milan kundera - Prisa Revistas

El 8 de agosto de 1897 caía
asesinado en el País Vasco
el presidente del Gobierno
español don Antonio Cánovas
del Castillo. El anarquista italiano
Michele Angiolillo le había
disparado tres tiros mientras leía
el periódico, sentado relajadamente
en un banco del balneario
guipuzcoano de Santa Águeda.
El agresor no intentó huir; ni siquiera
se movió del lugar del crimen.
Dejó incluso que le zarandeara
la ya viuda de Cánovas,
que había acudido al instante,
alarmada por las detonaciones.
Con absoluta frialdad, le dijo
unas palabras. Algo así como: “A
usted la respeto porque es una
señora honrada, pero yo he cumplido
con un deber”. El deber
que había venido a cumplir Angiolillo
era el de “vengar a sus
hermanos de Montjüic”, aunque
muchos sospecharon entonces
–y ahora– que determinados intereses
cubanos (en guerra entonces
contra España para conseguir
la independencia) no fueron
ajenos al atentado. Lo cierto,
en cualquier caso, fuera cual fuese
la perspectiva para enfocar el
hecho, es que se alcanzaba de este
modo, también en España, el
momento culminante de la violencia
terrorista que venía azotando
a los principales países europeos
desde, al menos, dos decenios
antes. Era lo que los
propios anarquistas denominaban
“propaganda por el hecho”.
En un fenómeno de esas características
hay inevitablemente
muchas piezas sueltas, incluso
para los historiadores e investigadores
de ahora, un siglo después;
no ya sólo por los factores
de tipo empírico que cualquiera
puede barruntar por ser los más
inmediatos (quién o quiénes fueron
los autores reales de muchos
atentados oscuros, cuántos fueron
los implicados de una u otra
forma, de qué cobertura dispusieron,
quiénes los ampararon,
qué papel jugó la oscura policía
de la época y sus confidentes…),
sino por razones de orden más
complejo que distan mucho de
tener una respuesta absolutamente
satisfactoria. Así, por citar
tan sólo un ramillete de interrogantes:
¿por qué surge la violencia
individual como táctica en el
seno del movimiento anarquista?;
¿quiénes preconizan ese recurso
y por qué?; ¿qué objetivos
se pretenden conseguir?; ¿cuáles
fueron sus efectos prácticos? 1 .
Centrándonos más en el caso español,
¿qué papel jugaron en todo
ello los factores específicamente
nacionales?; ¿qué consecuencias
se derivaron para el
propio anarquismo y para el con-
HISTORIA
EL TERRORISMO EN ESPAÑA
HACE UN SIGLO
1 Aprovecho la ocasión para remitirme,
en forma casi telegráfica, a un puñado
de obras que pueden proporcionar
una visión global del fenómeno terrorista
en el seno del anarquismo. Hay
amplias alusiones a la violencia anarquista
en diversos países europeos e incluso
americanos en las conocidas obras
de Horowitz, Irving Louis (Selecc. de):
Los anarquistas. La teoría. La práctica, 2
vols., Madrid, 1975; Joll, James: Los
anarquistas, Barcelona, 1968; y Woodcock,
George: El anarquismo, Barcelona,
1979. Por países, habría que destacar el
siempre excepcional caso ruso –Venturi,
Franco: El populismo ruso, Madrid,
1960; Avrich, Paul: Los anarquistas rusos,
Madrid, 1974–, el no muy relevante
modelo alemán –Carlson, Andrew
R.: Anarchism in Germany, Metuchen,
New Jersey, 1972–, la originalidad británica
–MacKercher, William Russell:
Libertarian Thought In Nineteenth Century
Britain: Freedom, Equality and Authority,
Nueva York, 1987–, el ejemplo
italiano –Masini, Pier Carlo: Storia degli
anarchici italiani: da Bakunin a Malatesta
(1862-1892), Milán, 1972;
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO
junto del movimiento obrero?
O, en un contexto ligeramente
distinto, más teórico, resultaría
atractivo establecer una conexión
entre el radicalismo ácrata y el
ambiente “filosófico” finisecular,
insertando la impaciencia libertaria
en un panorama ideológico
más elaborado que tuviera en
cuenta ese explosivo magma de
entresiglos: nihilismo, individualismo,
irracionalismo, nietzscheísmo,
voluntarismo…
Entre las distintas posibilidades
esbozadas o, por decirlo de
manera más radical, en los certeros
términos de Pere Gabriel 2 , en
la ineludible elección entre la
“preocupación detectivesca” y el
“interés por insertar la proble-
Civolani, Eva: L’Anarchismo dopo la Comune:
i casi italiano e spagnolo, Milán,
1981– y, sobre todo, por su influencia
sobre España, el prototipo francés
–Maitron, Jean: Histoire du mouvement
anarchiste en France (1880-1914), 2
vols., París, 1983; Pessin, Alain: La rêverie
anarchiste, 1848-1914, París,
1982; y Manfredonia, Gaetano: L’individualisme
anarchiste en France (1880-
1914), París, 1991–. Para la violencia
anarquista en España en el periodo de
entresiglos, menciono tan sólo el importante
artículo de Romero Maura,
Joaquín: “Terrorism in Barcelona and
its Impact on Spanish Politics, 1904-
1909”, Past and Present, XII, 41, Londres,
diciembre 1968, págs. 130-183, y
mi síntesis sobre El terrorismo anarquista,
1888-1909, Madrid, 1983. Para aspectos
más concretos del caso español,
véase la bibliografía citada en las notas
posteriores.
2 Gabriel, Pere: “Historiografía reciente
sobre el anarquismo y el sindicalismo
en España, 1870-1923”, Historia
Social, núm. 1, pág. 51, Valencia, 1988.
Otro interesante artículo que recoge indirectamente
la bibliografía reciente sobre
el fenómeno anarquista apareció
poco después en la misma revista: Paniagua,
Javier: “Una gran pregunta y
varias respuestas. El anarquismo español
desde la política a la historiografía”,
Historia Social, núm. 12, págs. 31-
57, invierno 1992.
mática terrorista en la dinámica
ideológica del anarquismo”, vamos
a optar aquí decididamente
por esta segunda vía; es decir, por
una evaluación global de la violencia
en la teoría y en la práctica
anarquista durante un periodo
concreto de la España contemporánea,
con todo lo que ello lleva
anejo de ponderación de las
diversas variables –políticas, sociales,
culturales, ideológicas, etcétera–
que pudieron tener una
influencia directa en el surgimiento
y desarrollo de esa táctica.
1. Del contexto internacional
al caso español
Sería una exageración injusta sostener
que los tratadistas del tema
han olvidado el contexto internacional
en el que se insertan
los llamativos atentados de la última
década del siglo XIX en España,
pero es bastante menos
desmesurado llamar la atención
sobre la ausencia de una sistematización
en este terreno, más allá
de las típicas alusiones deslavazadas
a unos cuantos magnicidios;
nos referimos, obviamente,
a la necesidad de un encuadre riguroso
de la táctica de la violencia
individual en la ideología y
en la praxis del movimiento
anarquista internacional. Ese
planteamiento resulta fundamental
para poder entender cabalmente
lo que, para muchos
–en aquel tiempo– y para algunos
–aún en la actualidad–, era
un formidable y sorprendente estallido
de violencia ciega, incomprensible,
empezando por quienes
debían estar mejor informados,
los propios Gobiernos de la
época. Resulta llamativo, en este
sentido, leer en los documentos
reservados del Ministerio de la
Gobernación español, frases co-
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