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milan kundera - Prisa Revistas

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–En realidad, no me hacen<br />

ninguna entrevista. Así que aproveche<br />

la oportunidad… Ahora<br />

soy como la heroína del final de<br />

El bosque de la noche. O algo mucho<br />

peor, el perro que pide un<br />

hueso. Y estoy dispuesto a decir<br />

la verdad… Créame una cosa,<br />

amigo: a mí ya sólo me queda el<br />

consuelo de la transparencia…<br />

–Entonces hábleme de Gatsby…<br />

–De acuerdo, le hablaré de<br />

Gatsby…<br />

Fitzgerald calló unos instantes<br />

antes de decir:<br />

–Mire, basta con leer la novela<br />

con una mínima atención para<br />

sospechar que Gatsby, un pobre<br />

diablo que en realidad se llama<br />

James Gatz, ha sido el gigoló<br />

del millonario Cody…<br />

–Ahora que lo dice…<br />

–También hay razones para<br />

sospechar que el narrador ha tenido<br />

relaciones homosexuales<br />

con el fotógrafo impresentable<br />

del capítulo tercero…<br />

–Correcto…<br />

–Y luego están los amores de<br />

Nick. Si de verdad se ha enamorado<br />

de alguien, ese alguien sólo<br />

puede ser Gatsby, a quien dedica<br />

su melancólica narración, ¿o no?<br />

Asentí sin vacilación tras apurar<br />

mi whisky. Fitzgerald prosiguió:<br />

–También hay razones para<br />

sospechar que el término obsceno<br />

que Nick borra de las escaleras<br />

del abandonado palacio de<br />

Gatsby no es otro que “maricón”.<br />

Tras la desconcertante declaración<br />

de Francis Scott, nos quedamos<br />

un buen rato en silencio.<br />

Finalmente el escritor dijo:<br />

–Le acabo de hablar, camarada,<br />

de la sustancia misma de la<br />

novela, de lo que subyace a<br />

ella… Pero cómo únicamente<br />

Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Eliot leyó El gran Gatsby con<br />

atención, sólo el captó el verdadero<br />

contenido… No ocurrió lo<br />

mismo con Edith Warton, que<br />

me insinuó que tenía que haberle<br />

dado un tono “más heroico” a<br />

la narración de Nick, a fin de<br />

convertirla en “una tragedia en<br />

vez de en un fait divers de los periódicos<br />

de la mañana”. Justamente<br />

lo que en mi obra apunta<br />

decididamente al futuro era lo<br />

que no le gustaba a la inefable<br />

Warton. Pero es que Edith vivía<br />

todavía en la edad de la inocencia.<br />

Esa edad evocada por Nick al<br />

final de la novela como algo de-<br />

F. Scott Fitzgerald<br />

finitivamente perdido para los<br />

americanos, que desde hace<br />

tiempo ya estamos viviendo al<br />

otro lado del paraíso. Yo el primero<br />

de todos… Un privilegio<br />

muy poco envidiable…<br />

–¿Cree usted que sus compatriotas<br />

son conscientes de que<br />

hace ya bastante tiempo que<br />

América está viviendo al otro lado<br />

del paraíso?<br />

–No son conscientes en absoluto.<br />

Ésta es la tierra de la no<br />

conciencia, y muy especialmente<br />

Los Ángeles, por eso es también<br />

la tierra del cine. Aquí sólo<br />

funcionan las obviedades, aquí<br />

se comercia sólo con obviedades,<br />

aquí te matan en defensa de la<br />

obviedad, aquí te tienes que convertir<br />

en un escritor trivial para<br />

sobrevivir, aquí sí que escribir es<br />

morir, amigo Dolfos…<br />

–¿Y por qué no se va de aquí?<br />

–Todavía no puedo… Quiero<br />

imaginar que esto es sólo un purgatorio,<br />

el último purgatorio antes<br />

de la epifanía de la verdadera<br />

seriedad, de la verdadera tranquilidad…<br />

¿Sabe en qué pienso<br />

últimamente? En un cuento de<br />

Tolstoi. No sé si lo conoce, se titula<br />

El padre Sergio… Sergio pertenecía<br />

a la guardia del zar, y<br />

amaba profundamente a su soberano…<br />

Sergio estaba a punto<br />

de casarse con una hermosa mujer…<br />

En vísperas de la boda, ella<br />

le confiesa que ha sido amante<br />

del zar. Sergio se derrumba. Su<br />

código de honor le obliga a enfrentarse<br />

al amante de su novia,<br />

pero, ¿cómo enfrentarse al zar?<br />

Sergio huye de Moscú y se convierte<br />

en un gran asceta, en realidad<br />

en un santo… Pero un día<br />

peca con una retrasada mental y<br />

vuelve a perderse por el ancho<br />

mundo. Se aleja cada vez más de<br />

su origen, se pierde por la infinita<br />

estepa. Al final acaba trabajando<br />

de jardinero en una hacienda<br />

en el confín de Siberia…<br />

Le juro que ahora me gustaría<br />

ser como Sergio. Sueño con<br />

aquella hacienda imposible, en<br />

un lugar imposible…<br />

Casi me dio vértigo escucharlo,<br />

y me envolvió una profunda<br />

sensación de irrealidad.<br />

En aquel café de paredes amarillas,<br />

relucientes cafeteras y grandes<br />

ventanales abriéndose a una<br />

calle tan ancha como inhóspita,<br />

nada podía resultar más irreal<br />

que imaginarse una dacha en los<br />

confines de la estepa. En el café<br />

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