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milan kundera - Prisa Revistas

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No gustará a algunos, será utilizado<br />

“para articular con mis palabras el<br />

discurso al que me opongo”; otros,<br />

finalmente, pescarán con malla gruesa para<br />

dejar escapar la razón y capturar tan<br />

sólo los ladrillos de su propio edificio<br />

mental. En el fondo, el proceso de atribución<br />

casi nada tiene que ver con lo que<br />

realmente se dice; no obstante, lo diré: la<br />

propuesta de unificar la enseñanza de la<br />

historia es esencialmente interesante. En<br />

castellano es fundamental la diferencia de<br />

significación entre los participios presente<br />

y pasado de determinados verbos; de ahí<br />

que esta reflexión trate, en esencia, de la<br />

sustancial ruptura epistémica entre el ser<br />

susceptible de generar interés y el constituir<br />

un interés concreto y, por tanto, entre<br />

la concepción interesante y la concepción<br />

interesada.<br />

Sabemos (el viejo saber mediterráneo<br />

basado en lo que se supone que los informadores<br />

intermediarios saben o saben de<br />

otros intermediarios) que la historia la escriben<br />

los vencedores; conocemos, a ciencia<br />

cierta (luego ni lo uno ni lo otro, casi<br />

siempre), que cada Estado se explica a sí<br />

mismo a través de unas raíces que hunde<br />

en un pasado a menudo imposible; padecemos<br />

la ignorancia sobre nuestros particulares<br />

ancestros, de sus luchas, de sus<br />

derrotas, de sus herencias reprimidas y tergiversadas.<br />

Recordamos, con una viveza<br />

endurecida por la pervivencia de muchos<br />

de sus padres en el areópago de la construcción<br />

de la opinión, la explicación de nuestro<br />

ser colectivo basada en la máxima de<br />

Una, Grande y Libre situada en el resbaladizo<br />

y utilísimo tiempo fundante, mítico.<br />

Por ello hay una buena parte de razón en<br />

las voces que se alzan contra la unicidad<br />

reclamada, pero no obsta para que el miedo<br />

a la reinstauración del pasado académico<br />

de nuestro pasado histórico se pueda<br />

ver acompañado de una oculta, y quizá inconsciente,<br />

emulación de intenciones.<br />

MI HISTORIA ES MÍA<br />

ALEJANDRO MIQUEL NOVAJRA<br />

El derecho a la autodeterminación, la<br />

búsqueda de la identidad nacional, sea en<br />

el sentido de nación política o de nación<br />

cultural de Mira, no deberían ser cuestionados;<br />

pero se trata de propuestas políticas<br />

y como tales deben considerarse. Sin embargo,<br />

no son pocos los que, incluso desde<br />

una perspectiva académica, buscan y rebuscan<br />

en la historia particular la razón<br />

diferencial de la historia nacional. Durante<br />

la dictadura franquista la españolidad<br />

nacía con los Reyes Católicos, precedidos<br />

de agnati ucrónicos; se expandía a lo largo<br />

del glorioso imperio para disiparse, misteriosamente,<br />

hasta el advenimiento del<br />

Fuero de los Españoles. Hoy día podemos<br />

oír y leer propuestas que sitúan en los genes<br />

de las huestes de Jaume I la catalanidad<br />

de la Nación Països Catalàns, o en los<br />

factores sanguíneos y antropomórficos de<br />

los agotes la esencia vasca. Mutatis mutandi,<br />

me recuerda a los argumentos pretendidamente<br />

etnológicos que algunos movimientos<br />

feministas americanos de los setenta<br />

reconstruían para “justificar” el<br />

espacio social que la mujer debía recuperar<br />

en la cotidianidad: el matriarcado de<br />

las amazonas. En definitiva, y al margen<br />

del contenido moral, la necesidad universal<br />

de identidad y el discurso político de la<br />

libertad (nacional, de género) vienen a reconstruir<br />

la historia para explicarse, pero<br />

lo hacen en un espacio-tiempo en el que<br />

tales factores no podían aún haberse desarrollado.<br />

Así, la correlación hechos-derechos<br />

termina por situarse en el territorio<br />

de lo cuasi-mítico. Pero avancemos un poco<br />

más. La intención, el deseo y la propuesta,<br />

amalgamados con la derivación<br />

por filiación, acaban por generar dos discursos<br />

profundamente ahistóricos: el de la<br />

etnicidad y el de la atribución moral.<br />

Etnia y nación<br />

Ni los antropólogos se ponen de acuerdo<br />

en el contenido del término etnia. Para al-<br />

gunos es equivalente al genérico pueblo,<br />

los habitantes generacionalmente continuados<br />

de un espacio geográfico delimitado;<br />

para otros supone el referente máximo<br />

de identificación en sociedades que,<br />

en términos de sir Henry Maine, se basan<br />

en el status y no en el contrato. Traduciendo<br />

del criptolenguaje que suele caracterizar<br />

a toda disciplina, la etnia es el marco<br />

máximo de identificación grupal en aquellas<br />

formaciones sociales y culturales donde<br />

cada individuo nace, se hace, se reproduce<br />

y muere dentro de un sistema más o<br />

menos amplio de agrupaciones concéntricas<br />

que predeterminan quién es, qué puede<br />

o no puede hacer, con quién debe o no<br />

relacionarse. Un sistema de organización<br />

tal que la propia individualidad no es socialmente<br />

reconocida en tanto el ser de<br />

cada uno depende de la derivación filiativa<br />

(de quién es hijo), colateral (quiénes<br />

son sus iguales y quiénes no). En definitiva,<br />

una estructura en la que cada miembro<br />

lo es en tanto pertenece a, y es definido<br />

por, una red de reglas, prescripciones y<br />

prohibiciones que le predeterminan, confiriéndole<br />

un determinado status (teóricamente)<br />

invariable.<br />

El contrato, por el contrario, consiste<br />

en la relación inmediata y libremente (obviamente<br />

discutible) establecida por partes<br />

individuales, con independencia del<br />

marco de partida. La idea dieciochesca de<br />

nación nada tiene que ver con aquel universo<br />

social y mucho con éste. En la nación,<br />

mejor aún, en la nación-Estado, el<br />

ciudadano actúa como tal, se inserta en el<br />

tejido social y político sin mediaciones<br />

previas: necesita romper con la idea de<br />

grupo de parentesco, en el ámbito social,<br />

y con la de tribu, estamento, casta, en el<br />

político. Como dice Llobera en su excelente<br />

libro El dios de la modernidad, buscar<br />

en las tribus germánicas o en el propio<br />

Carlomagno a la nación alemana, en el<br />

enfrentamiento entre anglos y normandos<br />

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82

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