existimos en esa ‘historia de España’ sino<br />
como vasallos periféricos que servimos<br />
gustosamente a la expansión de la españolidad”.<br />
De acuerdo en algunos términos;<br />
en absoluto desacuerdo en otros. Catalanes,<br />
vascos, gallegos, castellanos, andaluces,<br />
extremeños participan de forma más<br />
que activa, sea como peones, sea como alfiles<br />
o reinas en el ajedrez de la historia de<br />
–se denomine como se denomine– la herencia<br />
de la Marca Hispánica. Pero, fundamentalmente,<br />
tenemos caballos: la máxima<br />
movilidad en el tablero. Por ejemplo,<br />
la tan reivindicada ausencia (o<br />
relativamente escasa presencia) de la –relegada–<br />
Corona de Aragón en la primera<br />
conquista americana, no se debe a una inversamente<br />
derivada sensibilidad antiimperialista<br />
casi innata, sino a una ocupa-<br />
2 Y “los moros” absolutamente externos para<br />
todos y cada uno de los apropiadores de la historia.<br />
Hasta el mismísimo Ortega, en su España invertebrada,<br />
refuerza la herencia del pattern visigótico y<br />
minimaliza, cuando no desprecia, la árabe.<br />
ción comercial full time en el Mediterráneo<br />
occidental y oriental, así como a una<br />
contemporánea y posterior dedicación al<br />
flete de transporte de esclavos para las<br />
“conquistas castellanas” 3 . O la proveniencia<br />
espacial de tantos y tantos adalides de<br />
la aventura militar americana, cuyo proceder<br />
no se caracterizó precisamente por<br />
un alto sentido del respeto y el amor a los<br />
derechos de los pueblos sojuzgados. Obviamente,<br />
entonces, el sentido y el contenido<br />
de los valores ahora conferidos carecían<br />
de fundamento: histórico, social,<br />
económico y político.<br />
Es cierto, por tanto, que muchos de<br />
los hechos que nos ayudan a explicar la<br />
actualidad han sido ocultados, transformados,<br />
tergiversados, pero no lo es menos<br />
que otros tantos quieren ser apartados<br />
de nuestras historias particulares, de<br />
nuestras líneas siempre “necesariamente”<br />
puras y democráticas, precisamente para<br />
poder presentarnos como auténticos precursores<br />
avant la lettre de lo que ahora<br />
queremos correcto. Pero esto, señoras y<br />
señores, no es historia: es simplemente<br />
identidad; más aún, identidad histórica<br />
inducida desde presupuestos políticos<br />
ahistóricos. En el fondo subyace la atribución<br />
moral positiva a lo propio y la categorización<br />
de lo ajeno como execrable.<br />
Pero el hoy y el aquí que se identifican<br />
con lo nuestro no necesariamente coinciden<br />
con lo que ayer (o mañana) y allá (o<br />
ahí) fue (o será) considerado tal; ni más<br />
ni menos que el mecanismo que, desde<br />
diferentes perspectivas, un Evans-Prichard,<br />
un Lisón, un Lévi-Strauss han descrito<br />
como el proceso de fisión-fusión,<br />
una dinámica contradictoria continua<br />
que agrupa o desagrega en función del<br />
momento, el contexto o sencillamente la<br />
conveniencia. Y así nos encontramos con<br />
un conocido político nacionalista hablando<br />
en inglés ante un foro internacional<br />
por no querer hacerlo en castellano, “lengua<br />
opresora y substituista”, en lugar de<br />
forzar la presencia de un traductor de su<br />
idioma materno; o a señores feudales de<br />
los siglos XII y XIII ensalzados como demócratas<br />
convencidos por el respeto<br />
(obligado, obviamente, por la estrategia<br />
de alianzas del periodo) a foros ciudadanos<br />
preexistentes. A la inteligencia del receptor<br />
de estas líneas dejo el análisis de la<br />
lógica inherente.<br />
3 Y no estaría mal que saliesen de una vez por<br />
todas a la luz los orígenes de las riquezas de muchos<br />
senyors mediterráneos gestados en el XVI, el<br />
XVII y no pocas décadas del XIX.<br />
40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Quizá atrapado por la propuesta diádica<br />
del estructuralismo más metafísico,<br />
paso invariablemente de la historia a la<br />
identidad. Y es que, en el fondo, es ahí<br />
donde radica la cuestión: se trata de oposiciones<br />
lógicas que, en la práctica, tienden<br />
a la síntesis contradictoria. Hace pocos<br />
años se celebró el aniversario de la Armada<br />
Invencible; un mínimo estudio de<br />
documentos de la época nos situaría fácilmente<br />
en la falacia de ambos términos.<br />
Sin embargo, la clásica frase de Felipe II<br />
siguió circulando en los labios de muchos<br />
de nuestros historiadores patrios, mientras<br />
los de los naturales de la Pérfida Albión<br />
(¡cuántos aún deben soñar con la<br />
ocurrente metáfora!), entre chascarrillos,<br />
comentaban las divertidas carreras de los<br />
campesinos locales por las costas de Dover,<br />
observando la debacle previsible, y las<br />
tranquilas charlas de los teóricamente aterrados<br />
capitanes y almirantes ante el té de<br />
las cinco.<br />
No nos quedemos en la anécdota fácil<br />
y conocida. El desarrollo de la Sereníssima<br />
Repubblica di Venezia, el esplendor del comercio<br />
de la Corona de Aragón, son inexplicables<br />
sin la armonía de intereses con<br />
los comerciantes del Imperio Otomano; el<br />
crecimiento de la trata de esclavos del<br />
XVIII y XIX (y su papel de acumuladora<br />
de capital), imposible sin hablar del mundo<br />
árabe, de los extinguidos imperios Yoruba,<br />
Nupe, Fulani, de Buganda, de Benin.<br />
Pero la otreidad, base de la continua<br />
construcción de la nuestreidad, es sistemáticamente<br />
olvidada, negativizada o variada<br />
desde el presente: desde cada presente<br />
concreto y específico. A la ya comentada<br />
búsqueda de derivación étnica se añade el<br />
contenido valorativo de la misma.<br />
Si entramos en la denominada historia<br />
contemporánea (luego, ¿historia sincrónica?:<br />
explíquense), alcanzamos niveles<br />
más duros y claros de suave confusión. La<br />
geografía, disciplina en principio menos<br />
susceptible de ser ideologizada –valorizada,<br />
moralizada– que la historia, deviene<br />
en una herramienta excelente para hacer<br />
de ésta una impecable genealogía grupal,<br />
más aún, estatal, idóneamente segmentadora:<br />
los conceptos diacrónicos Norte-<br />
Sur, Este-Oeste; la europeidad que se<br />
abraza con el Moscú zarista y que luego se<br />
separa con el metafórico-físico-ideológico<br />
telón; los Urales danzando la mágica sintonía<br />
eliádica del contagio, la afinidad o el<br />
rechazo; los primeros, segundos, terceros<br />
y, aun, cuartos mundos, se superponen a<br />
los viejos mapas religiosos. Las luchas de<br />
clases con lenguaje étnico (los tutsi y los<br />
hutus en los Grandes Lagos son la expre-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
sión más cercana en términos mediáticos)<br />
son luchas étnicas en el lenguaje de la<br />
brutalidad “que les es propia”: las declaradas<br />
ofensivas de las multinacionales gobernantes<br />
en EE UU por acaparar nuevos<br />
mercados situados en la esfera de las ex<br />
colonias europeas aparecen tratadas como<br />
epifenómenos en el mejor de los casos.<br />
Los intereses franceses (y en buena medida<br />
rusófilomente mediantes) en Serbia, la<br />
extensión del mercado pangermánico alemán<br />
con el reconocimiento extemporáneo<br />
de Croacia, nuevamente desaparecen ante<br />
la primitiva etnicidad heteronómica y heterogénea<br />
de musulmanes (referente cultural-religioso),<br />
croatas (nacional-territorial)<br />
y serbios (nacional-territorial) del espacio<br />
bosnio.<br />
La colonización es siempre la de los<br />
otros; lo nuestro es civilización, educación,<br />
pedagogía de la libertad, mientras lo<br />
ajeno se instituye en opresión, aculturación,<br />
genocidio. Así, el hecho de que en<br />
un pequeño espacio de un territorio lingüísticamente<br />
homogéneo se hable nuestro<br />
idioma es un vector de unidad identitaria<br />
e histórica, no el remanente de viejas<br />
aventuras imperiales; pero que acontezca<br />
lo mismo con referencia a un rincón de<br />
nuestra nación donde la lengua enemiga<br />
se mantiene es producto de la más horrenda<br />
y continuada de las represiones,<br />
hasta el punto de alcanzar el grado de herencia<br />
genética negativa. Desconozco cómo<br />
se articula en el bachelor británico la<br />
afirmación de la primitividad inherente a<br />
los Estados fronterizos entre la India y Paquistán<br />
y la forma en que se crean y se dividen<br />
las colonias victorianas, pero intuyo<br />
que la historia impartida en Cachemira o<br />
el Punjab diferirá en medida importante<br />
de la enseñada en la Gran Bretaña; o quizá<br />
no, y ahí entramos en el territorio de la<br />
identidad ajena adquirida para subsistir<br />
los viejos espacios de poder, por tanto, en<br />
cierto modo recuperados. De esta manera,<br />
la coincidencia entre identidad e historia<br />
amalgamada por el primigenio barro<br />
de la moralidad llega a su paroxismo con<br />
la negación misma de la historia del que<br />
se quiere inferior. Los pueblos sin historia,<br />
como los definiera Rodowsky, no existen<br />
moralmente; desde las viejas categorías<br />
durkhemianas de solidaridad orgánica y<br />
mecánica, que involuntariamente o no situaban<br />
en la primitividad histórica (luego<br />
ahistórica) y moral a sociedades obviamente<br />
contemporáneas pero distintas, se<br />
llega a la ubicación actual en una eterna<br />
Edad Media de los universos islámicos, o<br />
a recuperar periodos para sí, desgajándolos<br />
de procesos comunes con aquellas cultu-<br />
ALEJANDRO MIQUEL NOVAJRA<br />
ras y construcciones sociales que no deseamos,<br />
privándolas así de la esencial articulación<br />
agnaticia. Lo que he dividido<br />
analíticamente entre contenido y continente<br />
se resuelve de este modo en una sinécdoque<br />
en la que quien carece de derivación,<br />
de epónimos culturales, no existe<br />
lícitamente y, por ende, no es sujeto de<br />
los derechos “históricos” de que nosotros<br />
nos dotamos por naturaleza. También<br />
acontece de forma inversa: una historia<br />
imprescindible para explicar una realidad<br />
nacional imposible. La Constitución española<br />
de l978, pero sobre todo su uso, es<br />
un ejemplo de manual: León, que descubre<br />
su hilazón identitaria diferencial respecto<br />
a Castilla; la clara e indiscutible lucha<br />
jornalera andaluza, que se dulcifica en<br />
una bandera verdiblanca ad hoc y en personajes<br />
prescindibles para convertirse en<br />
vieja entidad política independiente siempre<br />
relegada. Y, por este camino, la reconquista<br />
de lo pequeño, del ámbito local, de<br />
nuevo familiar y filiativo: en pocas palabras,<br />
el olvido de la historia en sí para entrar,<br />
en una paráfrasis negativa, en la idea<br />
de la historia para sí.<br />
Antonio Gramsci, en sus Quaderni<br />
del Carcere (los originales, porque no son<br />
pocos los aparentes progresistas que han<br />
hecho interpretaciones y publicaciones<br />
fragmentarias sumamente convenientes<br />
para explicar su particular historiografía<br />
agnaticia política), rompe con el determinismo<br />
histórico precedente, incluso instalado<br />
en su propia línea de referencia, y se<br />
abre a la interpretación poliderivativa descubriéndonos<br />
la concordancia frecuente<br />
entre historia, ideología y hegemonía política.<br />
Recupera la dialéctica perdida, aun<br />
la más estrictamente hegeliana, para poder<br />
interpretar no sólo la historia en sí<br />
misma, sino en su constante utilización.<br />
Sin embargo, como no sería menos esperar,<br />
su papel entre los metodólogos de la<br />
disciplina apenas si ocupa breves frases en<br />
manuales específicos y afines. No obstante,<br />
es un autor esencial en la constatación<br />
del moralismo determinista.<br />
Existen otras formas sociales diferentes<br />
de las nacionales que tienden a articularse<br />
por vías análogas. No parten de un<br />
espacio geográfico aproximadamente unitario<br />
redefinido a través de instrumentos<br />
jurídicos ni de la búsqueda de una ruptura<br />
de la unidad estatalista. El caso de las<br />
minorías étnicas (por emplear el erróneo<br />
término al uso), fundamentalmente la negra,<br />
en EE UU es paradigmático. Ante<br />
una situación objetiva de discriminación<br />
en todos los terrenos, tiende a articularse<br />
en torno a una identidad africanista me-<br />
41
MI HISTORIA ES MÍA<br />
diante la positivación del rasgo fisiológico<br />
socializado, culturizado e incluso racializado<br />
que se utiliza para su segregación. El<br />
penúltimo episodio de este proceso, la islamización<br />
ad hoc, hunde sus raíces en la<br />
dificultad inherente a la estructura social<br />
americana y a la explicación dominante<br />
de la americanidad para apropiarse o utilizar<br />
el referente musulmán. Aunque con<br />
componentes diferentes y una pertinencia<br />
más claramente histórica, parte de la actualidad<br />
argelina se sustenta en contradicciones<br />
similares. El hilo de la argumentación<br />
misma entreteje la etnicidad agnaticia con<br />
la identidad, con la historicidad moral y,<br />
ahora, con la ideología. En el tapiz que<br />
comienza a dibujarse en nuestro telar la<br />
construcción de la historia manifiesta ya<br />
la diversidad de sus componentes y lo improcedente<br />
de creer que tan sólo la materia<br />
académica es el ojo de la aguja donde<br />
se enhebra el tiempo.<br />
Daré un par de apuntes inmediatos y<br />
sumamente cotidianos ejemplificadores<br />
del mecanismo de articulación interpretativa<br />
de la historia basado en la construcción<br />
ideológica. Cojamos un crucigrama<br />
de un dominical de cualquiera de los periódicos<br />
locales, provinciales o estatales y<br />
observemos el contenido de las siguientes<br />
definiciones: “mata en Irlanda”, “dictador<br />
suramericano”, “fanáticos criminales del<br />
Mediterráneo sur”. Automáticamente<br />
tendremos que responder, si queremos<br />
completar el pasatiempo, “IRA”, “Castro”,<br />
“FIS”, aunque pensemos en G-6,<br />
Fujimori y Ejército Argelino (sin negar la<br />
posible coincidencia con las respuestas requeridas).<br />
Eso no es historia, se responderá<br />
rápidamente; se trata tan sólo de un<br />
entretenimiento voluntario que nada tiene<br />
que ver con lo argumentado. Sin embargo,<br />
estos inocentes juegos no son otra<br />
cosa que condensaciones ideológicas de<br />
toda una línea de pensamiento que pretende<br />
ser y tiende a ser hegemónica; si<br />
queremos, una pequeña y sutil metáfora<br />
activa y efectiva de la monodimensión<br />
creciente de la visión de la realidad, también<br />
en su dimensión histórico-ética, que<br />
no es en absoluto exclusiva de los dictata<br />
imperatorum. La heroicidad de los propios<br />
y la mezquindad de los ajenos aparece<br />
como un continuum: los barbarum romanos<br />
son civilizatoriamente, luego moralmente,<br />
inferiores; el Blad-al-Siba<br />
magrebí, desde Ibn Bâttuta, Ibn-Jaldum o<br />
el Sultanato pre, inter y poscolonial, es el<br />
territorio ingobernable; el Mossad, terrorismo<br />
puro para el protectorado inglés de<br />
Palestina, pero Agencia de Inteligencia<br />
para el Israel actual y sus aliados; Al-Fha-<br />
tá, el Ejército de Liberación de la OLP y<br />
el más irracional de los entes criminales<br />
para los Estados occidentales de los setenta<br />
y ochenta; el Kurdistán, pueblo oprimido<br />
si Sadam Husein lo agrede, pero<br />
grupos paramilitares desestabilizadores si<br />
es el Gobierno de Ankara quien lo ataca y<br />
niega. La historia se construye así diariamente,<br />
individual y psicológicamente, en<br />
el retrete matutino de cada uno.<br />
Puede que en realidad esté hablando<br />
de política en el sentido institucional y<br />
profesionalizado que, desgraciadamente,<br />
se está instituyendo como denotación<br />
única del término; de ideología como instrumento<br />
de su justificación y efectividad.<br />
La historia como disciplina académica<br />
trasciende estas limitaciones para buscar<br />
la objetividad explicativa y analítica. Pero<br />
no debemos reificar: la materia y su docencia<br />
no existen al margen del ámbito de<br />
su acción y de su constitución. Por ejemplo,<br />
con independencia de su distribución<br />
lectiva, no debería ser nunca, en base al<br />
principio nominativo como mínimo, ni<br />
antigua ni medieval ni contemporánea: se<br />
supone (y es mucho suponer) que hablamos<br />
de un proceso, mecánico para unos,<br />
contradictorio para otros, teleológico desde<br />
ciertas perspectivas, azaroso desde<br />
otras, pero no de compartimentos estancables.<br />
¿Por qué, entonces, es tan frecuente<br />
hallar esta fragmentación? Según el discurso<br />
holístico e interrelacional que vengo<br />
manteniendo, parece que es necesario cerrar<br />
cada época periódicamente (en los<br />
dos sentidos del término) para poder<br />
usarla en el presente. La continuidad y la<br />
contigüidad del devenir de los hechos<br />
rompen la esencia moral que frecuentemente<br />
se necesita para explicar el por qué<br />
de diferencias queridas o deseablemente<br />
manipulables: una vez definido el marco<br />
moral impoluto del nosotros (razonamiento<br />
que sin duda hubiese encantado a<br />
la doctora Douglas), debemos apestar a<br />
los otros así como a la parte histórica de<br />
nosotros mismos que no conviene, atribuyéndola<br />
al hecho innegable –y aquí socializo<br />
y extiendo en el tiempo el paradigma<br />
existencialista de Sartre– de que “el<br />
mal siempre es ajeno” (“el infierno son los<br />
otros”).<br />
Historia, política<br />
(institucionalizada) y clases sociales<br />
Según hemos visto existe una visión de la<br />
historia, no ya fragmentada (cada grupo<br />
habla de la historia que reconstruye), sino<br />
fractal, casi calidoscópica. Pero la hemos<br />
observado desde la perspectiva de las<br />
identidades en base a la nación, el Estado-<br />
nación o la grupalidad, de cualquier especie,<br />
recobrada. Ya he comentado la utilidad<br />
política de esta vía, y en esa narración<br />
hemos comprobado cómo la sociedad y<br />
su proceso son relegados para construir la<br />
unidad común. Pero el debate de la autodeterminación<br />
de los pueblos contiene y,<br />
casi siempre, oculta el conflicto interno.<br />
Sin entrar en las continuas incongruencias<br />
de las propuestas políticas, las historias<br />
parciales, fractales o imperiales (interpretación<br />
ad libitum para lo que hace al<br />
caso) hablan de la nación, del pueblo, como<br />
entidades cohesionadas. Aún hoy día<br />
oímos en ciertas universidades cómo el<br />
advenimiento del nazismo en los treinta<br />
es independiente de la destrucción de la<br />
Liga Espartacus, de la previa fuerza gubernamental<br />
de la socialdemocracia, de la<br />
gran crisis económica contemporánea a<br />
los hechos. Tenemos versiones de la guerra<br />
civil española donde el POUM, la<br />
CNT son meros comparsas; a menudo<br />
los perdedores reivindican la exigencia de<br />
mostrar la verdad, rompiendo con la vieja<br />
historia franquista, pero de nuevo, mediante<br />
el mecanismo de separación-agregación,<br />
sitúan a las milicias anarquistas o<br />
poumistas en el infierno de la traición.<br />
Las atrocidades nazis o los gulag estalinistas<br />
ocupan merecidos capítulos de la crónica<br />
del siglo XX, al tiempo que las posiciones<br />
colaboracionistas anglogermanas<br />
de los inicios de la Segunda Guerra Mundial,<br />
los campos de concentración norteamericanos,<br />
los bombardeos de fósforo<br />
aliados, Nagashaki o Hiroshima son analizados<br />
aún bajo la idea del “mal menor”:<br />
mientras tanto, ni una palabra sobre los<br />
intereses de las burguesías europea, americana,<br />
la naciente japonesa y la idoneidad<br />
de la función aniquiladora de las dictaduras<br />
sobre la tendencia al alza de la conciencia<br />
de los proletarios del periodo. Se<br />
nos presenta una transición democrática<br />
de España en la que el –en ese momento–<br />
casi inexistente PSOE “del interior” todo<br />
lo hizo, sin que LCR, MC, PTE, ORT, el<br />
propio PCE y tantos y tantos movimientos<br />
y organizaciones hubiesen tan siquiera<br />
tocado por un momento la realidad social<br />
y política del proceso; mientras, largas<br />
trayectorias de carreras políticas gestadas<br />
en la dictadura adquieren el aura del “trabajo<br />
desde dentro”. Se reconvierten y ensalzan<br />
comportamientos entonces ignorados,<br />
desechados o recriminados en heroicos<br />
y patrióticos constructores de la<br />
libertad.<br />
De la Comuna de París sólo se habla<br />
extensamente en textos especializados; la<br />
Revolución Rusa se piensa desde Brez-<br />
42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
niev, el Mayo del 68 es una divertida y jocosa<br />
revolución generacional (las fábricas<br />
en paro sólo se encuentran en hemerotecas<br />
concretas) que se sintetiza en la perfectamente<br />
absorbible pintada “Parad el<br />
mundo que me quiero bajar”. Las batallas<br />
por la independencia americanas, africanas<br />
y asiáticas se reducen a las élites gobernantes<br />
hoy día. La lucha de clases no<br />
es parte de la historia; sólo es un acicate<br />
ideológico de los, como la propia historia<br />
demuestra, malditos. No cabe pensar, es<br />
obvio, en un demiurgo incluso grupal, de<br />
clase, que reconvierta así la historia para<br />
que deje de serlo; pero la confluencia de<br />
enseñanzas, el adaptacionismo de la supervivencia<br />
ideológica y el discurso político<br />
unificador, a menudo disfrazado de diversificación<br />
territorial, lo sustituyen con<br />
una efectividad mayor. Porque también la<br />
acción y el pensamiento político participan<br />
de la misma línea: los partidos, ahora<br />
también algunas posiciones mayoritarias<br />
en los sindicatos europeos, africanos,<br />
americanos, asiáticos, dejan de ser instrumentos<br />
de la sociedad civil –de nuevo el<br />
relegado Antonio– para instituirse en<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
fragmentos más o menos orgánicos de la<br />
Administración estatal. De ahí a pasar de<br />
la historiografía hagiográfica que sitúa en<br />
Alejandro, Arsubanipal, César, Carlomagno,<br />
Luis, Enrique, Cromwell, Robespierre,<br />
Napoleón, Lincoln, Rasputín, el Tío<br />
Ho, Mao, Lenin, Rossevelt, Churchill,<br />
Stalin, Hitler, Franco, Mussolini, Sengor,<br />
Mobutu, Mitterrand la esencia política<br />
del devenir humano, a la idea de los Estados<br />
democráticos investidos de una ontología<br />
propia y pura sólo hay un paso; un<br />
movimiento que –lo veremos y lo estamos<br />
viendo– ya ha sido realizado.<br />
No es de extrañar que los más osados<br />
progresistas nos hablen del Estado como<br />
de una entidad cuasi metafísica cuyo funcionamiento<br />
depende tan sólo del partido<br />
en el poder: un Estado democrático no<br />
sólo es un modelo, es una realidad. Independientemente,<br />
claro está, del proceso<br />
histórico que la ha construido. De la<br />
identidad étnica, de la identidad ideológica,<br />
de la moralidad propia, pasamos al<br />
kantismo más mecanicista: la realidad<br />
(política en este caso) precede a su contenido,<br />
más aun, lo transciende apriorística-<br />
ALEJANDRO MIQUEL NOVAJRA<br />
mente. Este método, tan internacionalmente<br />
aceptado, hace que las confluencias<br />
históricas de los trabajadores bereberes,<br />
bolivianos, castellanos, catalanes, turcos,<br />
iraníes o irlandeses se segmenten en<br />
el interior de explicaciones rupturistas,<br />
pero también que los movimientos de capital<br />
más conspicuos (desde el dumping<br />
hasta la más clara y coherente inversión<br />
en espacios económicos de máxima rentabilidad)<br />
sean presentados como la lógica<br />
interna a la internacionalización, a la famosa<br />
y, no por ello menos irreal, aldea<br />
global. En este modo de construir el pasado,<br />
pero también el presente y el futuro,<br />
intervienen de manera abierta, indirecta,<br />
consciente o inconsciente, tanto los explícitamente<br />
interesados como los teóricamente<br />
afectados. La inmigración es un<br />
ejemplo escandaloso –sensu christi–: la<br />
segmentación “por ley” que significa en el<br />
mercado de trabajo europeo, norteamericano,<br />
implica también un subproducto<br />
ideológico que se concreta en la implícita<br />
segmentación de la clase obrera. El concepto<br />
de solidaridad, vieja estrategia nacida<br />
en el XIX como respuesta a la internacionalización<br />
del capital y que se materializó<br />
en el internacionalismo proletario,<br />
reasume su contenido cristiano (esta vez,<br />
sí, un epifenómeno) caritativo y projimista<br />
a través de artefactos tan lejanos al interés<br />
de clase como las ONG: otro resultado de<br />
reconvertir la historia, desde el presente,<br />
anulando una praxis constatable y trasmutándola<br />
en un mero sentimiento.<br />
Así, la unicidad global parcializada<br />
que veíamos antes en referencia a los<br />
constructos nacionales se extiende por<br />
áreas de origen, segmentando a su vez a la<br />
geografía y a la historia misma. Los procesos<br />
sociales, los conflictos y contradicciones<br />
que han articulado los cambios<br />
en las distintas formaciones sociales se eliminan<br />
o se trasladan a “otras cuestiones”.<br />
Pero también se parcelan por “áreas” de<br />
conocimiento que, cual esferas autónomas,<br />
explican (cuando lo hacen) su “parte<br />
de la historia”. ¿Qué son si no la Historia<br />
Política, la Historia Social, la Historia<br />
Económica? Sin duda se trata de marcos<br />
de especialización en estudios superiores,<br />
pero también de subdisciplinas a veces<br />
rupturistas. Hemos oído todos más de<br />
una vez explicar la historia de Roma, aun<br />
de la Caída del Imperio, aludiendo a factores<br />
externos, a corruptelas políticas de<br />
los dirigentes, aunque prescindiendo de<br />
los conflictos sociales; no suele ser infrecuente<br />
escuchar discursos que sitúan la<br />
abolición de la esclavitud en la expansión<br />
de un espíritu humanista unido a la ideo-<br />
43
MI HISTORIA ES MÍA<br />
logía liberal de finales del XVIII y del<br />
XIX, pero más raro poder hacerlo mediante<br />
su correlación con el avance y el<br />
desarrollo capitalistas y la inoperancia de<br />
la propiedad de la fuerza del trabajo en el<br />
proceso central de obtención de la plusvalía.<br />
Por no hablar de construcciones ideológicas<br />
reduccionistas como la de “estrategias<br />
geopolíticas” en la explicación del colonialismo,<br />
el neocolonialismo y las “áreas<br />
de influencia” (eufemismo sustantivado<br />
para evitar el término imperialismo) en las<br />
que no intervienen ni los intereses económicos<br />
ni la competencia intercapitalista ni<br />
las clases sociales subalternas de los países<br />
afectados; o de desarrollos de Estados<br />
emergentes exclusivamente a través del<br />
nombre y la historiografía hagiográfica de<br />
sus dirigentes.<br />
La historia como disciplina académica:<br />
¿qué hay que enseñar?<br />
Deducir de lo anterior que creo en la existencia<br />
de una objetividad global absoluta;<br />
que hay que impartir una historia idéntica,<br />
generalista; que la historia local, grupal,<br />
comunitaria, nacional, es por sí misma<br />
una falacia, sería inferir mediante la<br />
epistemología que he pretendido criticar.<br />
La Historia no es una disciplina cerrada ni<br />
acabada con respecto al pasado; tampoco<br />
se trata de una hermenéutica unilineal. Es<br />
sin duda plural, abierta, interpretativa. Y<br />
es esto y no otra cosa lo que se pretende.<br />
Ni el historiador ni el docente son tabulae<br />
rasae; ni los discentes, lectores y oidores<br />
habitan en el espacio intersticial de la recepción<br />
pura. Se trata, en consecuencia,<br />
de instituir la relatividad –que no el relativismo–<br />
en su extensión, explicación y<br />
análisis. Pero al hablar de la diversidad de<br />
planteamientos, del proceso mismo de<br />
pensamiento y divergencia, no lo hago de<br />
la confusión, a menudo patente, entre<br />
historia e historiografía; más aun, entre<br />
ambas y hagiografía. La historia como<br />
materia debe ser en sí misma crítica: como<br />
metodología y como punto de partida.<br />
Y ciertamente lo es en muchos casos y<br />
por lo que respecta a no pocos profesionales;<br />
sin embargo, este último reconocimiento<br />
no anula el razonamiento precedente.<br />
Las conclusiones sobre la nefandez<br />
de su enseñanza son generalizaciones poco<br />
realistas; fundamentalmente, si nos acercamos<br />
a los niveles académicamente superiores.<br />
Los miedos declarados sobre su reorganización<br />
decretal no son infundados,<br />
pero no debemos invertir la máxima de la<br />
muerte del mensajero por la identificación<br />
entre el mensaje y su decidor. Que<br />
un ministerio demostradamente mojigato<br />
hable de cambios sin saber muy probablemente<br />
a qué se refiere no debe distraernos<br />
del problema. Yo mismo, de hecho, partiendo<br />
de declaraciones institucionalistas<br />
hueras y papanatistas, he aprovechado para<br />
hacer esta reflexión; más aun, estoy absolutamente<br />
seguro de que lo que yo entiendo<br />
por unicidad de la enseñanza es<br />
justo lo contrario de lo que la autoridad<br />
predica y pretende.<br />
Además, ¿qué nos inquieta? La independencia<br />
universitaria es más antigua y<br />
reivindicable (por cierto, no estaría nada<br />
mal recuperar una vieja tradición sumamente<br />
interesante) que los propios Estados<br />
modernos; la libertad de cátedra, un<br />
instrumento que, aun sirviendo a zafios<br />
intereses personalistas y escasamente académicos<br />
en casos conocidos, ha permitido<br />
la creación de escuelas de pensamiento<br />
–también– histórico que nos permiten<br />
hoy día decir lo que decimos. Sin embargo,<br />
sí me preocupa que no se alcen voces<br />
especializadas –y ha llegado el momento<br />
de decir que yo ejerzo de antropólogo,<br />
no de historiador– contra las auténticas<br />
barbaridades que más o menos hábiles<br />
políticos, esta vez absolutamente en sí y<br />
para sí, están diciendo. Se debe hablar de<br />
la historia de Catalunya, de Euskadi, de<br />
Balears, de València, de Canarias, de<br />
Castilla, de Galicia o del Bierzo, la Maragatería<br />
o Parla, pero tal y como ha sido y<br />
tal y como es, y debe hacerse en todos los<br />
espacios territoriales y mentales. Lo que<br />
debemos impedir es que las legítimas y<br />
totalmente apoyables reivindicaciones<br />
políticas, incluidas las independentistas,<br />
sustituyan a los procesos complejos, contradictorios,<br />
divergentes que han permitido<br />
que puedan producirse; porque no<br />
es raro entrever en muchos de esos discursos<br />
“científicos” no ya las veleidades<br />
criticadas en los otros, sino las mismas<br />
carencias y ausencias interesadas que<br />
aquéllos institucionalizan: ucronías, moralismos,<br />
fragmentación, silencios; desplazamiento<br />
del conflicto, de los cambios,<br />
del protagonismo colectivo e instauración<br />
de la derivación épica propia y<br />
definitivamente étnica.<br />
El mecanismo de construcción de la<br />
identidad es inherente al desarrollo de las<br />
culturas y de las sociedades; es, por ende,<br />
objeto de la historia como epistemología.<br />
Pero no puede constituir en sí mismo una<br />
especie de heurística ad libitum que busque<br />
árboles genealógicos donde tan sólo<br />
hay praderas incultas, ni una añagaza<br />
puestista que inhiba al historiador y al<br />
docente de la historia de su trabajo: ni en<br />
la periferia ni en el centro (otros dos tér-<br />
minos relativos impregnados de ideología<br />
fuertemente ahistoricista). ¿Que no es<br />
así? ¿Que el debate es ajeno a la realidad<br />
académica? Tanto mejor; pero si el historiador<br />
está libre de culpa, recordemos que<br />
él sólo es una parte, ínfima a menudo, de la<br />
historia aprendida, construida, manejada.<br />
Desde el televisor, la radio, hasta algunos<br />
profesores del lenguaje (¡Ay la lengua,<br />
tantas veces instituida en identidad exclusiva!<br />
¡Tan a menudo substituta del pasado<br />
y el presente!), el prójimo más cercano, el<br />
conducator (aún demócrata) local y la tan<br />
nuestra radio macuto, los caminos del saber<br />
y del ser más próximos relegan a la<br />
mera pedantería las vías especializadas. La<br />
realidad educativa institucional es, además,<br />
reproductiva, en su propia constitución,<br />
de valores, de relaciones sociales, de<br />
actitudes y de aptitudes. Las tertulias, los<br />
tertulianos, entran en nuestro cortex con<br />
la facilidad del moco de otoño; y, lo que<br />
es peor, medran. Se lo aseguro, medran y<br />
se instalan como líquenes (posiblemente el<br />
más estúpido de los resultados de la evolución)<br />
en nuestra conciencia colectiva. n<br />
Alejandro Miquel Novajra es antropólogo.<br />
Profesor de la Universitat de Les Illes Balears.<br />
44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Francis Scott Fitzgerald:<br />
Cuentos 1 y 2,<br />
trad. de Justo Navarro,<br />
El gran Gatsby.<br />
trad. de J. L. López Muñoz,<br />
Alfaguara, Madrid, 1998.<br />
En la literatura y el cine norteamericanos<br />
hay una figura,<br />
la del perdedor, que se<br />
ha convertido en un género por sí<br />
misma. Ha dado lugar a toda una<br />
suerte de estética que, en una sociedad<br />
regida por el éxito, amparaba<br />
y sublimaba al que no lo alcanzaba<br />
y se veía obligado a vivir<br />
sin él. Poco a poco esta imagen ha<br />
ido perdiendo brillo y convirtiéndose<br />
en un lugar común para<br />
creadores débiles hasta acabar<br />
siendo un modesto recurso costumbrista<br />
de serie. Sólo algún talento<br />
como John Huston fue capaz<br />
de meter el dedo en la boca a<br />
esta clase de gente (recordemos<br />
Fat City); pero los perdedores al<br />
estilo del boxeador declinante que<br />
interpretaba Stacy Keach eran roña<br />
de las calles, perdedores perdidos,<br />
gente sin ninguna clase de<br />
resplandor. Sin embargo, hubo<br />
una época en la que los perdedores<br />
tenían aura. Eran jóvenes en<br />
una sociedad refulgente y alocada<br />
que fue conocida como The Roaring<br />
Twenties. Era su juventud lo<br />
que ofrecían en prenda y el dinero<br />
les cubría las espaldas. También<br />
había mariposas que acudían<br />
a la luz en busca de “las promesas<br />
de la vida”. Una de ellas se llamaba<br />
Francis Scott Fitzgerald y no<br />
era lo que se dice un muchacho<br />
rico de buena familia, sino el hijo<br />
de un hombre de modales aristocráticos<br />
venido a menos y casado<br />
con una provinciana de acusado<br />
carácter.<br />
Francis, sin embargo, tenía talento,<br />
ambición y nostalgia de<br />
una tradición que él recibía de la<br />
figura de su padre. En Princeton<br />
se convirtió en un tipo popular<br />
dentro del mundillo literario<br />
universitario; allí coincidió con<br />
quien sería un amigo para siempre,<br />
el gran crítico y ensayista<br />
Edmund Wilson. Llegó a ser un<br />
prominente miembro del selecto<br />
Triangle Club y tuvo amores con<br />
una de las jóvenes, elegantes y<br />
cotizadas bellezas del momento.<br />
Pasado este momento de gloria,<br />
ingresó en la Armada a finales<br />
de la Primera Guerra Mundial,<br />
en la que no llegó a intervenir; y,<br />
estando acuartelado en Montgomey,<br />
Alabama, conoció a una<br />
muchacha, hija de un juez de la<br />
Corte Suprema, de la que se enamoró<br />
perdidamente. La muchacha<br />
se llamaba Zelda Sayre. Decidió<br />
casarse con ella apenas se licenciase,<br />
pero sus posibilidades<br />
económicas eran ciertamente<br />
modestas, así que Zelda le despidió<br />
y él se agarró una monumental<br />
trompa de la que salió<br />
para dedicarse a reescribir una<br />
novela de la que ya tenía un primer<br />
borrador. La novela se publicó<br />
en 1920 con el título de A<br />
este lado del paraíso. La fama le<br />
alcanzó de lleno. Zelda sería, todo<br />
el mundo lo sabe, el amor de<br />
su vida.<br />
Cuestión de estilo<br />
Desde entonces, su literatura se<br />
pegó a a su figura con tal convicción<br />
que nadie ha querido separarlos.<br />
Hasta los propios títulos<br />
de sus libros parecen aludir a<br />
él: Hermosos y malditos, Todos los<br />
jóvenes tristes… Él mismo fue un<br />
derroche, lo mismo que su literatura,<br />
y ambos tienen una imagen<br />
de fracaso, de haber sido tan<br />
LITERATURA<br />
SCOTT FITZGERALD:<br />
EL GRAN PERDEDOR<br />
JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />
sólo una parte de sí mismos<br />
cuando pudieron serlo todo.<br />
Porque, ciertamente, lo que más<br />
impresiona al leer a Scott Fitzgerald<br />
es la sensación de talento<br />
que emana, aun de sus textos<br />
menos conseguidos. Bien podría<br />
hablarse de que, en su caso, la<br />
imagen de fracaso es un derroche<br />
de glamour. Ahí es donde<br />
comienza la leyenda, que seguirá<br />
cautivando. Pero es mucho<br />
más interesante tratar de descubrir<br />
el secreto de su escritura,<br />
pues es posible que ahí se encuentre<br />
la verdadera clave de<br />
este romántico personaje.<br />
“Esta historia inverosímil<br />
empieza en un mar<br />
que era como un sueño<br />
azul, de un color tan vivo<br />
como el de unas medias<br />
de seda azul, y bajo<br />
un cielo tan azul como<br />
el iris de los ojos de<br />
los niños. Desde la mitad<br />
oeste del cielo el sol lanzaba<br />
pequeños discos dorados<br />
sobre el mar: si mirabas<br />
con suficiente atención,<br />
podías ver cómo saltaban<br />
de ola en ola para unirse<br />
en un largo collar de<br />
monedas de oro que<br />
confluían a un kilómetro<br />
de distancia antes<br />
de convertirse en un<br />
crepúsculo deslumbrante”.<br />
Para escribir este maravilloso<br />
párrafo, pura descripción en la<br />
que interviene tan sólo la mirada<br />
desnuda del narrador, se necesita<br />
una alta capacidad de síntesis<br />
y una no menor capacidad de<br />
hacer correr imágenes sobre sí<br />
mismas para extender un paisaje.<br />
La astucia del descriptor está en<br />
trabajar solamente sobre dos<br />
colores, azul y oro, y hacerlos<br />
flotar ante la vista del lector en<br />
una oleada de imágenes, mentales<br />
(sueño azul), físicas (medias<br />
de seda azul) o ambas cosas<br />
(el collar de monedas), todas<br />
las cuales vienen a afluir al adjetivo<br />
que mejor las recoge:<br />
“deslumbrante”.<br />
El párrafo, leído a ciegas, sería<br />
reconocible sin duda: “Eso es de<br />
Fitzgerald”, diría el lector avispado.<br />
Y en efecto, tiene el toque<br />
Fitzgerald como las películas de<br />
Lubitsch tienen el toque Lubitsch.<br />
De ese estilo característico<br />
abusaron contemporáneos y<br />
seguidores. ¿Acaso era fácil de copiar?<br />
Un estilo tan personal es<br />
imposible de copiar, pero se puede<br />
imitar si uno está dispuesto a<br />
prescindir de la personalidad de<br />
su autor y apropiarse de su imagen<br />
superficial. Apenas se le otorgó<br />
la etiqueta de escritor de la<br />
era del jazz, toda la apariencia<br />
externa de su estilo se convirtió<br />
en objeto de consumo. Hay<br />
quien dice que su estilo era su<br />
vida y lo cierto es que no cuesta<br />
mucho imaginarlo como personaje<br />
secundario o principal de<br />
muchos de sus cuentos. Y eso,<br />
en literatura narrativa, no es de<br />
lo mejor que le puede ocurrir a<br />
un escritor. Pero es un estilo tan<br />
característico, en efecto, que impregna<br />
todos sus cuentos. Y me<br />
refiero a ellos porque pueden<br />
mostrar a la perfección lo mejor<br />
y lo peor de Scott Fitzgerald: la<br />
exigencia y la facilidad. De hecho,<br />
él sabía bien cuándo un<br />
cuento estaba resuelto sólo a medias,<br />
por más que brillase externamente<br />
y, en estos casos, le<br />
dolía como sólo le duele a un escritor<br />
de raza. Bien: el caso es<br />
que la capacidad de descripción<br />
que puede mostrar una mirada<br />
atenta, activa y selectiva no suele<br />
ir más allá del costumbrismo<br />
46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
por sí sola; sería tan atractiva como<br />
los cuentos menos conseguidos<br />
de Scott Fitzgerald; una minucia<br />
para su talento. La mirada<br />
del escritor de raza es mucho más<br />
que eso; es una mirada sobre el<br />
mundo. Cuando se tiene una<br />
mirada sobre el mundo, lo que<br />
esa mirada muestra es un mundo.<br />
Estilísticamente, podemos<br />
buscar un ejemplo. El texto que<br />
reproducíamos antes era una mera<br />
descripción: puro talento para<br />
descubrir lo significativo de un<br />
paisaje, pero nada más. Veamos<br />
ahora este otro texto, tomado de<br />
El gran Gatsby:<br />
“El único objeto<br />
completamente inmóvil<br />
que había en el cuarto<br />
era un enorme sofá<br />
en el que dos jóvenes<br />
estaban encaramadas como<br />
si se tratara de un globo<br />
cautivo. Ambas iban<br />
de blanco, y sus vestidos<br />
se agitaban y flameaban<br />
como si la brisa acabara<br />
de devolverlas al punto<br />
de partida después de<br />
un breve vuelo en torno<br />
a la casa. Debí permanecer<br />
inmóvil unos momentos<br />
escuchando el restallar<br />
de los visillos y el chirrido<br />
de una cuadro contra<br />
la pared. Luego se oyó<br />
el ruido violento de las<br />
ventanas traseras al cerrarlas<br />
Tom Buchanan, con lo que<br />
el viento aprisionado perdió<br />
su fuerza, y los visillos<br />
y los tapices y las dos<br />
muchachas descendieron<br />
lentamente hasta el suelo”.<br />
Es la aparición de Daisy –y<br />
de su amiga– ante los ojos del<br />
narrador. Si comparamos los dos<br />
textos, la diferencia de intención<br />
es evidente. El primero sólo es<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Scott Fitzgerald<br />
una descripción paisajística que<br />
el autor necesita como ciclorama<br />
de una situación; el segundo,<br />
por el contrario, contiene en sí<br />
mismo un modo de mirar y, por<br />
tanto, una opinión: la del narrador<br />
sobre Daisy; no es que sólo<br />
nos esté diciendo cómo es, sino<br />
que nos está diciendo qué le parece<br />
y cómo es su espacio vital y<br />
sentimental; es más, no hay en<br />
todo el párrafo la menor referencia<br />
al físico de Daisy –no está<br />
buscado, no es su intención<br />
principal– y, sin embargo, podríamos<br />
construirla en nuestra<br />
imaginación con más libertad e<br />
intensidad que si nos hubiera<br />
obsequiado con una cuidadosa<br />
descripción física.<br />
La mirada de Scott nos proveerá<br />
de momentos de extraordinaria<br />
intensidad porque en su<br />
expresión hay un encanto muy<br />
especial; lo utiliza siempre con<br />
cuidado, midiendo su ritmo y<br />
sus momentos altos y, también,<br />
con esa especie de indolencia del<br />
cazador que sabe lo que busca y<br />
lo regala cuando lo atrapa. En el<br />
estilo de Scott hay, además de<br />
una gran agudeza mental, un<br />
fraseo que, ese sí, recuerda, por<br />
su aspecto fresco y espontáneo,<br />
el fraseo de un jazzman:<br />
“Era un olor que Edith<br />
conocía bien, excitante,<br />
estimulante, inquietantemente<br />
dulce: el olor<br />
de un baile a la moda”.<br />
Cuando es necesario, muerde:<br />
“Emprendió una carrera<br />
incansable, angustiada,<br />
que lo condujo esta vez<br />
a su casa: una única<br />
habitación en un alto y<br />
horrible edificio<br />
de apartamentos en<br />
el centro de la nada”.<br />
Y no deja escapar una imagen<br />
sin apurar su esencia, sin concesiones,<br />
con las palabras justas:<br />
“Anson se dirigió a los<br />
invitados ruidosamente,<br />
un poco agresivo, durante<br />
15 minutos, y luego se<br />
desplomó silenciosamente<br />
bajo la mesa, como<br />
en un grabado antiguo,<br />
pero, a diferencia del<br />
grabado antiguo, la escena<br />
resultó espantosa sin ser<br />
en absoluto pintoresca”.<br />
El presentimiento<br />
del desastre<br />
Sus personajes masculinos o son<br />
jóvenes y desdichados o son jóvenes<br />
y ricos, pero en ambos casos<br />
están unidos por una sensación<br />
común: el presentimiento<br />
del desastre. Las muchachas, en<br />
cambio, son casi todas jóvenes<br />
americanas animosas y de buena<br />
familia y se diferencian de las<br />
más formales en que desean<br />
unos años alocados y de flirt antes<br />
de sentar cabeza y matrimonio.<br />
En todos los buenos relatos<br />
de Scott –y en sus novelas– los<br />
personajes masculinos, sean o no<br />
débiles, se mueven en una zona<br />
de peligro en la que no importa<br />
tanto la clase de peligro como su<br />
inminencia. Está ahí, en todo<br />
momento, y contiene una amenaza<br />
decisiva en la vida de esos<br />
personajes. Junto a ellos, las mujeres<br />
se comportan más bien como<br />
acompañantes frívolas, ami-<br />
47
SCOTT FITZGERALD: EL GRAN PERDEDOR<br />
gas o simples objetos de deseo,<br />
sean ragtime girls o doradas herederas.<br />
No es fácil encontrar en<br />
los relatos de Scott mujeres a las<br />
que aceche el desastre porque éste<br />
nunca llega a constituirse como<br />
una amenaza decisiva, mientras<br />
que en los hombres el desastre<br />
condiciona absolutamente<br />
sus vidas; en ellos es más contundente,<br />
su fragilidad es mayor,<br />
uno sabe que cuando les alcance<br />
van a romperse. Basta leer el relato<br />
titulado Primero de mayo<br />
(SOS) para ver la diferencia que<br />
existe entre Edith Branden y<br />
Gordon Sterret.<br />
De entre los muchos grandes<br />
relatos de Scott, hay uno, Regreso<br />
a Babilonia, que no es sólo<br />
uno de los mejores relatos escritos<br />
en este siglo, sino el perfecto<br />
recipiente de ese “presentimiento<br />
del desastre”. Hay que decir,<br />
ante todo, que lo importante,<br />
dramáticamente hablando, no es<br />
el desastre –que se va configurando<br />
a lo largo del relato como<br />
un fondo– sino el presentimiento.<br />
El desastre no es amenazador,<br />
es, simplemente, una parte<br />
constituyente del acontecimiento<br />
que estamos viviendo, del<br />
mismo modo que un arpa en el<br />
escenario de una sala de conciertos<br />
se encuentra en su lugar natural.<br />
Lo que hace vibrar al arpa<br />
es la acción de la mano que la<br />
pulsa durante el concierto. Del<br />
mismo modo, lo que hace vibrar<br />
al desastre, lo que lo despierta y<br />
lo pone en marcha, es el presentimiento<br />
que recorre –con admirable<br />
sutileza en este cuento–<br />
el alma de su protagonista.<br />
Charlie Wales es un hombre<br />
joven que ha vuelto a París para<br />
tratar de recuperar la custodia de<br />
su hija, Honoria, una muchachita<br />
de 10 años que vive con<br />
sus tíos. Charlie y su mujer vivieron<br />
a fondo el París de los<br />
americanos locos y ricos de antes<br />
de la Depresión, y de aquel disparate<br />
resultó el alcoholismo de<br />
él y la muerte de ella, de la que<br />
Charlie se siente moralmente<br />
responsable. La tutora de la niña<br />
es la hermana de la mujer de<br />
Charlie y es evidente que le reprocha<br />
esa muerte y se lo hace<br />
notar con dureza.<br />
Charlie es un hombre que se<br />
ha regenerado, bebe un solo<br />
whisky al día, ha consolidado<br />
un trabajo profesional y considera<br />
que ha llegado el momento<br />
de merecerse de nuevo la custodia<br />
de su hija. Hago hincapié en<br />
esta actitud, “merecerse”, porque<br />
es justamente la que electriza<br />
sotto voce todo el relato.<br />
Charlie Wales tiene un amor<br />
por su hija tan desdichadamente<br />
profundo como su mala conciencia.<br />
Scott lo hace notar con<br />
admirable sabiduría comenzando<br />
el cuento por una visita del<br />
protagonista a los locales de antaño,<br />
donde ya no queda nada<br />
de lo que hubo, donde la nostalgia<br />
es como el mal recuerdo<br />
de una resaca. Desde ese momento,<br />
todos los movimientos<br />
del rehabilitado Charlie están<br />
seguidos por la sombra de la sospecha.<br />
Frase a frase, el lector teme<br />
que, al volver la página,<br />
Charlie no pueda superar la<br />
prueba de estabilidad a la que<br />
se está sometiendo con la intención<br />
de recuperar a su hija. Todo<br />
va pendiendo de un hilo con<br />
tal intensidad que, aunque los<br />
hechos demuestren que Charlie<br />
puede llevarla consigo, la posibilidad<br />
de que el desastre se precipite<br />
sobre esa ternura invade el<br />
relato como un cáncer. Una aparición<br />
indeseada de dos amigos<br />
de antaño en la casa de su cuñada<br />
cumplirá el papel catártico<br />
que ésta necesita para no ceder a<br />
la niña –a lo que se había resignado–<br />
y para que la nueva espera<br />
que aguarda a Charlie deje en<br />
el aire la angustiosa sospecha de<br />
que quizá ésta era su última<br />
oportunidad, de que quizá sea lo<br />
suficientemente frágil como para<br />
no poder resistir otro envite<br />
del destino. Subrepticiamente,<br />
además, se deja traslucir que en<br />
la negativa de la cuñada hay una<br />
razón turbia enmascarada bajo<br />
la dignidad ofendida que exhibe:<br />
ellos (ella, su marido, sus hijas)<br />
viven con justeza donde<br />
Charlie y su hermana derrocharon<br />
un dinero que los aniquiló y<br />
la idea de justicia (vengativa, puritana,<br />
cruel) que ella representa,<br />
no acepta que él sea capaz de regenerarse.<br />
La belleza de este cuento es<br />
inaudita. Ese “presentimiento del<br />
desastre” alcanza tales cotas de<br />
sutileza expresiva, tal cercanía<br />
emocional, que no es posible<br />
aceptarlo sin aceptar también<br />
que Scott puso en él la piel de su<br />
propio desastre. De nuevo, pues,<br />
estaríamos ante un Scott que, en<br />
sus mejores textos, se parece demasiado<br />
a sí mismo.<br />
Los personajes masculinos que<br />
no pertenecen al mundo de la riqueza<br />
tienen todos una gran propensión<br />
al desastre. Los que pertenecen<br />
a ese mundo la tienen<br />
también, pero de otro modo. Los<br />
primeros se mueven en una situación<br />
de fragilidad en lo económico<br />
y de dependencia en lo<br />
amoroso. Parecen estar siempre a<br />
punto de perderlo todo, pero ese<br />
todo no es necesariamente la vida,<br />
sino una especie de ilusión<br />
quebradiza. Un relato como Lo<br />
más sensato lo muestra fehacientemente<br />
y su final es expreso:<br />
“George no se movía<br />
ni pensaba ni esperaba<br />
nada, adormecido<br />
e insensibilizado por<br />
el presentimiento<br />
del desastre. El tictac<br />
del reloj continuaría<br />
sonando hasta después<br />
de las once, hasta después<br />
de las doce, y entonces<br />
la señora Cary les avisaría<br />
cariñosamente desde<br />
la baranda de la escalera;<br />
fuera de eso, sólo veía el<br />
mañana y la desesperación”.<br />
Todos esos jóvenes tristes, ricos<br />
y pobres tienen un problema<br />
común: viven en el mundo y<br />
no alcanzan a comprender la<br />
realidad. Huyen de un modo u<br />
otro hacia adelante, porque lo<br />
que tienen es un conflicto de relación<br />
con la realidad. Todo un<br />
espíritu perfectamente propio de<br />
los roaring twenties. Ésta es la línea<br />
que une la inseguridad última<br />
de los personajes con la ilusión<br />
de seguridad, de permanencia<br />
de una felicidad que, aunque<br />
alcancen a sentir, no alcanzan a<br />
conseguir.<br />
Lo que nos lleva a otra cuestión,<br />
y es esa sensación permanente<br />
que dejan los cuentos de<br />
Scott Fitzgerald de que los más<br />
conseguidos están muy, muy<br />
cerca de la piel del autor.<br />
Cuestión de distancia<br />
La vida y la obra de Scott están<br />
muy unidas. El lector de esta colección<br />
de relatos se sentirá sobrecogido<br />
por su calidad, pero<br />
no dejará de pensar que está leyendo<br />
la obra del cronista de una<br />
época. Si a la literatura le pedimos<br />
un poco más, si le pedimos<br />
la excelencia suprema de la obra<br />
inolvidable, ¿responde Scott Fitzgerald<br />
a este llamado? Pensemos<br />
por un momento en dos contemporáneos<br />
suyos: Hemingway<br />
y Faulkner. ¿Está a su altura? La<br />
comparación sólo sirve para hacer<br />
la pregunta, porque seguir<br />
por este camino sería como establecer<br />
un ranking que en la<br />
gran literatura resulta inoperante<br />
porque se es o no se es, y punto.<br />
Pero vale para determinar el<br />
grado de exigencia.<br />
Francis Scott Fitzgerald aparece<br />
como el más débil e inseguro<br />
de los grandes escritores de su<br />
generación y de ello se resiente la<br />
valoración de su obra. La idea de<br />
sostener que fue sólo “el chico<br />
que escribió sobre la era del jazz”<br />
y que se quedó en ella ha prendido<br />
en mucha gente superficial.<br />
Lo cierto es que muchos de sus<br />
cuentos le sitúan en la cumbre<br />
del género. Si nos vamos a sus<br />
novelas, en cambio, éstas parecen<br />
promesas incumplidas llenas<br />
de talento y genialidad. Pero si<br />
todas son hermosas y malditas,<br />
hay una que es insuperable: me<br />
refiero a El gran Gatsby.<br />
“De la casa de mi vecino<br />
brotaba la música durante<br />
las noches de verano. En<br />
sus jardines azules, y entre<br />
los susurros, el champán<br />
y las estrellas, hombres<br />
y muchachas iban y venían<br />
como mariposas”.<br />
Esto es lo que nos cuenta<br />
Nick Carraway acerca de las fiestas<br />
de la casa de Jay Gatsby; justo<br />
el tonillo clásico de la “era del<br />
jazz” y de las alegres flappers. Estamos,<br />
pues, en pleno ambiente.<br />
Se diría que nos disponemos a<br />
comenzar otro cuento de Scott<br />
con joven triste y rico, pero…<br />
Pero hay una diferencia de plan-<br />
48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
teamiento que cambia inmediatamente<br />
la percepción. Esta historia,<br />
la de Jay Gatsby no la<br />
cuenta Gatsby, la cuenta un joven<br />
llamado Nick Carraway. A<br />
primera vista podría parecer un<br />
asunto intrascendente, pero es<br />
justo el acto más relevante de<br />
toda la novela. Es la primera vez<br />
que Scott Fitzgerald interpone<br />
decididamente a alguien entre él<br />
y su personaje. No se trata de un<br />
simple narrador: hay narradores<br />
en otros relatos de James. Lo que<br />
importa es la clase de narrador<br />
que interpone entre Gatsby y él<br />
mismo: un joven de familia conocida<br />
que sale adelante con su<br />
propio esfuerzo, lo cual le coloca,<br />
de una parte, en una especie de<br />
tierra de nadie muy personal y,<br />
de otra parte, en una distancia<br />
razonablemente equidistante del<br />
mundo de la rancia tradición de<br />
los ricos y el mundo de los emergentes<br />
de gran éxito, como Jay<br />
Gatsby.<br />
Y ¿dónde se sitúa Scott? Pues,<br />
naturalmente, mirando a Carraway,<br />
que mira a Gatsby. Todo lo<br />
que en otras ocasiones es pura<br />
cercanía al personaje –sobre todo,<br />
y esto no es fútil, en sus mejores<br />
relatos– aquí resulta filtrado<br />
por Carraway y, entonces, como<br />
un golpe de magia, surge la perspectiva,<br />
es decir: establece la distancia<br />
necesaria para que la mirada<br />
pueda mostrar lo que ve y lo<br />
cuenta con lo mejor de un estilo<br />
“que ya no necesita pegarse a las<br />
emociones de los personajes”.<br />
Esa cercanía a las emociones las<br />
puede aguantar bien un relato<br />
–véase de nuevo Regreso a Babilonia–,<br />
pero no tan bien una novela;<br />
la novela es otra extensión,<br />
otra distancia. En el éxito de A<br />
este lado del paraíso tuvo que ver,<br />
precisamente, la subjetividad,<br />
pero la novela es desigual. En<br />
Gatsby, por el contrario, es el sentido<br />
de la perspectiva el que va<br />
levantando, ante la lectura atónita<br />
del lector, esa historia magnífica.<br />
Cuando la novela termina<br />
y los sucesos están claros, hay<br />
unas páginas en las que se va lentificando<br />
el ritmo, porque aquí<br />
no se busca esa sorpresa última,<br />
esa recogida airosa con que terminan<br />
los cuentos, sino que<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Scott, consciente de lo que ha logrado,<br />
deja que los últimos flecos<br />
del relato vayan aquietándolo<br />
hasta su extinción. En esa “lentitud”<br />
hay una imagen donde se<br />
ve perfectamente esa perspectiva,<br />
una imagen que no responde<br />
a ningún estímulo inmediato,<br />
sino que está construida a medio<br />
camino entre la sugerencia y la<br />
objetividad:<br />
“Una noche oí<br />
un automóvil de verdad,<br />
y vi los faros cuando<br />
se detuvo ante la escalinata.<br />
Pero no hice ninguna<br />
averiguación. Probablemente<br />
se trataba de un último<br />
invitado que volvía de<br />
los confines de la tierra<br />
y aún ignoraba que<br />
se había acabado la fiesta”.<br />
Esa imagen representa un<br />
pensamiento y una realidad, no<br />
un impulso emotivo. La que fue<br />
casa de Gatsby hace tiempo que<br />
se encuentra en silencio.<br />
Los pensamientos de Nick<br />
Carraway son del propio Carraway.<br />
El personaje interpuesto<br />
entre el autor y Gatsby define<br />
el poderío inagotable de esta<br />
obra maestra. En sus últimas palabras,<br />
sin embargo, tenemos la<br />
sensación de que habla a alguien<br />
que se ha acercado a él al final<br />
de la historia y mira en la dirección<br />
en la que él mira: el propio<br />
Scott Fitzgerald. Es una mirada<br />
que recuerda en cierto modo<br />
la figura del angelus novus de<br />
Walter Benjamin:<br />
“Gatsby creía en la luz<br />
verde, en el orgiástico futuro<br />
que año tras año retrocede<br />
delante de nosotros. Se nos<br />
escapa en el momento<br />
presente, pero ¡qué<br />
importa!; mañana<br />
correremos más deprisa,<br />
nuestros brazos extendidos<br />
llegarán más lejos… Y una<br />
hermosa mañana…<br />
Y así seguimos adelante,<br />
botes contra la corriente,<br />
empujados incesantemente<br />
hacia el pasado”. n<br />
José María Guelbenzu es novelista.<br />
Autor de La noche en casa, El río de la<br />
luna y La mirada.
Edward Inman Fox<br />
La invención de España<br />
Editorial Cátedra, Madrid, 1997<br />
En los últimos meses se empieza<br />
a discutir con asiduidad<br />
en la prensa española la<br />
cuestión de cómo se debe enseñar<br />
“la historia nacional” en los centros<br />
estatales. Es interesante notar<br />
que la llegada del tema al espacio<br />
público coincide, más o menos,<br />
con la publicación de La invención<br />
de España, libro sugerente<br />
del hispanista norteamericano<br />
Edward Inman Fox. Según el estudio<br />
de Fox, que se nutre de la<br />
fecunda noción de la “comunidad<br />
imaginada” propuesta por<br />
Benedict Anderson ya hace más<br />
de una década, nuestro entendimiento<br />
del “hecho español” proviene<br />
en gran parte del proyecto<br />
de la historiografía nacionalista<br />
“de naturaleza individual e institucional<br />
a la vez”(pág. 13), que<br />
durante la segunda mitad del siglo<br />
pasado y la primera mitad del<br />
presente engendró una forma<br />
esencialmente castellanófila de<br />
concebir la realidad nacional. En<br />
su análisis, el hispanista norteamericano<br />
pone de relieve el importante<br />
papel de la Generación<br />
del 98 y la Generación de 14 en<br />
los esfuerzos patriagénicos de las<br />
élites intelectuales de esta época.<br />
Al demostrar la centralidad del<br />
deseo, esencialmente político, de<br />
crear y de propagar nuevos conceptos<br />
de identidad nacional en<br />
el proceso creativo de los artistas<br />
destacados de la época, Fox suministra<br />
un muy esperado golpe<br />
de gracia a los debates, ya hace<br />
tiempo bastante estériles, sobre<br />
la validez y la extensión del concepto<br />
de la Generación del 98.<br />
En su mayoría, tales debates partían<br />
de la suposición de que las<br />
explicaciones acerca de la naturaleza<br />
del corpus de textos producidos<br />
por la llamada Generación<br />
del 98 deben buscarse dentro la<br />
literatura misma, aplicando las<br />
herramientas críticas del campo<br />
filológico. De ahí, por ejemplo,<br />
los muchos intentos de caracterizar<br />
la producción de los noventayochistas<br />
en términos de una relación<br />
oposicional con el Modernismo,<br />
otro movimiento literario<br />
de fundamento teórico igualmente<br />
borroso. La reivindicación<br />
por parte de Fox de la importancia<br />
de la figura del intelectual público<br />
(escritor que no se concebía<br />
principalmente como guardián<br />
de los valores estéticos sino como<br />
individuo enfrascado en diálogos<br />
constantes con el público,<br />
por una parte, y las ideas motrices<br />
de los debates que ocurren en el<br />
espacio político por otra), durante<br />
la época finisecular, rompe este<br />
círculo vicioso de análisis intraliterario<br />
y nos hace ver la necesidad<br />
de aplicar las teorías<br />
integrales de la cultura, como las<br />
de Bourdieu, al estudio del periodo<br />
en cuestión. La necesidad<br />
de hacerlo se hace aun más patente<br />
cuando tomamos en cuenta<br />
que la pedagogía “literaria” sobre<br />
la nación producida por los<br />
noventayochistas y novecentistas<br />
castellanos tiene sus correlatos,<br />
como bien muestra Fox, en el<br />
campo de las artes plásticas y en<br />
el ámbito de la creación de las<br />
instituciones culturales, tales como<br />
la Junta para Ampliación de<br />
Estudios. Aplicando las ideas del<br />
teórico francés ya mencionado,<br />
por ejemplo, se podría empezar a<br />
hablar de la existencia de un campo<br />
cultural finisecular español<br />
condicionado y delimitado, co-<br />
ENSAYO<br />
INVENCIONES DE ESPAÑAS<br />
THOMAS S. HARRINGTON<br />
mo todos los campos culturales,<br />
por un campo de poder dominado,<br />
en esta coyuntura, por la<br />
cuestión del destino de la España<br />
castellanizada.<br />
Sin embargo, nuestros intentos<br />
de renovar la base teórica de<br />
los estudios finiseculares no deben<br />
ni pueden parar allí. El concepto<br />
del campo cultural concebido<br />
por Bourdieu y presente, a mi<br />
entender, de una forma implícita<br />
en los planteamientos de Fox, supone<br />
una relación esencialmente<br />
congruente entre el aparato cultural<br />
dominado por las élites intelectuales<br />
y una nación cultural<br />
en particular, la castellana. En un<br />
país como Francia, dominado<br />
hasta hace muy poco por un concepto<br />
bastante monolítico de<br />
identidad nacional, se podía utilizar<br />
tal planteamiento sin grandes<br />
complicaciones. El caso de la<br />
España finisecular es otra cosa.<br />
En el cuarto de siglo que va<br />
desde el Desastre hasta la llegada<br />
de la dictadura de Primo de Rivera,<br />
la península Ibérica se reveló<br />
con más claridad que nunca<br />
como, en la terminología del<br />
teórico israelí Even-Zohar, un polisistema<br />
cultural. Trabajaban de<br />
una forma muy paralela a los intelectuales<br />
castellanófilos de las<br />
generaciones del 98 y del 14 los<br />
nacionalistas catalanes bajo el liderazgo<br />
de Prat de la Riba y Eugeni<br />
D’Ors, los nacionalistas culturalistas<br />
vascos como Engracio<br />
de Arantzadi y, en la segunda mitad<br />
del periodo mencionado, los<br />
nacionalistas gallegos bajo la batuta<br />
primero de los hermanos Villar<br />
Ponte y después, de la Xeneración<br />
Nós encabezada por Vicente<br />
Risco. A éstos se podría<br />
agregar el caso de Renascença Portuguesa,<br />
el movimiento patriótico<br />
y pedagógico fundado en el país<br />
vecino por intelectuales como<br />
Teixeira de Pascoaes, Leonardo<br />
Coimbra y Jaime Cortesco en los<br />
meses que siguieron la declaración<br />
de la República en 1910.<br />
Al topar con la realidad, mucho<br />
más compleja, de cinco proyectos<br />
paralelos de “pedagogía<br />
nacional” en vez de sólo uno,<br />
existe la tentación de recurrir al<br />
ejemplo de Ortega y caracterizar<br />
a los movimientos periféricos de<br />
identidad nacional como movimientos<br />
esencialmente “artificiosos”<br />
cuya existencia se debe, más<br />
que nada, a la debilidad coyuntural<br />
del régimen centralista. Reducirlos<br />
así al nivel del ruido de<br />
fondo parece ser la opción escogida<br />
por Fox al analizar La invención<br />
de España durante el periodo<br />
en cuestión. Esta postura<br />
de otorgar casi todo el protagonismo<br />
en el proceso de “construir<br />
la nación” a los intelectuales castellanófilos<br />
“liberales” me parece<br />
insostenible, sobre todo cuando<br />
se investiga, tal como nos insta<br />
Fox, la cuestión de la institucionalización<br />
de la pedagogía nacional<br />
en las primeras décadas del<br />
siglo. Con razón, el estudioso estadounidense<br />
destaca la importancia<br />
de la cadena de sucesos<br />
que incluye la fundación de la<br />
Junta para Ampliación de Estudios<br />
en 1907, el Centro de Estudios<br />
Históricos en 1910, la Revista<br />
de Filología Española en<br />
1914. Se podría añadir a la lista,<br />
entre muchas otras cosas, la fundación<br />
de la Liga de Educación<br />
Política y su órgano España en el<br />
periodo 1913-1915. Sin embargo,<br />
lo que no nos proporciona<br />
este análisis es una idea del contexto<br />
ibérico en el cual ocurrieron<br />
estas iniciativas culturales. Ateniéndonos<br />
sólo a las actividades<br />
referentes a la institucionalización<br />
50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
de la cultura catalana (sin tocar<br />
las muchas actividades análogas<br />
en Portugal, el País Vasco y Galicia)<br />
durante las primeras dos décadas<br />
de este siglo, podríamos hablar,<br />
para nombrar sólo unos pocos<br />
ejemplos, de la aparición de<br />
La Veu de Catalunya como diario<br />
(1899), los Estudis Universitaris<br />
Catalans (1903), el Congrés Internacional<br />
de la Llengua Catalana<br />
(1906), L’Institut d’Estudis<br />
Catalans con su Anuari y su propio<br />
programa de becas para los<br />
estudios en el extranjero en 1907,<br />
y la Biblioteca de Catalunya<br />
(1914). En cuanto a publicaciones<br />
“doctrinarias” de pedagogía<br />
nacional comparables a los libros<br />
de Altamira, Cossío, Unamuno,<br />
Ortega y Menéndez Pidal y otros<br />
en el ámbito castellanófilo, podemos<br />
mencionar La nacionalitat<br />
catalana de Prat de la Riba<br />
(1906); Les pintures murals catalanes<br />
de Pijoan (1907); Documents<br />
per l’historia de la cultura<br />
catalana mig-eval de Rubió i<br />
Lluch (1907-1921); L’arquitectura<br />
románica a Catalunya de Puig<br />
i Cadafalch (1909-1918); La ben<br />
plantada de Eugeni d’Ors (1911)<br />
y las Normes ortogràfiques (1913)<br />
y la Gramática catalana (1918)<br />
de Pompeu Fabra.<br />
¿Es simplemente una serie de<br />
actividades “defensivas” frente a<br />
la realidad de una España castellanizada<br />
emergente? Mientras<br />
no cabe duda de que el espectro<br />
de una Castilla amenazante<br />
siempre servía, tanto en aquel<br />
entonces como hoy, como telón<br />
de fondo para la obra de los pedagogos<br />
nacionalistas catalanes,<br />
también es verdad que en el discurso<br />
castellanista de la misma<br />
época no había poco de actitudes<br />
defensivas frente al hecho catalán.<br />
¿Qué otra cosa son los artí-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
culos de Unamuno tras su visita<br />
a Barcelona durante el ya mencionado<br />
Congrés Internacional<br />
de la Llengua Catalana en 1906<br />
o los comentarios despectivos de<br />
Ortega dirigidos a los intelectuales<br />
catalanistas durante su campaña<br />
fervorosa en favor de instituciones<br />
culturales de tipo “nacional”?<br />
¿Se puede calificar de<br />
mera casualidad que Ortega sintiera<br />
la necesidad de poner en<br />
marcha la Liga de Educación Política<br />
y la revista España justo en<br />
el momento cuando los planes<br />
para la fundación de la Mancomunitat<br />
de Catalunya y la Biblioteca<br />
de Catalunya se convertían<br />
en realidad? En fin, una cuidadosa<br />
investigación paralela de<br />
estos dos proyectos nacionalistas<br />
deja bien claro que había, en ambas<br />
partes, una aguda concien-<br />
cia acerca de las actividades pedagógicas<br />
de sus homólogos intrapeninsulares<br />
y, quizá más importante,<br />
una tendencia en los<br />
dos bandos hacia la duplicación<br />
de modelos retóricos e institucionales<br />
empleados por sus colegas<br />
“enemigos”. En este contexto,<br />
por tanto, no se puede establecer<br />
a ciencia cierta quienes<br />
eran “los protagonistas” y quienes<br />
eran “los reaccionarios”.<br />
Ahora que nos hemos dado<br />
cuenta de la importancia de los<br />
vínculos entre la producción cultural<br />
y la invención de la nación<br />
como discurso simbólico en la<br />
Iberia finisecular, conviene darnos<br />
cuenta también de la certeza<br />
de las palabras de Enric Ucelay da<br />
Cal cuando dijo hace poco que<br />
“los nacionalismos antiespañoles<br />
y el nacionalismo del Estado es-<br />
Eugeni D’Ors<br />
pañol son parte de la misma dinámica<br />
social, que no se puede<br />
entender sino como conjunto”.<br />
Es sólo cuando se adopta un enfoque<br />
múltiple de este tipo, en el<br />
que se pone de relieve la cuestión<br />
de los diálogos, tanto al nivel<br />
real como figurativo, entre los pedagogos<br />
nacionalistas de las diversas<br />
zonas de España y Portugal,<br />
que puede empezar de verdad<br />
la tarea, tan necesaria en el<br />
contexto del proyecto inacabado<br />
de la Constitución de 1978 y el<br />
advenimiento de la Unión Europea,<br />
de medir los pesos específicos<br />
de los diferentes movimientos<br />
históricos de identidad nacional<br />
en la península Ibérica. n<br />
Thomas S. Harrington es doctor en<br />
Estudios hispánicos de la Universidad<br />
de Brown (EE UU).<br />
51
El 8 de agosto de 1897 caía<br />
asesinado en el País Vasco<br />
el presidente del Gobierno<br />
español don Antonio Cánovas<br />
del Castillo. El anarquista italiano<br />
Michele Angiolillo le había<br />
disparado tres tiros mientras leía<br />
el periódico, sentado relajadamente<br />
en un banco del balneario<br />
guipuzcoano de Santa Águeda.<br />
El agresor no intentó huir; ni siquiera<br />
se movió del lugar del crimen.<br />
Dejó incluso que le zarandeara<br />
la ya viuda de Cánovas,<br />
que había acudido al instante,<br />
alarmada por las detonaciones.<br />
Con absoluta frialdad, le dijo<br />
unas palabras. Algo así como: “A<br />
usted la respeto porque es una<br />
señora honrada, pero yo he cumplido<br />
con un deber”. El deber<br />
que había venido a cumplir Angiolillo<br />
era el de “vengar a sus<br />
hermanos de Montjüic”, aunque<br />
muchos sospecharon entonces<br />
–y ahora– que determinados intereses<br />
cubanos (en guerra entonces<br />
contra España para conseguir<br />
la independencia) no fueron<br />
ajenos al atentado. Lo cierto,<br />
en cualquier caso, fuera cual fuese<br />
la perspectiva para enfocar el<br />
hecho, es que se alcanzaba de este<br />
modo, también en España, el<br />
momento culminante de la violencia<br />
terrorista que venía azotando<br />
a los principales países europeos<br />
desde, al menos, dos decenios<br />
antes. Era lo que los<br />
propios anarquistas denominaban<br />
“propaganda por el hecho”.<br />
En un fenómeno de esas características<br />
hay inevitablemente<br />
muchas piezas sueltas, incluso<br />
para los historiadores e investigadores<br />
de ahora, un siglo después;<br />
no ya sólo por los factores<br />
de tipo empírico que cualquiera<br />
puede barruntar por ser los más<br />
inmediatos (quién o quiénes fueron<br />
los autores reales de muchos<br />
atentados oscuros, cuántos fueron<br />
los implicados de una u otra<br />
forma, de qué cobertura dispusieron,<br />
quiénes los ampararon,<br />
qué papel jugó la oscura policía<br />
de la época y sus confidentes…),<br />
sino por razones de orden más<br />
complejo que distan mucho de<br />
tener una respuesta absolutamente<br />
satisfactoria. Así, por citar<br />
tan sólo un ramillete de interrogantes:<br />
¿por qué surge la violencia<br />
individual como táctica en el<br />
seno del movimiento anarquista?;<br />
¿quiénes preconizan ese recurso<br />
y por qué?; ¿qué objetivos<br />
se pretenden conseguir?; ¿cuáles<br />
fueron sus efectos prácticos? 1 .<br />
Centrándonos más en el caso español,<br />
¿qué papel jugaron en todo<br />
ello los factores específicamente<br />
nacionales?; ¿qué consecuencias<br />
se derivaron para el<br />
propio anarquismo y para el con-<br />
HISTORIA<br />
EL TERRORISMO EN ESPAÑA<br />
HACE UN SIGLO<br />
1 Aprovecho la ocasión para remitirme,<br />
en forma casi telegráfica, a un puñado<br />
de obras que pueden proporcionar<br />
una visión global del fenómeno terrorista<br />
en el seno del anarquismo. Hay<br />
amplias alusiones a la violencia anarquista<br />
en diversos países europeos e incluso<br />
americanos en las conocidas obras<br />
de Horowitz, Irving Louis (Selecc. de):<br />
Los anarquistas. La teoría. La práctica, 2<br />
vols., Madrid, 1975; Joll, James: Los<br />
anarquistas, Barcelona, 1968; y Woodcock,<br />
George: El anarquismo, Barcelona,<br />
1979. Por países, habría que destacar el<br />
siempre excepcional caso ruso –Venturi,<br />
Franco: El populismo ruso, Madrid,<br />
1960; Avrich, Paul: Los anarquistas rusos,<br />
Madrid, 1974–, el no muy relevante<br />
modelo alemán –Carlson, Andrew<br />
R.: Anarchism in Germany, Metuchen,<br />
New Jersey, 1972–, la originalidad británica<br />
–MacKercher, William Russell:<br />
Libertarian Thought In Nineteenth Century<br />
Britain: Freedom, Equality and Authority,<br />
Nueva York, 1987–, el ejemplo<br />
italiano –Masini, Pier Carlo: Storia degli<br />
anarchici italiani: da Bakunin a Malatesta<br />
(1862-1892), Milán, 1972;<br />
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO<br />
junto del movimiento obrero?<br />
O, en un contexto ligeramente<br />
distinto, más teórico, resultaría<br />
atractivo establecer una conexión<br />
entre el radicalismo ácrata y el<br />
ambiente “filosófico” finisecular,<br />
insertando la impaciencia libertaria<br />
en un panorama ideológico<br />
más elaborado que tuviera en<br />
cuenta ese explosivo magma de<br />
entresiglos: nihilismo, individualismo,<br />
irracionalismo, nietzscheísmo,<br />
voluntarismo…<br />
Entre las distintas posibilidades<br />
esbozadas o, por decirlo de<br />
manera más radical, en los certeros<br />
términos de Pere Gabriel 2 , en<br />
la ineludible elección entre la<br />
“preocupación detectivesca” y el<br />
“interés por insertar la proble-<br />
Civolani, Eva: L’Anarchismo dopo la Comune:<br />
i casi italiano e spagnolo, Milán,<br />
1981– y, sobre todo, por su influencia<br />
sobre España, el prototipo francés<br />
–Maitron, Jean: Histoire du mouvement<br />
anarchiste en France (1880-1914), 2<br />
vols., París, 1983; Pessin, Alain: La rêverie<br />
anarchiste, 1848-1914, París,<br />
1982; y Manfredonia, Gaetano: L’individualisme<br />
anarchiste en France (1880-<br />
1914), París, 1991–. Para la violencia<br />
anarquista en España en el periodo de<br />
entresiglos, menciono tan sólo el importante<br />
artículo de Romero Maura,<br />
Joaquín: “Terrorism in Barcelona and<br />
its Impact on Spanish Politics, 1904-<br />
1909”, Past and Present, XII, 41, Londres,<br />
diciembre 1968, págs. 130-183, y<br />
mi síntesis sobre El terrorismo anarquista,<br />
1888-1909, Madrid, 1983. Para aspectos<br />
más concretos del caso español,<br />
véase la bibliografía citada en las notas<br />
posteriores.<br />
2 Gabriel, Pere: “Historiografía reciente<br />
sobre el anarquismo y el sindicalismo<br />
en España, 1870-1923”, Historia<br />
Social, núm. 1, pág. 51, Valencia, 1988.<br />
Otro interesante artículo que recoge indirectamente<br />
la bibliografía reciente sobre<br />
el fenómeno anarquista apareció<br />
poco después en la misma revista: Paniagua,<br />
Javier: “Una gran pregunta y<br />
varias respuestas. El anarquismo español<br />
desde la política a la historiografía”,<br />
Historia Social, núm. 12, págs. 31-<br />
57, invierno 1992.<br />
mática terrorista en la dinámica<br />
ideológica del anarquismo”, vamos<br />
a optar aquí decididamente<br />
por esta segunda vía; es decir, por<br />
una evaluación global de la violencia<br />
en la teoría y en la práctica<br />
anarquista durante un periodo<br />
concreto de la España contemporánea,<br />
con todo lo que ello lleva<br />
anejo de ponderación de las<br />
diversas variables –políticas, sociales,<br />
culturales, ideológicas, etcétera–<br />
que pudieron tener una<br />
influencia directa en el surgimiento<br />
y desarrollo de esa táctica.<br />
1. Del contexto internacional<br />
al caso español<br />
Sería una exageración injusta sostener<br />
que los tratadistas del tema<br />
han olvidado el contexto internacional<br />
en el que se insertan<br />
los llamativos atentados de la última<br />
década del siglo XIX en España,<br />
pero es bastante menos<br />
desmesurado llamar la atención<br />
sobre la ausencia de una sistematización<br />
en este terreno, más allá<br />
de las típicas alusiones deslavazadas<br />
a unos cuantos magnicidios;<br />
nos referimos, obviamente,<br />
a la necesidad de un encuadre riguroso<br />
de la táctica de la violencia<br />
individual en la ideología y<br />
en la praxis del movimiento<br />
anarquista internacional. Ese<br />
planteamiento resulta fundamental<br />
para poder entender cabalmente<br />
lo que, para muchos<br />
–en aquel tiempo– y para algunos<br />
–aún en la actualidad–, era<br />
un formidable y sorprendente estallido<br />
de violencia ciega, incomprensible,<br />
empezando por quienes<br />
debían estar mejor informados,<br />
los propios Gobiernos de la<br />
época. Resulta llamativo, en este<br />
sentido, leer en los documentos<br />
reservados del Ministerio de la<br />
Gobernación español, frases co-<br />
52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Antonio Cánovas del Castillo<br />
mo [no resulta] “aventurado el<br />
aserto de que difícilmente se registrarán<br />
entre nosotros atentados<br />
como los que con enérgica y<br />
universal reprobación se cometen<br />
en otras partes…”, aproximadamente<br />
un año antes de la<br />
bomba del Liceo 3 .<br />
Sólo desde esa perspectiva global<br />
será posible responder a preguntas<br />
como: ¿por qué siguieron<br />
los anarquistas en varios países y<br />
casi al mismo tiempo una táctica<br />
tan irracional? (no era desde luego<br />
una cuestión de epidemia, como<br />
si de gripe se tratara, a pesar<br />
de que perezosamente, entonces<br />
y ahora, se insistía en esa interpretación);<br />
¿había acuerdo entre<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ellos, y caso de ser así, de qué tipo,<br />
teórico o práctico?; más aún,<br />
¿podía hablarse, como se decía<br />
en los círculos conservadores, de<br />
una internacional terrorista, o al<br />
menos había una coordinación<br />
efectiva entre los diversos grupos<br />
que actuaban en países diferentes?;<br />
¿perseguían con los atentados<br />
objetivos comunes o se trataba<br />
de respuestas a situaciones<br />
específicas?; ¿por qué cesaron en<br />
casi todas partes las oleadas terroristas<br />
tan súbitamente como<br />
habían comenzado?…<br />
La táctica del atentado individual<br />
surge en el contexto de la<br />
crisis de la Primera Internacional,<br />
y más concretamente, de la<br />
crisis del movimiento anarquista.<br />
A este factor se le adhieren enseguida<br />
otros elementos de muy<br />
diversa índole, algunos de gran<br />
complejidad, enraizados en la específica<br />
problemática socio-polí-<br />
3 La frase transcrita pertenece a una<br />
circular del Ministerio de la Gobernación<br />
que lleva fecha del 6 de abril de<br />
1892 (Cf. Archivo Histórico Nacional,<br />
Ministerio de la Gobernación: Disposiciones<br />
para la represión del anarquismo,<br />
1894-1902, Serie A, Legajo 2, Exped.<br />
15). Digamos de paso que hay abundante<br />
documentación de esas características<br />
sobre el problema del anarquismo<br />
en estos años en varios Archivos:<br />
así, por ejemplo, en Alcalá de Henares<br />
(Madrid), en el Archivo General de la<br />
tica de cada país o derivados de la<br />
propia concepción revolucionaria<br />
del movimiento anarquista del<br />
siglo XIX. No hay que olvidar<br />
en este último sentido la radicalidad<br />
y sobre todo la impaciencia<br />
casi consustancial al “sentir” ácrata,<br />
mezclada con una tendencia,<br />
siempre presente, al individualismo,<br />
que se ve potenciada en el<br />
ambiente cultural e ideológico<br />
del momento (es la época, en el<br />
propio “mundo burgués”, de los<br />
Stirner, Nietzsche, Ibsen, Carlyle…).<br />
En este sentido se ha destacado<br />
la adopción de la táctica<br />
de la “propaganda por el hecho”<br />
en el Congreso de Londres<br />
(1881), olvidándose que ya en<br />
los Congresos de Berna (octubre<br />
de 1876) y Verviers (septiembre<br />
de 1877) se dieron importantes<br />
pasos en la dirección de legitimar<br />
la violencia individual; y dejando<br />
también en un injusto segundo<br />
plano la consolidación en<br />
el seno del anarquismo de la corriente<br />
que preconizaba un individualismo<br />
radical (cada uno<br />
dueño de sí mismo, sin obligación<br />
de rendir cuentas a nadie),<br />
que sería a la postre tan determi-<br />
Administración, Ministerio de la Gobernación.<br />
Documentación procedente<br />
del Palacio del Infantado, Caja 236;<br />
y en el mismo archivo, en la documentación<br />
perteneciente al Ministerio de<br />
Asuntos Exteriores, Embajada en París,<br />
Cajas 5831-5832, y 5881-5884.<br />
También en el ya citado Archivo Histórico<br />
Nacional, Ministerio de la Gobernación,<br />
Serie A, varios legajos, entre<br />
los que destacan los números 2, 44 y<br />
63. En el Servicio Histórico Militar, de<br />
la documentación procedente del Archivo<br />
General Militar de Segovia, el legajo<br />
núm. 157 de la Sección 2ª, División<br />
4ª, muy completo en lo referente a<br />
la represión militar del anarquismo. En<br />
el Archivo del Ministerio de Asuntos<br />
Exteriores, el legajo 2751, sobre las agitaciones<br />
anarquistas de 1899-1908.<br />
53
EL TERRORISMO EN ESPAÑA HACE UN SIGLO<br />
nante en la nueva orientación como<br />
la propia violencia, porque<br />
en definitiva ambas confluían en<br />
lo mismo: la vanguardia revolucionaria,<br />
o sea, el individuo consciente<br />
se sentía llamado a despertar<br />
a las masas (de las que estaba<br />
cada vez más distanciado)<br />
con acciones espectaculares que<br />
la sacudieran de su modorra y a<br />
la vez realzaran su papel como<br />
agente revolucionario (héroe y<br />
mártir al mismo tiempo).<br />
Hasta qué punto las proclamas<br />
teóricas y los llamamientos<br />
de los congresos tuvieron una incidencia<br />
práctica es una cuestión<br />
importante a dilucidar que requeriría<br />
el análisis de las circunstancias<br />
concretas de cada país. A<br />
ello se superponen otros elementos<br />
cuyo grado de influencia no<br />
puede ser a priori desechado: como<br />
el ascendiente del nihilismo<br />
ruso, que acababa de dar por las<br />
mismas fechas su golpe más certero<br />
con el asesinato del propio<br />
zar (Alejandro II, en 1881), o la<br />
decisiva intervención de confidentes<br />
y agentes infiltrados de la<br />
policía en la radicalización del<br />
movimiento ácrata (una de las<br />
obsesiones de los Gobiernos de la<br />
época, que pensaban, con razón,<br />
que la propia radicalidad consumiría<br />
el movimiento así como legitimaría<br />
la represión).<br />
Retomando el factor aludido<br />
de las características socio-políticas<br />
específicas de cada país como<br />
cuestión determinante que empujará<br />
a los anarquistas a la violencia,<br />
podremos comprobar, en<br />
su aplicación al caso hispano, cómo<br />
hay una correspondencia entre<br />
la amplitud del marco legal<br />
dispuesto por el Gobierno de<br />
turno y las posiciones legalistas<br />
de la organización anarquista (la<br />
Federación Regional Española<br />
[FRE], primero, desde 1870, y<br />
la Federación de Trabajadores de<br />
la Región Española [FTRE], más<br />
adelante, desde 1881). Aunque<br />
siempre hay un sector impaciente<br />
en el seno del anarquismo,<br />
proclive a buscar un atajo revolucionario<br />
con las armas en la<br />
mano, la FRE intentó mantener<br />
una actitud prudente en unos<br />
momentos políticos muy difíciles<br />
en nuestro país, en los que el re-<br />
curso a la violencia, y no sólo ni<br />
principalmente por parte de los<br />
ácratas, era tan habitual que sus<br />
diversas manifestaciones (insurrección,<br />
motines, represalias,<br />
atentados…) tendían a mezclarse<br />
y confundirse. Y así, en efecto,<br />
una prueba de que la vocación<br />
sindical, legalista, gradual y posibilista<br />
en el seno del anarquismo<br />
español no era un recurso coyuntural<br />
ni minoritario es que,<br />
en cuanto cambiaron las circunstancias<br />
políticas en 1881 con la<br />
llegada de los liberales de Sagasta<br />
al poder (léase: se aflojó el cerco<br />
represivo), la FTRE aprovechó<br />
los cauces legales para seguir una<br />
política de moderación, cuyos<br />
frutos, en forma de crecimiento<br />
espectacular del número de afiliados,<br />
fue precisamente lo que<br />
alarmó al Gobierno español, que<br />
no dudó en instrumentalizar el<br />
turbio asunto de la Mano Negra<br />
(1883) para desencadenar una<br />
represión generalizada: no contra<br />
los culpables o implicados en<br />
aquella sociedad secreta, sino<br />
contra todo el movimiento anarquista<br />
en su conjunto, pues precisamente<br />
lo que importaba era<br />
descabezar éste 4 .<br />
Dos enseñanzas fundamentales<br />
pueden extraerse de ese proceso:<br />
en primer lugar si se repara<br />
en la fecha en que la FTRE<br />
adopta claramente una actitud<br />
posibilista, de masas, contraria a<br />
la violencia individual, se caerá<br />
en la cuenta de que es la misma<br />
en que el mencionado Congreso<br />
de Londres consagra la vía contraria,<br />
lo cual nos debe llevar indudablemente<br />
a la conclusión de<br />
que los factores específicamente<br />
nacionales, por lo menos en el<br />
4 Lida, Clara E.: “Agrarian Anarchism<br />
in Andalusia. Documents on the<br />
Mano Negra”, en International Review<br />
of Social History, 1969. Véase también<br />
Castro Alfín, Demetrio: Hambre en Andalucía.<br />
Antecedentes y circunstancias de<br />
La Mano Negra, Ayuntamiento de Córdoba,<br />
1986; Millán Chivite, J. L.: “La<br />
Mano Negra enjuiciada por los diputados<br />
que vivieron los históricos sucesos”,<br />
en VV AA: El movimiento obrero en la<br />
historia de Cádiz, Cádiz, 1988; y Maurice,<br />
J.: “Conflicto agrario y represión<br />
preventiva. Los grandes procesos de Jerez<br />
en 1883”, en Estudios de Historia Social,<br />
22-23, Madrid, 1982.<br />
caso hispano, se imponen a las<br />
directrices del movimiento en el<br />
orden internacional. Y así dichas<br />
directrices sólo pasarán a primer<br />
plano cuando las circunstancias<br />
nacionales evolucionen en un<br />
sentido que les favorezca. En segundo<br />
lugar y como consecuencia<br />
de esa misma reflexión, hay<br />
que enfatizar que sólo cuando la<br />
política ciegamente represiva de<br />
los sucesivos Gobiernos españoles<br />
se ceba en el movimiento<br />
anarquista, sin hacer distinciones<br />
entre los implicados en actos delictivos<br />
y los demás, sólo entonces<br />
tanto unos como otros empezarán<br />
a pensar que no les dejan<br />
otra vía que responder a la violencia<br />
con la violencia.<br />
En el caso español se pone<br />
también de manifiesto que la violencia<br />
individual, de atentados,<br />
de “propaganda por el hecho”, es<br />
al mismo tiempo una consecuencia<br />
de la crisis del movimiento<br />
anarquista (en este caso<br />
crisis debido a una represión implacable)<br />
y una respuesta a la cerrazón<br />
de las autoridades, a la violencia<br />
del poder. En una palabra,<br />
la “propaganda por el hecho” es la<br />
expresión de una doble frustración<br />
(aislamiento e impotencia,<br />
por un lado; vulnerabilidad y<br />
desmantelamiento, por otro), lo<br />
cual en última instancia desvirtuó<br />
en la práctica el pretendido contenido<br />
teórico o programático de<br />
la misma. El análisis de los factores<br />
concretos que anteceden, que<br />
propician (para ir ya directamen-<br />
5 No hay que olvidar a este respecto<br />
que los planteamientos anarquistas acerca<br />
de las consecuencias revolucionarias<br />
de esta jornada –se hablaba, por ejemplo,<br />
de manifestaciones acompañadas<br />
de huelgas indefinidas hasta conseguir<br />
los objetivos revolucionarios– distaban<br />
mucho del sentido pacífico y reivindicativo<br />
que predominaba entre los socialistas.<br />
Cf. Pérez Ledesma, M.: “El<br />
Primero de Mayo de 1890. Los orígenes<br />
de una celebración”, en Tiempo de Historia,<br />
mayo 1976; Piqueras, J. A.:<br />
“1890. El nacimiento del 1º de Mayo<br />
en el País Valenciano”, en Estudios sobre<br />
Historia de España (Homenaje a Tuñón<br />
de Lara), Madrid, 1981; Serrano, C.:<br />
“El Socialista ante el 1º de Mayo” en<br />
Estudios de Historia Social, núm. 38-39,<br />
1986. Una perspectiva más amplia, en<br />
Rivas Lara, Lucía: Historia del lº de Mayo.<br />
Desde 1900 hasta la II República,<br />
Madrid, 1987.<br />
te al grano) la primera oleada terrorista<br />
en España no hacen sino<br />
confirmar los postulados anteriores:<br />
el descenso –en torno a los<br />
años 1892 y 1893– de los niveles<br />
de combatividad del proletariado,<br />
y el fracaso de las expectativas<br />
generadas en torno a la “celebración”<br />
de los Primeros de Mayo<br />
marcan claramente los índices de<br />
aislamiento y pérdida de influencia<br />
de los anarquistas 5 .<br />
Por otro lado aparece la peor<br />
cara del Estado liberal español, la<br />
de la intransigencia y la represión<br />
feroz. Formaban ya parte de la<br />
dinámica habitual los estallidos<br />
espontáneos de violencia en el<br />
campo andaluz, en forma de motines,<br />
saqueos o incendios premeditados,<br />
producto todo ello<br />
–no hay que subrayarlo– de las<br />
miserables condiciones de vida<br />
del campesinado 6 . Esa exasperación,<br />
animada además por un revolucionarismo<br />
ingenuo, un mesianismo<br />
del que no se escapaba<br />
el propio credo anarquista, se tradujo<br />
en enero de 1892 en el asalto<br />
por unas turbas de la ciudad de<br />
Jerez, ocasión que el poder –digámoslo<br />
con el distanciamiento<br />
que implicaba la óptica proleta-<br />
6 Sobre el anarquismo en el campo<br />
andaluz, cuestión de la que aquí nos<br />
ocupamos muy tangencialmente, por<br />
no responder la violencia de ese medio<br />
a la clásica “propaganda por el hecho”<br />
–más propia, por su misma esencia, del<br />
ámbito urbano–, pueden verse las obras<br />
de Temma Kaplan: Orígenes sociales del<br />
anarquismo en Andalucía, Barcelona,<br />
1977; y Jacques Maurice: El anarquismo<br />
andaluz. Campesinos y sindicalistas,<br />
1868-1936, Barcelona, 1990, que contienen<br />
además mútiples referencias bibliográficas<br />
para los interesados en profundizar<br />
en ese terreno. Para una época<br />
posterior a la que aquí nos referimos sigue<br />
siendo fundamental el libro clásico<br />
del notario de Bujalance, J. Díaz del<br />
Moral, Historia de las agitaciones campesinas<br />
andaluzas, 1928 (múltiples reediciones<br />
posteriores).<br />
7 Véase Aguilar Villagrán, José: El<br />
asalto campesino a Jerez de la Frontera en<br />
1892, Jerez, 1984; y Brey, Gerard: “Crisis<br />
económica, anarquismo y sucesos de<br />
Jerez (1886-1892)”, en Seis estudios sobre<br />
el proletariado andaluz (1868-1939),<br />
Córdoba, 1984. Un estudio más amplio<br />
sobre la conflictividad en el campo<br />
jerezano, en Maurice, J.: “Campesinos<br />
de Jerez (1902-1933)”, Estudios de Historia<br />
Social, núm. 10-11, Madrid, 1979.<br />
Véase también la obra colectiva El movimiento<br />
obrero en la historia de Cádiz,<br />
op. cit.<br />
54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
ia– aprovechó, no para enmendar<br />
o suavizar las terribles condiciones<br />
que propiciaban tales desmanes,<br />
sino para desencadenar la<br />
habitual política represiva en formas<br />
de encarcelamientos masivos,<br />
torturas y condenas a muerte<br />
7 . La brutal represión de los<br />
“compañeros” de Jerez, convertidos<br />
inmediatamente en la órbita<br />
de la prensa anarquista en “nuestros<br />
mártires”, enciende de modo<br />
determinante la sed de venganzas.<br />
La mitificación de una oscura<br />
figura procedente de Francia,<br />
Ravachol, añade más leña al fuego.<br />
Ravachol era un poco recomendable<br />
personaje –ladrón y<br />
asesino– que se acogió al radicalismo<br />
ácrata para dar un cierto<br />
aire, político e intelectual, a sus<br />
crímenes. Lo burdo y grosero de<br />
la maniobra no constituyó sorprendentemente<br />
obstáculo para<br />
que los más exaltados anarquistas<br />
elevaran a Ravachol a sus altares,<br />
comparándolo con el mismo Jesucristo.<br />
La cuestión que quedaba<br />
abierta entonces era aún más importante:<br />
Ravachol nos marca el<br />
camino, ¿por qué no actuamos<br />
contra el orden burgués del mismo<br />
modo que Ravachol? 8<br />
2. La ‘propaganda<br />
por el hecho’ en España<br />
La influencia francesa en el desarrollo<br />
del terrorismo anarquista<br />
hispano no se limita a cuestiones<br />
individuales o anecdóticas. Por el<br />
contrario, existen corrientes profundas<br />
(en su aspecto más superficial<br />
y llamativo podríamos hablar<br />
de un mimetismo hispano<br />
con respecto a lo que sucede<br />
allende los Pirineos), que desembocan<br />
en sorprendentes similitudes<br />
estructurales. Ya para empezar<br />
el ambiente cultural, en su<br />
más amplio sentido, asemejaba a<br />
Barcelona y París. La capital ca-<br />
8 Entre 1892 y 1893 aparecieron en<br />
Sabadell dos periódicos con el nombre<br />
del activista francés: Ravachol y El Eco<br />
de Ravachol. En el primero de ellos colaboraba<br />
al parecer Paulino Pallás, el<br />
autor del primer gran atentado –contra<br />
el general Martínez Campos– que se<br />
puede encuadrar en el marco de la “propaganda<br />
por el hecho”. Véase también<br />
Maitron, J.: Ravachol et les anarchistes,<br />
París, 1964.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
talana, en contraste con la “atrasada”<br />
y “burocratizada” capital<br />
“castellana”, tenía a gala el mirarse<br />
en el espejo francés. Barcelona<br />
pretendía ser “el eco de París”, el<br />
“París del Migdia”. Era, más que<br />
una frase hecha, una aspiración<br />
latente en una burguesía con ínfulas<br />
de exquisita, que asistía satisfecha<br />
al desarrollo de la ciudad<br />
(en 1888 había tenido lugar la<br />
Exposición Universal), que se recreaba<br />
en la arquitectura modernista,<br />
acudía a las funciones de<br />
gala del Liceo y empezaba a tomar<br />
conciencia de la posibilidad<br />
de animar una cultura propia 9 .<br />
La “propaganda por el hecho”<br />
que van a desarrollar los anarquistas<br />
españoles tendrá indudablemente<br />
un sello francés. No<br />
tanto porque en los atentados y<br />
en los ambientes clandestinos<br />
predominen individuos de esa<br />
nacionalidad (en este sentido parece<br />
que les superaban los italianos)<br />
10 , cuanto por las características<br />
mismas de la oleada terrorista.<br />
Ésta se había desarrollado<br />
en Francia en un breve lapso de<br />
tiempo, entre 1892 y 1894, teniendo<br />
como centro fundamental<br />
París, por su obvia función<br />
9 Sobre la Barcelona de la época, sobre<br />
todo sus aspectos culturales, véase<br />
Dossier de L’Avenç (octubre de 1978)<br />
“La Barcelona de 1900” (artículos de<br />
Fàbregas, Marfany, Solà, etcétera). Cf.<br />
también Sánchez, Alejandro (Ed. de):<br />
Barcelona, 1888-1929. Modernidad,<br />
ambición y conflictos de una ciudad soñada,<br />
Madrid, 1994. Para aspectos más<br />
ideológicos y relacionados con el movimiento<br />
obrero, Reventós, M.: Assaig sobre<br />
alguns episodis històrics dels moviments<br />
socials a Barcelona en el segle XIX,<br />
Barcelona, 1925.<br />
10 Por razones obvias ésta es una<br />
cuestión difícil de traducir en cifras incuestionables.<br />
En los ficheros de la Policía<br />
y en los documentos del Ministerio<br />
de la Gobernación aparecen con frecuencia<br />
referencias al “personal anarquista<br />
extranjero”, a veces con nombres<br />
y apellidos. Véase, por ejemplo, Circular<br />
reservada sobre extranjeros (Archivo<br />
Histórico Nacional, Ministerio de la<br />
Gobernación, Serie A, Legajo 44, Exped.<br />
19). Hay también múltiples referencias<br />
a los contactos de los camaradas<br />
españoles con franceses e italianos en<br />
obras que describen el ambiente de esos<br />
“bajos fondos”. Cf., por ejemplo, las<br />
obras, escritas desde perspectivas ideológicas<br />
opuestas, de R. Sempau: Los victimarios,<br />
Barcelona, 1901 y, M. Gil Maestre:<br />
El anarquismo en España y el especial<br />
de Barcelona, Madrid, 1897. Hay<br />
de caja de resonancia en todo el<br />
país. Una cadena trágica de atentados-represión-represalias,<br />
que<br />
conducía a mayor rigor represivo<br />
(se multiplicaban las condenas a<br />
muerte) y a nuevas respuestas<br />
violentas (la sangre de los “mártires”<br />
reclamaba venganza), parecía<br />
haberse adueñado de la vida<br />
política francesa, y aun de la<br />
propia vida social, pues se había<br />
desatado una auténtica psicosis<br />
de pánico, fruto de la cada vez<br />
más indescifrable finalidad de la<br />
“propaganda por el hecho”. En<br />
efecto, ésta había degenerado rápidamente<br />
hacia el atentado ciego,<br />
indiscriminado: bombas en<br />
establecimientos públicos (hoteles,<br />
cafés, estaciones), en iglesias,<br />
en la vía pública…, de tal modo<br />
que cualquiera podía ser la víctima.<br />
Se trataba de sacudir hasta<br />
los cimientos la autosatisfacción<br />
de aquella burguesía de la belle<br />
époque. La cobertura intelectual<br />
del proceso dinamitero (una<br />
confluencia entre anarquistas e<br />
intelectuales radicalizados que<br />
también iba a darse en el caso<br />
español) 11 quedaba claramente<br />
simbolizada en las palabras, luego<br />
ampliamente repetidas, del<br />
poeta Laurent Tailhade, a propósito<br />
de una de las acciones terroristas:<br />
Qu’importent les victimes<br />
si le gest est beau!.<br />
también importantes referencias en este<br />
sentido en Núñez de Prado, G.: Los<br />
dramas del anarquismo, Barcelona-Buenos<br />
Aires, 1904. En cualquier caso lo<br />
que sí es incuestionable es la participación<br />
de algunos de esos extranjeros en<br />
las más sonadas acciones terroristas del<br />
momento: muy probablemente el autor<br />
del misterioso bombazo de la calle de<br />
Cambios Nuevos fue un francés apellidado<br />
Girault, del mismo modo que<br />
otro individuo de la misma nacionalidad,<br />
Tomás Ascheri, fue el principal encausado<br />
en el proceso de Montjüic; Pallás<br />
declaró a su vez que las bombas que<br />
arrojó contra Martínez Campos les fueron<br />
proporcionadas por el italiano “Momo”,<br />
que había muerto poco antes, al<br />
manipular explosivos; italiano fue también<br />
el ejecutor de Cánovas, Michele<br />
Angiolillo.<br />
11 Dice Reventós (op. cit., pág. 139),<br />
refiriéndose a Barcelona, y sobre todo a<br />
su ambiente intelectual (artistas, literatos,<br />
ideólogos, profesionales, etcétera):<br />
“En aquells temps, que podríem datar<br />
amb la clausura de l’Exposició del 88 i<br />
la franca transformació de la ciutat, mes<br />
o menys anarquista ho era tothom”.<br />
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO<br />
Prácticamente todas las características<br />
mencionadas se van a<br />
repetir en el caso español: concentración<br />
de los atentados en<br />
un lapso de tiempo relativamente<br />
corto y en una ciudad concreta<br />
(emblemática); rápida degeneración<br />
de los objetivos teóricos<br />
de la “propaganda por el hecho”<br />
hasta desembocar en el atentado<br />
de represalia (venganza por la represión)<br />
y en los bombazos indiscriminados,<br />
sin objetivos definidos;<br />
creación de una auténtica<br />
psicosis colectiva con la<br />
formación en la conciencia popular<br />
de la imagen turbia del<br />
anarquista dinamitero rondando<br />
por las esquinas sombrías; petición<br />
por parte de la opinión pública<br />
de un mayor rigor gubernamental<br />
ante el anarquismo,<br />
que desemboca en la proliferación<br />
de penas de muerte; confluencia<br />
entre intelectuales y<br />
anarquistas en un radicalismo<br />
nihilista que encontraba en la<br />
burguesía autocomplaciente de<br />
fin de siglo el blanco más odiado,<br />
el enemigo por antonomasia…<br />
Hasta el fin de la oleada terrorista<br />
guarda paralelismos sorprendentes:<br />
tanto en uno como en<br />
otro caso, la “propaganda por el<br />
hecho” cesa después de haber inflingido<br />
al enemigo el golpe más<br />
certero, la acción más osada y espectacular,<br />
el asesinato del más<br />
alto representante del odiado sistema<br />
político burgués: Sadi Carnot<br />
en Francia (1894), Cánovas<br />
en España (1897).<br />
Si bien los grandes atentados<br />
anarquistas del periodo clásico de<br />
la “propaganda por el hecho” en<br />
España no presentan grandes novedades<br />
con respecto a los que<br />
habían tenido lugar fuera de<br />
nuestras fronteras (ni en su germinación<br />
ni en sus elementos desencadenantes<br />
ni en sus objetivos<br />
ni en su desarrollo), ello no<br />
nos debe llevar apresuradamente<br />
a negar todo rasgo de especificidad<br />
en el caso español. Lo original,<br />
sin embargo, viene “externamente”,<br />
superponiéndose al proceso<br />
terrorista hasta deformarlo,<br />
es decir, llegando a restar protagonismo<br />
a los propios atentados.<br />
Nos referimos, evidentemente, al<br />
proceso represivo, sobre todo al<br />
55
EL TERRORISMO EN ESPAÑA HACE UN SIGLO<br />
que se desencadenó desde junio<br />
de 1896, a raíz de la bomba contra<br />
la procesión del Corpus en<br />
Barcelona, y que culminaría en<br />
el internacionalmente conocido<br />
“proceso de Montjüic”. Lo específico<br />
del caso hispano no es obviamente<br />
la represión en sí ni siquiera<br />
su rigor, su dureza objetiva<br />
(ya hemos mencionado que<br />
en Francia se dictaban, sin mayores<br />
problemas, continuas penas<br />
de muerte por estos delitos:<br />
era lo usual en la época). El problema<br />
estaba (sobre todo, insistimos,<br />
desde mediados de 1896;<br />
antes también, pero no había sido<br />
tan generalizado) 12 en los métodos<br />
que se emplearon (las torturas)<br />
y en la extensión de los<br />
arrestos y encarcelamientos: no<br />
se conformaron nuestros gobernantes<br />
con detener al mayor número<br />
de anarquistas que pudieron<br />
(y recordemos que no todos,<br />
ni mucho menos, suscribían la<br />
táctica del atentado), sino que llenaron<br />
las cárceles, y hasta las bodegas<br />
de los buques fondeados<br />
en el puerto, de todos los obreros<br />
“sospechosos”, de todos los representantes<br />
de ideas “avanzadas”<br />
(librepensadores, anticlericales y<br />
demás ralea), de republicanos y<br />
grupos afines, e incluso de intelectuales<br />
de buena posición social<br />
(Pere Corominas, Tarrida del<br />
Mármol), cuyo único delito había<br />
sido flirtear con el anarquismo.<br />
En total, cientos de personas,<br />
más de 400, según los primeros<br />
cálculos. Por más indignación<br />
que hubiese despertado el atentado<br />
en particular y la supuesta<br />
impunidad de los anarquistas en<br />
general, no era serio ni creíble<br />
desde ningún punto de vista que<br />
tantísima gente participara en<br />
una acción que, por su propia<br />
12 Poco después del atentado del Liceo<br />
ya había tenido lugar un importante<br />
patinazo policial, que se intentó resolver,<br />
según denunciaron los anarquistas,<br />
mediante torturas y falsas pruebas.<br />
Las autoridades decían tener a los<br />
responsables de la bomba del Liceo, pero<br />
al aparecer por otra parte el verdadero<br />
autor (Santiago Salvador), se implicó<br />
a los detenidos en el atentado anterior,<br />
el de Pallás. Así, se reabrió el proceso de<br />
éste, y de hecho seis anarquistas fueron<br />
fusilados en calidad de cómplices del<br />
atentado contra Martínez Campos.<br />
esencia, desde unos criterios elementales<br />
de eficacia, no podía<br />
implicar más que a un reducidísimo<br />
número de hombres.<br />
Dentro y fuera de España había<br />
gente ansiosas de instrumentalizar<br />
políticamente la torpeza<br />
de las autoridades en la represión<br />
del anarquismo. Se empezó a hablar<br />
con fuerza del renacimiento<br />
de la Inquisición, de nuevos y<br />
más crueles discípulos de Torquemada,<br />
de torturas atroces…<br />
Para desesperación del Gobierno<br />
español el proceso de Montjüic<br />
se convirtió rápidamente en la<br />
campaña de Montjüic, una vastísima<br />
oleada de mítines, manifestaciones<br />
de protesta, campañas<br />
periodísticas e interpelaciones<br />
parlamentarias al fin, que<br />
tenían como objetivo desenmascarar<br />
“la farsa del proceso” y propiciar<br />
el castigo de los torturadores,<br />
así como lograr la rehabilitación<br />
de los procesados y el<br />
regreso de los que aún sufrían penas<br />
de destierro 13 . Ni Torquemadas,<br />
ni Inquisición, ni crueldad<br />
refinada y gratuita. La realidad<br />
era mucho más simple. Los<br />
sucesivos Gobiernos de la Restauración<br />
se habían mostrado incapaces<br />
de crear un cuerpo de<br />
policía moderno, mínimamente<br />
eficaz. En el ámbito rural bastaba<br />
con echar mano de la Guardia<br />
Civil, cuyos métodos contundentes<br />
ya gozaban de triste fama. Pero<br />
para los disturbios de las ciudades<br />
se optó por el fácil recurso<br />
de sacar al Ejército a la calle, medida<br />
incuestionablemente eficaz<br />
a corto plazo, pero altamente peligrosa<br />
para la supervivencia del<br />
pretendido “civilismo” canovista,<br />
por cuanto la declaración continuada<br />
y abusiva de “Estados de<br />
Guerra” –con la consiguiente<br />
13 Sobre la instrumentalización que<br />
los republicanos –y muy en particular<br />
Lerroux– hicieron del Proceso para sus<br />
propios fines, véase Álvarez Junco, J.: El<br />
Emperador del Paralelo, Madrid, 1990,<br />
págs. 156-176. Sobre las repercusiones<br />
en diversos países europeos, cf. Abelló<br />
Güell, T.: “El Proceso de Montjuïc: la<br />
condena internacional al Régimen de<br />
la Restauración”, en Historia Social,<br />
núm. 14, otoño de 1992. Para la implicación<br />
militar en todo el Proceso, véase<br />
mi obra Utopistas y autoritarios en 1900,<br />
Madrid, 1994, págs. 203-213.<br />
suspensión inmediata de las garantías<br />
constitucionales– puso en<br />
manos del Ejército toda la política<br />
de seguridad y orden público<br />
14 . De hecho, prácticamente<br />
todos los grandes atentados anarquistas<br />
de la época –salvo el del<br />
Liceo– pasaron por manos militares.<br />
Fueron los Consejos de<br />
Guerra los que mandaron en repetidas<br />
ocasiones a los anarquistas<br />
al paredón.<br />
La investigación de los atentados<br />
anarquistas –y la prevención<br />
de los mismos– en las grandes<br />
ciudades como Barcelona<br />
quedaba así en manos de un puñado,<br />
a todas luces escaso, de policías<br />
incompetentes, cuando no<br />
corruptos, que se encontraban<br />
continuamente a merced de la<br />
información o, directamente el<br />
chantaje, de turbios personajes:<br />
confidentes, infiltrados, ex policías<br />
o simplemente especialistas<br />
en pescar en el río revuelto de los<br />
bajos fondos. Si ya con ocasión<br />
del proceso de Montjüic se puso<br />
de relieve a dónde conducía tanta<br />
ineficacia, con los oscuros atentados<br />
de comienzos de siglo se<br />
llegó a la perplejidad absoluta:<br />
descartado el recurso a “encontrar”<br />
culpables mediante torturas,<br />
las explosiones que se fueron<br />
sucediendo en Barcelona (desde<br />
1903, y con mayor intensidad<br />
desde 1904) quedaron en la impunidad,<br />
pues las autoridades no<br />
tenían la menor idea de cómo llegar<br />
a dar con los culpables. La<br />
cosa tuvo hasta ribetes zarzueleros,<br />
pues se llegó a contratar a un<br />
detective de Scotland Yard, Charles<br />
Arrow, que naturalmente (desconocía<br />
no sólo el ambiente político<br />
del país, sino hasta el idioma)<br />
no pudo resolver el misterio.<br />
Encontramos nuevamente la<br />
14 La obra fundamental para el tema<br />
de la militarización del orden público es<br />
la de M. Ballbé: Orden público y militarismo<br />
en la España constitucional (1812-<br />
1983), Madrid, 1983. Desde una perspectiva<br />
ideológica similar, pero con un<br />
enfoque más global, resulta un complemento<br />
indispensable el libro de J.<br />
Lleixà: Cien años de militarismo en España,<br />
Barcelona, 1986. Sobre la Guardia<br />
Civil, véase López Garrido, D.: La<br />
Guardia Civil y los orígenes del Estado<br />
centralista, Barcelona, 1982.<br />
misma o muy parecida cadena<br />
causal en esta oleada de violencia.<br />
Tras la falsa tranquilidad del periodo<br />
anterior (1898 y los años<br />
inmediatamente posteriores), cuyas<br />
causas determinantes hay que<br />
buscarlas no sólo en la represión,<br />
sino en el especial clima que vivía<br />
el país (lo que era expectación regeneracionista<br />
para unos, era sin<br />
más preludio revolucionario para<br />
otros) 15 , encontramos, repetimos,<br />
como factores determinantes<br />
de la nueva respuesta violenta<br />
del anarquismo elementos que<br />
nos deben resultar ya familiares:<br />
la conmoción, el fracaso y, sobre<br />
todo, la profunda decepción que<br />
supuso la huelga general de Barcelona<br />
de 1902 16 , y la especial e<br />
innecesaria dureza con que las autoridades<br />
respondieron a una algarada<br />
en el pequeño pueblo gaditano<br />
de Alcalá del Valle en<br />
agosto de 1903 (otra vez el campo<br />
andaluz: los paralelismos en<br />
el desencadenamiento de las respuestas<br />
violentas de los anarquistas<br />
parecen apurarse hasta el límite).<br />
No obstante, sería apresurado<br />
hablar de una segunda oleada de<br />
“propaganda por el hecho” en<br />
España. O dicho más rotundamente,<br />
sería falso. Porque la violencia<br />
de esta primera década de<br />
siglo –entre 1904 y 1909 básicamente–<br />
apenas tiene nada en común<br />
con la primera. Existen desde<br />
luego algunos ejemplos de<br />
“propaganda por el hecho” en<br />
15 En cualquier caso la explicación<br />
de ese paréntesis, en torno al 98, entre<br />
dos oleadas de violencia, no puede ser<br />
despachada tan fácilmente. Aquí no podemos<br />
profundizar en el asunto, pero sí<br />
al menos mencionar, junto con lo ya<br />
dicho, otros dos importantes factores: el<br />
ambiente enrarecido por los propios<br />
atentados –que inevitablemente llevó a<br />
muchos anarquistas a poner en cuestión<br />
esa táctica–, y la subordinación en<br />
esos años de todos los proyectos a la revisión<br />
del Proceso de Montjüic.<br />
16 Cf. Colodrón, A.: “La huelga general<br />
de Barcelona de 1902”, en Revista<br />
de Trabajo, núm. 33, 1971. Una<br />
perspectiva más amplia en las conocidas<br />
obras de Romero Maura (La Rosa de<br />
Fuego, Madrid, 1992) y J. C. Ullman<br />
(La Semana Trágica, Barcelona, 1972).<br />
Puede verse también, para un enfoque<br />
todavía más de conjunto, el vol. II de la<br />
obra de F. Soldevila: Un segle de vida catalana,<br />
1814-1930, Barcelona, 1961.<br />
56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
sentido clásico, cuyo mejor exponente<br />
sería el atentado (fallido)<br />
de J. M. Artal contra Maura<br />
en 1904. Pero junto a esa conocida<br />
modalidad habría que añadir,<br />
al menos, otras cuatro vertientes<br />
de violencia terrorista,<br />
más o menos emparentadas con<br />
el anarquismo. En primer lugar,<br />
habría que destacar por su importancia<br />
la colaboración de diversos<br />
personajes radicales (anarquistas<br />
y republicanos) en sucesivos<br />
complós en 1905 y 1906<br />
para acabar con la vida de Alfonso<br />
XIII y propiciar un cambio<br />
revolucionario en España; de este<br />
modo, el entendimiento (más<br />
que probable, pero imposible de<br />
demostrar categóricamente) entre<br />
Ferrer Guardia, Mateo Morral,<br />
Estévanez, Lerroux, Vallina<br />
y algunos franceses (Malato especialmente)<br />
dio como resultado<br />
los atentados de la rue Rohan en<br />
París y de la calle Mayor en Madrid.<br />
No faltaron, sin embargo,<br />
los típicos complós policiales,<br />
simples maniobras para propiciar<br />
la detención de algunos<br />
anarquistas señalados: el llamado<br />
“compló de la Coronación”<br />
(1902) fue, por ejemplo, un burdo<br />
montaje de algunos agentes<br />
para poner a buen recaudo a Vallina<br />
y otros “compañeros” 17 . En<br />
tercer lugar, y muy relacionado<br />
con el anterior, habría que añadir<br />
la actividad por cuenta propia de<br />
algunos confidentes policiales,<br />
que extorsionaban o chantajea-<br />
17 Véase el testimonio del mismo<br />
Vallina, poco proclive a disimular su<br />
participación en diversas conspiraciones:<br />
Mis Memorias, vol. I, México-Caracas,<br />
1968. Sobre la personalidad de<br />
Vallina resulta esclarecedor el artículo<br />
de Álvarez Junco, J.: “Un anarquista español<br />
a comienzos del siglo XX: Pedro<br />
Vallina en París”, en Historia Social,<br />
núm. 13, págs. 23-37, Primavera-Verano<br />
1992. A pesar de que los anarquistas<br />
abusaron de esta hipótesis de los complós<br />
policiales, manteniendo que en la<br />
mayor parte de los casos las supuestas<br />
conspiraciones ácratas eran simples<br />
montajes de las autoridades para encausarles,<br />
lo cierto es que en algunos casos<br />
apenas caben dudas de los turbios manejos<br />
policiales: además del mencionado,<br />
había ocurrido algo semejante con el<br />
asunto de las llamadas “bombas del<br />
Congreso” en 1892. Cf. J. Carvajal y<br />
Hué: Los anarquistas en Madrid, Madrid,<br />
1894.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ban a las autoridades con grandes<br />
cantidades de dinero para<br />
“evitar” que se produjeran atentados;<br />
de modo que cuando no<br />
cobraban, los atentados se producían:<br />
el caso más documentado<br />
al respecto fue el de Joan Rull,<br />
ajusticiado por sus crímenes en<br />
1908, pero no fue el único, ni<br />
mucho menos 18 . Por último, no<br />
hay que descartar, aunque esto<br />
es más difícilmente demostrable,<br />
que siguiera actuando un terrorismo<br />
anarquista residual, producto<br />
en parte de la inercia del<br />
periodo anterior y en parte también<br />
del conflictivo clima social<br />
de la Barcelona de la época: este<br />
terrorismo adquiría la forma de<br />
petardazos aislados, más o menos<br />
importantes, a las puertas de<br />
algunas fábricas, contra determinados<br />
empresarios, etcétera.<br />
3. Un balance de<br />
la violencia terrorista en<br />
el seno del anarquismo<br />
Un balance de la táctica de la violencia<br />
individual en el movimiento<br />
libertario tendría que hacerse,<br />
en primer lugar, sobre la<br />
base del conocimiento del tipo<br />
de personas que ejecutaban los<br />
atentados y, en segundo término,<br />
de los pequeños “grupos de<br />
afinidad” que justificaban, defendían,<br />
amparaban, e incluso,<br />
muy posiblemente, propiciaban<br />
las acciones terroristas, mediante<br />
el suministro de los artefactos explosivos<br />
a los compañeros más<br />
“lanzados”. Sin embargo, dos<br />
grandes dificultades se presentan<br />
en este terreno para trazar un panorama<br />
de conjunto. Primero, la<br />
ya aludida oscuridad en que se<br />
insertan una parte considerable<br />
de los atentados, sobre todo los<br />
de comienzo de siglo; en segun-<br />
18 Sobre el caso Rull hay abundante<br />
documentación en el Archivo de la Audiencia<br />
Territorial de Barcelona: Atentados<br />
terroristas. Causa de Juan Rull,<br />
1907. Sobre la violencia en la capital<br />
catalana a comienzos de siglo, pueden<br />
verse las obras de E. Carqué de la Parra:<br />
El terrorismo en Barcelona, Barcelona,<br />
1908; y E. Jardí: La ciutat de les bombes,<br />
Barcelona, 1964. Con este mismo título,<br />
La ciudad de las bombas, ha aparecido<br />
(Barcelona, 1997) un sucinto estudio<br />
de M. A. Serrano, que abarca el periodo<br />
1917-1922.<br />
do lugar, la gran diversidad de<br />
presuntos terroristas o terroristas<br />
de hecho, obstáculo casi insalvable<br />
para trazar una coherente tipología<br />
del anarquista de acción.<br />
Tenemos, desde luego, bien<br />
delimitado el perfil de lo que podríamos<br />
considerar el tipo clásico,<br />
ideal, de activista violento: el<br />
“mártir de la Idea”, un sujeto más<br />
o menos fanático dispuesto a inmolarse<br />
–de ahí lo de mártir–<br />
por la Causa. No pretende huir,<br />
no pretende escapar a la acción<br />
de la “justicia burguesa”, porque<br />
precisamente su acción espectacular<br />
contra el Sistema se complementa,<br />
acto seguido, desenmascarando<br />
el supuesto ajuste de<br />
cuentas entre clases; es decir, se<br />
aspira a dar la vuelta al Proceso, y<br />
con ello pasar de acusados a acusadores,<br />
revelando la opresión y<br />
violencia del régimen burgués.<br />
Ni siquiera se rehuye la pena de<br />
muerte; antes bien, ésta constituye<br />
la culminación del proceso,<br />
el punto final del sacrificio que<br />
ha de abrir los ojos a los oprimidos<br />
y germinar nuevas acciones<br />
de respuesta por parte de los desheredados.<br />
Son los casos de Pallás,<br />
Angiolillo y Artal, como más<br />
representativos. Son interesantes<br />
las anteriores consideraciones<br />
precisamente en la medida en<br />
que desbordan el marco psicológico<br />
(patológico, dirían Lombroso<br />
y sus seguidores), y nos ofrecen<br />
algunas de las características<br />
más originales de la “propaganda<br />
por el hecho” anarquista: nos referimos<br />
a su carácter simbólico,<br />
con un fuerte componente de<br />
gesto teatral muy fin de siècle<br />
–épater le bourgeois–, y no poco<br />
de carga religiosa, mesiánica, con<br />
esa confianza mística en que<br />
fructifique la sangre de los mártires<br />
y que el sacrificio de los elegidos<br />
depare un mundo de justicia<br />
y libertad. Desde este punto<br />
de vista es relativamente secundaria<br />
la polémica, muy acentuada<br />
en la época (y recogida en la<br />
actualidad con, quizá, excesiva<br />
relevancia, por los tratadistas del<br />
tema) de si estos “mártires de la<br />
Idea” actuaron completamente<br />
solos o en el seno de pequeños<br />
grupos de activistas. En los ambientes<br />
conservadores, antes y<br />
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO<br />
ahora, se consideraba que éstos<br />
últimos constituían el “lugar natural”<br />
donde se fraguaban los<br />
atentados, frente a la tesis, defendida<br />
por los anarquistas, de la<br />
motivación y preparación exclusivamente<br />
individuales. Entre los<br />
tópicos complós, que algunos veían<br />
por todas partes, y la acción<br />
aislada, que los ácratas argüían<br />
por razones obvias, caben otras<br />
posibilidades que, en nuestra opinión,<br />
eran las más factibles: no<br />
conspiraciones en sentido estricto,<br />
pero sí una cobertura logística<br />
(suministro de explosivos, domicilios<br />
fuera del alcance de la<br />
policía, encubrimiento en general,<br />
etcétera) de esos pequeños<br />
grupos de activistas a los autores<br />
materiales de los atentados.<br />
El verdadero problema está en<br />
que sólo un pequeño número de<br />
atentados y de activistas responden<br />
plenamente a la tipología diseñada<br />
anteriormente. Por lo menos<br />
otros tantos compartían los<br />
objetivos teóricos de la “propaganda<br />
por el hecho”, pero desde<br />
luego no tenían espíritu de mártires<br />
y procuraron poner los pies<br />
en polvorosa, después de cometido<br />
el atentado. Suele coincidir,<br />
además, que éste último tiene las<br />
características de acción más indiscriminada,<br />
con víctimas ajenas<br />
al conflicto (el caso de Salvador<br />
y la bomba del Liceo como<br />
arquetípico). Aún más: para rizar<br />
el rizo, tenemos que algunos<br />
atentados, parcialmente coincidentes<br />
con los objetivos de la<br />
“propaganda por el hecho”, no<br />
fueron llevados a cabo propiamente<br />
por anarquistas, sino por<br />
extremistas más o menos afines a<br />
éstos (Sempau, Murull, etcétera),<br />
y en otras ocasiones (las<br />
bombas contra Alfonso XIII) hubo<br />
una convergencia de intereses<br />
entre ácratas y republicanos<br />
radicales, con una preparación<br />
más meticulosa al parecer de lo<br />
que era usual en estos casos. Y,<br />
por último, no hay que olvidar<br />
que de muchos actos criminales<br />
–bombas en las calles o lugares<br />
concurridos– es prácticamente<br />
nada, o muy poco, lo que sabemos.<br />
Todo ello sin contar, naturalmente,<br />
la labor de confidentes<br />
y personajes oscuros. De este<br />
57
EL TERRORISMO EN ESPAÑA HACE UN SIGLO<br />
modo, se hace muy difícil una<br />
valoración por esta vía de la totalidad<br />
de las acciones anarquistas;<br />
sólo una parte de ellas respondía<br />
a los rasgos originales de la “propaganda<br />
por el hecho”.<br />
No es mucho más lo que sabemos<br />
de las características de los<br />
“grupos de afinidad”. Los datos<br />
–siempre cuestionables por fragmentarios<br />
y parciales– de la policía<br />
y las observaciones tergiversadas<br />
de algunos autores conservadores,<br />
no constituyen una fuente<br />
muy fiable 19 . En todo caso, lo<br />
que sí parece más que probable es<br />
que se trataba de una “colonia”<br />
reducida (no muchos grupos,<br />
con pocos miembros cada uno),<br />
sin apenas lazos entre sí, con una<br />
fuerte impronta de libertarios<br />
marginales extranjeros (hablamos<br />
de Barcelona y su entorno, básicamente)<br />
20 , que se mantenían en<br />
un ambiente de semiclandestinidad.<br />
Integrados por obreros que<br />
malvivían entre el desempleo y<br />
el trabajo precario, en una miseria<br />
cercana al lumpen, la característica<br />
más destacada de esos ambientes<br />
era el radicalismo ideológico,<br />
que se prolongaba en la<br />
práctica con una acuciante necesidad<br />
de “hacer algo” (entendido<br />
en un sentido individualista,<br />
espectacular y simbólico). Pero<br />
la importancia de esos grupos se<br />
desdibuja desde una perspectiva<br />
general si tenemos en cuenta que<br />
19 La obra más importante a este<br />
respecto es la de M. Gil Maestre: El<br />
anarquismo en España y el especial de<br />
Barcelona, op. cit. Pueden verse también<br />
referencias indirectas –datos sobre<br />
detención de anarquistas, por ejemplo–<br />
en el folleto de C. Costi y Erro: El<br />
anarquismo en Barcelona y la verdad en<br />
su lugar, Barcelona, 1894. Una recreación<br />
subjetiva de aquel ambiente en T.<br />
Caballé y Clos: Barcelona de antaño.<br />
Memorias de un viejo reportero barcelonés,<br />
Barcelona, 1944.<br />
20 J. Termes cita, por ejemplo, como<br />
representativo el caso de Paolo<br />
Schicchi, que había publicado en Italia<br />
el periódico Pensiero e dinamita (toda<br />
una carta de presentación), y que era el<br />
responsable de la aparición en Barcelona<br />
de El Porvenir anarquista, nada<br />
menos que en tres idiomas: italiano,<br />
francés y castellano. Cf. Termes: “El<br />
anarquismo en España. Un siglo de<br />
historia (1840-1939)”, en El anarquismo<br />
en Alicante. 1868-1945, Alicante,<br />
1986, págs. 11-26.<br />
la represión desatada en torno al<br />
proceso de Montjüic terminó<br />
prácticamente con ellos. De este<br />
modo, su apoyo, teórico y concreto,<br />
a las acciones individuales<br />
de “propaganda por el hecho”<br />
hubo de limitarse necesariamente<br />
a un periodo relativamente<br />
muy corto, desde comienzos del<br />
año 1890 hasta mediados de<br />
1896.<br />
Una valoración de conjunto<br />
de la violencia anarquista de la<br />
época tendría entonces que derivar<br />
hacia una perspectiva más<br />
ideológica. Habría que partir de<br />
la base, ya sugerida en ocasiones<br />
anteriores, de que no todos los<br />
rebeldes de fin de siglo son ácratas<br />
y que, por tanto, las necesidades<br />
de respuestas violentas de<br />
una heterogénea troupe de individualistas,<br />
bohemios, nihilistas,<br />
nietzscheianos, etcétera, encontraron<br />
en la formulación de la<br />
“propaganda por el hecho” una<br />
bandera, pero también una excusa<br />
ideal, para dar rienda suelta<br />
a unos muy desarrollados impulsos<br />
de rencor contra la sociedad<br />
burguesa. Complementariamente,<br />
en el seno del anarquismo, es<br />
sólo el sector más radical, anarcocomunista,<br />
el que promueve la<br />
violencia individual y aún habría<br />
que matizar que sólo una minoría<br />
dentro de este sector. Otra<br />
cuestión distinta es que, una vez<br />
efectuados los atentados, la prensa<br />
libertaria se vea en la tesitura<br />
de aplaudirlos o de condenarlos,<br />
uniéndose en este último caso a<br />
la repulsa generalizada de la opinión<br />
pública burguesa. Lo usual<br />
fue un cierto distanciamiento,<br />
que se ponía de manifiesto, por<br />
ejemplo, en el planteamiento de<br />
que la responsable era la sociedad<br />
capitalista, con sus injusticias<br />
insoportables: era ella la que<br />
lanzaba a los más humillados a<br />
cometer acciones desesperadas 21 .<br />
No estaría de más recordar en<br />
este contexto que el anarquismo<br />
nada tenía en común con el pacifismo<br />
teórico o práctico. Los<br />
teóricos libertarios insistieron<br />
una y otra vez en la violencia estructural<br />
que caracteriza, que<br />
constituye la base, la esencia misma,<br />
de la sociedad capitalista. La<br />
revolución, desde esta perspecti-<br />
va, tendría tarde o temprano que<br />
responder a la violencia con la<br />
violencia. Bakunin o Kropotkin<br />
habían puesto especial énfasis<br />
además en la necesidad de destruir<br />
hasta los cimientos el “edificio<br />
burgués”; no por mero afán<br />
destructivo, sino como requisito<br />
previo e imprescindible para<br />
construir una nueva sociedad.<br />
Pero esta violencia, ello se sobreentendía<br />
sin necesidad de más<br />
matizaciones, era primordial y<br />
prioritariamente una violencia de<br />
las masas, proletarios y campesinos.<br />
Por tanto, las cuestiones ante<br />
la violencia individual seguían<br />
abiertas: ¿estaban justificadas esas<br />
iniciativas?, ¿eran beneficiosas o<br />
perjudiciales?, ¿servían para abrir<br />
el camino a la revolución?<br />
Si al principio pudo haber alguna<br />
duda al respecto en el seno<br />
del movimiento anarquista, la<br />
propia experiencia de los hechos<br />
contribuyó rápidamente a despejarla.<br />
Los primeros atentados<br />
encuadrables en el ámbito de la<br />
“propaganda por el hecho” sólo<br />
sirvieron para desatar una represión<br />
generalizada contra el conjunto<br />
del movimiento libertario:<br />
sus locales fueron clausurados, su<br />
prensa perseguida y silenciada,<br />
sus militantes ingresaron en la<br />
cárcel, subieron al patíbulo, o tuvieron<br />
que tomar apresuradamente<br />
el camino del exilio. La<br />
exasperación por las medidas represivas<br />
llevó a desvirtuar el sentido<br />
mismo de la “propaganda<br />
por el hecho”: de atentado selectivo,<br />
simbólico, de sacudida para<br />
“despertar a las masas”, pasó a<br />
convertirse en atentado de respuesta,<br />
represalia pura y simple, y<br />
lo que es peor, en algunos casos,<br />
en acciones de violencia indiscriminada,<br />
sin objetivos definidos,<br />
21 No obstante, en torno a los años<br />
1892-1893 se desarrolló una prensa<br />
anarquista enormemente radical que no<br />
sólo justificaba desde esta óptica el atentado<br />
individual, sino que llamaba directamente<br />
al uso del puñal, la pistola y<br />
la dinamita para hacer frente a la opresión<br />
burguesa. Véanse periódicos como<br />
La Controversia (Valencia, 1893), El<br />
Rebelde y El Eco del Rebelde (Zaragoza,<br />
1893 y 1895), Ravachol y El Eco de Ravachol<br />
(Sabadell, 1892 y 1893), La Revancha<br />
(Reus, 1893), etcétera.<br />
cada vez más difícilmente justificable.<br />
La represión subsiguiente<br />
no hacía más que alimentar este<br />
proceso, en una espiral de violencia,<br />
en una dinámica cada vez<br />
más ciega y desesperada. Como<br />
consecuencia de ello fue todo el<br />
movimiento anarquista el que sufrió<br />
las consecuencias: se vio cada<br />
vez más perseguido, se intensificó<br />
su impotencia y se ahondó todavía<br />
más su alejamiento del<br />
mundo real, el de los proletarios<br />
de verdad, de carne y hueso, la<br />
meta teórica y práctica que tenían<br />
que ganar como estadio previo<br />
a toda auténtica tentativa revolucionaria.<br />
La violencia individual se convirtió<br />
en el exponente último, la<br />
expresión más depurada del nihilismo<br />
y del irracionalismo que<br />
impregnaron buena parte de la<br />
cultura de fin de siglo: como hemos<br />
señalado, se puede hablar de<br />
la violencia a que se vio abocado<br />
el individualismo anarquista, sin<br />
duda, pero sin perder de vista<br />
que ese radicalismo, esa mística<br />
de la acción, esa magnificación<br />
de las posibilidades individuales,<br />
desborda con mucho el ámbito<br />
libertario. Así, quizá fuera más<br />
correcto referirse a la acción de<br />
unos sectores, anarquistas algunos,<br />
y otros no, tan radicalizados<br />
y políticamente concienciados,<br />
como en la práctica impotentes y<br />
aislados. En este sentido habría<br />
que concluir que la “propaganda<br />
por el hecho”, pero en general<br />
también toda la violencia individual<br />
asociada al movimiento<br />
anarquista, o que se mueve en la<br />
órbita de éste, constituyó desde<br />
todos los puntos de vista, un rotundo<br />
fracaso. Con sus acciones<br />
desesperadas, los terroristas pusieron<br />
claramente de relieve su<br />
condición de rebeldes, más que<br />
de revolucionarios, y en consecuencia<br />
no es extraño que se convirtieran<br />
en mártires de una revolución<br />
imposible más que en<br />
agentes o profetas de una nueva<br />
sociedad. n<br />
Rafael Núñez Florencio es doctor en<br />
Historia y profesor de Filosofía. Autor<br />
de Tal como éramos. España hace un siglo.<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
De ciudadanos siervos<br />
a trabajadores siervos<br />
Este trabajo elude conscientemente<br />
los aspectos positivos de<br />
la reforma del servicio militar español;<br />
en concreto, de la cacareada<br />
profesionalización de la<br />
tropa y marinería. No es, por<br />
tanto, un balance nivelado del<br />
Nuevo Modelo de Fuerzas Armadas<br />
1 . Al contrario, he intentado<br />
resaltar los puntos que considero<br />
lastres o situaciones que<br />
incluso podríamos denominar<br />
de alarma social. Eso sí, con la<br />
sana intención de que los argumentos<br />
sean debatidos, matizados,<br />
corregidos y, por qué no,<br />
rectificados, pero, en cualquier<br />
caso, discutidos públicamente.<br />
La lectura de los documentos<br />
de intenciones que el Ministerio<br />
de Defensa ha ido ofreciendo a<br />
la opinión pública y los primeros<br />
pasos, cada vez más apresurados,<br />
hacia la profesionalización de los<br />
ejércitos han confirmado los peores<br />
vaticinios: se mantiene, o<br />
incluso empeora, la situación de<br />
la tropa y, una vez más, el único<br />
colectivo que tiene sus intereses<br />
perfectamente representados en<br />
el diseño de esta reforma es el<br />
que conforman los oficiales y jefes<br />
militares.<br />
En definitiva, la reforma del<br />
servicio militar no es lo que parece,<br />
ya que no estamos ante una<br />
profesionalización de la tropa,<br />
sino ante su seudoprofesionalización.<br />
De hecho, este diseño de<br />
la profesionalización ha puesto<br />
en marcha una figura laboral<br />
anacrónica, esto es, a contrapelo<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de la dinámica de progreso en<br />
los derechos laborales que se han<br />
conquistado en los últimos 20<br />
años. Por otra parte, el nuevo<br />
modelo da continuidad a una situación<br />
disciplinaria agotada y<br />
claramente deslegitimada social<br />
y jurídicamente. También vamos<br />
a ver que todo apunta a que este<br />
modelo conviene y beneficia<br />
principalmente a los intereses<br />
ideológicos y materiales de la élite<br />
burocrática militar.<br />
Finalmente, se esbozan algunas<br />
de las alternativas de reforma<br />
que este Nuevo Modelo de Fuerzas<br />
Armadas no ha considerado,<br />
entre otras cosas por qué en España<br />
no se ha realizado un debate<br />
social, político y económico<br />
sobre nuestras Fuerzas Armadas<br />
(FF AA). Conviene recordar que<br />
en unos pocos días de discusión<br />
a puerta cerrada entre el Partido<br />
Popular y Convergència i Unión<br />
el PP pasó de su apoyo a un modelo<br />
de ejército mixto (combinación<br />
de tropa profesional y<br />
servicio militar obligatorio) a<br />
uno totalmente profesionalizado<br />
2 . Además, y rozando la ciencia-ficción,<br />
se anunció un horizonte<br />
para llevar a cabo esta reforma<br />
de unos pocos años 3 .<br />
1. ¿Qué teníamos?:<br />
ciudadanos-siervos<br />
Antes de valorar la reforma que<br />
nos proponen, por cierto ya muy<br />
avanzada, es conveniente conocer<br />
cómo era la situación que se pre-<br />
SOCIOLOGÍA<br />
LA SEUDOPROFESIONALIZACIÓN<br />
DE LA TROPA<br />
1 Nuevo Modelo de Fuerzas Armadas,<br />
proyecto presentado por el Ministerio<br />
de Defensa al Congreso de los Diputados<br />
en el mes de diciembre de 1996.<br />
JUAN JOSÉ GARCÍA DE LA CRUZ<br />
2 Puede comprobarse la posición del<br />
Partido Popular en Rupérez (1992).<br />
3 Basta con comentar que la transformación<br />
de un servicio militar obligatorio<br />
a uno profesional iniciada en<br />
Estados Unidos en 1973 se considera en<br />
pleno proceso de reajuste 20 años más<br />
tarde, véase, Franklin (1992), pág. 45.<br />
tende cambiar; entre otras cosas,<br />
para saber en qué medida el nuevo<br />
modelo la mejora. Diversos<br />
investigadores coincidimos en<br />
una estimación muy negativa. El<br />
servicio militar obligatorio se había<br />
convertido en un proceso organizativo<br />
especializado en elaborar<br />
lo que aquí vamos a bautizar<br />
como “ciudadanos-siervos” 4<br />
(etiqueta que, como veremos,<br />
condensa perfectamente el principal<br />
logro de la mili hasta el día<br />
de hoy). Este diagnóstico tan rotundo<br />
nos obliga a preguntarnos<br />
¿qué ha conducido al servicio militar<br />
obligatorio a esta lamentable<br />
situación?<br />
Los principales desencadenantes<br />
del deterioro alcanzado<br />
por el servicio militar obligatorio<br />
son los tres siguientes: a) el fracaso<br />
de la organización militar<br />
en culminar el proceso de asimilación<br />
de los soldados de reemplazo;<br />
b) la bunkerización en una<br />
constelación de valores trasnochados,<br />
con frecuencia antidemocráticos<br />
5 , de la élite militar, y c) la<br />
centralidad que han tomado las<br />
sanciones de las faltas leves en la<br />
vida cotidiana de la tropa, generando<br />
una dinámica autoritaria<br />
que es la principal causa de esa figura<br />
que hemos designado como<br />
ciudadanos siervos.<br />
4 Véase esta coincidencia de diversos<br />
autores a lo largo de los últimos 14<br />
años: Pereda (1984), García de la Cruz<br />
(1987), Zulaika (1989), Oficina del Defensor<br />
del Soldado (1991), Rambla Marigot<br />
(1994) y García de la Cruz<br />
(1998b).<br />
5 Con esta apreciación, antidemocráticos,<br />
no me estoy refiriendo a los<br />
sectores golpistas, que considero absolutamente<br />
marginales y no representativos<br />
de las FF AA, sino a creencias que,<br />
como veremos, enmarcan el quehacer<br />
militar y chocan o cortocircuitan la forma<br />
de hacer democrática.<br />
A) El fracaso en la asimilación<br />
de la tropa. Ningún servicio militar<br />
es una excursión campera.<br />
Por tanto, ha de estar diseñado<br />
para cumplir el objetivo de integrar<br />
a los reclutas y hacer de ellos<br />
unos soldados útiles para la actividad<br />
militar de sus respectivas<br />
unidades; en otras palabras, lograr<br />
su asimilación e integración<br />
en la tarea militar.<br />
En los procesos de asimilación<br />
se pueden distinguir dos fases<br />
6 . En la primera se provoca<br />
una regresión psicológica que ha<br />
de generar inseguridad, un vacío<br />
y distanciamiento del entorno<br />
social que el recluta trae del<br />
exterior. En la segunda, la más<br />
importante, la organización que<br />
asimila ha de proporcionar un<br />
ambiente que permita gestar<br />
nuevos lazos afectivos a los soldados;<br />
eso sí, adaptados y coherentes<br />
con el entorno militar (su<br />
“nueva familia”). Pues bien, es<br />
esta última fase, la más difícil,<br />
pero también la más necesaria, la<br />
que ha sido estructuralmente<br />
abortada por la organización militar<br />
española, que no ha sabido<br />
facilitar a la tropa ese clima social<br />
y afectivo que permite culminar<br />
un proceso de asimilación.<br />
Las investigaciones realizadas<br />
sobre el servicio militar nos han<br />
mostrado 7 que la mayoría de los<br />
soldados han buscado por su<br />
6 Puede verse en qué consiste una<br />
auténtica asimilación en el mundo militar,<br />
en Dornbusch (1955); Hollingshead<br />
(1946) y Stouffer, Suchman, Devinney,<br />
STAR y Williams (1949).<br />
7 Hago referencia a los datos que<br />
empecé a recopilar en el año 1983. Labor<br />
que he continuado hasta el día de<br />
hoy, y que en la actualidad realizo en el<br />
seno del Grupo de Estudios sobre la<br />
Reforma de las Fuerzas Armadas, véase<br />
García de la Cruz (1998b).<br />
59
LA SEUDOPROFESIONALIZACIÓN DE LA TROPA<br />
cuenta lo que la institución militar<br />
no facilitaba. Esto es, un espacio<br />
social donde reconstruir<br />
su vida afectiva en su andadura<br />
militar. Esta salida espontánea<br />
ha dado lugar a lo que hace 10<br />
años designamos como su grupito<br />
8 . Una especie de equipo humano<br />
de supervivencia que realiza<br />
las tareas de grupo de pertenencia<br />
y referencia. Los grupitos<br />
están compuestos por esos dos o<br />
tres amigos de la mili, que, por<br />
cierto son el principal bagaje que<br />
se han llevado a su vida civil millones<br />
de ex soldados españoles<br />
en las últimas décadas: “los amigos<br />
de la mili”.<br />
Las Fuerzas Armadas españolas<br />
se han quedado en la<br />
anécdota de lo que debe ser un<br />
proceso de asimilación. Efectivamente,<br />
las películas americanas,<br />
los famosos drill sergeant 9 ,<br />
y las propias academias de mandos<br />
han basado todo su esfuerzo<br />
en “romper el culo” de los<br />
reclutas o alumnos. Pero, insisto,<br />
la dificultad de los procesos<br />
de asimilación está en la segunda<br />
etapa, la que proporciona a<br />
los soldados un apoyo afectivo y<br />
grupal 10 .<br />
B) La ‘bunkerización’ en valores<br />
trasnochados. La labor de los<br />
militares españoles está enmarcada<br />
por un código caballeresco<br />
11 que ilumina y es referencia<br />
formal de toda su actividad. Por<br />
cierto, estas normas están claramente<br />
explicitadas en las Reales<br />
Ordenanzas para las Fuerzas Armadas<br />
12 . Me refiero a docenas<br />
de artículos que enuncian cuál<br />
debe ser el comportamiento de<br />
8 García de la Cruz (1987), pág.<br />
123.<br />
9 Faris (1976), pág. 13.<br />
10 Holligshead (1946), pág. 18, y<br />
García de la Cruz (1998b).<br />
11 “[…] Es, pues, de saber que este<br />
sobredicho hidalgo, los ratos que estaba<br />
ocioso (que eran los más del año), se daba<br />
a leer libros de caballerías, con tanta<br />
afición y gusto que olvidó casi de todo<br />
punto el ejercicio de la caza, y aun la administración<br />
de su hacienda […] y<br />
asentóle de tal modo en la imaginación<br />
que era verdad toda aquella máquina<br />
de aquellas soñadas invenciones que<br />
leía, que para él no había otra historia<br />
más cierta en el mundo”. Cervantes<br />
(1967), pág. 24.<br />
los militares (tropa, suboficiales<br />
y oficiales) en toda circunstancia.<br />
De hecho, estamos ante el<br />
único instrumento de control<br />
activo (que incentiva un comportamiento<br />
en lugar de prohibirlo)<br />
de las FF AA españolas,<br />
en el que, por tanto, descansa el<br />
génesis de las conductas deseadas<br />
por la institución militar.<br />
Este tipo de control normativo<br />
es, sin duda, el modo más<br />
poderoso de asimilar o integrar a<br />
los miembros de una sociedad<br />
u organización. Pero no vale<br />
cualquier enunciado, aunque algunos<br />
fundamentalismos (racistas,<br />
deportivos, religiosos o nacionalistas,<br />
entre otros) nos hayan<br />
mostrado hasta dónde<br />
puede llegar la estupidez humana.<br />
Aun así, parece conveniente<br />
que las proclamas sean en alguna<br />
medida creíbles, atractivas y,<br />
sobre todo, congruentes con las<br />
grandes instituciones o creencias<br />
sociales vigentes en la sociedad<br />
13 . En el caso de las FF AA,<br />
las reales ordenanzas son unos<br />
textos llenos de contenidos hoy<br />
día claramente retóricos, desfasados<br />
e incongruentes con las<br />
creencias hegemónicas en la sociedad<br />
española que corona el<br />
siglo XX. Resultan incumplibles<br />
y, por tanto, son ineludiblemente<br />
y sistemáticamente violados<br />
hasta por los propios mandos<br />
que los enarbolan ante la<br />
tropa.<br />
Si esto no fuera suficiente,<br />
hay que añadirle el panorama<br />
real que se han encontrado los<br />
soldados que realizaban el servicio<br />
militar. Que han sido tratados,<br />
en el mejor de los casos, como<br />
escuderos, y en el peor, y no<br />
es infrecuente, como lacayos o<br />
sirvientes de los que todos perci-<br />
12 “Estas Reales Ordenanzas constituyen<br />
la regla moral de la Institución<br />
Militar y el marco que define las obligaciones<br />
y derechos de sus miembros.<br />
Tienen por objeto preferente exigir y<br />
fomentar el exacto cumplimiento del<br />
deber inspirado en el amor a la Patria y<br />
el honor, disciplina y valor”, Artículo<br />
uno, Ley 85/1978, de Reales Ordenanzas<br />
para las Fuerzas Armadas.<br />
13 Sobre este tema y el desfase, paso<br />
cambiado, de la organización militar,<br />
véase: García de la Cruz (1998a), págs.<br />
116-122.<br />
ben como únicos señores de la organización:<br />
los jefes y oficiales.<br />
¿Quién se puede sentir portador<br />
de valores supremos en estas circunstancias?<br />
C) Una organización centrada<br />
exclusivamente en lo disciplinario.<br />
En contraste con el control<br />
normativo que acabamos de<br />
ver se encuentra el reactivo (basado<br />
en la prohibición), una forma<br />
más primitiva y burda del<br />
control social 14 .<br />
Formalmente, la función de<br />
las sanciones, especialmente en<br />
el caso de las faltas leves 15 , que<br />
motivan la práctica totalidad del<br />
control reactivo en las FF AA,<br />
es dotar de un mecanismo de<br />
enseñanza (en el más radical estilo<br />
conductista) a los instructores<br />
de la tropa para encauzar el<br />
adiestramiento militar de los jóvenes<br />
que ingresan en filas.<br />
Sin embargo, el uso práctico<br />
de este mecanismo nos apunta<br />
otras funciones. Si analizamos<br />
las causas de las sanciones, siempre<br />
sobre faltas leves, se observa<br />
que la mayor parte de ellas han<br />
sido provocadas por infracciones<br />
ajenas al adiestramiento militar:<br />
a) faltas en la rutina diaria de la<br />
unidad (por ejemplo, cama arrugada),<br />
b) en el aspecto personal<br />
del soldado (por ejemplo, botas<br />
sucias), c) en las conductas formales<br />
(por ejemplo, saludo militar)<br />
y c) sorprendentemente, la<br />
menor proporción de sanciones<br />
está motivada por y para corregir<br />
la instrucción militar de los sol-<br />
14 Foucault (1994).<br />
15 La Ley Orgánica 12/85 de noviembre,<br />
de Régimen Disciplinario de<br />
las FF AA, en su artículo 8 enuncia muchos<br />
tipos de conductas que se consideran<br />
faltas leves; curiosamente, el Proyecto<br />
de Ley Orgánica de Régimen Disciplinario<br />
de las Fuerzas Armadas (de 9<br />
de mayo de 1997), actualmente en trámite<br />
parlamentario, no modifica sustancialmente<br />
este dúctil resorte de castigo.<br />
De hecho, su artículo 7 enumera<br />
34 tipos de conducta que han de ser<br />
considerados como falta leve y finaliza<br />
dejando la puerta abierta de par en par<br />
a nuevas sanciones diciendo: “Los demás<br />
que, no estando incluidos en las<br />
infracciones anteriores, constituyan una<br />
infracción leve de alguno de los deberes<br />
que señalan las Reales Ordenanzas y demás<br />
disposiciones que rigen la Institución<br />
Militar”.<br />
dados (por ejemplo, la incorrecta<br />
ubicación de un mortero) 16 .<br />
A la vista de los datos que<br />
acabamos de aportar se infiere<br />
que hasta el día de hoy lo más<br />
importante, por ser lo más sancionado,<br />
para los cuadros de<br />
mando españoles han sido los<br />
aspectos puramente cuarteleros:<br />
las rutinas de levantarse, formar,<br />
hacer la cama o tener limpio el<br />
uniforme (botas, cinturón, etcétera).<br />
Esta concentración del<br />
control disciplinario sobre lo<br />
que podríamos denominar como<br />
“las tareas del hogar militar”,<br />
por supuesto ha desconcertado<br />
a los soldados y a la sociedad,<br />
devaluando enormemente<br />
la imagen del servicio militar español<br />
17 .<br />
El único resultado claro que<br />
alcanzaba esta dinámica disciplinaria<br />
ha sido el de generar en<br />
la tropa una indefensión aprendida.<br />
Concepto que alude a una<br />
situación social en la que una<br />
persona ha aprendido que no<br />
puede controlar los acontecimientos<br />
del entorno que le afectan<br />
directamente, que no hay refugio,<br />
que no hay salida, que sólo<br />
cabe resignarse a que el propio<br />
destino está en manos ajenas.<br />
Puede parecer una descripción<br />
exagerada que acusa a los<br />
militares de hacer cosas horribles.<br />
Sin embargo, este estado<br />
de indefensión es relativamente<br />
normal en los procesos de ingreso<br />
y asimilación en distintos tipos<br />
de instituciones totales 18 (internados,<br />
prisiones, barcos, cuar-<br />
16 Datos obtenidos para la elaboración<br />
de la tesina de licenciatura, año<br />
1987, y corroborados posteriormente<br />
por las investigaciones de Zulaika<br />
(1989), Oficina del Defensor del Soldado<br />
(1991), Rambla (1994) y por las<br />
investigaciones que venimos realizando<br />
desde el Grupo de Estudios sobre la Reforma<br />
de las Fuerzas Armadas en los últimos<br />
dos años, véase una exposición<br />
detallada en García de la Cruz (1998b).<br />
17 La importancia de las tareas del<br />
hogar militar en las FF AA, bien mirada,<br />
puede considerarse una reivindicación<br />
de la devaluada labor del ama de casa;<br />
ahora bien, no debemos basar nuestra<br />
capacidad defensiva en ello, y si lo hacemos<br />
desde luego las academias militares<br />
deberían introducir asignaturas<br />
que abordarán más en serio estos asuntos<br />
domésticos.<br />
60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
teles, etcétera). Lo singular, y esto<br />
sí que es terrible, es que la organización<br />
militar no ofrezca<br />
una salida institucional a esta fase<br />
de indefensión. Es decir, que,<br />
como ya hemos adelantado, no<br />
culmine el proceso de asimilación<br />
de la tropa.<br />
Lo aparentemente absurdo es<br />
que la actividad de sancionar se<br />
haya constituido en la principal<br />
tarea de los mandos sobre la tropa.<br />
¿Qué función puede tener<br />
someter a tanta gente a una situación<br />
tan tensa, desagradable y<br />
sin salida?<br />
A la luz de lo descrito, parece<br />
que el único objetivo claramente<br />
alcanzado por las FF AA respecto<br />
al servicio militar obligatorio,<br />
que también se ha llegado a calificar<br />
como “retención administrativa<br />
del ciudadano” 19 , ha sido<br />
mostrar su capacidad de hospedar,<br />
eso sí, bajo una severa cultura<br />
de la disciplina a una media de<br />
250.000 ciudadanos al año. Ahora<br />
bien, ésta no parece una labor<br />
necesaria para nadie. Seguro que<br />
la mayoría de los soldados que<br />
han sido llamados a filas hubieran<br />
preferido seguir viviendo en<br />
sus casas. Por tanto, hay que buscar<br />
otra función alternativa a la<br />
hostelera. La hipótesis explicativa<br />
que propongo es muy simple y,<br />
por tanto, fácilmente refutable.<br />
La tropa española ha sido inmolada<br />
durante lustros con el objetivo<br />
de ocupar en algo a la temible<br />
institución militar. Supongo<br />
que era suficiente con que los militares<br />
no se dedicaran a pensar:<br />
¿Qué hacemos? ¿Cuál es nuestra<br />
misión en España? Había que<br />
mantenerlos ocupados y alimentados<br />
(material y simbólicamente)<br />
con algo que estuviera fuera<br />
del ámbito político 20 . Lo más fácil<br />
era continuar entreteniéndoles<br />
con lo que venían haciendo, pero<br />
esto ha tenido un coste social:<br />
hemos ofrendado un año de la<br />
18 Goffman, E. (1972), pág. 13.<br />
19 Reconozco la capacidad descriptiva<br />
y profundidad de esta denominación<br />
que he leído a Cachinero (1992),<br />
pág. 172.<br />
20 Estas afirmaciones requieren muchas<br />
matizaciones y argumentos, pero<br />
esto desviaría el objetivo de este trabajo.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
vida de millones de jóvenes para<br />
mantener atareados en su hospedaje<br />
a los ejércitos españoles. Esta<br />
dinámica continuista ha propiciado<br />
que en plena democracia<br />
se haya mantenido la figura del<br />
ciudadano siervo, sin duda como<br />
herencia directa del anterior régimen<br />
político 21 .<br />
Éste es el panorama general<br />
del servicio militar obligatorio español<br />
hasta el día de hoy. Ahora,<br />
y ante la evidencia del total derrumbamiento<br />
de esta institución<br />
social que era la mili, se propone<br />
su reforma. En efecto, en esto parece<br />
que hay una gran coincidencia.<br />
Ahora bien, lo lógico es pensar<br />
que se van a estudiar y a rectificar<br />
los errores cometidos. Pero<br />
no, se aplica sin debate social un<br />
giro total, eso sí (¡sorpresa!), todo<br />
a las órdenes de la misma élite burocrática<br />
militar que ha liderado<br />
el fracaso del anterior diseño.<br />
2. ¿Qué nos proponen?:<br />
trabajo precario<br />
El Nuevo Modelo de Fuerzas Armadas<br />
gravita sobre la eliminación<br />
del actual servicio militar<br />
obligatorio y su transformación<br />
en otro totalmente profesional<br />
(aunque aquí mantengo que es<br />
más adecuado denominarlo como<br />
seudoprofesional), modificación<br />
que se centra en la sustitución<br />
de la tropa de ciudadanos<br />
(que cumplen un deber constitucional)<br />
por trabajadores (que<br />
realizan la tarea a cambio de un<br />
salario). Estamos ante una mercantilización<br />
del servicio militar,<br />
esto es, del “derecho y deber de<br />
defender a España” 22 . Nada que<br />
objetar a esta decisión política;<br />
por cierto, más cara económicamente<br />
23 . Mi crítica no está dirigida<br />
a la creación de una tropa<br />
21 Sobre el proceso de cambio y su<br />
repercusión en los derechos de la ciudadanía<br />
puede verse García de la Cruz,<br />
1998c y 1998d.<br />
22 Artículo 30.1 de la Constitución<br />
española de 1978.<br />
23 Sin olvidar que en contraste con<br />
el coste puramente económico están los<br />
costes sociales, educativos, etcétera, que<br />
también conviene valorar antes de apresurar<br />
un balance positivo o negativo de<br />
esta o cualquier otra reforma, véase: Cosido<br />
(1992).<br />
profesional, sino a su hipotético<br />
carácter de seudoprofesional y a la<br />
prolongación del control coercitivo,<br />
disciplinario, sobre la tropa<br />
ahora profesional.<br />
Nos enfrentamos a la gestación<br />
de una figura laboral decimonónica.<br />
Los soldados que<br />
conformarán la tropa profesional<br />
son trabajadores precarios y<br />
sin futuro profesional (se habla<br />
de “compromisos renovables” o<br />
–cabría añadir– no renovables.<br />
¿Cuándo sí y cuándo no? ¿Quién<br />
lo decide? ¿Hasta cuándo será renovable<br />
el contrato de estos profesionales?<br />
¿Por qué está limitada<br />
su permanencia a cinco o seis<br />
años?) 24 .<br />
El inquietante escenario laboral<br />
que se está configurado se<br />
puede sintetizar así: una tropa<br />
sujeta al mismo control disciplinario<br />
que había en el servicio<br />
militar obligatorio y que, además,<br />
estará amenazada o al menos<br />
temerosa de que no le sea<br />
renovado su contrato de permanencia,<br />
es decir, su trabajo (el<br />
sueldo con el que viven seguramente<br />
el soldado y su familia,<br />
–¿o se les prohibe casarse y tener<br />
hijos?–). Por consiguiente, podríamos<br />
estar ante la generación<br />
de una figura de empleo público<br />
precario y sujeta a un despido<br />
libre camuflado, condicionada<br />
por renovaciones de contrato<br />
que quedan al arbitrio de la patronal<br />
de turno, en este caso el<br />
Ministerio de Defensa y sus capataces,<br />
los mandos militares.<br />
Eso sí, y me parece que aquí está<br />
el truco, esta profesionalización<br />
va a afectar a menos ciudadanos<br />
y me temo que sólo a cier-<br />
24 “La permanencia media deseable<br />
en activo para la tropa y marinería profesional<br />
se cifra en un periodo de cinco<br />
a seis años…”. Nuevo Modelo de Fuerzas<br />
Armadas, proyecto presentado por el<br />
Ministerio de Defensa al Congreso de<br />
los Diputados en el mes de diciembre<br />
de 1996. Aunque el propio ministro declara,<br />
por otro lado, que un 15% de los<br />
soldados profesionales podrán tener empleo<br />
durante toda su vida laboral en las<br />
FF AA (Abc, viernes, 13-3-98, pág. 28).<br />
Pero, no se sabe quiénes ni cómo ni por<br />
qué. Bien pensado, este embudo (un<br />
15% del total se salvarán) todavía empeora<br />
más el escenario laboral, le añade<br />
un grado más a la amenaza del despido.<br />
JUAN JOSÉ GARCÍA DE LA CRUZ<br />
tos perfiles sociales, librando de<br />
estas duras circunstancias laborales<br />
a los sectores juveniles de la<br />
sociedad más críticos con lo militar.<br />
En todos los procesos de profesionalización<br />
las Fuerzas Armadas<br />
salen al mercado de trabajo<br />
a competir por atraer a sus<br />
filas a los jóvenes. Por tanto, las<br />
FF AA tendrán que disputar por<br />
su tropa con las empresas civiles<br />
y las administraciones públicas<br />
en general, y muy directamente<br />
con todos los cuerpos de seguridad<br />
(Policía Nacional, Guardia<br />
Civil, policías autonómicas y locales).<br />
De este modo, la incorporación<br />
de los futuros profesionales<br />
queda determinada por<br />
la dinámica del mercado (oferta<br />
y demanda), por la imagen de la<br />
empresa, por las expectativas laborales,<br />
el nivel de salarios, las<br />
condiciones laborales, etcétera.<br />
Ahora bien, el panorama actual<br />
del mercado laboral juvenil español<br />
está ensombrecido por<br />
una tasa de paro cercano al<br />
40%, con claros desequilibrios<br />
geográficos y sociales 25 . Estamos<br />
ante tasas de paro juvenil que<br />
minimizan la capacidad de selección<br />
de los jóvenes sin empleo,<br />
sobre todo en los que no<br />
tienen expectativas. En este escenario<br />
social aparece el Ministerio<br />
de Defensa haciendo una<br />
oferta anual de empleo público<br />
de 10.00 a 15.000 puestos remunerados<br />
y con un horizonte<br />
laboral de cinco años. La pregunta<br />
más adecuada no es<br />
¿quién acudirá a la llamada?, sino<br />
¿quién puede prescindir de<br />
la oferta de las FF AA?<br />
La respuesta la basamos en la<br />
combinación de cinco factores<br />
que nos permiten apuntar el perfil<br />
general de los jóvenes que no<br />
alimentarán nunca la tropa profesional,<br />
los nuevos excluidos.<br />
Desde un enfoque socioeconómico,<br />
los pertenecientes a las clases<br />
sociales con más recursos económicos.<br />
Desde una perspectiva<br />
económico-regional, los residentes<br />
en las zonas con mayor espe-<br />
25 Véase, VV AA 4. Informe España<br />
1996, págs. 77-165. (1997).<br />
61
LA SEUDOPROFESIONALIZACIÓN DE LA TROPA<br />
ranza de empleo (esto es, en las<br />
ciudades y pueblos con crecimiento<br />
de empleo). Si tomamos<br />
en consideración la variable nacionalista,<br />
aquellos que viven en<br />
las comunidades autónomas con<br />
un sentido nacional propio (como<br />
Cataluña o el País Vasco).<br />
Según la formación, se autoexcluirán<br />
los que tengan titulaciones<br />
universitarias o profesionales<br />
con demanda en el mercado de<br />
trabajo civil. Y finalmente, desde<br />
una perspectiva sociopolítica,<br />
aquellos ciudadanos con una actitud<br />
más crítica hacia lo militar<br />
y los símbolos que abanderan.<br />
Si cruzamos estos cinco perfiles<br />
de exclusión obtenemos un panorama<br />
inquietante: los candidatos<br />
a tropa profesional provendrán<br />
mayoritariamente de<br />
sectores sociales definidos por la<br />
ausencia de esos cinco rasgos. A<br />
este complejo proceso social de<br />
selección hay quien, sarcásticamente,<br />
lo ha denominado “elitización<br />
por debajo” 26 .<br />
De esta manera, el Nuevo<br />
Modelo de Fuerzas Armadas esquiva<br />
a los jóvenes potencialmente<br />
más censores, seleccionando<br />
la tropa profesional de un<br />
sector juvenil reducido 27 , pero<br />
con menos expectativas de trabajo.<br />
Con este cambio, los gestores<br />
de Defensa han enmudecido<br />
la voz de los más críticos y de<br />
la forma más simple, dejándolos<br />
fuera del ámbito militar. Precisamente,<br />
este rediseño permitirá<br />
que aunque la situación disciplinaria<br />
de la nueva tropa llegue a<br />
ser incluso peor que la descrita<br />
para el servicio militar obligatorio,<br />
apenas genera problemas a<br />
26 “… Con el modelo profesional se<br />
corre el riesgo de una cierta elitización<br />
por debajo en la composición de sus integrantes…”,<br />
Moya (1992), pág. 102.<br />
27 La hipótesis es que una parte de<br />
los jóvenes se autoexcluirán por cualquiera<br />
de las cinco razones enumeradas,<br />
pero a esto hay que añadirle aquellos<br />
que prefieran cualquiera de las ofertas<br />
de empleo público que realizan las<br />
fuerzas de seguridad. De hecho, parte de<br />
esta hipótesis se podrá refutar cuando se<br />
conozca cuántos aspirantes hay a las<br />
12.703 plazas que Defensa ofertará en el<br />
año 1998. ¿Cuántos aspirantes hay para<br />
las plazas en otras ofertas públicas?<br />
Normalmente la proporción es de 10<br />
por cada plaza, cuando no de 100.<br />
los responsables del Ministerio<br />
de Defensa. La voz de la tropa<br />
profesional será menos crítica,<br />
más sumisa y dependiente económicamente.<br />
Todo ello gracias<br />
a la preselección social antes descrita<br />
28 . En cualquier caso, si dan<br />
problemas, siempre tendrán<br />
abierta la salida al mercado de<br />
trabajo.<br />
Por otra parte, lo que ahora<br />
mismo, con altas tasas de paro<br />
juvenil, permite a las FF AA seleccionar<br />
y mantener una situación<br />
de fuerza, puede cambiar<br />
en su contra, y entonces tendrán<br />
que ser más seductores, salir al<br />
mercado de trabajo y competir<br />
con otras ofertas 29 . Sin embargo,<br />
y esto es pura predicción (ciencia-ficción),<br />
creo que las FF AA<br />
buscarán incrementar su atractivo<br />
sin cambiar lo que no han<br />
querido modificar hasta ahora y,<br />
probablemente, acudirán a beneficios<br />
vía BOE o aumentar los<br />
salarios vía presupuestos.<br />
3. Todavía peor,<br />
‘trabajadores siervos’<br />
Efectivamente, como ya hemos<br />
mencionado, el nuevo modelo<br />
no rectifica la potestad disciplinar<br />
sino que, muy al contrario,<br />
entiendo que se le añade un<br />
nuevo instrumento, seguramente<br />
más poderoso aún: el despido<br />
libre. Debemos preguntarnos<br />
qué figura laboral producen estas<br />
condiciones de trabajo tan<br />
frágiles. ¿Quién se atreverá a<br />
quejarse de qué, cuándo, ante<br />
quién y qué consecuencias tendría<br />
para el demandante? A la<br />
luz de este panorama, y con los<br />
antecedentes de la dinámica disciplinaria<br />
que hemos visto, el<br />
nuevo escenario militar está abo-<br />
28 Voz (voice) concepto propuesto<br />
en Hirschman, (1970).<br />
29 “Se trata, pues, de una situación<br />
fuertemente competitiva, teniendo en<br />
cuenta, además, que el empleo en el sector<br />
civil es abundante para los jóvenes<br />
relativamente descualificados. Debo señalar<br />
que, ni siquiera con una opinión<br />
pública favorable y promilitarista como<br />
la actual, hubiera sido posible cubrir las<br />
necesidades del Ejército con personal<br />
cualificado –y subrayo lo de cualificado–<br />
si no hubiera sido por la participación<br />
de las mujeres…”, Franklin, Pág.<br />
40, 1992.<br />
nado para que se puedan cometer<br />
verdaderas atrocidades laborales<br />
con la tropa profesional.<br />
Reconozco que estoy siendo<br />
muy pesimista. Podría ser que<br />
ante la tropa profesional los<br />
mandos cambien su actitud y no<br />
utilicen su amplia y arbitraria<br />
potestad sancionadora. Seguramente<br />
es una deformación profesional<br />
pero estoy convencido<br />
de que si un puesto organizativo<br />
posibilita el mando personal y<br />
arbitrario, la mayoría de los que<br />
tengan el privilegio de ocuparlo<br />
acabarán utilizándolo, en una<br />
ocasión u otra. El equilibrio de<br />
los intereses en conflicto no puede<br />
quedar en manos de la supuesta<br />
bondad, misericordia o<br />
sabiduría de los siempre autoproclamados<br />
como justos y certeros<br />
jefes o patrones.<br />
En el ámbito militar la defensa<br />
de los intereses se realiza individualmente<br />
por el conducto reglamentario,<br />
esto es, a través de<br />
la cadena de mando. Por ejemplo,<br />
si a un soldado le han sancionado<br />
o no le conceden lo que<br />
él considera un derecho tienen<br />
que plantear una reclamación<br />
ante los jefes superiores al mando<br />
implicado y posteriormente, en<br />
los casos que proceda, un recurso<br />
por lo contencioso administrativo.<br />
Esta vía de reclamación<br />
se ha mostrado repetidamente<br />
inútil 30 . No ofrece garantías a los<br />
afectados y, por tanto, es incapaz<br />
de canalizar y solucionar los<br />
conflictos surgidos en las actividades<br />
cotidianas, como las sanciones<br />
por faltas leves. En el mejor<br />
de los casos ha servido para<br />
solventar asuntos puramente burocráticos<br />
que no implican reclamaciones<br />
directas ante una orden<br />
de la cadena de mando inmediata.<br />
Ni siquiera el acuerdo<br />
entre el Ministerio de Defensa y<br />
el Defensor del Pueblo consiguió<br />
recoger este tipo de quejas 31 .<br />
30 En este sentido pueden verse los<br />
informes anuales de la Oficina del Defensor<br />
del Soldado.<br />
31 Al menos, en un número estimable.<br />
Puede verse en las estadísticas de<br />
los Informes del Defensor del Pueblo<br />
comparando los años 1988, 1989,<br />
1990, 1991 y 1992.<br />
En estas circunstancias cabe<br />
preguntarse quién defenderá los<br />
intereses individuales y colectivos<br />
de estos empleados públicos.<br />
¿Dónde, cómo y quién protegerá<br />
a un soldado profesional de una<br />
negativa a renovarle su contrato o<br />
de una sanción disciplinaria injusta?<br />
¿Qué organizaciones encarnarán<br />
sus intereses ante el Ministerio<br />
de Defensa 32 ? ¿Serán representados<br />
por sus mandos<br />
naturales ante otros mandos no<br />
naturales? No es aconsejable confiar<br />
en el paternalismo y el ya<br />
mencionado código caballeresco<br />
del perfecto oficial en el que se ha<br />
parapetado la organización militar<br />
española para defender la situación<br />
de indefensión de la tropa<br />
hasta el día de hoy. Un desfasado<br />
paternalismo basado en la<br />
idea de que los mandos son los<br />
que protegen, cuidan e incluso<br />
están al servicio de la tropa. Parece<br />
más conveniente que los intereses<br />
de un colectivo de afectados,<br />
en este caso el de la tropa y<br />
marinería profesional, sean defendidos<br />
por ellos mismos; nunca<br />
por unos terceros que tienen<br />
sus propios intereses en el mismo<br />
escenario laboral y, además, son<br />
los jefes de los primeros.<br />
¿Cómo se puede catalogar a<br />
unos trabajadores sujetos a una<br />
disciplina como la descrita? Con<br />
contratos anuales o bianuales renovables<br />
a criterio de sus superiores.<br />
A empleados públicos<br />
que tienen prohibida su sindicación<br />
o asociación reivindicativa;<br />
por tanto, a trabajadores sin<br />
fórmula de negociación colectiva<br />
de sus condiciones de trabajo.<br />
Trabajadores cuya vía de reclamación<br />
individual está superpuesta<br />
a la propia cadena de<br />
mando que ha de ser la causa de<br />
los problemas que podrían denunciar.<br />
A una situación laboral<br />
exenta de los imprescindibles<br />
mecanismos de control y fiscalización<br />
que garantice los derechos<br />
fundamentales o laborales<br />
de cualquier trabajador.<br />
32 En algunos países europeos está<br />
permitida la asociación o incluso la sindicación<br />
de la tropa, véase: The Guide<br />
book for creating o representantion system<br />
for conscripts, 1993.<br />
62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Según he ido enumerando estas<br />
circunstancias laborales se ha<br />
perfilado nítidamente una figura<br />
laboral más cercana al medievo<br />
que al siglo XX y, por supuesto,<br />
inaceptable para el XXI.<br />
La reforma (el Nuevo Modelo de<br />
Fuerzas Armadas) ha llevado a<br />
la tropa española desde ciudadanos<br />
siervos a trabajadores siervos.<br />
4. Asuntos que no<br />
se han abordado<br />
Ya hemos visto que el Nuevo<br />
Modelo de Fuerzas Armadas<br />
propuesto no solucionaba dos<br />
insuficiencias que la organización<br />
militar arrastra desde su anterior<br />
etapa (fracaso en la asimilación<br />
y abuso disciplinario 33 ).<br />
Pero a esto hay que sumarle que<br />
este proyecto tampoco prepara<br />
a las FF AA, al menos en tres aspectos<br />
esenciales e ineludibles en<br />
cualquier proceso de profesionalización<br />
de la tropa: a) el reciclaje<br />
de los cuadros de mandos;<br />
b) la reforma de la carrera militar,<br />
y c) la puesta en marcha de<br />
una vía de reclamación fiable y<br />
potente al servicio de todos los<br />
miembros de las FF AA, especialmente<br />
de la tropa. En lugar<br />
de acometer estos problemas, la<br />
organización militar ha buscado<br />
una salida, me temo que provisional,<br />
poniéndoles una sordina.<br />
Arteramente pretenden buscar<br />
la solución de sus fallos de la<br />
misma forma que la madrastra<br />
de Blancanieves: rompiendo el<br />
espejo que insiste en decirles que<br />
no son los mejores.<br />
El nuevo diseño permite a la<br />
burocracia militar volver la es-<br />
33 En este sentido se pronuncia el<br />
CGPJ en su informe sobre el Anteproyecto<br />
de Ley Orgánica de Régimen Disciplinario<br />
de las Fuerzas Armadas, emitido<br />
el pasado 2 de julio de 1997, citando<br />
y haciendo suya la Sentencia del<br />
Tribunal Constitucional 21/1981, de<br />
15 de julio: “… La separación entre Derecho<br />
disciplinario y Derecho penal militar<br />
adquiere así un relieve especial,<br />
pues, dada la dificultad de establecer<br />
una línea divisoria nítida entre la acción<br />
disciplinaria y la acción penal, bastaría<br />
con calificar una infracción de disciplinaria<br />
para así sustraerla a la obligación<br />
fundamental de seguir un procedimiento<br />
con las debidas garantías”.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
palda al espejo social que les estaba<br />
reflejando todas sus incongruencias<br />
y fallos (asociaciones<br />
juveniles, objeción de conciencia,<br />
Oficina del Defensor del<br />
Soldado, familiares de soldados,<br />
medios de comunicación, etcétera).<br />
Ahora se han comprado;<br />
mejor dicho, la sociedad española<br />
les está pagando un espejo<br />
sumiso: una tropa joven, amordazada<br />
por las necesidades económicas<br />
(eso sí, supuestamente<br />
libre de firmar o no su ingreso),<br />
que por tanto, rehusará la queja<br />
y que provocará menor eco social<br />
(el número de padres, amigos<br />
y familiares que les respaldan<br />
disminuirá enormemente); y<br />
además, todo ello lo sufraga esa<br />
sociedad civil que protestaba.<br />
No es por nada, pero la jugada<br />
les ha salido redonda (¿A quién<br />
o quiénes?).<br />
A) El reciclaje de los cuadros<br />
de mando. Curiosamente, para<br />
lograr esta tropa de trabajadores<br />
siervos, la formación y el modelo<br />
de mando no ha tenido que<br />
cambiar en nada más allá de las<br />
normales modificaciones generacionales<br />
y las nuevas salidas<br />
profesionales que les ofrece la integración<br />
de nuestro país en todas<br />
las organizaciones internacionales.<br />
¿Es posible modificar una organización<br />
que es el ejemplo<br />
más radical de la jerarquía sin<br />
transformar la formación 34 de<br />
sus cuadros de mandos y dirigentes?<br />
Sinceramente, no. Cualquier<br />
innovación debe comenzar<br />
precisamente en y sobre los cuadros<br />
de mandos y dirigentes de<br />
la organización. En este sentido<br />
se han pronunciado quienes han<br />
estudiado y protagonizado procesos<br />
de profesionalización en<br />
otros países 35 . Las Fuerzas Armadas<br />
que cuentan con tropa<br />
profesional están obligadas a<br />
34 Hace cinco años Gustavo Suárez<br />
Pertierra afirmaba que: “… es imprescindible<br />
trabajar en la reforma de la enseñanza<br />
militar … reestructuración de<br />
los centros docentes militares y en la revisión<br />
y racionalización de los cursos de<br />
perfeccionamiento y altos estudios militares”,<br />
Suárez Pertierra, pág. 32, 1992.<br />
realizar un cambio radical en el<br />
trato y el concepto del soldado;<br />
ahora tienen que seducirles, hay<br />
“que conseguir un equilibrio en<br />
el que quepan tanto la disciplina<br />
y el respeto a la autoridad como<br />
la lealtad que induzca a seguir<br />
en el ejército… No obstante,<br />
conseguir este equilibrio requiere<br />
que los oficiales y<br />
suboficiales pasen; a su vez por<br />
una transición que les lleva a ser<br />
conscientes de este ambiente y<br />
estar dispuestos a promoverlo y<br />
mantenerlo” 36 .<br />
B) Sin cambios en la carrera<br />
militar. El atrincheramiento de<br />
los intereses de la élite burocrática<br />
militar en el diseño de esta<br />
reforma se muestra con toda su<br />
crudeza cuando observamos que<br />
la profesionalización de la tropa<br />
no ha modificado el diseño de la<br />
carrera militar precedente. Se<br />
mantienen sin cambios los privilegios<br />
que los oficiales y jefes<br />
alcanzan con el acceso directo a<br />
través de las academias generales.<br />
Estas instituciones seleccionan y<br />
moldean un perfil concreto de<br />
los futuros jefes militares, lo que<br />
faculta perpetuar una élite burocrática<br />
con creencias e intereses<br />
independientes de la propia<br />
organización. Y, por supuesto,<br />
permite un dominio total sobre<br />
la entrada en la cúspide de la organización<br />
militar; esto es algo a<br />
lo que, según parece, no se quiere<br />
renunciar 37 .<br />
Llama la atención que esta reforma<br />
permita que la sociedad<br />
35 “En EE UU, una de las tareas<br />
más complejas en la transición ha sido<br />
precisamente la formación de oficiales y<br />
suboficiales… la formación de los mandos<br />
militares es un aspecto tan relevante<br />
como el apoyo a los militares por<br />
parte de la población civil”, Franklin,<br />
pág. 43, 1992.<br />
36 Franklin Pág. 44, 1992.<br />
37 “No obstante, mientras la élite<br />
florezca como clase social o como equipo<br />
de hombres que ocupan los puestos<br />
de mando, siempre seleccionará y formará<br />
ciertos tipos de personalidad y rechazará<br />
otros… Desde el punto de vista<br />
del biógrafo, un hombre de las clases<br />
altas está formado por sus relaciones<br />
con otros como él en una serie de pequeños<br />
grupos íntimos por los cuales<br />
pasa y a los que puede volver a lo largo<br />
de su existencia”. Mills, pág. 22, 1987.<br />
JUAN JOSÉ GARCÍA DE LA CRUZ<br />
civil nutra directamente la tropa<br />
pero no que nuestros más brillantes<br />
universitarios o profesionales<br />
puedan pasar a formar parte<br />
directamente de los cuadros<br />
de mandos superiores (excepción<br />
hecha de los cuerpos de: juristas,<br />
médicos, psicólogos, sacerdotes<br />
y la falsa puerta de la escala de<br />
complemento). En cualquier caso,<br />
incluso estas estrechas ranuras<br />
de acceso alternativo obligan al<br />
paso por el filtro; éste sí que es<br />
asimilador de alguna de las academias<br />
generales, instituciones<br />
que generan el único colectivo<br />
digno de alcanzar los altos empleos<br />
del escalafón militar.<br />
C) Sin vía de reclamación fiable.<br />
El tercer asunto que también<br />
ha evitado esta reforma es la<br />
generación de una vía de reclamación<br />
que ofrezca garantías a<br />
los potenciales usuarios, especialmente<br />
la tropa. La creación<br />
de un canal de queja de confianza<br />
y efectivo aparece como un<br />
requisito ineludible para apuntalar<br />
el atractivo de un servicio<br />
militar profesional 38 . Este tipo<br />
de iniciativas no entra en conflicto<br />
con la estructura de mando,<br />
a no ser que se tenga un concepto<br />
autoritario y trasnochado<br />
de lo que es el mando. De hecho,<br />
una fuerzas armadas tan poco<br />
sospechosas de ineficacia o de<br />
debilidad disciplinaria como son<br />
la US Army tienen en marcha la<br />
figura del Inspector General (IG),<br />
una especie de ombudsman militar.<br />
Al IG puede acceder directamente<br />
cualquier miembro de las<br />
Fuerzas Armadas, de forma verbal<br />
y escrita, e incluso se admiten<br />
quejas anónimas 39<br />
Como es sabido, las FF AA<br />
españolas no han afrontado este<br />
problema. Pero esta omisión es<br />
más llamativa cuando todas las<br />
administraciones públicas españolas<br />
han acometido con enorme<br />
entusiasmo la defensa de los in-<br />
38 “Safeguarding individual rights<br />
becomes one of the various inducements<br />
to the enlistment and retention<br />
of personnel as well as a strategy to ensure<br />
effective organizational performance”,<br />
Evan, pág. 100, 1993.<br />
39 Evan págs. 99-103, 1993.<br />
63
LA SEUDOPROFESIONALIZACIÓN DE LA TROPA<br />
tereses de los ciudadanos, tanto<br />
colectiva como individualmente.<br />
Podríamos decir, incluso que la<br />
figura del Defensor del Pueblo a<br />
la que se asemeja tanto el inspector<br />
general americano se ha puesto<br />
de moda en España, seguramente<br />
como la fórmula más accesible<br />
que puede legitimar la<br />
gestión pública y, sin duda, mejorar<br />
el servicio de las organizaciones<br />
públicas a sus usuarios 40 .<br />
5. Una reforma a la carta<br />
Una decisión de la envergadura<br />
que ha tenido la profesionalización<br />
de la tropa, sin ninguna<br />
duda, ha dejado un rastro de<br />
dramas organizativos. Intereses<br />
legítimos pisoteados o ignorados;<br />
otros sobrevalorados e, incluso,<br />
algunos sorprendentemente<br />
fortalecidos. De hecho,<br />
el análisis de los procesos de decisión<br />
en las organizaciones ha<br />
sugerido a los más inteligentes<br />
analistas la conveniencia de utilizar<br />
los conceptos de ambigüedad<br />
y anarquía organizativa, que<br />
nos indican la conveniencia de<br />
moderar el entusiasmo por los<br />
análisis predictivos y, sobre todo,<br />
la prudencia de no caer en el espejismo<br />
de los post factum 41 , en<br />
los que extrañamente todo encaja,<br />
como si la realidad no fuera<br />
paradójica.<br />
Las FF AA españolas encajan<br />
en el modelo organizativo que<br />
Henry Mintzberg ha denominado<br />
“sistema cerrado” 42 , en el que<br />
todo el poder está en manos de<br />
una coalición interna que se sirve<br />
a sí misma, en el caso que analizamos,<br />
lastrada por una ideología<br />
decimonónica.<br />
La coalición dominante en<br />
nuestras FF AA está compuesta<br />
por la élite burocrática militar<br />
43 , esto es, los oficiales y jefes<br />
militares que ocupan puestos de<br />
dirección en el Ministerio de<br />
40 Este tema está tratado en: García<br />
de la Cruz (1995) y (1998c).<br />
41 Como indicaban dos grandes autores<br />
de la sociología de las organizaciones:<br />
“Los motivos y las intenciones se<br />
descubren post factum (March, 1972)”,<br />
March y Olsen pág. 253, 1993.<br />
42 Mintzberg págs. 377-392, 1992.<br />
43 Sobre el concepto de élite burocrática<br />
véase, Beltrán 1977.<br />
Defensa.<br />
Si, como hemos apuntado, los<br />
objetivos y fines de cualquier organización<br />
están sometidos normalmente<br />
a las leyes de la ambigüedad<br />
y anarquía, en el asunto<br />
que analizamos estos dos factores<br />
se han elevado al cuadrado. La<br />
razón de ello está en que la organización<br />
militar española ha<br />
vivido en los últimos 20 años<br />
dos grandes cambios de su entorno.<br />
En el ámbito nacional, la<br />
democratización política y, en el<br />
internacional, la revolución militar<br />
que han implicado el desmoronamiento<br />
del bloque soviético<br />
y la incorporación de las innovaciones<br />
tecnológicas 44 .<br />
Recurriendo a una metáfora<br />
marinera podemos decir que en<br />
medio de esta gran marejada los<br />
burócratas militares han conseguido<br />
llevar la nave a su puerto.<br />
Y por el camino se han desprendido<br />
de la carga que podía haberles<br />
hundido su nave; nos referimos<br />
al servicio militar obligatorio.<br />
Asumiendo que “los colectivos<br />
no poseen otras intenciones<br />
que las que les impongan los individuos<br />
que ocupan puestos y<br />
roles en ellos… instituciones y<br />
colectivos carecen de intenciones.<br />
Sólo los hombres están dotados<br />
de ellas. Las instituciones<br />
no piensan, salvo en sentido metafórico”<br />
45 .<br />
Veamos quién ha pensado por<br />
la institución militar en la elaboración<br />
de esta reforma 46 . En<br />
principio se puede hablar de seis<br />
grandes colectivos de afectados<br />
por la profesionalización y, en<br />
general, por el diseño de unas<br />
nuevas FF AA: a) ciudadanos<br />
llamados al servicio militar obligatorio<br />
(más su familia y amigos<br />
que les apoyan); b) jóvenes<br />
que conformarán la tropa profesional;<br />
c) suboficiales; d) Oficiales<br />
y jefes; e) Gobierno (grupos<br />
parlamentarios que lo apoyan);<br />
44 Sobre este tema puede verse Cohen<br />
(1996) y, Lutwak (1995) y (1996).<br />
45 Giner, pág. 86, 1997.<br />
46 En este apartado estoy realizando<br />
un análisis post factum, que ya hemos calificado<br />
de espejismo de la realidad, con<br />
todas sus limitaciones y encantos.<br />
f) Resto de fuerzas políticas.<br />
Pues bien, a la hora de la verdad<br />
este hipotético hexágono de intereses<br />
se ha quedado en un<br />
triángulo (los famosos iron<br />
triangles, compuestos por Gobierno,<br />
burocracia y grupos de<br />
presión). En efecto, el diseño de<br />
la reforma ha sido producto de<br />
tres grandes colectivos de afectados:<br />
a) los conscriptos, representados<br />
por varias ONG y movimientos<br />
antimilitares; b) los<br />
grupos parlamentarios que sustentan<br />
al Gobierno y; c) la élite<br />
burocrática militar. El desenlace<br />
ha sido el lógico en una situación<br />
como la descrita: los tres<br />
colectivos que han participado<br />
en la negociación han defendido<br />
y alcanzado gran parte de sus<br />
objetivos, naturalmente a costa<br />
de los que han quedado fuera<br />
(víctimas de la negociación, perjudicados<br />
sin voz, los protagonistas<br />
de los dramas mudos o silenciados<br />
de este nuevo modelo<br />
de las FF AA).<br />
Por otra parte, la decisión de<br />
la profesionalización de la tropa<br />
ha eliminado totalmente al colectivo<br />
de conscriptos; ya nadie<br />
tendrá que ir al servicio militar<br />
obligatoriamente.<br />
De esta manera, el diseño final<br />
del nuevo modelo de FF AA<br />
ha quedado en manos de los burócratas<br />
militares y el Gobierno.<br />
La literatura sobre las formas<br />
que tiene la burocracia de influir<br />
en un proceso de reforma como<br />
éste es infinita, pero, en cualquier<br />
caso, siempre coincidente<br />
en que su poder de influencia es<br />
enorme 47 .<br />
En definitiva, el modelo de<br />
FF AA que se ha elaborado parece<br />
un premio a la élite burocrática<br />
militar (que, por cierto, ha sido<br />
la principal responsable del<br />
fracaso del servicio militar obligatorio),<br />
penalizando, al mismo<br />
tiempo, a la sociedad con un incremento<br />
del gasto en Defensa.<br />
6. ¿Qué nos perdemos?<br />
De llevarse a término este proyecto<br />
de profesionalización, tal<br />
47 Sobre este tema se puede ver Subirats,<br />
págs. 135-138, 1989.<br />
como está planteado, nos perdemos<br />
haber pasado en España<br />
por la fase de ciudadanos soldados<br />
48 . Un servicio militar en el<br />
que el protagonista es el ciudadano,<br />
no el militar de carrera. Y<br />
en el que los mandos hubieran<br />
tenido que efectuar un esfuerzo<br />
de humildad y adaptación a la<br />
realidad social, política y educativa<br />
de la juventud española. De<br />
este modo, se ha tirado por la<br />
borda el esfuerzo histórico vinculado<br />
a esa institución social,<br />
que ha sido “lo más de millones<br />
de españoles que han servido en<br />
los ejércitos a lo largo de estos<br />
últimos 20 años”.<br />
Con estos enunciados no se<br />
está defendiendo el sistema de<br />
leva obligatoria; ni mucho menos<br />
rechazando la profesionalización<br />
de la tropa. Simplemente,<br />
se deja constancia de que se ha<br />
sepultado viva a una institución<br />
social, el servicio militar obligatorio<br />
49 , sin analizar públicamente<br />
dónde radicaban sus defectos<br />
y posibles virtudes, hurtando<br />
a la sociedad española un<br />
debate profundo y sosegado sobre<br />
la modificación de sus<br />
FF AA 50 .<br />
Desde esta perspectiva, de lo<br />
que no se ha hecho, la reforma<br />
hacia la profesionalización que<br />
se ha realizado en España se<br />
muestra como un proceso aterradoramente<br />
frívolo y superficial.<br />
Pienso que las Fuerzas Armadas<br />
no deberían haberse desembarazado<br />
del servicio militar<br />
obligatorio tan alegremente. Estamos<br />
a las puertas de un nuevo<br />
siglo, en el que se nos proponen,<br />
al menos en los países desarrollados,<br />
múltiples ocupaciones<br />
no laborales 51 . Estamos entrando<br />
en un periodo en el que<br />
la población adulta puede dedicar<br />
una parte cada vez mayor<br />
48 Puell de la Villa, especialmente el<br />
capítulo IV. La génesis del ciudadanosoldado,<br />
págs. 101-138, 1996.<br />
49 Por cierto el servicio militar obligatorio<br />
es el modelo al que finalmente<br />
recurren todos los países cuando las cosas<br />
se ponen muy difíciles, es decir, si la<br />
guerra llega de verdad a su territorio.<br />
50 Debate que, por ejemplo, se ha<br />
realizado en Francia.<br />
51 Gorz, 1995.<br />
64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
de su tiempo a tareas no remuneradas<br />
económicamente, no<br />
mercantilizadas.<br />
Se han satisfecho las necesidades<br />
de la élite burocrática militar<br />
sin que ellos hayan tenido<br />
que preocuparse por adaptarse a<br />
los cambios de su entorno social,<br />
la España del siglo XXI, la sociedad<br />
que les alimenta, según parece,<br />
dejándoles elegir a la carta.<br />
Pero, ¿por qué no se han<br />
planteado estas alternativas?<br />
Creo que se ha buscado la salida<br />
política y técnica más fácil a corto<br />
plazo (para los tres colectivos<br />
mencionados), malográndose la<br />
posibilidad de integrar la tarea<br />
de la defensa con la sociedad.<br />
Me temo que con esta seudoprofesionalización<br />
de la tropa que se<br />
ha diseñado se dan la espalda,<br />
ahora sí que definitivamente, la<br />
Defensa y la Sociedad. Por último,<br />
también nos perderemos<br />
que nuestras Fuerzas Armadas se<br />
modernicen en su cultura de<br />
mando. Mientras que en todos<br />
los campos laborales los expertos<br />
y responsables de los recursos<br />
humanos se han dado cuenta de<br />
que la disciplina no es el mejor<br />
sino el peor método para alcanzar<br />
mayor rendimiento laboral,<br />
el Nuevo Modelo de las Fuerzas<br />
Armadas, no sólo evita estas innovaciones,<br />
sino que profundiza<br />
en la cultura de la disciplina. En<br />
consecuencia, nuestro futuro<br />
Ejército seguirá utilizando y sospecho<br />
que abusando autoritariamente,<br />
del instrumento disciplinario,<br />
aunque todo esto son sólo<br />
predicciones y espero que no<br />
se cumplan. n<br />
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Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
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Juan J. García de la Cruz Herrero es<br />
profesor de Sociología en la Universidad<br />
de Castilla La Mancha y coordinador<br />
del Grupo de estudios sobre la Reforma<br />
de las Fuerzas Armadas.<br />
JUAN JOSÉ GARCÍA DE LA CRUZ<br />
www.progresa.es/claves<br />
dirección internet<br />
claves@progresa.es<br />
correo electrónico<br />
65
Se debe la siguiente reflexión<br />
a dos primeras causas ligadas<br />
entre sí. Una, la contemplación<br />
en la Fundación<br />
Thyssen-Bornemisza, de Madrid,<br />
donde estuvo expuesta desde<br />
noviembre de 1996 hasta febrero<br />
de 1997, de la colección<br />
de Juegos surrealistas, consistente<br />
en 100 cadáveres exquisitos, dibujos<br />
colectivos, de Breton, Picasso,<br />
Dalí, Miró, Eluard, Tanguy,<br />
Lorca, Granell, etcétera. Dicha<br />
exposición, la más exhaustiva<br />
en su género desde la organizada<br />
por André Breton en 1948 en la<br />
galería La Dragonne, de París, ha<br />
sido posible sobre todo, respecto<br />
a su fondo artístico e imaginativo,<br />
gracias al admirable empeño<br />
de Jean-Jacques Lebel, obvio<br />
comisario de la muestra por su<br />
directa relación con los surrealistas,<br />
por su dedicación de años<br />
a seleccionar y reunir 100 artefactos<br />
de entre más del triple<br />
considerados y por las cualidades<br />
mismas de este escritor, en cuanto<br />
lúcido y apasionado intérprete<br />
recreador de las propuestas del<br />
surrealismo y sus inmediaciones<br />
estéticas y filosóficas.<br />
La otra causa parte de la elección<br />
de una rareza contemporánea,<br />
tal vez no contaminada de<br />
falsedad, horror ni desesperanza:<br />
la ingenuidad voluntaria (y seguramente<br />
necesaria) con que se<br />
propone una reconsideración de<br />
más graves relaciones humanas a<br />
partir del fenómeno déjà-vu, pero<br />
tan activo como cuando nació<br />
en 1925, que es el cadáver exquisito.<br />
Ahora bien, entendamos<br />
la condición de in-genuo en un<br />
triple sentido, no sólo etimológico:<br />
como lo cándido candente,<br />
lo noble generoso y lo engendrado<br />
dentro o nacido libre. Es de-<br />
cir: la ingenua rareza se cifra en<br />
suponer que de alguna zona (no<br />
propiamente pictórica en cuanto<br />
a sugestión formal o coloratura<br />
matérica –ni ahora ni entonces–<br />
ni quizá demasiado original) del<br />
cadáver exquisito podría dispararse<br />
un proyectil de transformación<br />
sobre una finca social como<br />
en la que vivimos, minada<br />
por las armas habituales y tan<br />
manifiestamente mejorable. Esa<br />
zona propuesta se sitúa precisamente<br />
en los puntos de conexión<br />
entre los distintos trazos de los<br />
participantes en el juego, o sea,<br />
en un territorio de creatividad<br />
tendente a cero.<br />
Es sabido el procedimiento<br />
surrealista empleado en la elaboración<br />
de cadáveres exquisitos,<br />
gráficos o literarios (aunque nos<br />
centraremos en los primeros),<br />
ocultando sucesivamente cada<br />
colaborador, una vez utilizada en<br />
solitario secreto la parte del papel<br />
de su correspondiente expresión,<br />
signo o grafía elegidos a mayor o<br />
menor conciencia y expectativa<br />
de seguimiento. Así, la hoja de<br />
papel en cuestión se va plegando<br />
tantas veces –menos la de la última<br />
actuación, claro– como<br />
participantes intervengan (casi<br />
siempre no muchos más de tres,<br />
en sentido vertical, de arriba abajo,<br />
y en una hoja rectangular<br />
–gran condicionante este último,<br />
dicho sea de paso, así como<br />
la inercia antropomórfica de los<br />
actantes–).<br />
De todos modos, pocas alternativas<br />
de procedimiento quedarían,<br />
teniendo que aceptar una<br />
superficie convencional de plasmación<br />
que permitiera ir ocultando<br />
zonas tomadas. A un prolongado<br />
hábito repele además la<br />
elemental posibilidad de que, en<br />
todo caso, tal soporte de papel<br />
ARTES PLÁSTICAS<br />
RESURRECCIÓN<br />
DEL CADÁVER EXQUISITO<br />
JOSÉ MARÍA GARCÍA LÓPEZ<br />
plano, más o menos poroso o satinado,<br />
no fuera cuadrado o rectangular,<br />
vertical o apaisado. Ni<br />
qué decir tiene, por otra parte,<br />
que los surrealistas realizaban sus<br />
cadáveres exquisitos poniendo<br />
sobre la mesa materiales e instrumentos<br />
dibujísticos y pictóricos<br />
normalizados por el mercado:<br />
los previsibles productos delineadores<br />
y cromatizadores de<br />
las láminas. Y digamos también<br />
de una vez que su oreada telepatía<br />
amistosa no puede impresionar<br />
en cuanto a la coherencia de<br />
las monstruosidades globales obtenidas.<br />
Es evidente que se busca<br />
lo monstruoso adyacente a lo<br />
monstruoso humano conocido,<br />
según la idea de revolución y relación<br />
marxista que tantos quebraderos<br />
de cabeza supuso en los<br />
años treinta al difícil tándem<br />
Breton-Aragon y a sus múltiples<br />
compañeros de viaje y pasajeros<br />
disidentes o expulsados.<br />
Pero no es esa concatenación<br />
técnica ni el marco previo impuesto<br />
ni la fusión conceptual<br />
antropoteratológica lo que aquí<br />
se pretende analizar o reconducir,<br />
sino esas otras líneas sólo<br />
marcadas por los pliegues de las<br />
hojas, patentes al extenderlas en<br />
virtud de lo que podríamos llamar<br />
memoria del papel o memoria<br />
de la materia en general.<br />
En tales surcos no gráficos, sino<br />
más bien de costura sin hilos, yacen<br />
las partículas discretas donde<br />
los lápices, rotuladores, plumas o<br />
pinceles apenas tocan para despegar<br />
hacia cada espacio adjudicado<br />
a un impuro, pero irremisible,<br />
azar.<br />
Esas partículas devienen entonces<br />
semillas inconcretas pero<br />
de doble efecto, núcleos mínimos<br />
de significación, más que<br />
meros enlaces, apuntando a un<br />
ámbito pasado, arcano e inmediato,<br />
lo mismo que a otro futuro<br />
casi infinitamente misterioso.<br />
Así, el primer interventor en un<br />
cadáver proyectado entrega al segundo<br />
un verdadero y ciego testigo,<br />
igual que éste reenvía un<br />
imparcial mensajero al tercer colaborador,<br />
y así sucesivamente<br />
hasta el fin del espacio. Por unos<br />
instantes que remontan el tiempo<br />
queda flotando en la hoja la<br />
absoluta aceptación de unos<br />
hombres por otros, la entrega<br />
más generosa en interés de todos,<br />
en interés abierto o sin objeto<br />
previo.<br />
Un brote de emoción delicada<br />
surge en los últimos trazos de<br />
cada colaborador. Las líneas vacilan,<br />
se desnudan de su particular<br />
vocación estilística, parecen<br />
temblar ante lo desconocido<br />
de su continuación, de la contradicción<br />
presumible y casi<br />
siempre materializada. A la vez,<br />
la conexión y la partida oscilan<br />
desde esas bases, prolongan respetuosas<br />
las puntas de las ramas<br />
tendidas, las yemas que resultan<br />
a un tiempo radicales cofias zapadoras<br />
o “rizomas de dependencia<br />
recíproca”, según terminología<br />
de Félix Guattari 1 .<br />
Pero tal raíz o brote afectivo<br />
no es de vibración muy distinta<br />
de la de un sentimiento de solidaridad<br />
humana más acostumbrado<br />
a inclusión sociopolítica<br />
que a juego artístico. Y viene, por<br />
ejemplo, a la memoria un gesto,<br />
igualmente exquisito, del protagonista<br />
Dersu de la gran película<br />
de Akira Kurosawa (repuesta<br />
recientemente en cine y televisión)<br />
El cazador: el expresado<br />
1 Félix Guattari: Chaosmose. Éditions<br />
Galilée, París, 1992.<br />
66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n 82
cuando, en su oficio de guía del<br />
destacamento ruso que explora<br />
la taiga, le pide al capitán que<br />
deje arroz, sal y cerillas en una<br />
cabaña abandonada para el caso<br />
de que algún hipotético caminante<br />
extenuado acierte a pasar<br />
por allí. El mismo Dersu repara<br />
la cubierta de cortezas ante los<br />
ojos atónitos de los soldados,<br />
mientras el capitán, impresionado<br />
por la generosidad del hombre,<br />
manda cumplir la solicitud y<br />
vacila también, como un nexo<br />
surrealista, observando la natural<br />
conducta, sin convencional agradecimiento<br />
siquiera, del otro.<br />
Por fortuna, cabe esta peregrina<br />
asociación, tratando de lo<br />
que se trata, y tan lógica es la<br />
impasibilidad bondadosa del<br />
guía mongol como tenues y respetuosos<br />
los citados puentes cadavéricos.<br />
La cabaña de abedules,<br />
tan levemente provista, se<br />
erige de ese modo en un libre<br />
reclamo, ya indestructible, de vida<br />
intensa y pacífica. Dersu no<br />
sabe del todo lo que significa su<br />
reparación, lo mismo que André<br />
Breton o Ives Tanguy tampoco<br />
intuirían todo lo que podrían<br />
sugerir sus pliegues lúdicos,<br />
coordinantes, causales o<br />
finales, tan arduos de obligados<br />
reflejos como de innovación.<br />
Pero no es tan relevante lo que<br />
tal vez ellos pretendieran. Si tomamos<br />
un cadáver exquisito<br />
(pongamos por caso uno realizado<br />
por Dalí, Valentine Hugo,<br />
Paul Eluard y Gala en 1930: el<br />
que, entre otras imágenes menos<br />
seguras, muestra una ficha daliniana<br />
de dominó y un jabalí que<br />
correspondería a Eluard), vemos,<br />
bajo los significados conjuntos<br />
inevitables, las asociaciones biográficas<br />
más o menos informadas,<br />
la provocación hermenéutica<br />
del resultado, y entre el humor, el<br />
miedo o lo desconocido real y<br />
promisorio, esos filamentos conectores,<br />
cuyo desprendimiento e<br />
inocencia fuerzan al máximo los<br />
límites de lo humano. Se salen<br />
de época e intencionalidad, fijando<br />
monstruosamente en lo<br />
mínimo una lección de conducta<br />
que hace innecesaria, por exceso,<br />
la tolerancia. Se manifiesta superior<br />
a todo correctivo de sociali-<br />
82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
zación política, a toda confrontación<br />
dialéctica e incluso a cualquier<br />
imaginable construcción de<br />
cultura. No se trata entonces, en<br />
sentido estricto, de una resurrección<br />
del cadáver tal como podríamos<br />
suponer que el Fénix renace<br />
de sus cenizas, pues lo que<br />
aquí renace no es un trasunto del<br />
pobre pájaro del mito, sino una<br />
verdadera esperanza histórica,<br />
una precisa ausencia visible.<br />
En el dibujo que se contempla<br />
(el que sea, y ni siquiera es imprescindible<br />
su visualización)<br />
Dalí parece concebir la planta<br />
cuyo fruto es una ficha de dominó.<br />
Su tallo se abandona a un<br />
nutriente ínfimo-fantasmagórico,<br />
del que Valentine Hugo se<br />
apropia sin miramiento alguno y<br />
con muy distinta intención. Pero<br />
alarga lo justo las dos líneas<br />
descendentes como si esa ligazón<br />
gratuita fuera de importancia<br />
capital. Una lluvia de ocelos o<br />
de pequeños senos alineados cae<br />
hacia el centro de la hoja y ter-<br />
André Breton<br />
mina por bifurcarse en raspas de<br />
pescado, nervios raquídeos o foliares.<br />
Tal configuración almendroide,<br />
mística u orgánica, genera<br />
o suspende el extraño jabalí.<br />
El animal vive de milagro en<br />
esa suspensión, pero no por eso<br />
pierde su fiereza ni deja de prolongar<br />
sus patas confusas en dos<br />
hilos de remate. Éstos se unen<br />
por fin en la parte inferior del<br />
cadáver en una especie de antifaz<br />
o gafas de cantero que miran ya<br />
fuera del dibujo. Todos los participantes<br />
se contradicen y aceptan<br />
sin violencia. Toman lo más<br />
insignificante de los otros como<br />
si fuera matriz de su más lograda<br />
realización y entregan esa posibilidad<br />
a cualesquiera otros órdenes<br />
o desórdenes.<br />
Así, lo mismo que el fiel Der-<br />
2 John Berger: Algunos pasos hacia<br />
una pequeña teoría de lo visible. Traducción<br />
de Pilar Vázquez y Nacho<br />
Fernández. Árdora Ediciones, Madrid,<br />
1997.<br />
su deja un punto de apoyo a<br />
quien no conoce, e incluso a<br />
quien quizá no lo aproveche<br />
nunca, los cadáveres exquisitos<br />
nos muestran hoy, en nuestra<br />
impuesta soledad de sujetos perdidos,<br />
un puente raro de comunicación,<br />
una de las marcas más<br />
nítidas de entrega y confianza en<br />
los otros. Y no suponen tanto<br />
ciertas frivolidades, entreguismos<br />
y abandonos surrealistas, lo efímero<br />
y casual de esos centelleos<br />
rizomáticos ni lo aislado del<br />
mencionado gesto mongólico,<br />
como el hecho de que tan puras<br />
inflexiones aún puedan detectarse,<br />
y con extraordinaria avidez<br />
actual, no importa desde qué<br />
instantáneo punto de vista.<br />
John Berger ha escrito hace<br />
muy poco que “no se puede definir<br />
un cuadro haciendo una lista<br />
de lo que hay en él, ni siquiera<br />
enumerando todas las pinceladas:<br />
un cuadro se convierte en lo<br />
que es de acuerdo a cómo mantiene<br />
unidas las cosas, o a cómo<br />
no consigue mantenerlas unidas<br />
2 ”. Es sabido, y sin embargo<br />
no viene mal reconsiderarlo en<br />
expresión tan palmaria, como<br />
tampoco cerciorarse de que un<br />
ingenio humano común y corriente<br />
inventaría antes o después<br />
el cadáver exquisito. Lo que de<br />
veras importa es reconocer en él,<br />
en John Berger, en el cosmos caótico<br />
y osmótico de Guattari o<br />
Deleuze, en la película de Kurosawa<br />
o en cualquier otra frontera,<br />
el más incondicional resquicio de<br />
comunicación, el puente cordial<br />
donde se tocan las raíces y los<br />
frutos del abedul. n<br />
[Cuando se me ocurrió el título de este<br />
artículo no sabía de la existencia de la<br />
tesis de Nicholas Baker Resurrecting the<br />
Cadavre exquis: André Breton and the<br />
surrealist game, Courtauld Institute of<br />
Art, University of London, 1995. Por<br />
supuesto, no es extraña tal coincidencia<br />
ni otras aproximaciones semejantes].<br />
José María García López es licenciado<br />
en Filología Hispánica y escritor.<br />
Autor de La ronda del pecado mortal y<br />
Memoria del olvido.<br />
67
C<br />
asi desde su llegada al poder,<br />
Castro tuvo en el<br />
punto de mira a la prensa.<br />
Primero se incautó de todos los<br />
medios de comunicación que<br />
habían servido a Batista o que<br />
apañadamente le pertenecían:<br />
los periódicos Alerta, Pueblo,<br />
Ataja, Mañana, la revista Gente,<br />
la emisora de Radio Mambí, y<br />
otros. De inmediato, igualmente,<br />
Revolución, órgano del Movimiento<br />
Veintiséis de Julio, salió<br />
de la clandestinidad y ocupó la<br />
redacción y los talleres de Alerta.<br />
Como cuando era impreso en<br />
mimeógrafo en los años de la<br />
dictadura batistiana y luego como<br />
una simple hoja también tirada<br />
a mimeógrafo en la Sierra<br />
Maestra, su director –que había<br />
sido su fundador– fue Carlos<br />
Franqui. En poco tiempo se convirtió<br />
en uno de los periódicos<br />
más vendidos de Cuba, pues representaba<br />
a la revolución, era<br />
como la voz de la revolución, y el<br />
público sentía avidez por leerlo.<br />
Castro permitió también que<br />
volviera a editarse Hoy, portavoz<br />
de los comunistas cubanos y que<br />
había sido clausurado por el presidente<br />
Carlos Prío Socarrás en<br />
1950, sin que el Gobierno de<br />
Batista levantara la prohibición<br />
que pesaba sobre él a pesar de<br />
que secretamente el partido había<br />
buscado que el general se lo<br />
devolviera. Pero, a diferencia de<br />
1940, el ex sargento taquígrafo<br />
no quería trato con ellos. La luna<br />
de miel entre el comunismo y<br />
el batistato había cesado.<br />
El primer choque de Castro<br />
con la prensa se produjo en fecha<br />
tan temprana como enero de<br />
1959, y sorprendió a todo el<br />
mundo. Ocurrió porque el semanario<br />
humorístico Zig-Zag<br />
publicó una caricatura de Fidel<br />
que mostraba a éste subiendo de<br />
nuevo a la Sierra Maestra, pero<br />
no rodeado de barbudos sino de<br />
bombines, esto es, de aduladores<br />
y trepadores de ocasión. Era una<br />
advertencia que el popular magacín<br />
quería hacerle para que se<br />
cuidara de los oportunistas que<br />
no habían hecho nada durante<br />
la lucha contra Batista, pero que<br />
ahora querían engancharse al carro<br />
de la revolución. Mas en vez<br />
de tomarlo así, como una advertencia<br />
que se le hacía, el comandante<br />
estimó aquella caricatura<br />
lesiva para su persona, como una<br />
forma de erosionar su prestigio, y<br />
en un mitin que se efectuó en la<br />
compañía petrolera Shell y que<br />
estaba siendo transmitido por la<br />
radio y la televisión, atacó duramente<br />
al semanario. Yendo más<br />
allá de lo que la caricatura podía<br />
significar (aunque aludió a ella<br />
diciendo que él jamás había estado<br />
rodeado de bombines ni lo<br />
estaría en su vida, que aquello<br />
era insultante y una calumnia),<br />
declaró que él nunca impondría<br />
la censura de prensa, pero que sí<br />
podía pedirle al pueblo que no<br />
comprara ninguna publicación<br />
que fuera contrarrevolucionaria.<br />
Tal fue el impacto de sus palabras<br />
que los vendedores callejeros<br />
de periódicos se negaron a<br />
vocear el siguiente número de<br />
Zig-Zag, e igual hicieron los dueños<br />
de estanquillos no poniéndolo<br />
a la venta. Asimismo, muchos<br />
de sus lectores habituales<br />
no osaron comprarlo, bien por<br />
solidaridad con el jefe de la revolución,<br />
bien por miedo a ser tildados<br />
de contrarrevolucionarios.<br />
De esta magnitud era el dominio<br />
que Castro ejercía ya sobre la población.<br />
Su guerra contra la prensa se<br />
había desencadenado. A propó-<br />
POLÍTICA<br />
CÓMO DESAPARECIÓ LA PRENSA<br />
INDEPENDIENTE EN CUBA<br />
CÉSAR LEANTE<br />
sito del fusilamiento de los “criminales<br />
de guerra” (el famoso<br />
“paredón”), que en el extranjero<br />
empezaba a ser visto como un<br />
“baño de sangre”, Castro también<br />
comenzó a atacar con más<br />
frecuencia a las agencias internacionales<br />
de noticias, sobre todo a<br />
las norteamericanas AP y UPI.<br />
Pero en sus diatribas incluía a la<br />
inglesa Reuter y a la francesa<br />
AFP, así como “a todas las P del<br />
mundo”. En sus ataques utilizaba<br />
un lenguaje “nacionalista” que tenía<br />
mucho de demagogo. Procuraba<br />
presentar las informaciones<br />
de las agencias internacionales no<br />
como dirigidas a su persona, ni<br />
siquiera al Gobierno revolucionario,<br />
sino a Cuba, al pueblo cubano,<br />
al que querían enlodar<br />
mostrándolo como criminal ante<br />
los ojos de la opinión pública<br />
mundial. La prensa local tampoco<br />
se libraba de su furia, y para él<br />
la mayoría de los rotativos cubanos<br />
eran “reaccionarios”, si no<br />
“contrarrevolucionarios”, con la<br />
excepción de Revolución y Hoy.<br />
Se alcanzó lo hiperbólico. Así,<br />
respaldándolo en su gresca, en la<br />
guerra particular de Castro contra<br />
la prensa, el ministro de Educación,<br />
Armando Hart, llegó a<br />
decir en una asamblea de periodistas<br />
que sólo él, Castro, le decía<br />
la verdad al pueblo. “Cuando el<br />
doctor Castro habla”, afirmó con<br />
rotundidad, “habla por todo el<br />
pueblo y, por tanto, expresa la<br />
opinión pública”. Con otras palabras:<br />
que Castro era la voz del<br />
pueblo. No obstante, antes de<br />
lanzarse a un ataque frontal contra<br />
la prensa que él llamaba “burguesa”,<br />
Castro buscó tener como<br />
aliados a los que la hacían materialmente:<br />
los obreros de los talleres<br />
y los periodistas. Más fácilmente<br />
podía contar con los<br />
primeros que con los segundos,<br />
ya que, como trabajadores que<br />
eran, aquéllos no podían vacilar<br />
en una elección entre sus patronos<br />
y una “revolución social” como<br />
la que se estaba haciendo.<br />
Con los periodistas era distinto,<br />
pues ellos estaban acostumbrados<br />
a hacer de la crítica su instrumento<br />
más idóneo, y desde<br />
las páginas de diarios como Prensa<br />
Libre, Información, El Mundo,<br />
El País, reclamaban el cese de los<br />
fusilamientos, la convocatoria a<br />
elecciones, el restablecimiento de<br />
la Constitución del 40. Ello les<br />
valía ser blanco perenne de los<br />
ataques de Revolución y Hoy, que<br />
no apartaban de su colimador –o<br />
de la célebre “mirilla telescópica”<br />
del rifle del comandante en<br />
jefe en la Sierra Maestra– a sus<br />
“colegas”.<br />
Por su lado, Fidel Castro no<br />
perdía ocasión de agredir a la<br />
prensa. Así, cuando Pedro Díaz<br />
Lanz, que era el jefe de su fuerza<br />
aérea, desertó y huyó con su familia<br />
a Miami, acusó a los periódicos<br />
de no escribir ni una sola<br />
letra contra el “traidor”. Y<br />
cuando injustamente puso preso<br />
a Huber Matos (condenándolo a<br />
20 años de prisión), a pesar de<br />
haber sido el segundo comandante<br />
con que contó el Ejército<br />
Rebelde y que en el momento<br />
de su detención era el jefe militar<br />
de Camagüey, estalló contra la<br />
prensa que había publicado la<br />
carta de renuncia de Matos. Luego,<br />
cuando en diciembre de<br />
1959 se celebró el juicio, un juicio<br />
amañado, sumarísimo, que<br />
no tuvo sino una sola sesión y<br />
en el que apenas se le dio oportunidad<br />
a Huber Matos de defenderse,<br />
con un tribunal absolutamente<br />
parcializado, Castro,<br />
al terminar el proceso en el cual<br />
68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
había actuado más como acusador<br />
que como testigo, permitiéndose<br />
incluso llamarle la atención<br />
a los “jueces” porque el acusado<br />
“lo interrumpía”, esa noche<br />
se dirigió a Revolución y él mismo<br />
eligió el titular que al día siguiente<br />
aparecería en el periódico<br />
en grandes letras: “Aplastante<br />
alegato de Fidel en el juicio contra<br />
Huber Matos”.<br />
Mas no sólo agredía verbalmente<br />
a la prensa que no le era<br />
adicta, sino que alentaba a sus<br />
partidarios para que se manifestasen<br />
contra ella. A<br />
instancias suyas, estimulada<br />
por<br />
él, en septiembre<br />
de<br />
1959 una multitud<br />
se congregó ante el edificio<br />
del Diario de la Marina, en el<br />
céntrico paseo del Prado, frente<br />
al Capitolio Nacional, donde durante<br />
años había funcionado la<br />
democracia parlamentaria, y, por<br />
horas y horas, estuvieron insultando<br />
a este periódico y a su director,<br />
José Ignacio Rivero, a<br />
quien de antiguo los comunistas<br />
motejaban Pepinillo, ya que familiarmente<br />
era conocido como<br />
Pepín. Muchas veces el nombre<br />
del Diario de la Marina estuvo<br />
en boca de Castro en discursos y<br />
presentaciones en televisión y<br />
siempre para señalarlo como<br />
“enemigo histórico” de Cuba. Le<br />
recordó que en 1897 había festejado<br />
con un banquete la muerte<br />
de Antonio Maceo, general de<br />
los ejércitos insurrectos cubanos<br />
en las guerras de independencia<br />
de 1868 y 1895. Apelaba con<br />
ello al chovinismo más visceral<br />
y de hecho estaba haciendo un<br />
llamamiento al odio racial, ya<br />
que Maceo un mulato–, con toda<br />
razón era un ídolo para la po-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
blación negra de Cuba. A periódicos<br />
como Información, Avance,<br />
El Mundo, El País, los tildaba de<br />
“servidores de la oligarquía”, tanto<br />
de la nacional como de la extranjera<br />
(los “monopolios” yanquis).<br />
Con Prensa Libre se mostraba<br />
más cauteloso por la<br />
simpatía de que este vespertino<br />
gozaba entre el público y al que<br />
no podía acusar de haber colaborado<br />
con la dictadura, ya que<br />
en los siete años que se prolongó<br />
ésta siempre se opuso a Batista, y<br />
siempre fueron inútiles los intentos<br />
de éste por sobornar al periódico.<br />
Astutamente, Castro no implantó<br />
la censura, como sí lo había<br />
hecho Batista durante algunos<br />
periodos de su gobierno, con<br />
resultados enteramente negativos.<br />
Castro tenía en cuenta este<br />
antecedente, aparte de que en el<br />
Manifiesto de la Sierra –firmado<br />
conjuntamente con Raúl Chibás<br />
y Felipe Pazos– se había com-<br />
Fidel Castro<br />
prometido a respetar la libertad<br />
de prensa. En cambio sí hizo saber<br />
que “los intereses de la revolución<br />
están por encima de los<br />
intereses de los periódicos”, y<br />
manipuló a los obreros de éstos,<br />
y a los no muchos periodistas<br />
con que podía contar, para que la<br />
ejercieran de una forma original.<br />
Fue la famosa coletilla, que a partir<br />
de enero de 1960 comenzó a<br />
aparecer al pie de determinados<br />
artículos y despachos. Rezaba<br />
más o menos así: “En virtud de<br />
la libertad de expresión existente<br />
en Cuba, se publica este artículo.<br />
Pero los trabajadores de este periódico<br />
quieren dejar constancia<br />
de que lo que en él se dice no se<br />
ajusta a los más elementales principios<br />
de la verdad periodística”.<br />
Aparentemente no era el Gobierno<br />
el que imponía esta velada<br />
forma de censura, sino los<br />
propios trabajadores, manuales e<br />
intelectuales, de esos periódicos.<br />
No pudiendo someter a la<br />
Asociación de Reporteros de La<br />
Habana, que presidía el conocido<br />
periodista de Bohemia Jorge<br />
Quintana, Castro maniobró para<br />
destituir a su directiva. Y así,<br />
en una reunión amañada que se<br />
celebró en noviembre de 1959, y<br />
a la que acudió sólo un 15% de<br />
su membresía, la asociación acordó<br />
relevar a la dirección y reemplazarla<br />
por una nueva, al frente<br />
de la cual se puso a un periodista<br />
absolutamente desconocido,<br />
sin prestigio alguno, que no sabía<br />
escribir pero sí intrigar, amén de<br />
ser comunista oculto (como Alfredo<br />
Guevara) y sagacísimo trepador:<br />
Baldomero Álvarez Ríos.<br />
Dos años más tarde este mismo<br />
individuo sería utilizado por el<br />
antiguo director de Hoy, Aníbal<br />
Escalante, al que apodaban Caníbal,<br />
mas ahora desde su cargo<br />
de secretario general de las Organizaciones<br />
Revolucionarias Integradas<br />
(ORI), germen del futuro<br />
Partido Comunista de Cuba,<br />
para liquidar a Jorge Ricardo<br />
Masseti, reportero argentino a<br />
quien el Che Guevara había situado<br />
a la cabeza de la agencia de<br />
noticias Prensa Latina, ideada<br />
por él. El pretexto fue su “liberalismo”<br />
y, por tanto, el de toda la<br />
agencia.<br />
Esta fue la tropa de “periodistas”<br />
que, vestidos de milicianos y<br />
con armas, se personó el 16 de<br />
enero de 1960 en el diario Información<br />
exigiendo la inserción<br />
de la mencionada coletilla en<br />
despachos de las agencias AP y<br />
UPI, en los que sus corresponsales<br />
en La Habana hablaban de<br />
la infiltración comunista en el<br />
Gobierno. La dirección del periódico<br />
se negó a la imposición y<br />
llamó a la policía para que impidiera<br />
ese acto de fuerza. Pero la<br />
policía rehusó intervenir alegan-<br />
69
CÓMO DESAPARECIÓ LA PRENSA INDEPENDIENTE EN CUBA<br />
do que ése era “un problema sindical<br />
de los trabajadores”. Estos<br />
mismos milicianos de la Asociación<br />
de Reporteros se presentaron<br />
a la noche siguiente en el<br />
Diario de la Marina y exigieron<br />
la inclusión de la coletilla en<br />
ciertos artículos que a su entender<br />
“no respondían a la verdad<br />
periodística”. Hubo una discusión<br />
con el director, mas al final<br />
éste accedió; pero ingeniosamente<br />
se las arregló para añadir<br />
otra coletilla a la coletilla. La<br />
contracoletilla decía: “Confiamos<br />
en que nuestros lectores sabrán<br />
cómo juzgar esto”. La misma actitud<br />
adoptada por la policía fue<br />
la de Castro. En un discurso radiofónico<br />
declaró que bajo ninguna<br />
circunstancia intervendría<br />
el Gobierno en el asunto, que<br />
era un problema laboral entre los<br />
trabajadores manuales e intelectuales<br />
de los periódicos y sus<br />
dueños. Reprochó a éstos no haber<br />
hecho caso de las advertencias<br />
que él venía haciéndoles de<br />
que esto podía ocurrir.<br />
Con Avance sucedió algo<br />
muy parecido. Como su director,<br />
Jorge Zayas, se negara a imprimir<br />
la coletilla, prefiriendo<br />
no sacar el periódico, la Asociación<br />
de Reporteros le acusó de<br />
lock-out y se hizo cargo de la edición<br />
de ese día, 18 de enero de<br />
1960. Fue la primera incautación<br />
de un rotativo. Pronto, casi<br />
inmediatamente, vendrían<br />
otras, como en un efecto de fichas<br />
de dominó. Jorge Zayas pidió<br />
asilo en la embajada de<br />
Ecuador y voló rumbo a Miami.<br />
El Ministerio de Bienes Malversados<br />
se adueñó no sólo del periódico<br />
sino de las demás propiedades<br />
de Zayas, pretextando<br />
que éste se había enriquecido<br />
ilegalmente durante la tiranía de<br />
Batista.<br />
A principios de febrero, Guillermo<br />
Martínez Márquez, director<br />
de El País, renunció igualmente<br />
cuando “sus” trabajadores<br />
insertaron una coletilla al pie<br />
de una declaración del rector de<br />
la Universidad Católica de Villanueva<br />
donde se denunciaban las<br />
presiones y coacciones que se estaban<br />
ejerciendo para clausurar<br />
este centro de altos estudios. El<br />
País se declaró en quiebra, Martínez<br />
Márquez huyó de Cuba y<br />
tanto este diario como Excelsior,<br />
perteneciente a la misma firma,<br />
fueron confiscados y sus talleres<br />
convertidos en Imprenta Nacional,<br />
la primera y monopolística<br />
editorial estatal, al frente de la<br />
cual situó el Gobierno con posterioridad<br />
a Alejo Carpentier.<br />
El Crisol tuvo que cerrar también,<br />
víctima de la estrangulación<br />
económica, pues carecía de<br />
anunciantes y de ayuda oficial,<br />
cosa esta última que no pasaba<br />
con Hoy ni con Revolución. Los<br />
dos eran subvencionados por el<br />
Gobierno. Pero, en un orden<br />
cronológico, el próximo periódico<br />
en ser desposeído fue El<br />
Mundo. Para finales de febrero<br />
de 1960 ya había pasado “a manos<br />
de sus trabajadores”, así como<br />
el canal 2 de televisión, Telemundo,<br />
perteneciente también<br />
al hombre de negocios de origen<br />
italiano Amadeo Barletta. Aquí,<br />
en El Mundo, la ocupación fue<br />
ejecutada por el mismo jefe del<br />
G-2 (Inteligencia Militar, o sea,<br />
la policía política del régimen),<br />
Ramiro Valdés. Barletta fue detenido<br />
para ser interrogado. Su<br />
familia se refugió en una embajada<br />
y pronto todos se encontraron<br />
en el extranjero.<br />
Sin embargo, El Mundo no<br />
desapareció. Se hizo cargo de él<br />
primero el muy capaz historiador<br />
y profesor de la Universidad<br />
de La Habana, Leví Marrero, y a<br />
continuación Luis Gómez Wangüemert,<br />
un muy inteligente comentarista<br />
internacional de este<br />
diario, uno de cuyos hijos había<br />
muerto en el ataque al Palacio<br />
Presidencial el 13 de marzo de<br />
1957. El Mundo vivió hasta<br />
1966 o 1967, cuando pereció en<br />
un incendio. Se regó fósforo vivo<br />
por su sistema de aire acondicionado,<br />
por lo que el siniestro se<br />
achacó a un sabotaje de la contrarrevolución.<br />
Pero lo sintomático<br />
fue que la eficaz policía política<br />
de Castro no halló nunca a<br />
los culpables ni tampoco hubo<br />
interés por dotar de un nuevo<br />
local y maquinaria al periódico.<br />
Sencillamente se olvidaron de él.<br />
Corrió, lógicamente, el rumor<br />
de que el incendio había sido un<br />
autosabotaje. ¿Las causas para<br />
cometerlo? Que El Mundo, a pesar<br />
de seguir las directrices de la<br />
Comisión de Orientación Revolucionaria,<br />
adscrita al Comité<br />
Central del PC, se mostraba un<br />
adarme más “independiente”<br />
que sus homólogos Granma y<br />
Juventud Rebelde. Ni siquiera esa<br />
pizca de tolerancia debía existir.<br />
Además, ¿para qué otro periódico<br />
si ya estaban Granma, que representaba<br />
al Partido, y Juventud<br />
Rebelde, que era de la Unión<br />
de Jóvenes Comunistas? Con<br />
esos dos rotativos de difusión nacional<br />
bastaba, amén de los periodiquitos<br />
locales que el partido<br />
editaba en cada provincia. Esos<br />
media eran suficientes para que el<br />
país estuviese bien “informado”.<br />
No se precisaban más.<br />
El caso más espectacular de<br />
supresión de la prensa independiente<br />
fue el protagonizado por<br />
el Diario de la Marina. Junto con<br />
Prensa Libre, eran los únicos órganos<br />
de opinión no oficializados<br />
que restaban hacia mayo de<br />
1960. Diario de la Marina era el<br />
decano de la prensa cubana; fundado<br />
en 1832, siempre había sido<br />
acusado (sobre todo por los<br />
comunistas, pero no exclusivamente<br />
por ellos: la verdad es que<br />
tampoco era visto con simpatía<br />
por las fuerzas liberales) de “anticubano”<br />
y “cavernícola”. Su pasado<br />
anti-independentista, partidario<br />
de la no separación de<br />
Cuba de España, lo inculpaba.<br />
En las guerras de independencia<br />
de 1868 y 1895 se había alineado<br />
en el bando español, defendía<br />
el “integrismo”, ello es la unión<br />
con España. No obstante, en sus<br />
páginas se había dado a conocer<br />
el poeta mulato Nicolás Guillén,<br />
al que le imprimieron ahí por<br />
primera vez sus Motivos del son;<br />
había dirigido su página literaria<br />
un intelectual absolutamente<br />
“progresista” como José Antonio<br />
Fernández de Castro, “compañero<br />
de viaje” de los comunistas, y<br />
por años mantuvo una sección<br />
dedicada a la raza negra, de la<br />
que era responsable el intelectual<br />
“de color” Gustavo Urrutia. El<br />
gran polígrafo cubano Fernando<br />
Ortiz era firma frecuente del<br />
Diario; y fueron director y jefe<br />
de redacción del mismo respectivamente<br />
Ramiro Guerra –autor<br />
de quizá la más completa historia<br />
de Cuba– y el poeta Gastón Baquero,<br />
mestizo como Guillén.<br />
En la noche del 10 de mayo<br />
de 1960, un grupo de periodistas<br />
de la asociación, capitaneados<br />
por el fotógrafo Tirso Martínez,<br />
tomó el local donde operaba el<br />
periódico y rompió unas planchas<br />
en las que estaba grabada<br />
una carta de los trabajadores (periodistas<br />
y obreros) del Diario en<br />
apoyo de su dirección. Al igual<br />
que en los otros casos, su dueño,<br />
José Ignacio Rivero, se asiló entonces<br />
en una embajada, ahora la<br />
de Perú (que dos décadas más<br />
adelante iba a contener en su recinto<br />
nada menos que 10.000 refugiados),<br />
y marchó al destierro.<br />
La caída del Diario de la Marina<br />
fue festejada como todo un acontecimiento.<br />
La Asociación de Periodistas<br />
se hizo cargo de imprimirlo<br />
en una supuesta nueva etapa<br />
y el primer número que salió<br />
a la calle irradiaba en su primera<br />
plana este cintillo: “Un día con el<br />
pueblo; 128 con la reacción”. Era<br />
una contestación a un lema que<br />
cotidianamente el Diario inscribía<br />
en su primera página: “128<br />
años al servicio de los intereses<br />
de la nación”. Su entierro –porque<br />
fue enterrado– tuvo ribetes<br />
de un esperpento valleinclanesco,<br />
o de una bufonada chaplinesca.<br />
Se llevó a cabo en la colina<br />
universitaria, es decir, en la Universidad<br />
de La Habana. Allí, en<br />
lo alto de la célebre escalinata, al<br />
pie de la estatua del alma máter,<br />
que en tantas ocasiones y por<br />
tantos años había sido testigo de<br />
innumerables protestas estudiantiles<br />
y de congregaciones populares,<br />
considerándose siempre como<br />
un refugio de la libertad y el<br />
decoro cívico, fue instalado el<br />
sarcófago del Diario y velado esa<br />
noche luego de haber sido paseado<br />
por las calles de La Habana al<br />
son de tambores, maracas y<br />
trompetas, cual si de una comparsa<br />
se tratara. Fue una aparatosa<br />
y burlesca ceremonia en la que<br />
la población habanera no se limitó<br />
a ser espectadora sino participante,<br />
actora. El terreno estaba<br />
abonado, y no sólo de ahora<br />
70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
sino de antaño, para que lo fuera.<br />
Por supuesto, toda esta parafernalia<br />
se realizó con la indiferencia<br />
cómplice del Gobierno,<br />
que se mostró “neutral” porque<br />
no se trataba de un problema de<br />
orden público ni jurídico sino<br />
de un asunto netamente “laboral”.<br />
Los “trabajadores” del Diario<br />
y el “pueblo” se habían manifestado<br />
y las autoridades no<br />
tenían nada que hacer. Empero,<br />
unos pocos meses atrás, el 2 de<br />
julio de 1959, al iniciar su socavamiento<br />
del presidente Manuel<br />
Urrutia, a quien depondría apenas<br />
15 días después, Fidel Castro<br />
había hecho saber en una comparecencia<br />
televisiva: “Nosotros<br />
hemos proclamado el derecho<br />
que tiene todo el mundo a escribir<br />
lo que piensa, desde el<br />
Diario de la Marina hasta el periódico<br />
Hoy. Eso es la democracia”.<br />
Así pues, en menos de un<br />
año más tarde, para mayo de<br />
1960, la democracia había dejado<br />
de funcionar.<br />
Al día siguiente del entierro<br />
del Diario de la Marina, Prensa<br />
Libre, a través de su subdirector,<br />
Humberto Medrano, escribía en<br />
su editorial: “Es doloroso ver enterrar<br />
a la libertad de pensamiento<br />
en un centro de cultura.<br />
Es como ver enterrar un código<br />
en un Tribunal de Justicia. Porque<br />
lo que se enterró anoche en<br />
la Colina no fue un periódico<br />
determinado. Se enterró simbólicamente<br />
la libertad de pensar y<br />
decir lo que se piensa”. Y en ese<br />
mismo número de Prensa Libre<br />
aparecía un artículo del joven periodista<br />
y universitario Luis<br />
Aguilar León que le costó el exilio.<br />
Escribió que “la libertad de<br />
expresión es más importante que<br />
cualquier derecho de la revolución”.<br />
Sin saberlo, adelantaba<br />
una respuesta al discurso que al<br />
año siguiente Fidel Castro dirigiría<br />
a los intelectuales advirtiéndoles<br />
que por encima del derecho<br />
de creación y de expresión<br />
estaba el derecho de la revolución<br />
a existir. Mas ya desde antes,<br />
desde que empezó a moldear el<br />
mito de la revolución, la veía como<br />
algo sagrado, intocable, y así<br />
se la hacía visualizar al pueblo a<br />
través de su prédica fanática. No<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
se preguntaba qué era la revolución<br />
ni permitía que nadie lo<br />
preguntara. En la época en que<br />
más virulenta era la persecución<br />
a la prensa, lo predicaba a voz en<br />
cuello desde la tribuna, en la radio<br />
o ante las cámaras de televisión,<br />
medios todos que él utilizaba<br />
como lugares de adoctrinamiento,<br />
casi como púlpitos. Lo<br />
diría de muchas formas y perennemente,<br />
como un ritornello:<br />
“Nuestro concepto de la libertad<br />
de prensa es diferente al de los<br />
burgueses”; “Nuestros medios de<br />
comunicación deben servir a la<br />
revolución”; “En cualquier conflicto<br />
entre la libertad de prensa y<br />
la revolución, la revolución está<br />
primero”; “Los intereses de la revolución<br />
están por encima de los<br />
intereses de los periódicos”.<br />
Prensa Libre veía que le estaba<br />
llegando su turno. Desde su columna<br />
editorial Zona Rebelde,<br />
Revolución se lo previno: ‘Por el<br />
camino del Diario de la Marina’,<br />
tituló su respuesta al comentario<br />
de Humberto Medrano sobre<br />
el bochornoso entierro del<br />
Diario en la Universidad. Mas<br />
en verdad la advertencia no era<br />
necesaria, pues era transparente<br />
que el destino de Prensa Libre ya<br />
estaba sellado. Y tres días después,<br />
como en los casos anteriores,<br />
un destacamento de milicianos<br />
se apoderó de la sede del periódico.<br />
¿La excusa? También<br />
como en una película deja vu,<br />
repetidamente, que unos artículos<br />
que el periódico iba a publicar<br />
en su edición del 16 de mayo<br />
eran contrarrevolucionarios. Sergio<br />
Carbó, el director, su hijo<br />
Ulyses (que el año próximo vendría<br />
en la expedición de Bahía<br />
de Cochinos) y Humberto Medrano,<br />
el subdirector, se vieron<br />
forzados a exiliarse. Caía Prensa<br />
Libre, el periódico más popular y<br />
leído de Cuba entonces, tras Revolución,<br />
y al que en modo alguno<br />
se le podía tildar de batistiano<br />
ni acusarlo de haber recibido dinero<br />
de la dictadura. Prensa Libre<br />
había prosperado con sus ventas<br />
y con sus anuncios. Pero en cierta<br />
forma estaba purgando una<br />
culpa cometida en fecha no muy<br />
lejana, si bien parecía ya remota,<br />
pues los acontecimientos de la<br />
revolución se acumulaban y precipitaban<br />
a una velocidad de vértigo,<br />
haciendo obsoleto aun el<br />
cercano ayer. Prensa Libre había<br />
aprobado las incautaciones iniciales<br />
de los media que habían<br />
servido a Batista o que ocultamente<br />
eran de él. “Es lógico –había<br />
escrito– que los vehículos de<br />
opinión que han pertenecido a<br />
los favoritos y a los beneficiados<br />
por la dictadura de Batista no<br />
continúen en las manos de quienes<br />
los han utilizado para justificar<br />
y defender los excesos de la tiranía”.<br />
Y no es que estos media<br />
no merecieran la expropiación,<br />
no; pero debió hacerse por medios<br />
legales, jurídicos; eran los<br />
jueces los que debían determinar<br />
si el Gobierno tenía derecho<br />
a expropiarlos, no otorgarle una<br />
peligrosa carta de crédito a “la<br />
revolución” para que actuara por<br />
sí misma. Pero Prensa Libre cayó<br />
en la trampa de admitir que “la<br />
revolución es fuente de derecho”<br />
y, como se dice en Cuba, afiló el<br />
cuchillo para su propio pescuezo.<br />
Desde luego, esto es fácil verlo<br />
desde la distancia de los años<br />
transcurridos, pero no en aquellos<br />
momentos en que el insoportable<br />
resplandor de la revolución<br />
cegaba.<br />
Prensa Libre era el único periódico<br />
rival al que el oficialista<br />
Revolución respetaba. A pesar de<br />
que lo combatía, no dejaba, secretamente,<br />
de admirarlo. Hizo<br />
cuanto pudo (y pudo mucho)<br />
por destruirlo, imputándole una<br />
doble faz: la de un aparente antibatistianismo<br />
y, sobre todo, la<br />
de no querer una verdadera revolución,<br />
que trató de evitar en<br />
su etapa insurreccional y que actualmente<br />
buscaba entorpecer.<br />
Pero cuando desapareció, cuando<br />
por fin fue abatido, hubo periodistas<br />
de la redacción de Revolución<br />
que sintieron o pena o<br />
algo semejante a la vergüenza<br />
por su derrumbe. Habían liquidado<br />
a un ¿enemigo? digno y corajudo<br />
y ahora se preguntaban<br />
si habían hecho bien. ¿Por qué<br />
destruir al que no piensa igual<br />
que nosotros? ¿En nombre de la<br />
revolución? Pero, ¿qué era la revolución?,<br />
aparte de ser una palabra<br />
que andaba en boca de to-<br />
CÉSAR LEANTE<br />
do el mundo. ¿Debía vérsela como<br />
una entelequia o como un<br />
sistema de gobierno con aciertos<br />
y errores? ¿No era entonces conveniente<br />
que existiera una oposición<br />
que señalara esos errores?<br />
¿O es que todo debía ser asentimiento?<br />
Aunque su director –de<br />
Revolución–, Carlos Franqui, diría<br />
en años por venir –ya él mismo<br />
en el exilio, opuesto a Castro–<br />
que la desaparición de Prensa<br />
Libre lo dejó “indiferente”, es<br />
muy posible que esos no fueran<br />
sus sentimientos de entonces,<br />
pues siempre se apreció en aquel<br />
periódico a un contrincante valeroso<br />
e inteligente, un creador<br />
de opinión con el que valía la<br />
pena medirse. No obstante, sin<br />
muchos remilgos –o sin ninguno–,<br />
Revolución no vaciló en instalarse<br />
en el moderno, confortable<br />
y funcional edificio que Prensa<br />
Libre se había hecho fabricar<br />
en la plaza Cívica José Martí<br />
–pronto plaza de la Revolución,<br />
como había predicho Medrano–.<br />
Era, ciertamente, un despojo o<br />
como si se repartieran un botín<br />
conquistado mediante el saqueo.<br />
Hay que agregar aquí que Hoy<br />
hizo otro tanto con el local del<br />
Diario de la Marina: sin escrúpulo<br />
alguno se adueñó de él y<br />
durante un tiempo utilizó sus<br />
oficinas y sus rotativas para imprimir<br />
el periódico, hasta que el<br />
propio Castro, con el pretexto<br />
de fundir Revolución y Hoy en<br />
un solo diario –engendro de<br />
Granma– lo echó de ahí.<br />
Restaba Bohemia, la revista<br />
más importante de Cuba, cuya<br />
circulación alcanzaba el cuarto<br />
de millón de ejemplares semanales.<br />
Se erigía como el último<br />
baluarte de una prensa independiente.<br />
Pero había cometido serios<br />
errores al admitir pasivamente<br />
que se abatieran uno tras<br />
otro los órganos de opinión no<br />
comprometidos con el Gobierno.<br />
Quizá se dio cuenta tras el<br />
desplome de Prensa Libre. Pero<br />
ya era demasiado tarde, ya la lección<br />
no le servía para nada. El<br />
director de Bohemia, Miguel Ángel<br />
Quevedo, amigo personal de<br />
Castro, al que había ayudado<br />
cuando el presente jefe de la revolución<br />
no era sino un díscolo<br />
71
CÓMO DESAPARECIÓ LA PRENSA INDEPENDIENTE EN CUBA<br />
estudiante, un joven político de<br />
segunda fila en el Partido Ortodoxo,<br />
cuando no un supuesto<br />
gánster afiliado a la organización<br />
de pistoleros Unión Insurreccional<br />
Revolucionaria (UIR), que<br />
tenía en su prontuario delitos de<br />
sangre; en fin, era ya demasiado<br />
tarde cuando Quevedo comprendió<br />
que su publicación estaba<br />
“en el mismo camino”. Y no<br />
esperó a que le sucediera lo que a<br />
las otras. Se adelantó a los acontecimientos.<br />
Y una mañana de<br />
principios de julio de 1960 embarcó<br />
con un grupo de amigos<br />
en su yate –supuestamente iban<br />
de pesquería– y puso proa a<br />
Miami. Dejó tras sí esta declaración:<br />
“El engaño ha sido descubierto.<br />
Esta no es la revolución<br />
por la que murieron 20.000 cubanos<br />
(en realidad nunca llegaron<br />
ni a mil los muertos durante<br />
la dictadura de Batista, como<br />
revela, con datos precisos, el coronel<br />
Ramón Barquín en su libro<br />
Las luchas guerrilleras en Cuba).<br />
Para realizar una auténtica<br />
revolución nacional no había necesidad<br />
de someter al pueblo de<br />
Cuba al odioso vasallaje ruso. Para<br />
realizar una profunda revolución<br />
no era necesario imponer<br />
un sistema que degrada al ser<br />
humano convirtiéndolo en un<br />
servidor del Estado… Esta es<br />
una revolución traicionada”.<br />
La CMQ, la emisora de radio<br />
y televisión más escuchada<br />
y vista por los cubanos, y que<br />
Castro había utilizado numerosas<br />
veces en el escaso año y medio<br />
que llevaba en el poder, fue<br />
confiscada mediante una estratagema.<br />
El Gobierno decretó la<br />
congelación de las cuentas bancarias<br />
de unos 400 empresarios<br />
con el pretexto de que habían<br />
colaborado con Batista. Entre<br />
esos empresarios estaban los hermanos<br />
Goar y Abel Mestre, dueños<br />
de la CMQ. Cuando este<br />
último, Abel, fue a hacer efectivo<br />
un cheque para pagar los salarios<br />
de su empleomanía, el<br />
banco se negó a canjeárselo. Ese<br />
día se transmitía un muy visto<br />
programa de televisión, Ante la<br />
Prensa, que moderaba un intelectual<br />
de tanto prestigio como<br />
Jorge Mañach y al cual había<br />
acudido en más de una ocasión<br />
el mismo Fidel Castro. Abel<br />
Mestre cerró la puerta del estudio<br />
y dijo a los periodistas que<br />
esa noche el entrevistado sería él.<br />
Frente a las cámaras denunció el<br />
atropello de que había sido víctima<br />
la CMQ. Sobra decir que<br />
junto con su hermano tuvo que<br />
buscar la protección diplomática<br />
de la legación argentina.<br />
Personalmente, hubo dos casos<br />
que ilustran el acoso al que<br />
fueron sometidos los periodistas.<br />
Uno es el de Agustín Tamargo,<br />
periodista de Bohemia, que desde<br />
esta publicación intentó alertar<br />
contra la penetración de los comunistas<br />
en el Gobierno: de qué<br />
forma maniobraban para hacerse<br />
con puestos clave en la Administración,<br />
cómo, en suma, buscaban<br />
“robarse” la revolución. Insinuaba<br />
que detrás del Partido<br />
Socialista Popular (PSP), apoyándolos,<br />
incluso estimulándolos,<br />
estaban Raúl Castro y el Che<br />
Guevara, los dos “melones” más<br />
connotados del régimen, es decir,<br />
verdes por fuera y rojos por dentro.<br />
Indignado, Castro se apareció<br />
en la televisión (algún día habrá<br />
que estudiar la decisiva importancia<br />
que este medio tuvo<br />
en la implantación y consolidación<br />
del castrismo en Cuba) y<br />
llamó a Tamargo “un agente de<br />
la reacción y de la contrarrevolución”.<br />
El periodista agredido no<br />
pudo utilizar las páginas de Bohemia<br />
para defenderse sino las<br />
de Avance: “El primer ministro<br />
de Cuba –dijo ahí– trata de destruir<br />
la reputación de un hombre<br />
que no ha cometido más crimen<br />
que el de pensar con su propia<br />
cabeza (…) No seguiré siendo<br />
periodista porque usted, comandante<br />
Castro, ¡no quiere que haya<br />
periodistas sino gramófonos!”.<br />
Ya en el destierro, Tamargo haría<br />
una consideración interesante sobre<br />
el dilema cubano. “Castro no<br />
venció en la Sierra –escribiría–.<br />
Venció en La Habana, en ese primer<br />
año en que con un poco de<br />
resistencia por parte de unos pocos<br />
nos habría ahorrado tantos<br />
sufrimientos a tantos”.<br />
El otro caso fue el de Luis<br />
Conte Agüero, comentarista político<br />
de radio y televisión y polí-<br />
tico él mismo, ya que había sido<br />
postulado para representante por<br />
el Partido Ortodoxo antes del<br />
golpe de Estado de Batista en<br />
1952, disfrutando de gran popularidad<br />
en la provincia de Oriente.<br />
Asimismo, conocía a Fidel<br />
Castro desde que ambos estudiaran<br />
Derecho en la Universidad<br />
de La Habana, forjándose una<br />
estrecha amistad entre los dos en<br />
los años siguientes, especialmente<br />
cuando Castro fuera condenado<br />
a prisión en la isla de Pinos,<br />
luego de su frustrado asalto al<br />
cuartel Moncada. En los escasos<br />
dos años que Castro cumplió de<br />
cárcel, Conte Agüero fue destinatario<br />
de muchas de sus misivas<br />
y fue, también, el promotor de<br />
una campaña para que lo excarcelaran.<br />
Por esos antecedentes,<br />
Conte creía que podía contar con<br />
el apoyo de Castro. De modo<br />
que cuando, como reacción al<br />
violento ataque que había sufrido<br />
esa mañana en el vocero comunista<br />
Hoy, leyó por radio su Carta<br />
a Fidel Castro, el 25 de marzo<br />
de 1960, alertándolo también,<br />
como antes había hecho Tamargo,<br />
contra la infiltración comunista<br />
en su Gobierno, no pensó<br />
nunca que sería tan contundentemente<br />
negado como lo fue, y<br />
por el propio Castro. En primer<br />
lugar, al llegar a la CMQ para<br />
repetir por televisión la carta que<br />
ya había leído en su programa de<br />
Unión Radio, no le permitieron<br />
entrar a la emisora. Un pelotón<br />
de miembros del G-2, mandado<br />
por el comandante Manuel Piñeiro,<br />
Barbarroja, le cerró el paso.<br />
Pero, además de los guardias, se<br />
había concentrado ahí un piquete<br />
de militantes del PSP, vestidos<br />
de milicianos, y se produjo un<br />
enfrentamiento entre esta “tropa<br />
de choque” y un grupo de simpatizantes<br />
de Conte, que tuvieron<br />
las de perder. La turba agredió<br />
a Conte Agüero y a un periodista<br />
de la revista Life.<br />
Empero, Conte seguía creyendo<br />
que tenía el respaldo de Fidel, y<br />
que eran Raúl y Che sus enemigos.<br />
Pero cuando, tres días después,<br />
Castro se mostró en la televisión,<br />
lejos de salir en defensa<br />
de su antiguo amigo, desplegó<br />
un historial de claudicaciones de<br />
éste en tiempos de la tiranía; lo<br />
acusó de haber intentado malograr<br />
el triunfo de la revolución<br />
con su famosa Carta al patriota,<br />
que le escribió estando él en la<br />
Sierra Maestra y en la que soterradamente<br />
le pedía que depusiera<br />
las armas. Si cuando Castro<br />
estaba en la cárcel llamaba hermano<br />
a Conte Agüero en la correspondencia<br />
que sostenía con<br />
él, ahora era poco menos que un<br />
traidor, un “aliado de la oligarquía”,<br />
un “contrarrevolucionario”<br />
más; si durante la insurrección<br />
había tratado de evitar la victoria<br />
del Ejército rebelde, en estos momentos<br />
procuraba detener el<br />
avance arrollador de la revolución<br />
sembrando la división entre<br />
las fuerzas realmente revolucionarias,<br />
levantando el fantoche del<br />
“peligro comunista”. A Conte<br />
Agüero, naturalmente, no le quedó<br />
después de esto otro sendero<br />
que el ya muy transitado de las<br />
embajadas.<br />
Así se suprimió la libertad de<br />
prensa en Cuba, como lo expuso<br />
Humberto Medrano en un<br />
opúsculo de este nombre en<br />
1961. Mas, aun cuando no se<br />
hubieran empleado medios tan<br />
coercitivos, de intimidación,<br />
chantaje y arbitrariedad como los<br />
que se utilizaron, la prensa independiente<br />
en Cuba estaba condenada<br />
a extinguirse. Al devenir<br />
Cuba un Estado comunista y,<br />
por ende, abolir la propiedad privada,<br />
individual, ¿cómo iban los<br />
media a subsistir careciendo de<br />
anuncios y de ayuda gubernamental?<br />
Únicamente los vehículos<br />
de información y opinión<br />
que representaran al régimen podrían<br />
medrar. De hecho, por imperativos<br />
del sistema implantado,<br />
la prensa libre, el pensamiento<br />
propio, la opinión no<br />
domesticada, no tenían cabida.<br />
En nombre de la abstracta, indefinible<br />
pero omnipresente revolución,<br />
se yuguló el pensamiento<br />
y la expresión no adocenados.<br />
n<br />
César Leante es novelista y ensayista.<br />
Autor de El espacio real y Calembour.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
Interesado desde siempre por<br />
los personajes marginados, la<br />
obra de Ricardo Franco (Madrid,<br />
1949) se divide en dos<br />
grandes y divergentes apartados.<br />
Por un lado se sitúan sus desiguales<br />
y conocidas películas, entre<br />
las que destacan Pascual<br />
Duarte (1975), y por otro sus<br />
menos conocidos, pero mucho<br />
más interesantes, trabajos para<br />
televisión. Desde la durísima trilogía<br />
de documentales de la serie<br />
Un mundo sin fronteras, integrada<br />
por La canción del condenado<br />
(1992), sobre la pena de muerte<br />
en Estados Unidos, El cielo caerá<br />
sobre la tierra (1992), sobre los<br />
indios yanomami, y La muerte<br />
en la calle (1992), sobre los niños<br />
de Brasil, hasta el magnífico episodio<br />
El crimen de las estanqueras<br />
de Sevilla (1991), dentro de la serie<br />
de ficción de televisión La<br />
huella del crimen, producida por<br />
Pedro Costa.<br />
Sólo recientemente ambos caminos<br />
se unen para dar lugar a<br />
las dos mejores películas realizadas<br />
por Ricardo Franco. El documental<br />
Después de tantos años<br />
(1994), donde a través de las vivencias<br />
de los hermanos Michi,<br />
Leopoldo y Juan Luis Panero desarrolla<br />
algunas consideraciones<br />
sobre la degradación física que<br />
lleva a la muerte, y La buena estrella<br />
(1997), una historia de ficción,<br />
donde vuelve a colaborar<br />
con el productor Pedro Costa,<br />
para exponer una dura visión de<br />
la sociedad española, muy alejada<br />
de la que presenta el cine de manera<br />
tradicional.<br />
Como todas las películas en<br />
que interviene Pedro Costa, tanto<br />
en sus facetas de productor,<br />
guionista o director, La buena estrella<br />
está basada en hechos reales,<br />
esta vez en un suceso criminal<br />
81 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ocurrido a principios de los años<br />
ochenta, pero Ricardo Franco ha<br />
tenido la habilidad de convertirlo<br />
en una intensa historia de<br />
amor triangular entre seres marginados.<br />
Algo que queda muy<br />
cerca de su personal sensibilidad<br />
y hace que la película sea su obra<br />
maestra, una de las mejores producciones<br />
españolas de los últimos<br />
años. Dividida en tres partes,<br />
subtituladas con los apodos<br />
de cada uno de los personajes<br />
principales, La Tuerta, El bonito<br />
de cara y El Manso, narra las<br />
complejas relaciones sentimentales<br />
que se establecen a lo largo<br />
de 10 años entre el carnicero castrado<br />
Rafael (Antonio Resines),<br />
la joven prostituta Marina (Maribel<br />
Verdú) y el delincuente común<br />
Daniel (Jordi Mollà).<br />
Ricardo Franco parte de la dureza<br />
de un relato realista para hacer<br />
una profunda indagación en<br />
torno a la personalidad de sus<br />
tres personajes y llegar a la conclusión<br />
de que, a pesar de las diferencias<br />
que los separan, en el<br />
fondo los tres son muy parecidos,<br />
son seres marginales, distintas<br />
caras de una misma moneda,<br />
que solos están perdidos en la vida<br />
pero juntos llegan a completarse<br />
al apoyarse unos en otros, lo<br />
que da lugar a una historia de<br />
amor de una gran dureza, pero<br />
que encierra una enorme humanidad<br />
y amor. Rodada con una<br />
gran serenidad, fuerza y amor,<br />
con un hábil juego de primeros<br />
planos y planos generales, a este<br />
nivel La buena estrella se caracteriza<br />
por el gran poder de síntesis<br />
de Ricardo Franco y su maestría<br />
para jugar con las elipsis narrativas.<br />
Además consigue que Antonio<br />
Resines cree un gran personaje<br />
dramático, el mejor papel<br />
de una irregular carrera volcada<br />
CINE<br />
RICARDO FRANCO<br />
Sobre ‘La buena estrella’<br />
DIÁLOGO CON AUGUSTO M. TORRES<br />
hacia la comedia, y también que<br />
Maribel Verdú esté espléndida en<br />
una de sus mejores actuaciones,<br />
entre las que se mueve con algunos<br />
excesos Jordi Mollà.<br />
Muy bajo de forma a niveles<br />
físicos y mientras le hacían diferentes<br />
operaciones oculares, Ricardo<br />
Franco escribe y dirige La<br />
buena estrella, la mejor de sus películas,<br />
que fue una de las producciones<br />
españolas de mayor recaudación.<br />
Tras nuevas operaciones<br />
en los ojos, ha permanecido<br />
varios meses encerrado en su castiza<br />
casa de la madrileña calle de<br />
Embajadores retocando el guión<br />
de Lágrimas negras, su próxima<br />
película, con Ángeles González<br />
Sinde. Hace poco ha sufrido un<br />
infarto y una operación de corazón,<br />
pero se dispone a comenzar<br />
el rodaje con Ariadna Gil, Fele<br />
Martínez y Elena Anaya como<br />
protagonistas.<br />
Augusto M. Torres. ¿Cuáles<br />
son los orígenes de La buena estrella?<br />
Ricardo Franco. Hace muchos,<br />
muchos años, un día me<br />
llamó el productor Pedro Costa y<br />
me dijo: “Ricardo, ¿me puedes<br />
hacer un favor? Tengo un problema<br />
con la película que iba a<br />
dirigir Juanma Bajo Ulloa. Necesito<br />
que esta misma noche te<br />
leas el guión de Carlos Pérez Merinero<br />
y Álvaro del Amo y me<br />
firmes un contrato para dirigirlo<br />
tú. Tengo que presentarlo mañana<br />
en el Ministerio de Cultura”.<br />
Le dije que le firmaba un contrato<br />
ahora mismo, si lo necesitaba<br />
para asuntos de papeleo, pero<br />
que eso no quería decir nada.<br />
Me imagino que debió de hacer<br />
las paces con Bajo Ulloa y no volvimos<br />
a hablar de este asunto.<br />
Sin embargo, he de reconocer<br />
que tiempo antes, cuando Pedro<br />
Costa me contó que, según<br />
aquel plan de subvenciones que<br />
hubo una sola vez en el Ministerio,<br />
tenía tres películas para hacer,<br />
me escoció que dijese que<br />
iba a hacerlas con jóvenes directores.<br />
Por primera vez en mi vida<br />
me vi excluido de los jóvenes<br />
directores. Como nos había ido<br />
muy bien en la primera parte de<br />
la serie La huella del crimen con<br />
El caso del cadáver descuartizado<br />
(1985), hasta el punto que repetí<br />
en la segunda parte con El crimen<br />
de las estanqueras de Sevilla<br />
(1991), él estaba contento con<br />
mi trabajo e incluso nos habían<br />
dado premios en diversos festivales,<br />
creía que me daría alguna,<br />
pero me habló de que las harían<br />
Urbizo, Bajo Ulloa y él.<br />
Aunque luego las hemos hecho<br />
él y yo.<br />
No volví a saber nada más de<br />
aquello hasta que leí en los periódicos<br />
que Pedro Costa y Juanma<br />
Bajo Ulloa se atacaban verbalmente.<br />
Algún tiempo después,<br />
estando en Barcelona, Pedro Costa<br />
me ofreció hacerla. Sabía que él<br />
estaba en un apuro, pero yo estaba<br />
en un apuro aún mayor. En<br />
aquel momento había ido a la clínica<br />
de Barraquer para que me<br />
viera los ojos, me dijo las cosas<br />
de manera muy cruda, me ofreció<br />
unas soluciones muy drásticas, y<br />
yo estaba en uno de los peores<br />
momentos de esta historia. Le dije<br />
que sí, pero con la condición<br />
de variar el guión. El de Álvaro<br />
del Amo y Carlos Pérez Merinero<br />
no me gustaba. Tenía toda la<br />
pinta de ser un embolado que Pedro<br />
Costa les había obligado a escribir<br />
en 15 días para presentarlo<br />
al Ministerio. Me comprometí a<br />
hacer un guión mejor, pero distinto,<br />
sin la violencia que tenía<br />
aquel.<br />
73
RICARDO FRANCO<br />
Comencé a preguntar qué le<br />
ocurre a un hombre castrado y<br />
me enteré de que tiene baja la<br />
testosterona, con lo cual desciende<br />
el apetito sexual, el mecanismo<br />
de la erección y la violencia<br />
masculina. Me interesó<br />
mucho contar la historia de un<br />
tío que reacciona sin violencia,<br />
sin seducción, sin todas esas tonterías<br />
habituales de los tíos en las<br />
que se pierde media vida. Hacer<br />
una historia de buenos sentimientos<br />
y de bondad, de generosidad,<br />
no sé si era porque entonces<br />
yo estaba muy blandito.<br />
No tengo una idea muy clara.<br />
A. M. T. ¿Cuándo escribe el<br />
guión con Ángeles González Sinde?<br />
R. F. Comenzamos a mediados<br />
de abril de 1996 y terminamos<br />
la primera versión a primeros<br />
de julio.<br />
Ángeles estaba empeñada en<br />
que hiciésemos una escaleta y yo<br />
sufría porque no tenía ni idea de<br />
por dónde empezar. Por fin empezamos<br />
escribiendo un prólogo<br />
donde se cruzaban la vida de<br />
estos tres, que me gustaba muchísimo,<br />
pero nunca conseguí<br />
convencer a Pedro Costa para<br />
hacerlo.<br />
Una tarde, en la plaza de toros<br />
de Las Ventas, 10 años antes de<br />
empezar la película, estaban los<br />
tres, sin conocerse de nada. La<br />
Tuerta, que tenía unos 10 o 12<br />
años, estaba fuera de la plaza con<br />
uno de esos que tocan la trompeta<br />
y tienen una cabra; dentro,<br />
El guapo de cara, con 16 o 17<br />
años, que saltaba de espontáneo<br />
a la plaza, y El carnicero, con<br />
unos 18 o 19 años, que venía<br />
con su furgoneta para recoger las<br />
criadillas y el lomo de los toros.<br />
Justo cuando el otro saltaba a la<br />
plaza, se oía un grito, se asustaban<br />
los que estaban descuartizando<br />
el toro, se les caía un cuchillo<br />
y era cuando lo castraban.<br />
A él lo llevaban a la enfermería y<br />
se cruzaba con el otro que iba<br />
detenido por la Guardia Civil, y<br />
La Tuerta, que estaba jugando<br />
con una pelotita, veía cómo uno<br />
se iba en una ambulancia y el<br />
otro en un coche de la policía.<br />
Me gustaba mucho que sus vidas<br />
se hubiesen juntado muchos<br />
años antes y luego nadie se acor-<br />
dara de eso, ni lo mencionase.<br />
Era mi manera de explicar, desde<br />
el primer momento, lo que pasaba.<br />
Era el pie forzado más claro<br />
que tenía, Pedro Costa me había<br />
dicho que hiciese lo que me diera<br />
la gana, pero eso debía respetarlo<br />
y me parecía muy bien.<br />
A. M. T. ¿Sobre qué materiales<br />
trabajan? ¿Sobre los guiones anteriores,<br />
sobre una información que<br />
les da Pedro Costa, unos recortes<br />
del periódico de sucesos El Caso,<br />
sobre el hecho real?<br />
R. F. Intentamos trabajar sobre<br />
el guión de Carlos Pérez Merinero<br />
y Álvaro del Amo. No podíamos<br />
utilizar nada del de<br />
Juanma Bajo Ulloa; entonces Pedro<br />
Costa y él ya estaban enzarzados<br />
en líos judiciales. A mí me<br />
gustaba más el guión de Bajo<br />
Ulloa, estaba mucho más trabajado,<br />
pero era una exuberancia<br />
de violencia.<br />
A. M. T. La etapa en que escribe<br />
el guión, ¿cómo se encontraba de<br />
salud?<br />
R. F. Fatal. Veía fatal. Era la<br />
primera vez que me daba cuenta<br />
de que cada vez veía peor, que si<br />
no tenía un poco de suerte, mi<br />
vista se iba al garete. Cuando acabamos<br />
el guión ya estaba ilusionado<br />
porque me gustaba mucho.<br />
A. M. T. ¿Lo escribe en plena<br />
depresión?<br />
R. F. Sí; de todas formas, las<br />
depresiones, que yo haya sido<br />
consciente, nunca me han durado<br />
demasiado, una semana como<br />
mucho. Sin embargo, tengo<br />
la sensación de que el verano de<br />
1996, hasta que me operaron a<br />
finales de septiembre, estaba dentro<br />
de una depresión constante.<br />
No tenía consciencia de estar deprimido,<br />
pero no salía, recibía en<br />
la oscuridad de mi casa. Estaba<br />
desanimado, pero me acostumbro<br />
enseguida, o creo acostumbrarme,<br />
a cualquier situación.<br />
Ángeles estaba empeñada en<br />
que hiciésemos una escaleta y yo<br />
lo que quería era que nos pusiéramos<br />
a escribir. Sabía que al escribir<br />
los personajes comienzan a<br />
ser ellos mismos. Lo bueno de<br />
este guión es que enseguida los<br />
personajes comenzaron a funcionar<br />
por su cuenta. Los diálogos<br />
me salían con bastante flui-<br />
dez, sabía lo que tenían que decir,<br />
sabía que estaba en un territorio<br />
complicado porque uno de<br />
ellos era un tío que tenía que hablar<br />
como los de la calle y odiaba<br />
esa idea.<br />
Tenía una relación divina con<br />
Ángeles, de hablar de muchas cosas,<br />
de esas que salen con un<br />
guión, pero también un odio<br />
profundo porque trataba de imponerme<br />
su disciplina inglesa.<br />
Llegaba, abría su ordenador, se<br />
lo ponía sobre las rodillitas y decía<br />
“venga, vamos”. Yo empezaba<br />
a marear la perdiz, de manera<br />
que solíamos quedar por la mañana<br />
y no empezábamos a escribir<br />
hasta por la tarde, después de<br />
comer y dormirme un ratito. A<br />
menos que nos hubiese quedado<br />
algo pendiente del día anterior y<br />
lo terminásemos por la mañana.<br />
A las ocho o nueve de la noche,<br />
yo estaba con muy pocas ganas y<br />
lo dejábamos. Tenía la sensación<br />
de que Ángeles pensaba: “¡Qué<br />
vago! ¡Es un vago!”. Sin embargo,<br />
en dos meses teníamos una versión<br />
del guión casi definitiva.<br />
A. M. T. ¿No cree que eso se debe<br />
a que se encontró con unos personajes<br />
y una historia que le iban<br />
mucho?; pertenecen a los seres marginales<br />
que tanto le interesan.<br />
R. F. Eso es una cosa que dicen<br />
ustedes, los críticos. Puede ser,<br />
pero no tengo conciencia de mi<br />
interés por los personajes marginales.<br />
A. M. T. Siempre aparecen en<br />
sus mejores películas. Desde Pascual<br />
Duarte (1975) hasta Después<br />
de tantos años (1994), pasando<br />
en menor medida por Los<br />
restos del naufragio (1978), por<br />
no hablar de sus trabajos para televisión.<br />
R. F. Lo que sí sé es que la<br />
marginalidad de La Tuerta y El<br />
guapo de cara son por decisión<br />
propia. En la historia original no<br />
era una puta, sino una señora de<br />
barrio que tenía un amante, que<br />
se casa con El Manso y luego<br />
vuelve con el amante, no era una<br />
que iba haciendo la calle. El guapo<br />
de cara, el amante, era el típico<br />
chulillo de barrio, pero tenía<br />
un empleo, vendía libros a domicilio<br />
o lencería fina. Eran personajes<br />
más normales. La histo-<br />
ria que me dio Pedro Costa no<br />
tenía complicaciones, sólo tenía<br />
dos pies forzados: que el tío estuviese<br />
castrado –el primer<br />
guión se llamaba El marido castrado–<br />
y que los tres viviesen<br />
juntos. Lo que a mi me interesaba<br />
eran las relaciones entre estas<br />
tres personas que vivían juntas,<br />
él, su mujer y el amante de<br />
su mujer. En el primer guión le<br />
daban palizas, le rompían los<br />
brazos, le dejaban inútil para el<br />
trabajo, pero eso no me interesaba<br />
en absoluto.<br />
A. M. T. ¿Alguna vez pensó que<br />
La buena estrella cuenta, a grandes<br />
rasgos, la misma historia que<br />
Intruso (1993), la mujer que vive<br />
en la misma casa con su marido<br />
y su amante?<br />
R. F. Antes de que Álvaro del<br />
Amo escribiese Intruso y Vicente<br />
Aranda la dirigiese, una vez Pedro<br />
Costa me planteó hacer un<br />
nuevo episodio en la segunda<br />
parte de la serie La huella del crimen<br />
y, entre las historias que tenía,<br />
elegí esa. Era una historia<br />
que ocurría en Santander a principios<br />
de siglo, en la que una jovencilla<br />
de buena sociedad perdía<br />
los estribos por un dentista,<br />
pero cuando se quedaba embarazada,<br />
el dentista se iba a Cuba<br />
y ella se casaba con otro, que<br />
aceptaba el niño que no era suyo<br />
y además tenía otro con él. El<br />
problema se planteaba cuando,<br />
años después, el dentista volvía<br />
de Cuba tuberculoso. Entonces<br />
ella no se acostaba con él, como<br />
ocurría en la película de Aranda,<br />
sino que él le proponía que le<br />
envenenase, porque estaba sufriendo<br />
mucho, y ella se negaba.<br />
A. M. T. Con lo que todavía se<br />
parece más a La buena estrella.<br />
R. F. Sí. No. Una parte desde<br />
luego. También se lo pedía al marido,<br />
pero también se negaba. El<br />
tipo moría, pero al cabo de cierto<br />
tiempo desenterraban el cadáver<br />
y estaba lleno de arsénico. Los<br />
detenían a los dos y en el juicio<br />
ambos decían que lo habían envenenado.<br />
Era el primer juicio<br />
que hubo en España con jurado.<br />
Todo era una venganza: él se había<br />
envenenado, pero lo había<br />
hecho de manera que pareciese<br />
que habían sido los otros.<br />
74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
A. M. T. ¿Llegó a escribir algo de<br />
esta historia? ¿Lo tenía presente<br />
cuando escribió el guión de La<br />
buena estrella?<br />
R. F. Sí, escribí cuatro o cinco<br />
folios. No sé cómo funciona mi<br />
cabeza. No sé qué ocurre cuando<br />
escribo. Por ejemplo, al principio<br />
de La buena estrella hay una<br />
escena idéntica a otra de mis película,<br />
El sueño de Tánger (1986),<br />
pero ni me había dado cuenta,<br />
me lo dijo Maribel Verdú. Hay<br />
cosas que se te quedan por ahí y<br />
unas veces las recoges en un<br />
guión y otras no.<br />
A. M. T. Sí, me imagino,<br />
pero en este<br />
caso se trata<br />
de dos películasproducidas<br />
por Pedro Costa<br />
y basadas en hechos reales.<br />
R. F. Igual que en otras ocasiones,<br />
Pedro Costa me ha dado para<br />
trabajar unos grandes carpetones<br />
llenos de recortes de prensa;<br />
en La buena estrella sólo nos dio<br />
un recorte de un periódico de<br />
Gerona con la noticia del juicio.<br />
La verdad es que siempre que he<br />
trabajado con Pedro Costa me ha<br />
dejado hacer lo que he querido<br />
porque le he convencido.<br />
Me dijo que le había gustado<br />
mucho el guión e incluso que había<br />
sollozado en algunos momentos<br />
de la parte final. Entonces<br />
pensé: “Si Pedro Costa llora,<br />
es posible que esta película sea<br />
emocionante”. Esto es algo que<br />
no me ha pasado nunca. Cuando<br />
estábamos escribiendo el final,<br />
Ángeles estaba muy nerviosa porque<br />
le parecía que la estructura<br />
del final era un tanto caótica.<br />
“¿Ahora a qué vamos?”. “Vamos<br />
a la escena que vamos”. “Pero así,<br />
por las buenas”. “Sí, por las buenas”.<br />
“Igual han pasado quince<br />
días o seis meses”. “Pues sí”. La<br />
sentía muy así. Recuerdo que<br />
cuando estábamos en la parte final,<br />
había veces que me tenía que<br />
ir a lloriquear al cuarto de baño<br />
para que Ángeles no me oyese,<br />
pero cuando volvía la veía guardar<br />
un kleenex y volver a sus papeles<br />
para torturarme diciendo:<br />
“Que se hace tarde”. En aquel<br />
momento los personajes vivían<br />
su vida y hacían lo que querían.<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
A. M. T. Es lo que siempre ocurre<br />
cuando se escribe algo que funciona<br />
bien.<br />
R. F. Da mucho gusto. Es lo<br />
realmente bueno. Te sientes como<br />
si estuvieses haciendo de intérprete<br />
entre una cosa que ocurre<br />
fuera de ti y el papel. Los personajes<br />
han encontrado una vía<br />
de comunicación entre su sensibilidad<br />
y la tuya. Por eso, al mismo<br />
tiempo que me emocionaba,<br />
tenía la sensación de estar escribiendo<br />
una película agradable.<br />
Eso es muy bueno porque no te<br />
haces daño cuando lo estás escribiendo.<br />
Por ejemplo, me hacía<br />
daño hacer Después de tantos<br />
años, con los hermanos Panero. A<br />
Ricardo Franco<br />
veces tienes que buscarte un sitio<br />
en tu sensibilidad para conectar<br />
con la del personaje, pero en una<br />
zona que no te apetece mucho o<br />
que te hace daño. Con La buena<br />
estrella no, siempre me apetecía<br />
mucho que llegase Ángeles para<br />
ponernos a escribir.<br />
A. M. T. ¿Qué relación ve entre<br />
Después de tantos años y La buena<br />
estrella?<br />
R. F. Después de tantos años<br />
me parece un borrador de La<br />
buena estrella. Lo tengo clarísimo.<br />
La última vez que la he visto<br />
estuve llorando durante la<br />
parte final. El documental sobre<br />
la pena de muerte en Estados<br />
Unidos La canción del con-<br />
AUGUSTO M. TORRES<br />
denado (1992) también es un<br />
claro antecedente. El problema<br />
estriba en conseguir mirar a la<br />
gente sin esforzarte, sin tener<br />
que estar juzgándola, sin interponer<br />
ningún filtro moral, sin<br />
pensar si lo que hacen está bien<br />
o está mal. A los Panero los trataba<br />
como a personajes; Después<br />
de tantos años es un documental,<br />
pero siempre me lo plantea como<br />
una película<br />
de ficción.<br />
A. M. T.<br />
¿Cómo se les<br />
ocurre introducir el<br />
personaje del cura en La buena<br />
estrella y también que El Manso<br />
sea católico? Hay muy pocos curas<br />
así en el cine español, hace años<br />
que un cura no aparecía en una<br />
película española, y además creo<br />
que es fundamental para su éxito.<br />
R. F. Una de las imágenes que<br />
tenía cuando empezamos a escribir<br />
el guión era una manifestación<br />
en Antón Martín. Habían<br />
asesinado a una prostituta, y los<br />
vecinos, las putas de la zona, habían<br />
organizado una pequeña<br />
manifestación de 200 personas,<br />
pero a base de señoras con bata<br />
de guatiné, viejas, jubilados, que<br />
chillaban: “Más seguridad en el<br />
metro” y cantaban la internacional.<br />
Esa imagen me parecía una<br />
bomba. Además a Pedro Costa le<br />
gustan mucho los dibujos realistas<br />
de un barrio. Me imaginaba<br />
esa zona de Madrid que hay alrededor<br />
de los cines Luna y la<br />
iglesia de los Alemanes. Me imaginaba<br />
que El Manso salía de la<br />
carnicería y se encontraba con el<br />
gordo del sex shop de la esquina,<br />
que le decía que le habían llegado<br />
unas pollas de Dinamarca y le<br />
contestaba: “Qué manía con las<br />
pollas, mi problema son los cojones”.<br />
O sea, todo el barrio sabía<br />
lo que le pasaba y nadie le<br />
daba importancia. Entonces entraba<br />
en la iglesia de los Alemanes<br />
y veía al Cristo como en una<br />
carnicería, esa imagen del crucifijo<br />
ensangrentado, lleno de carne<br />
y de sangre. Uno de los títulos<br />
del guión fue En carne viva.<br />
No tengo la menor idea de dónde<br />
sale ese cura. Ese cura era<br />
compañero del barrio, había tenido<br />
problemas de drogas y, en<br />
75
RICARDO FRANCO<br />
lugar de irse al Proyecto hombre,<br />
se había ido al seminario. Creo<br />
recordar que en el guión de Carlos<br />
Pérez Merinero y Álvaro del<br />
Amo había un ATS, que era medio<br />
amigo suyo, que luego Juanma<br />
Bajo Ulloa se empeñó en que<br />
fuese maricón y acabasen siendo<br />
amantes. No sé en qué momento<br />
se impuso que el amigo se<br />
convirtiese en cura.<br />
A. M. T. ¿No cree que es un personaje<br />
básico?<br />
R. F. Lo que es básico es que<br />
El Manso sea creyente de esta determinada<br />
manera. Me gusta<br />
que lo sea en un tono muy normal,<br />
muy prosaico. Tal como lo<br />
era mi madre, que no creía en<br />
Dios, sino en los santos y en la<br />
Virgen de no sé dónde. El speech<br />
final, donde El guapo de cara dice<br />
que si hay un Dios y es tan<br />
bueno como dicen, tampoco<br />
puede estar cabreado porque no<br />
haya creído en él, llegará allí y le<br />
dirá: “Tío, qué listo eres, tú no<br />
creías en mí. ¿Y ahora qué hacemos?”,<br />
está en la línea de la religiosidad<br />
de mi madre. Más todavía<br />
en un hombre como El<br />
Manso que, ha llegado a un punto<br />
de soledad, que no se enrolla<br />
con ninguna tía, no va a tener familia,<br />
no se hace proxeneta ni<br />
pornógrafo infantil, pero hay algo<br />
que le impide volarse la cabeza.<br />
Eso me ayudaba un poco a<br />
construir el personaje. Es un personaje<br />
que tiene eso que tanto<br />
abomino que se llama resignación<br />
cristiana.<br />
Que se santiguase en el cementerio<br />
tenía una explicación,<br />
pero en el locutorio es más complicado.<br />
Recuerdo que en Nido<br />
de nobles (1969), la película rusa<br />
de Andrei Kontchalovsky, había<br />
una escena en que una adolescente<br />
bendecía a un señor mayor<br />
que poco antes se había abalanzado<br />
sobre ella. Aquel gesto me<br />
gustó muchísimo y quería meterlo<br />
en alguna película. En el<br />
guión estaba escrito que le bendecía,<br />
pero a Antonio Resines le<br />
pareció demasiado y quedamos<br />
en que se santiguara.<br />
A. M. T. Por ejemplo, vista<br />
ahora Los restos del naufragio<br />
(1978) y comparada con La buena<br />
estrella, llama mucho la aten-<br />
ción el enorme poder de síntesis<br />
que ha conseguido durante estos<br />
años, ¿cómo ha llegado a él?<br />
R. F. Algunos me lo dicen, pero<br />
no tengo consciencia de ello.<br />
La primera es un guión escrito<br />
en solitario y la segunda un<br />
guión escrito con alguien. Cuando<br />
escribo sólo me puedo engañar<br />
a mí mismo, pero cuando<br />
escribo con alguien no, voy mucho<br />
más directamente al grano.<br />
Cuando lo veo, sí noto que me<br />
centro mucho en las cosas, pero<br />
cuando lo hago, no tengo esa<br />
sensación. De lo que sí soy consciente<br />
es de que en La buena estrella<br />
he adquirido cierta maestría<br />
y desparpajo en el montaje,<br />
pero sobre todo a causa de los<br />
documentales que he hecho entre<br />
medias. Los documentales<br />
me han enseñado a buscar entre<br />
mucho material lo que sirve para<br />
contar lo que quiero. A La<br />
buena estrella le he pegado unos<br />
grandes cortes que cuando hice<br />
Los restos del naufragio no sabía<br />
hacer. Estoy seguro de que si<br />
ahora la montase, le quitaría 10<br />
minutos o un cuarto de hora, sin<br />
que cambiase esencialmente la<br />
historia, sólo mejorándola.<br />
A. M. T. Da la impresión de que<br />
antes tenía un cariño por sus imágenes<br />
que ahora no tiene; ahora las<br />
utiliza única y exclusivamente para<br />
contar lo que le interesa.<br />
R. F. Cariño las tengo y a veces<br />
me duele mucho quitarlas. En<br />
Los restos del naufragio, que también<br />
fue al festival de Cannes y<br />
también tuve muy poco tiempo<br />
para montarla, no supe cómo entrarle<br />
más a saco. También creo<br />
que lo que pasa con Los restos del<br />
naufragio es que ha quedado mejor<br />
en la memoria de lo que es en<br />
realidad. Era una película extravagante<br />
en la que me planteaba<br />
problemas, tanto cinematográficos<br />
como vitales, que aún no tenía<br />
experiencia para resolver. La<br />
rodé en la misma línea que había<br />
rodado Pascual Duarte (1975),<br />
aunque era una película que pedía<br />
algo más, quizá porque tuve<br />
que estar demasiado metido en<br />
producción y por una cierta inseguridad<br />
decidí rodarla como la<br />
otra que había ido tan bien.<br />
A. M. T. En Pascual Duarte<br />
tampoco tiene este poder de síntesis.<br />
R. F. Pascual Duarte es una película<br />
muy rara, que cuando a veces<br />
la he vuelto a ver apenas me<br />
reconozco en ella. La primera vez<br />
que hice una película con voluntad<br />
de encargo fue El caso del cadáver<br />
descuartizado; volvía a España<br />
después de estar muchos<br />
años fuera, sólo había rodado<br />
San Judas de la Frontera (1984),<br />
era una película que me habían<br />
encargado para televisión y decidí<br />
hacerla lo más profesionalmente<br />
posible para poder seguir<br />
en activo cuando me ofrecieran<br />
las buenas películas, pero cuando<br />
la vi acabada me reconocí muchísimo<br />
en ella. Mientras en Pascual<br />
Duarte sólo me reconozco<br />
por exclusión. Mi impronta entonces<br />
era decir que no la hacía<br />
ni con ese actor ni de esa manera<br />
ni con esa música. Todo era<br />
por exclusión. Es una película<br />
que está hecha a base de decisiones<br />
de cómo no hacerla.<br />
A. M. T. ¿Adquiere ese poder de<br />
síntesis en su etapa en televisión,<br />
tanto en los episodios de series como<br />
en los documentales, que de alguna<br />
manera es la menos conocida de<br />
su carrera?<br />
R. F. Siempre que he trabajado<br />
para televisión me he sentido con<br />
más libertad que cuando trabajo<br />
para cine, pero había un compromiso<br />
que siempre aceptaba de<br />
manera rigurosa: la duración; hacerlo<br />
de la duración exacta que<br />
me habían pedido. Con los documentales<br />
hice un trabajo de<br />
montaje con el que aprendí muchísimo;<br />
esto debe ir antes de esto<br />
otro, esto se puede hacer porque<br />
luego nadie se da cuenta;<br />
también aprendí a perder el respeto<br />
al material rodado, algo que<br />
les pasa mucho a los montadores<br />
que vienen de televisión, la falta<br />
de respeto que tienen por el material,<br />
incluso físicamente. Es algo<br />
que se aprende despacio, pero<br />
creo que no tienes que meter una<br />
escena o un plano porque lo has<br />
rodado, te ha costado mucho y,<br />
además, te gusta; si no le va a la<br />
película, lo mejor es quitarlo.<br />
A. M. T. Sin embargo, con la serie<br />
de televisión Yo, una mujer<br />
(1995), que hizo con Concha Velasco,<br />
debía de sufrir muchísimo.<br />
No sólo no podía sintetizar nada,<br />
sino que debía alargar todo. Lo<br />
que allí contaba en no sé cuántas<br />
horas lo hubiese podido contar mucho<br />
mejor en hora y media.<br />
R. F. Todo el rato tuve la sensación<br />
de que con ese mismo tema,<br />
pero con unos guiones un<br />
poco más elaborados, hubiese<br />
podido quedar bien. Sufría teniendo<br />
que contar lo mismo tres<br />
veces, pero me abstraje mucho,<br />
acepté que era un encargo y que<br />
los guiones eran así. Sin embargo,<br />
haciendo la serie aprendí cosas<br />
que luego me han servido<br />
mucho en La buena estrella. Primero<br />
en cómo relacionarme con<br />
los actores; había escenas muy<br />
largas, que hacía de un tirón con<br />
tres cámaras, en las que jugaba<br />
con silencios, con pausas. En el<br />
cine, y en especial en el nuestro,<br />
se habla demasiado seguido por<br />
miedo de que al cine español<br />
siempre le han acusado de ser<br />
aburrido, tratar de la posguerra y<br />
ser siniestro y mortecino. Con<br />
Antonio Resines y Maribel Verdú,<br />
que además venían de hacer<br />
series de televisión, había días,<br />
sobre todo al principio, en que<br />
hacíamos un ensayo, les decía<br />
que ya habíamos batido un récord<br />
de cómo hacer más deprisa<br />
una escena y que ahora íbamos a<br />
hacerla tranquilamente. Además,<br />
tal y como ruedo, prefiero tener<br />
pausas; luego las puedo quitar<br />
en el montaje cuando me dé la<br />
gana, pero si no las tengo, y tengo<br />
que fabricarlas, sé que es mucho<br />
más complicado. También<br />
aprendí a conseguir un tipo de<br />
interpretación más realista, no<br />
confundir con costumbrista, pero,<br />
sobre todo, lo de rodar con<br />
tres cámaras fue una cosa bárbara.<br />
Eso era la maravilla de las maravillas.<br />
Primero estaba asustadísimo<br />
por el lío que iba a suponer.<br />
La primera tentación era<br />
dejar paralizados a los actores,<br />
rodar con una cámara un plano<br />
general y con cada una de las<br />
otras dos un primer plano de cada<br />
uno mientras hablaban; pero<br />
al tercer día de rodaje me aburría<br />
de tal manera con este sistema<br />
que lo que hacía era jugar con las<br />
cámaras al igual que montaba.<br />
A diferencia de cómo suelen ha-<br />
76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
cerse las series, que se montan al<br />
mismo tiempo que se graban, yo<br />
grababa todo lo de cada cámara<br />
y luego montaba. Gracias a esto,<br />
en ese sentido, La buena estrella<br />
la he rodado con una gran falta<br />
de tensión. Movía la cámara de<br />
una manera que nunca lo había<br />
hecho; siempre la había movido<br />
siguiendo a los personajes y aquí<br />
la movía con los personajes quietos,<br />
sin que apenas se note. Tenía<br />
algunos planos y secuencias estupendos,<br />
pero los he partido<br />
porque había pausas demasiado<br />
largas y necesitaba primeros planos<br />
entre medias. Más que nunca<br />
en mi vida tenía la sensación<br />
de no estar preocupado de cómo<br />
iba a rodarlo, de dominar<br />
por completo el lenguaje narrativo,<br />
sin hacer nada espectacular<br />
ni ostentoso, porque no me gusta.<br />
Me gusta la sencillez, la síntesis<br />
y me ahuyenta lo barroco.<br />
Eso sí que he ido buscándolo,<br />
mi tendencia es a simplificar. Me<br />
sentía muy seguro.<br />
A. M. T. La buena estrella tiene<br />
un final muy denso y emotivo,<br />
pero acaba con una dedicatoria<br />
que va aún más lejos.<br />
R. F. Me lo han comentado,<br />
pero eso sólo ocurre con gente<br />
que me conoce. Al señor que va<br />
a ver la película le da igual que al<br />
final aparezca dedicada al doctor<br />
tal y a los que me cuidaron<br />
los ojos. Cuando se lo propuse a<br />
Pedro Costa pensé que me iba a<br />
decir radicalmente que no, pero<br />
vi que calculaba esta posibilidad<br />
y le parecía bien. Tengo la sensación<br />
de que este médico me ha<br />
sacado a flote, en gran medida<br />
he podido hacerla por su ayuda,<br />
aparte de que al doctor no, pero<br />
a varias enfermeras les he gritado,<br />
han tenido que aguantar mi<br />
genio.<br />
A. M. T. ¿En qué medida el estar<br />
bajo de forma físicamente le<br />
ha influido a la hora de escribir el<br />
guión y rodarlo?<br />
R. F. Tenía dos procesos de<br />
manera paralela; por uno, cada<br />
vez tenía más problemas en los<br />
ojos y, por otro, cada mes pesaba<br />
un kilo menos. Cada día estaba<br />
más débil, notaba que me iba<br />
evaporando. Tenía una sensación<br />
física muy mala de todo mi cuer-<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
po. Así como lo de la vista comprendí,<br />
después de la última operación,<br />
que se mantenía, que tenía<br />
una temporada de descanso<br />
antes de que me volviesen a meter<br />
los dedos en los ojos, sabía<br />
que en aquel estado podía rodar,<br />
sin embargo, a niveles físicos cada<br />
vez me encontraba peor, hasta<br />
que alguien me dijo que me<br />
pusiese insulina, aunque teóricamente<br />
todavía no la necesitaba, y<br />
engordé seis kilos en un mes. Como<br />
había estado casi un año<br />
tumbado, refugiado, perdiendo<br />
masa muscular, sin hacer ningún<br />
ejercicio, cuando empecé la preparación<br />
de la película, a las seis<br />
o las siete horas la cabeza se me<br />
iba, estaba muy cansado. Llegué<br />
al rodaje pensando que igual no<br />
podía aguantarlo, pero ante mi<br />
asombro, quizá por la excitación,<br />
la adrenalina o lo que sea, me hacía<br />
aguantar perfectamente.<br />
A. M. T. Además ahora los rodajes<br />
no son de ocho horas, sino de<br />
12.<br />
R. F. Siempre me he cansado<br />
en los rodajes, nunca me ha gustado<br />
hacer horas extras y trato de<br />
acabar a la hora. Mi opinión es<br />
que en las 12 horas de ahora se<br />
hace lo mismo que en ocho de<br />
antes; la gente trabaja a un ritmo<br />
más lento para poder aguantar<br />
tantas horas y se acaba haciendo<br />
lo mismo. Creo que es una tontería<br />
de los productores; la gente<br />
no descansa lo suficiente, se va<br />
acumulando el cansancio de una<br />
semana a otra y cada vez se rueda<br />
más despacio. n<br />
Ficha técnica: Director: Ricardo Franco.<br />
Guionistas: Ricardo Franco, Ángeles<br />
González-Sinde. Fotografía: Tote Trenas.<br />
Música: Eva Gancedo. Intérpretes:<br />
Antonio Resines, Maribel Verdú, Jordi<br />
Mollà, Elvira Mínguez, Ramón Barea,<br />
Clara Sanchís. Producción: Pedro Costa<br />
para Pedro Costa P.C. y Enrique Cerezo<br />
P.C. Color. Duración: 105 minutos.<br />
Augusto M. Torres es escritor. Autor<br />
de Diccionario de cine y El cine español<br />
en 119 películas.
Una tarde de finales de verano,<br />
Dolfos apuró por enésima<br />
vez su copa de mezcal<br />
y, más inspirado que nunca,<br />
empezó a hablar de Fitzgerald,<br />
uno de sus escritores preferidos,<br />
al que había entrevistado en Los<br />
Ángeles. Aquella tarde, Dolfos<br />
me dijo:<br />
–Hay tipos nacidos para la<br />
gloria, dicho sea con todo la ironía<br />
del mundo. Para la gloria trágica,<br />
la que clausura y a la vez<br />
inaugura. Fitzgerald fue un irónico,<br />
acaso uno de los irónicos<br />
más grandes de este siglo, y murió<br />
trágicamente. Es extraño…<br />
Cuantos irónicos muertos en circunstancias<br />
raras, desde Sócrates<br />
a nuestros días. Pero, ¡si amaban<br />
la vida más que nadie! La<br />
amaban tanto que hasta aceptaban<br />
su crueldad y la podían incluso<br />
considerar apasionante. Para<br />
Fitzgerald la vida fue apasionante<br />
durante toda la primera<br />
época de su demolición. Porque<br />
Fitzgerald demolió en sí mismo<br />
lo que había que demoler: el héroe,<br />
el caballero, el genteel, “el<br />
hombre”. Curiosamente, todos<br />
los personajes de Fitzgerald empiezan<br />
creyendo que la vida es<br />
una cuestión personal (una cuestión<br />
de su deseo), para acabar<br />
aceptando, en la magnitud de su<br />
derrota, la erosionante impersonalidad<br />
de todos los deseos.<br />
Amory Blaine, por ejemplo, representa<br />
a la última gente que<br />
tuvo el atrevimiento de asumir<br />
esa postura tan ególatra como<br />
nietzschiana. Y al final, todos los<br />
héroes de Fitzgerald se dan cuenta<br />
que la vida ya no es una cuestión<br />
personal. Las personas, los<br />
personajes, los egos bien templados<br />
como el acero están desapareciendo,<br />
en beneficio de un<br />
nuevo personaje cuya autoridad<br />
ENTREVISTAS IMAGINARIAS DE DOLFOS NERVO<br />
FRANCIS SCOTT FITZGERALD<br />
ya será la autoridad del fracaso,<br />
del fracaso de las posturas individuales,<br />
del fracaso de la “personalidad”,<br />
del fracaso final de<br />
las últimas secuelas del romanticismo<br />
humanista. Amory ya no<br />
es pues un caballero genteel.<br />
Amory es uno de los nuestros:<br />
un héroe de nuestro tiempo. Y<br />
ahora, después de tantas amargas<br />
ironías, déjame que te cuente mi<br />
entrevista con Fitzgerald, no sin<br />
antes recordarte que la noche de<br />
fin de año de 1925, T. S. Eliot le<br />
escribió una sorprendente carta a<br />
Fitzgerald en la que acababa diciéndole:<br />
“Cuando tenga tiempo<br />
me gustaría escribirle más extensamente<br />
para exponerle por qué<br />
El gran Gatsby me parece un<br />
libro tan admirable. De hecho<br />
me parece el primer gran paso<br />
que la novelística norteamericana<br />
ha dado desde Henry James…<br />
“Quienes crean que Eliot<br />
formuló un juicio tan definitivo<br />
tras haber leído una simple novela<br />
sobre los devaneos de los ricos<br />
y la endogamia de la clase<br />
alta americana han debido de<br />
pensar muy poco en lo que es<br />
un narrador en primera persona<br />
(como es el caso de Nick Carraway)<br />
y, sobre todo, han debido<br />
de pensar muy poco en lo que es<br />
la conciencia del narrador y su<br />
relación dialéctica con la conciencia<br />
del lector. Ya te he insistido<br />
en el hecho de que el verdadero<br />
narrador en primera persona<br />
no aspira a que le creamos:<br />
aspira (y ya es mucho) a que le<br />
interpretemos y le entendamos.<br />
No otra cosa pretende Nick, y<br />
no otra cosa pretendemos cuando<br />
hablamos con los amigos o<br />
los desconocidos sobre nuestros<br />
problemas: no aspiramos a que<br />
nos crean, aspiramos sobre todo<br />
a que nos interpreten, y justa-<br />
JESÚS FERRERO<br />
mente por eso a que “nos comprendan”.<br />
E interpretar y comprender<br />
son operaciones dialécticas<br />
muy superiores a la de “creer”,<br />
pues la creencia se basa en la<br />
fe y la interpretación y la comprensión<br />
se basan en la lógica,<br />
en la sustancia misma de la reflexión,<br />
con todos sus momentos,<br />
entre los cuales ocupa un papel<br />
dominante y hasta sangrante<br />
la contradicción. Lógicamente,<br />
Nick quiere que le interpretemos,<br />
en primer lugar; y en segundo<br />
lugar quiere que “le entendamos”,<br />
también en el sentido<br />
figurado que suele tener este<br />
verbo entre los gay. Quiere que le<br />
comprendamos por debajo, y<br />
justamente por eso, su narración<br />
está llena de sobreentendidos, lo<br />
que convierte El gran Gatsby en<br />
una novela tan especial: más que<br />
la representación del sueño americano,<br />
su demolición. Pero antes<br />
de acercarnos a Gatsby, acerquémonos<br />
definitivamente a<br />
Fitzgerald y a la noche aquella<br />
en que él mismo me reveló lo<br />
que te voy a contar… De mi encuentro<br />
con él recuerdo su mirada<br />
humillada, su cara destruida.<br />
Pero no era esa destrucción evidente<br />
de los rostros que parecen<br />
pulverizados. Aparentemente, la<br />
cara de Francis Scott Fitzgerald<br />
estaba entera aquella noche en<br />
aquel café entre dos grandes estudios<br />
de cine. Frente al café se<br />
extendía una enorme charca y<br />
las limusinas que por allí pasaban<br />
salpicaban la acera y a veces<br />
el agua llegaba hasta los cristales<br />
del establecimiento. Acabábamos<br />
de pedir el cuarto whisky<br />
cuando Fitzgerald me dijo:<br />
–No sabe cómo celebro que<br />
todavía alguien se acuerde de mí<br />
en el extranjero… Hace algún<br />
tiempo fui a un teatro de estu-<br />
diantes donde estaban representando<br />
una de mis obras y, al verme,<br />
los muchachos de la compañía<br />
se quedaron aterrados.<br />
Pensaban que yo ya estaba muerto…<br />
¿Sabe usted que estoy a<br />
punto de convertirme en un tipo<br />
tan serio como un muerto?<br />
–No sé si le entiendo…<br />
Fitzgerald volvió a apurar su<br />
vaso y dijo:<br />
–Sí, en un tipo serio y relativamente<br />
desconocido, como por<br />
ejemplo, Joyce… En un tipo<br />
verdaderamente serio…<br />
–¿Antes no lo era?<br />
–Antes sólo lo era a veces…<br />
–¿Por ejemplo, cuando escribió<br />
El gran Gatsby?<br />
–Exacto. He ahí una narración<br />
seria… De hecho es la narración<br />
de un homosexual con<br />
muchos principios y muchos escrúpulos.<br />
Y esa clase de homosexuales<br />
son siempre gente muy<br />
seria…<br />
Fitzgerald me miró con cansancio<br />
y con crispación. Daba la<br />
impresión de que empezase a padecer<br />
un leve tic en el ojo izquierdo.<br />
–No conozco a ningún crítico<br />
americano o europeo que haya<br />
dicho, ni de lejos, que la historia<br />
de Gatsby es la narración de un<br />
homosexual… –le dije.<br />
–Yo tampoco.<br />
–¿Y no le inquieta?<br />
–En absoluto.<br />
–Vamos a ver, vamos a ver…<br />
A mí esta entrevista me interesa<br />
mucho, señor Fitzgerald… Supongo<br />
que últimamente le hacen<br />
pocas entrevistas de fondo…<br />
Fitzgerald encendió el cigarrillo<br />
que, temerariamente, yo le<br />
acababa de ofrecer. En cuanto<br />
dio la primera calada empezó a<br />
toser estrepitosamente. Lo apagó<br />
y dijo:<br />
78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82
–En realidad, no me hacen<br />
ninguna entrevista. Así que aproveche<br />
la oportunidad… Ahora<br />
soy como la heroína del final de<br />
El bosque de la noche. O algo mucho<br />
peor, el perro que pide un<br />
hueso. Y estoy dispuesto a decir<br />
la verdad… Créame una cosa,<br />
amigo: a mí ya sólo me queda el<br />
consuelo de la transparencia…<br />
–Entonces hábleme de Gatsby…<br />
–De acuerdo, le hablaré de<br />
Gatsby…<br />
Fitzgerald calló unos instantes<br />
antes de decir:<br />
–Mire, basta con leer la novela<br />
con una mínima atención para<br />
sospechar que Gatsby, un pobre<br />
diablo que en realidad se llama<br />
James Gatz, ha sido el gigoló<br />
del millonario Cody…<br />
–Ahora que lo dice…<br />
–También hay razones para<br />
sospechar que el narrador ha tenido<br />
relaciones homosexuales<br />
con el fotógrafo impresentable<br />
del capítulo tercero…<br />
–Correcto…<br />
–Y luego están los amores de<br />
Nick. Si de verdad se ha enamorado<br />
de alguien, ese alguien sólo<br />
puede ser Gatsby, a quien dedica<br />
su melancólica narración, ¿o no?<br />
Asentí sin vacilación tras apurar<br />
mi whisky. Fitzgerald prosiguió:<br />
–También hay razones para<br />
sospechar que el término obsceno<br />
que Nick borra de las escaleras<br />
del abandonado palacio de<br />
Gatsby no es otro que “maricón”.<br />
Tras la desconcertante declaración<br />
de Francis Scott, nos quedamos<br />
un buen rato en silencio.<br />
Finalmente el escritor dijo:<br />
–Le acabo de hablar, camarada,<br />
de la sustancia misma de la<br />
novela, de lo que subyace a<br />
ella… Pero cómo únicamente<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Eliot leyó El gran Gatsby con<br />
atención, sólo el captó el verdadero<br />
contenido… No ocurrió lo<br />
mismo con Edith Warton, que<br />
me insinuó que tenía que haberle<br />
dado un tono “más heroico” a<br />
la narración de Nick, a fin de<br />
convertirla en “una tragedia en<br />
vez de en un fait divers de los periódicos<br />
de la mañana”. Justamente<br />
lo que en mi obra apunta<br />
decididamente al futuro era lo<br />
que no le gustaba a la inefable<br />
Warton. Pero es que Edith vivía<br />
todavía en la edad de la inocencia.<br />
Esa edad evocada por Nick al<br />
final de la novela como algo de-<br />
F. Scott Fitzgerald<br />
finitivamente perdido para los<br />
americanos, que desde hace<br />
tiempo ya estamos viviendo al<br />
otro lado del paraíso. Yo el primero<br />
de todos… Un privilegio<br />
muy poco envidiable…<br />
–¿Cree usted que sus compatriotas<br />
son conscientes de que<br />
hace ya bastante tiempo que<br />
América está viviendo al otro lado<br />
del paraíso?<br />
–No son conscientes en absoluto.<br />
Ésta es la tierra de la no<br />
conciencia, y muy especialmente<br />
Los Ángeles, por eso es también<br />
la tierra del cine. Aquí sólo<br />
funcionan las obviedades, aquí<br />
se comercia sólo con obviedades,<br />
aquí te matan en defensa de la<br />
obviedad, aquí te tienes que convertir<br />
en un escritor trivial para<br />
sobrevivir, aquí sí que escribir es<br />
morir, amigo Dolfos…<br />
–¿Y por qué no se va de aquí?<br />
–Todavía no puedo… Quiero<br />
imaginar que esto es sólo un purgatorio,<br />
el último purgatorio antes<br />
de la epifanía de la verdadera<br />
seriedad, de la verdadera tranquilidad…<br />
¿Sabe en qué pienso<br />
últimamente? En un cuento de<br />
Tolstoi. No sé si lo conoce, se titula<br />
El padre Sergio… Sergio pertenecía<br />
a la guardia del zar, y<br />
amaba profundamente a su soberano…<br />
Sergio estaba a punto<br />
de casarse con una hermosa mujer…<br />
En vísperas de la boda, ella<br />
le confiesa que ha sido amante<br />
del zar. Sergio se derrumba. Su<br />
código de honor le obliga a enfrentarse<br />
al amante de su novia,<br />
pero, ¿cómo enfrentarse al zar?<br />
Sergio huye de Moscú y se convierte<br />
en un gran asceta, en realidad<br />
en un santo… Pero un día<br />
peca con una retrasada mental y<br />
vuelve a perderse por el ancho<br />
mundo. Se aleja cada vez más de<br />
su origen, se pierde por la infinita<br />
estepa. Al final acaba trabajando<br />
de jardinero en una hacienda<br />
en el confín de Siberia…<br />
Le juro que ahora me gustaría<br />
ser como Sergio. Sueño con<br />
aquella hacienda imposible, en<br />
un lugar imposible…<br />
Casi me dio vértigo escucharlo,<br />
y me envolvió una profunda<br />
sensación de irrealidad.<br />
En aquel café de paredes amarillas,<br />
relucientes cafeteras y grandes<br />
ventanales abriéndose a una<br />
calle tan ancha como inhóspita,<br />
nada podía resultar más irreal<br />
que imaginarse una dacha en los<br />
confines de la estepa. En el café<br />
79
FRANCIS SCOTT FITZGERALD<br />
había tres personas más, las tres<br />
sentadas frente a la barra, de aspecto<br />
sumamente desagradable.<br />
Sus rostros parecían tallados a<br />
navaja y los tres, también la mujer<br />
de cabellos rojos que tanto<br />
me recordaba a un personaje de<br />
El gran Gatsby, parecían estar<br />
pensando en la vida. Quise recuperar<br />
el hilo de la conversación<br />
y dije:<br />
–Volviendo a El gran Gatsby,<br />
reconocerá usted que Nick es un<br />
narrador de una discreción un<br />
poco enfermiza. El presunto encuentro<br />
sexual con el fotógrafo<br />
está escrito para que el lector pase<br />
de puntillas sobre él…<br />
–Naturalmente… También<br />
en algunos momentos de Vuelta<br />
de tuerca y de El corazón de las tinieblas<br />
nos vemos obligados a<br />
pasar de puntillas, ya que no volando,<br />
por encima de la acción…<br />
–Desgraciadamente, esa clase<br />
de narraciones con evidente recurso<br />
a la sutileza, no suelen gustar<br />
demasiado a los americanos…<br />
–A veces sí que les gustan,<br />
aunque no las entienden…<br />
–Pero en un lector, no entender<br />
es un pecado imperdonable…<br />
–Sin la menor duda… Por<br />
eso es tan doloroso escribir en<br />
América…<br />
–Veo que sigue publicando<br />
cuentos en Esquire…<br />
–Ya lo ve… Cuentos mediocres<br />
en los que dejo la poca vida<br />
que me queda… Pero tengo que<br />
vivir, pero tengo que alimentar a<br />
una familia… Es asfixiante…<br />
–En una de sus más duras<br />
crónicas, usted asegura que “la<br />
prueba de una inteligencia de<br />
primer orden es la de ser capaz<br />
de retener a un tiempo en la cabeza<br />
dos ideas opuestas, sin perder<br />
por eso la capacidad de funcionar.<br />
Uno debiera, por ejemplo,<br />
ser capaz de ver que las cosas<br />
son irremediables y, sin embargo,<br />
estar decidido a cambiarlas”. Esta<br />
filosofía, que según usted se<br />
adecuaba a los comienzos de su<br />
edad adulta, ¿sigue siendo su filosofía?<br />
Esta vez, Fitzgerald no tardó<br />
en contestar, y una vez más com-<br />
probé que su voz seguía teniendo<br />
una suave y convincente autoridad<br />
que, de forma más bien<br />
transparente, podía detectarse en<br />
muchos de sus escritos.<br />
– Básicamente sí que sigue<br />
siendo mi filosofía –dijo–, la que<br />
ya no es la misma es mi cabeza,<br />
físicamente, quiero decir. Demasiadas<br />
borracheras, demasiadas<br />
neuronas muertas, demasiada rabia,<br />
demasiadas lágrimas… Yo<br />
fui de los que creí, durante la década<br />
báquica, que mi capacidad<br />
de trabajo era ilimitada… Incluso<br />
llegué a pensar que era ilimitada<br />
la capacidad de emocionarme.<br />
No quería comprender que<br />
había muchas emociones que habían<br />
quedado para siempre atrás.<br />
Como Gatsby, yo también creí<br />
en una luz verde al final de un<br />
cálido malecón. Como Gatsby,<br />
yo tuve que recorrer un largo camino<br />
para llegar a Nueva York, y<br />
en algún momento la gloria me<br />
pareció tan próxima que dejó de<br />
resultarme una imposibilidad.<br />
No sabía que esa gloria estaba ya<br />
detrás de mí, en alguna parte de<br />
la vasta oscuridad. Como<br />
Gatsby, creí en la luz verde, en el<br />
orgiástico futuro que, año tras<br />
año, aparece ante nosotros…<br />
Nos esquiva, pero no importa;<br />
mañana correremos más de prisa,<br />
abriremos los brazos, y… un<br />
buen día… ¿Un buen día? Sí,<br />
amigo, un buen día nos miramos<br />
al espejo y sabemos que ya<br />
nunca volveremos a ser los mismos.<br />
No descubrimos una fractura,<br />
descubrimos una brecha.<br />
Ah, el horror, el horror, como<br />
dijeron Otelo y Kurtz, ¿sabe a<br />
qué me refiero?<br />
–Creo que sí.<br />
–Pues eso…<br />
–De todas formas, señor Fitzgerald,<br />
me niego a verle tan derrotado…<br />
Siempre, desde que<br />
leí su primer libro, le he atribuido<br />
un don extraordinario para<br />
saber esperar, una extraña elegancia<br />
que jamás he hallado en<br />
otro escritor, y que no es probable<br />
que vuelva a encontrar.<br />
–Si yo tuviera muchos lectores<br />
como usted… En fin, no voy a<br />
negarle que usted me halaga…<br />
Aunque lamento decirle, querido<br />
camarada, que también el don<br />
de saber esperar tiene su periodo<br />
de ascensión, y su decadencia…<br />
Ocurre además que uno espera<br />
cada día menos cosas…<br />
–¿Y a qué espera ahora?<br />
–Espero saldar mis últimas<br />
deudas, espero dejar de escribir<br />
cuentos, espero poder dedicar todas<br />
las fuerzas que me quedan a<br />
una gran novela que deje atrás a<br />
El gran Gatsby… Una novela en<br />
la que pienso recurrir a la prosa<br />
poética cuando de verdad se ajuste<br />
a la acción, pero sin introspecciones<br />
ni asuntos secundarios como<br />
en Suave es la noche. Quiero<br />
que en esta nueva novela todo<br />
contribuya al movimiento dramático.<br />
Digamos que tendría<br />
que ser una narración a lo Flaubert,<br />
sin “ideas”, pero con personajes<br />
que se muevan individualmente,<br />
formando un tejido<br />
de actitudes verdaderas. Todo eso<br />
lo deseo y voy a esforzarme para<br />
conseguirlo, pero ya no deseo la<br />
fama, se lo juro, camarada, se lo<br />
juro… Aspiro al mismo anonimato<br />
que el padre Sergio…<br />
–Una última pregunta –le dije–.<br />
Durante una época agridulce<br />
de su vida, usted perteneció a<br />
la escuela de París… ¿Se considera<br />
en este momento un miembro<br />
de esa presunta escuela…?<br />
–Hace bastante tiempo que<br />
bastantes escritores pertenecen a<br />
la escuela de París, pero no olvide<br />
que París es la nada… Un espacio<br />
abstracto en el que agitarse<br />
hasta enloquecer, casi me atrevería<br />
a decir un espacio vacío.<br />
Por eso en uno de mis cuentos la<br />
llamé Babilonia… Una torre absurda<br />
donde cada uno habla una<br />
lengua diferente. ¿O piensa que<br />
Ernest y yo hablábamos la misma<br />
lengua? Desde mucho antes<br />
que París, Nueva York no es otra<br />
cosa que otro enorme laberinto<br />
abstracto, lleno de ruido y de furia.<br />
Y ya no digamos Los Ángeles…<br />
Hace tiempo que desaparecieron<br />
los grandes escenarios<br />
para las grandes tragedias… –dijo,<br />
antes de que saliéramos del<br />
café–. Así que ya sabe, camarada,<br />
lo que quiere decir para mí ser<br />
un miembro alcoholizado y desterrado<br />
de la escuela de París.<br />
Antes de eso, ya había sido un<br />
miembro alcoholizado y deste-<br />
rrado de la escuela de Nueva<br />
York, y antes de la escuela de<br />
Princeton, y antes de la de Saint<br />
Paul. Ahora mismo, no deja de<br />
ser sorprendente el hecho de verme<br />
convertido en un miembro<br />
alcoholizado y desterrado de la<br />
escuela de Hollywood. ¿Ve como<br />
la vida tiende a la repetición?<br />
¿Ve como Kierkegaard no estaba<br />
tan loco?<br />
Eran más de las cinco de la<br />
mañana cuando me despedí de<br />
Fitzgerald a la puerta de su hotel.<br />
Dos meses después, el escritor<br />
fallecía mientras dormía en<br />
aquel mismo establecimiento.<br />
Algunos años más tarde, el incomparable<br />
Malcon Lowry supo<br />
detectar el destino apolíneo del<br />
autor de El gran Gatsby al calificarlo<br />
de “último Laocoonte” o<br />
último novelista que se había ganado<br />
literalmente la ira de los<br />
dioses por decir más de lo que<br />
los otros querían oír. El último<br />
hasta que otro escritor le sucediera.<br />
Curiosamente, ese sucesor<br />
fue el autor de Bajo el volcán<br />
–me dijo Dolfos Nervo, dando<br />
por concluida aquella nueva velada<br />
en su jardín. n<br />
Jesús Ferrero es escritor. Autor de<br />
Bélver Yin, Amador y El último banquete<br />
(Premio Azorín, 1997).<br />
80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82