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milan kundera - Prisa Revistas

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Se debe la siguiente reflexión<br />

a dos primeras causas ligadas<br />

entre sí. Una, la contemplación<br />

en la Fundación<br />

Thyssen-Bornemisza, de Madrid,<br />

donde estuvo expuesta desde<br />

noviembre de 1996 hasta febrero<br />

de 1997, de la colección<br />

de Juegos surrealistas, consistente<br />

en 100 cadáveres exquisitos, dibujos<br />

colectivos, de Breton, Picasso,<br />

Dalí, Miró, Eluard, Tanguy,<br />

Lorca, Granell, etcétera. Dicha<br />

exposición, la más exhaustiva<br />

en su género desde la organizada<br />

por André Breton en 1948 en la<br />

galería La Dragonne, de París, ha<br />

sido posible sobre todo, respecto<br />

a su fondo artístico e imaginativo,<br />

gracias al admirable empeño<br />

de Jean-Jacques Lebel, obvio<br />

comisario de la muestra por su<br />

directa relación con los surrealistas,<br />

por su dedicación de años<br />

a seleccionar y reunir 100 artefactos<br />

de entre más del triple<br />

considerados y por las cualidades<br />

mismas de este escritor, en cuanto<br />

lúcido y apasionado intérprete<br />

recreador de las propuestas del<br />

surrealismo y sus inmediaciones<br />

estéticas y filosóficas.<br />

La otra causa parte de la elección<br />

de una rareza contemporánea,<br />

tal vez no contaminada de<br />

falsedad, horror ni desesperanza:<br />

la ingenuidad voluntaria (y seguramente<br />

necesaria) con que se<br />

propone una reconsideración de<br />

más graves relaciones humanas a<br />

partir del fenómeno déjà-vu, pero<br />

tan activo como cuando nació<br />

en 1925, que es el cadáver exquisito.<br />

Ahora bien, entendamos<br />

la condición de in-genuo en un<br />

triple sentido, no sólo etimológico:<br />

como lo cándido candente,<br />

lo noble generoso y lo engendrado<br />

dentro o nacido libre. Es de-<br />

cir: la ingenua rareza se cifra en<br />

suponer que de alguna zona (no<br />

propiamente pictórica en cuanto<br />

a sugestión formal o coloratura<br />

matérica –ni ahora ni entonces–<br />

ni quizá demasiado original) del<br />

cadáver exquisito podría dispararse<br />

un proyectil de transformación<br />

sobre una finca social como<br />

en la que vivimos, minada<br />

por las armas habituales y tan<br />

manifiestamente mejorable. Esa<br />

zona propuesta se sitúa precisamente<br />

en los puntos de conexión<br />

entre los distintos trazos de los<br />

participantes en el juego, o sea,<br />

en un territorio de creatividad<br />

tendente a cero.<br />

Es sabido el procedimiento<br />

surrealista empleado en la elaboración<br />

de cadáveres exquisitos,<br />

gráficos o literarios (aunque nos<br />

centraremos en los primeros),<br />

ocultando sucesivamente cada<br />

colaborador, una vez utilizada en<br />

solitario secreto la parte del papel<br />

de su correspondiente expresión,<br />

signo o grafía elegidos a mayor o<br />

menor conciencia y expectativa<br />

de seguimiento. Así, la hoja de<br />

papel en cuestión se va plegando<br />

tantas veces –menos la de la última<br />

actuación, claro– como<br />

participantes intervengan (casi<br />

siempre no muchos más de tres,<br />

en sentido vertical, de arriba abajo,<br />

y en una hoja rectangular<br />

–gran condicionante este último,<br />

dicho sea de paso, así como<br />

la inercia antropomórfica de los<br />

actantes–).<br />

De todos modos, pocas alternativas<br />

de procedimiento quedarían,<br />

teniendo que aceptar una<br />

superficie convencional de plasmación<br />

que permitiera ir ocultando<br />

zonas tomadas. A un prolongado<br />

hábito repele además la<br />

elemental posibilidad de que, en<br />

todo caso, tal soporte de papel<br />

ARTES PLÁSTICAS<br />

RESURRECCIÓN<br />

DEL CADÁVER EXQUISITO<br />

JOSÉ MARÍA GARCÍA LÓPEZ<br />

plano, más o menos poroso o satinado,<br />

no fuera cuadrado o rectangular,<br />

vertical o apaisado. Ni<br />

qué decir tiene, por otra parte,<br />

que los surrealistas realizaban sus<br />

cadáveres exquisitos poniendo<br />

sobre la mesa materiales e instrumentos<br />

dibujísticos y pictóricos<br />

normalizados por el mercado:<br />

los previsibles productos delineadores<br />

y cromatizadores de<br />

las láminas. Y digamos también<br />

de una vez que su oreada telepatía<br />

amistosa no puede impresionar<br />

en cuanto a la coherencia de<br />

las monstruosidades globales obtenidas.<br />

Es evidente que se busca<br />

lo monstruoso adyacente a lo<br />

monstruoso humano conocido,<br />

según la idea de revolución y relación<br />

marxista que tantos quebraderos<br />

de cabeza supuso en los<br />

años treinta al difícil tándem<br />

Breton-Aragon y a sus múltiples<br />

compañeros de viaje y pasajeros<br />

disidentes o expulsados.<br />

Pero no es esa concatenación<br />

técnica ni el marco previo impuesto<br />

ni la fusión conceptual<br />

antropoteratológica lo que aquí<br />

se pretende analizar o reconducir,<br />

sino esas otras líneas sólo<br />

marcadas por los pliegues de las<br />

hojas, patentes al extenderlas en<br />

virtud de lo que podríamos llamar<br />

memoria del papel o memoria<br />

de la materia en general.<br />

En tales surcos no gráficos, sino<br />

más bien de costura sin hilos, yacen<br />

las partículas discretas donde<br />

los lápices, rotuladores, plumas o<br />

pinceles apenas tocan para despegar<br />

hacia cada espacio adjudicado<br />

a un impuro, pero irremisible,<br />

azar.<br />

Esas partículas devienen entonces<br />

semillas inconcretas pero<br />

de doble efecto, núcleos mínimos<br />

de significación, más que<br />

meros enlaces, apuntando a un<br />

ámbito pasado, arcano e inmediato,<br />

lo mismo que a otro futuro<br />

casi infinitamente misterioso.<br />

Así, el primer interventor en un<br />

cadáver proyectado entrega al segundo<br />

un verdadero y ciego testigo,<br />

igual que éste reenvía un<br />

imparcial mensajero al tercer colaborador,<br />

y así sucesivamente<br />

hasta el fin del espacio. Por unos<br />

instantes que remontan el tiempo<br />

queda flotando en la hoja la<br />

absoluta aceptación de unos<br />

hombres por otros, la entrega<br />

más generosa en interés de todos,<br />

en interés abierto o sin objeto<br />

previo.<br />

Un brote de emoción delicada<br />

surge en los últimos trazos de<br />

cada colaborador. Las líneas vacilan,<br />

se desnudan de su particular<br />

vocación estilística, parecen<br />

temblar ante lo desconocido<br />

de su continuación, de la contradicción<br />

presumible y casi<br />

siempre materializada. A la vez,<br />

la conexión y la partida oscilan<br />

desde esas bases, prolongan respetuosas<br />

las puntas de las ramas<br />

tendidas, las yemas que resultan<br />

a un tiempo radicales cofias zapadoras<br />

o “rizomas de dependencia<br />

recíproca”, según terminología<br />

de Félix Guattari 1 .<br />

Pero tal raíz o brote afectivo<br />

no es de vibración muy distinta<br />

de la de un sentimiento de solidaridad<br />

humana más acostumbrado<br />

a inclusión sociopolítica<br />

que a juego artístico. Y viene, por<br />

ejemplo, a la memoria un gesto,<br />

igualmente exquisito, del protagonista<br />

Dersu de la gran película<br />

de Akira Kurosawa (repuesta<br />

recientemente en cine y televisión)<br />

El cazador: el expresado<br />

1 Félix Guattari: Chaosmose. Éditions<br />

Galilée, París, 1992.<br />

66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n 82

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