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No gustará a algunos, será utilizado<br />
“para articular con mis palabras el<br />
discurso al que me opongo”; otros,<br />
finalmente, pescarán con malla gruesa para<br />
dejar escapar la razón y capturar tan<br />
sólo los ladrillos de su propio edificio<br />
mental. En el fondo, el proceso de atribución<br />
casi nada tiene que ver con lo que<br />
realmente se dice; no obstante, lo diré: la<br />
propuesta de unificar la enseñanza de la<br />
historia es esencialmente interesante. En<br />
castellano es fundamental la diferencia de<br />
significación entre los participios presente<br />
y pasado de determinados verbos; de ahí<br />
que esta reflexión trate, en esencia, de la<br />
sustancial ruptura epistémica entre el ser<br />
susceptible de generar interés y el constituir<br />
un interés concreto y, por tanto, entre<br />
la concepción interesante y la concepción<br />
interesada.<br />
Sabemos (el viejo saber mediterráneo<br />
basado en lo que se supone que los informadores<br />
intermediarios saben o saben de<br />
otros intermediarios) que la historia la escriben<br />
los vencedores; conocemos, a ciencia<br />
cierta (luego ni lo uno ni lo otro, casi<br />
siempre), que cada Estado se explica a sí<br />
mismo a través de unas raíces que hunde<br />
en un pasado a menudo imposible; padecemos<br />
la ignorancia sobre nuestros particulares<br />
ancestros, de sus luchas, de sus<br />
derrotas, de sus herencias reprimidas y tergiversadas.<br />
Recordamos, con una viveza<br />
endurecida por la pervivencia de muchos<br />
de sus padres en el areópago de la construcción<br />
de la opinión, la explicación de nuestro<br />
ser colectivo basada en la máxima de<br />
Una, Grande y Libre situada en el resbaladizo<br />
y utilísimo tiempo fundante, mítico.<br />
Por ello hay una buena parte de razón en<br />
las voces que se alzan contra la unicidad<br />
reclamada, pero no obsta para que el miedo<br />
a la reinstauración del pasado académico<br />
de nuestro pasado histórico se pueda<br />
ver acompañado de una oculta, y quizá inconsciente,<br />
emulación de intenciones.<br />
MI HISTORIA ES MÍA<br />
ALEJANDRO MIQUEL NOVAJRA<br />
El derecho a la autodeterminación, la<br />
búsqueda de la identidad nacional, sea en<br />
el sentido de nación política o de nación<br />
cultural de Mira, no deberían ser cuestionados;<br />
pero se trata de propuestas políticas<br />
y como tales deben considerarse. Sin embargo,<br />
no son pocos los que, incluso desde<br />
una perspectiva académica, buscan y rebuscan<br />
en la historia particular la razón<br />
diferencial de la historia nacional. Durante<br />
la dictadura franquista la españolidad<br />
nacía con los Reyes Católicos, precedidos<br />
de agnati ucrónicos; se expandía a lo largo<br />
del glorioso imperio para disiparse, misteriosamente,<br />
hasta el advenimiento del<br />
Fuero de los Españoles. Hoy día podemos<br />
oír y leer propuestas que sitúan en los genes<br />
de las huestes de Jaume I la catalanidad<br />
de la Nación Països Catalàns, o en los<br />
factores sanguíneos y antropomórficos de<br />
los agotes la esencia vasca. Mutatis mutandi,<br />
me recuerda a los argumentos pretendidamente<br />
etnológicos que algunos movimientos<br />
feministas americanos de los setenta<br />
reconstruían para “justificar” el<br />
espacio social que la mujer debía recuperar<br />
en la cotidianidad: el matriarcado de<br />
las amazonas. En definitiva, y al margen<br />
del contenido moral, la necesidad universal<br />
de identidad y el discurso político de la<br />
libertad (nacional, de género) vienen a reconstruir<br />
la historia para explicarse, pero<br />
lo hacen en un espacio-tiempo en el que<br />
tales factores no podían aún haberse desarrollado.<br />
Así, la correlación hechos-derechos<br />
termina por situarse en el territorio<br />
de lo cuasi-mítico. Pero avancemos un poco<br />
más. La intención, el deseo y la propuesta,<br />
amalgamados con la derivación<br />
por filiación, acaban por generar dos discursos<br />
profundamente ahistóricos: el de la<br />
etnicidad y el de la atribución moral.<br />
Etnia y nación<br />
Ni los antropólogos se ponen de acuerdo<br />
en el contenido del término etnia. Para al-<br />
gunos es equivalente al genérico pueblo,<br />
los habitantes generacionalmente continuados<br />
de un espacio geográfico delimitado;<br />
para otros supone el referente máximo<br />
de identificación en sociedades que,<br />
en términos de sir Henry Maine, se basan<br />
en el status y no en el contrato. Traduciendo<br />
del criptolenguaje que suele caracterizar<br />
a toda disciplina, la etnia es el marco<br />
máximo de identificación grupal en aquellas<br />
formaciones sociales y culturales donde<br />
cada individuo nace, se hace, se reproduce<br />
y muere dentro de un sistema más o<br />
menos amplio de agrupaciones concéntricas<br />
que predeterminan quién es, qué puede<br />
o no puede hacer, con quién debe o no<br />
relacionarse. Un sistema de organización<br />
tal que la propia individualidad no es socialmente<br />
reconocida en tanto el ser de<br />
cada uno depende de la derivación filiativa<br />
(de quién es hijo), colateral (quiénes<br />
son sus iguales y quiénes no). En definitiva,<br />
una estructura en la que cada miembro<br />
lo es en tanto pertenece a, y es definido<br />
por, una red de reglas, prescripciones y<br />
prohibiciones que le predeterminan, confiriéndole<br />
un determinado status (teóricamente)<br />
invariable.<br />
El contrato, por el contrario, consiste<br />
en la relación inmediata y libremente (obviamente<br />
discutible) establecida por partes<br />
individuales, con independencia del<br />
marco de partida. La idea dieciochesca de<br />
nación nada tiene que ver con aquel universo<br />
social y mucho con éste. En la nación,<br />
mejor aún, en la nación-Estado, el<br />
ciudadano actúa como tal, se inserta en el<br />
tejido social y político sin mediaciones<br />
previas: necesita romper con la idea de<br />
grupo de parentesco, en el ámbito social,<br />
y con la de tribu, estamento, casta, en el<br />
político. Como dice Llobera en su excelente<br />
libro El dios de la modernidad, buscar<br />
en las tribus germánicas o en el propio<br />
Carlomagno a la nación alemana, en el<br />
enfrentamiento entre anglos y normandos<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82