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milan kundera - Prisa Revistas

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MI HISTORIA ES MÍA<br />

su entidad, de su para sí, necesitando por<br />

ende de una representación vicaria. En el<br />

discurso nacionalista imperante y dominante<br />

–existen otros menos divulgados y<br />

aceptados– el modo de producción agrarista<br />

resuelve dos problemas fundamentales: el<br />

campesino es a un tiempo propietario de<br />

los medios de producción y productor,<br />

luego rompe la oposición de clases en su<br />

propio ser; al constituirse a su vez en factor<br />

de reproducción social en lo que Wolf<br />

y Benedict describen como unidades corporativas<br />

cerradas, repite intemporalmente<br />

las raíces del pasado grupal. Ya lo tenemos:<br />

la nación por encima de las diferencias<br />

en la estructura social, cortando incluso<br />

tangencialmente las (posibles) identidades<br />

de clase 1 , y la nación construida<br />

desde los más lejanos ancestros. Ni tan siquiera<br />

la reelaborada teoría de Redfield<br />

del Folk-Urban Society Continuous nos resuelve<br />

esta hábil traslación del centro de<br />

gravedad del Estado-nación. En definitiva,<br />

parece que no sólo se produce un cambio<br />

de sujeto sino también de objeto. La<br />

historia nacional (toda historia que intente<br />

explicar la nación desde el pasado fundante)<br />

se convierte así en historia étnica.<br />

Curiosamente, ciertos rasgos de la Constitución<br />

alemana actual nos remiten directamente<br />

a la certidumbre de esta interpretación,<br />

pero no pocas declaraciones y argumentaciones<br />

políticas (más o menos<br />

minoritarias; depende del momento y de<br />

la ocasión) del propio Estado español circulan<br />

por las mismas vías: autenticidad de<br />

apellidos, antigüedad de filiaciones, lealtades<br />

demostradas incluso en el terreno<br />

del más puro folclorismo.<br />

En un universo mental, en un proceso<br />

de construcción cosmogónica donde<br />

toda institución, estructura, nivel de pertenencia<br />

tiende a ser objetivado, la nación<br />

presenta dificultades para obtener<br />

una definición autónoma que vaya más<br />

allá de su ámbito territorial o político.<br />

Por añadidura, ambos suelen manifestarse<br />

con un alto grado de variación diacrónica.<br />

Si la idea de ciudadanía puede alcanzar<br />

un correlato ontológico relativamente<br />

constatable (siempre mediatizado<br />

por el grado de coincidencia entre el estatuto<br />

de la praxis de sus contenidos, la<br />

definición legal y la sensación vital), la<br />

de nacional carece de instrumentos concretos<br />

y universales de plasmación. No es<br />

1 Históricamente, no de la burguesía, que<br />

suele manejar a su antojo la ruptura y el establecimiento<br />

de fronteras. Pero este tema no será tratado<br />

en este artículo.<br />

de extrañar que se tienda a rearticular el<br />

pasado, a invertir efectos por causas para<br />

construirla en una mismeidad que pretende<br />

ser perenne, cuando necesariamente<br />

es siempre contradictoria y rupturista.<br />

Inclusive si nos restringimos al argumento<br />

cultural, las constantes incorporaciones<br />

de elementos, valores, significados,<br />

símbolos y la pérdida o relegación de<br />

mecanismos de reconocimiento, relación,<br />

comunicación, son presentados como<br />

una continuidad acumulativa y unidireccional.<br />

La ficción de la derivación<br />

filiativa o, ante su práctica imposibilidad,<br />

la repetición intemporal de tradiciones,<br />

lengua, pretendidas idiosincrasias,<br />

vienen a compensar a menudo ese vacío<br />

estructurador.<br />

Nosotros y lo otro<br />

Llegados a este punto, el lector dirá: “Al<br />

denunciar la propuesta unicidad de la enseñanza<br />

de la historia pretendemos precisamente<br />

evitar lo que tú dices: la diversidad<br />

y la variabilidad de las concreciones<br />

de formaciones sociales y culturales, los<br />

procesos de diferenciación y conjunción,<br />

no pueden ser instituidos como unidad<br />

unidireccionalmente anexada. Desde el<br />

legendario ‘pastor lusitano’ (curiosamente<br />

incorporado, a pesar de su lusitanidad:<br />

Portugal, el rencor de que no ‘sea nuestro’),<br />

los germánicos godos –los abuelos–,<br />

pasando por la grotesca muerte de<br />

don Favila 2 , el fortísimo tejido de la famosa<br />

camisa de doña Isabel y el Descubrimiento,<br />

vascos, catalanes, gallegos no<br />

existimos en esa ‘historia de España’ sino<br />

como vasallos periféricos que servimos<br />

gustosamente a la expansión de la españolidad”.<br />

De acuerdo en algunos términos;<br />

en absoluto desacuerdo en otros. Catalanes,<br />

vascos, gallegos, castellanos, andaluces,<br />

extremeños participan de forma más<br />

que activa, sea como peones, sea como alfiles<br />

o reinas en el ajedrez de la historia de<br />

–se denomine como se denomine– la herencia<br />

de la Marca Hispánica. Pero, fundamentalmente,<br />

tenemos caballos: la máxima<br />

movilidad en el tablero. Por ejemplo,<br />

la tan reivindicada ausencia (o<br />

relativamente escasa presencia) de la –relegada–<br />

Corona de Aragón en la primera<br />

conquista americana, no se debe a una inversamente<br />

derivada sensibilidad antiimperialista<br />

casi innata, sino a una ocupa-<br />

2 Y “los moros” absolutamente externos para<br />

todos y cada uno de los apropiadores de la historia.<br />

Hasta el mismísimo Ortega, en su España invertebrada,<br />

refuerza la herencia del pattern visigótico y<br />

minimaliza, cuando no desprecia, la árabe.<br />

ción comercial full time en el Mediterráneo<br />

occidental y oriental, así como a una<br />

contemporánea y posterior dedicación al<br />

flete de transporte de esclavos para las<br />

“conquistas castellanas” 3 . O la proveniencia<br />

espacial de tantos y tantos adalides de<br />

la aventura militar americana, cuyo proceder<br />

no se caracterizó precisamente por<br />

un alto sentido del respeto y el amor a los<br />

derechos de los pueblos sojuzgados. Obviamente,<br />

entonces, el sentido y el contenido<br />

de los valores ahora conferidos carecían<br />

de fundamento: histórico, social,<br />

económico y político.<br />

Es cierto, por tanto, que muchos de<br />

los hechos que nos ayudan a explicar la<br />

actualidad han sido ocultados, transformados,<br />

tergiversados, pero no lo es menos<br />

que otros tantos quieren ser apartados<br />

de nuestras historias particulares, de<br />

nuestras líneas siempre “necesariamente”<br />

puras y democráticas, precisamente para<br />

poder presentarnos como auténticos precursores<br />

avant la lettre de lo que ahora<br />

queremos correcto. Pero esto, señoras y<br />

señores, no es historia: es simplemente<br />

identidad; más aún, identidad histórica<br />

inducida desde presupuestos políticos<br />

ahistóricos. En el fondo subyace la atribución<br />

moral positiva a lo propio y la categorización<br />

de lo ajeno como execrable.<br />

Pero el hoy y el aquí que se identifican<br />

con lo nuestro no necesariamente coinciden<br />

con lo que ayer (o mañana) y allá (o<br />

ahí) fue (o será) considerado tal; ni más<br />

ni menos que el mecanismo que, desde<br />

diferentes perspectivas, un Evans-Prichard,<br />

un Lisón, un Lévi-Strauss han descrito<br />

como el proceso de fisión-fusión,<br />

una dinámica contradictoria continua<br />

que agrupa o desagrega en función del<br />

momento, el contexto o sencillamente la<br />

conveniencia. Y así nos encontramos con<br />

un conocido político nacionalista hablando<br />

en inglés ante un foro internacional<br />

por no querer hacerlo en castellano, “lengua<br />

opresora y substituista”, en lugar de<br />

forzar la presencia de un traductor de su<br />

idioma materno; o a señores feudales de<br />

los siglos XII y XIII ensalzados como demócratas<br />

convencidos por el respeto<br />

(obligado, obviamente, por la estrategia<br />

de alianzas del periodo) a foros ciudadanos<br />

preexistentes. A la inteligencia del receptor<br />

de estas líneas dejo el análisis de la<br />

lógica inherente.<br />

3 Y no estaría mal que saliesen de una vez por<br />

todas a la luz los orígenes de las riquezas de muchos<br />

senyors mediterráneos gestados en el XVI, el<br />

XVII y no pocas décadas del XIX.<br />

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82

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