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MI HISTORIA ES MÍA<br />
su entidad, de su para sí, necesitando por<br />
ende de una representación vicaria. En el<br />
discurso nacionalista imperante y dominante<br />
–existen otros menos divulgados y<br />
aceptados– el modo de producción agrarista<br />
resuelve dos problemas fundamentales: el<br />
campesino es a un tiempo propietario de<br />
los medios de producción y productor,<br />
luego rompe la oposición de clases en su<br />
propio ser; al constituirse a su vez en factor<br />
de reproducción social en lo que Wolf<br />
y Benedict describen como unidades corporativas<br />
cerradas, repite intemporalmente<br />
las raíces del pasado grupal. Ya lo tenemos:<br />
la nación por encima de las diferencias<br />
en la estructura social, cortando incluso<br />
tangencialmente las (posibles) identidades<br />
de clase 1 , y la nación construida<br />
desde los más lejanos ancestros. Ni tan siquiera<br />
la reelaborada teoría de Redfield<br />
del Folk-Urban Society Continuous nos resuelve<br />
esta hábil traslación del centro de<br />
gravedad del Estado-nación. En definitiva,<br />
parece que no sólo se produce un cambio<br />
de sujeto sino también de objeto. La<br />
historia nacional (toda historia que intente<br />
explicar la nación desde el pasado fundante)<br />
se convierte así en historia étnica.<br />
Curiosamente, ciertos rasgos de la Constitución<br />
alemana actual nos remiten directamente<br />
a la certidumbre de esta interpretación,<br />
pero no pocas declaraciones y argumentaciones<br />
políticas (más o menos<br />
minoritarias; depende del momento y de<br />
la ocasión) del propio Estado español circulan<br />
por las mismas vías: autenticidad de<br />
apellidos, antigüedad de filiaciones, lealtades<br />
demostradas incluso en el terreno<br />
del más puro folclorismo.<br />
En un universo mental, en un proceso<br />
de construcción cosmogónica donde<br />
toda institución, estructura, nivel de pertenencia<br />
tiende a ser objetivado, la nación<br />
presenta dificultades para obtener<br />
una definición autónoma que vaya más<br />
allá de su ámbito territorial o político.<br />
Por añadidura, ambos suelen manifestarse<br />
con un alto grado de variación diacrónica.<br />
Si la idea de ciudadanía puede alcanzar<br />
un correlato ontológico relativamente<br />
constatable (siempre mediatizado<br />
por el grado de coincidencia entre el estatuto<br />
de la praxis de sus contenidos, la<br />
definición legal y la sensación vital), la<br />
de nacional carece de instrumentos concretos<br />
y universales de plasmación. No es<br />
1 Históricamente, no de la burguesía, que<br />
suele manejar a su antojo la ruptura y el establecimiento<br />
de fronteras. Pero este tema no será tratado<br />
en este artículo.<br />
de extrañar que se tienda a rearticular el<br />
pasado, a invertir efectos por causas para<br />
construirla en una mismeidad que pretende<br />
ser perenne, cuando necesariamente<br />
es siempre contradictoria y rupturista.<br />
Inclusive si nos restringimos al argumento<br />
cultural, las constantes incorporaciones<br />
de elementos, valores, significados,<br />
símbolos y la pérdida o relegación de<br />
mecanismos de reconocimiento, relación,<br />
comunicación, son presentados como<br />
una continuidad acumulativa y unidireccional.<br />
La ficción de la derivación<br />
filiativa o, ante su práctica imposibilidad,<br />
la repetición intemporal de tradiciones,<br />
lengua, pretendidas idiosincrasias,<br />
vienen a compensar a menudo ese vacío<br />
estructurador.<br />
Nosotros y lo otro<br />
Llegados a este punto, el lector dirá: “Al<br />
denunciar la propuesta unicidad de la enseñanza<br />
de la historia pretendemos precisamente<br />
evitar lo que tú dices: la diversidad<br />
y la variabilidad de las concreciones<br />
de formaciones sociales y culturales, los<br />
procesos de diferenciación y conjunción,<br />
no pueden ser instituidos como unidad<br />
unidireccionalmente anexada. Desde el<br />
legendario ‘pastor lusitano’ (curiosamente<br />
incorporado, a pesar de su lusitanidad:<br />
Portugal, el rencor de que no ‘sea nuestro’),<br />
los germánicos godos –los abuelos–,<br />
pasando por la grotesca muerte de<br />
don Favila 2 , el fortísimo tejido de la famosa<br />
camisa de doña Isabel y el Descubrimiento,<br />
vascos, catalanes, gallegos no<br />
existimos en esa ‘historia de España’ sino<br />
como vasallos periféricos que servimos<br />
gustosamente a la expansión de la españolidad”.<br />
De acuerdo en algunos términos;<br />
en absoluto desacuerdo en otros. Catalanes,<br />
vascos, gallegos, castellanos, andaluces,<br />
extremeños participan de forma más<br />
que activa, sea como peones, sea como alfiles<br />
o reinas en el ajedrez de la historia de<br />
–se denomine como se denomine– la herencia<br />
de la Marca Hispánica. Pero, fundamentalmente,<br />
tenemos caballos: la máxima<br />
movilidad en el tablero. Por ejemplo,<br />
la tan reivindicada ausencia (o<br />
relativamente escasa presencia) de la –relegada–<br />
Corona de Aragón en la primera<br />
conquista americana, no se debe a una inversamente<br />
derivada sensibilidad antiimperialista<br />
casi innata, sino a una ocupa-<br />
2 Y “los moros” absolutamente externos para<br />
todos y cada uno de los apropiadores de la historia.<br />
Hasta el mismísimo Ortega, en su España invertebrada,<br />
refuerza la herencia del pattern visigótico y<br />
minimaliza, cuando no desprecia, la árabe.<br />
ción comercial full time en el Mediterráneo<br />
occidental y oriental, así como a una<br />
contemporánea y posterior dedicación al<br />
flete de transporte de esclavos para las<br />
“conquistas castellanas” 3 . O la proveniencia<br />
espacial de tantos y tantos adalides de<br />
la aventura militar americana, cuyo proceder<br />
no se caracterizó precisamente por<br />
un alto sentido del respeto y el amor a los<br />
derechos de los pueblos sojuzgados. Obviamente,<br />
entonces, el sentido y el contenido<br />
de los valores ahora conferidos carecían<br />
de fundamento: histórico, social,<br />
económico y político.<br />
Es cierto, por tanto, que muchos de<br />
los hechos que nos ayudan a explicar la<br />
actualidad han sido ocultados, transformados,<br />
tergiversados, pero no lo es menos<br />
que otros tantos quieren ser apartados<br />
de nuestras historias particulares, de<br />
nuestras líneas siempre “necesariamente”<br />
puras y democráticas, precisamente para<br />
poder presentarnos como auténticos precursores<br />
avant la lettre de lo que ahora<br />
queremos correcto. Pero esto, señoras y<br />
señores, no es historia: es simplemente<br />
identidad; más aún, identidad histórica<br />
inducida desde presupuestos políticos<br />
ahistóricos. En el fondo subyace la atribución<br />
moral positiva a lo propio y la categorización<br />
de lo ajeno como execrable.<br />
Pero el hoy y el aquí que se identifican<br />
con lo nuestro no necesariamente coinciden<br />
con lo que ayer (o mañana) y allá (o<br />
ahí) fue (o será) considerado tal; ni más<br />
ni menos que el mecanismo que, desde<br />
diferentes perspectivas, un Evans-Prichard,<br />
un Lisón, un Lévi-Strauss han descrito<br />
como el proceso de fisión-fusión,<br />
una dinámica contradictoria continua<br />
que agrupa o desagrega en función del<br />
momento, el contexto o sencillamente la<br />
conveniencia. Y así nos encontramos con<br />
un conocido político nacionalista hablando<br />
en inglés ante un foro internacional<br />
por no querer hacerlo en castellano, “lengua<br />
opresora y substituista”, en lugar de<br />
forzar la presencia de un traductor de su<br />
idioma materno; o a señores feudales de<br />
los siglos XII y XIII ensalzados como demócratas<br />
convencidos por el respeto<br />
(obligado, obviamente, por la estrategia<br />
de alianzas del periodo) a foros ciudadanos<br />
preexistentes. A la inteligencia del receptor<br />
de estas líneas dejo el análisis de la<br />
lógica inherente.<br />
3 Y no estaría mal que saliesen de una vez por<br />
todas a la luz los orígenes de las riquezas de muchos<br />
senyors mediterráneos gestados en el XVI, el<br />
XVII y no pocas décadas del XIX.<br />
40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82