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milan kundera - Prisa Revistas

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RICARDO FRANCO<br />

Comencé a preguntar qué le<br />

ocurre a un hombre castrado y<br />

me enteré de que tiene baja la<br />

testosterona, con lo cual desciende<br />

el apetito sexual, el mecanismo<br />

de la erección y la violencia<br />

masculina. Me interesó<br />

mucho contar la historia de un<br />

tío que reacciona sin violencia,<br />

sin seducción, sin todas esas tonterías<br />

habituales de los tíos en las<br />

que se pierde media vida. Hacer<br />

una historia de buenos sentimientos<br />

y de bondad, de generosidad,<br />

no sé si era porque entonces<br />

yo estaba muy blandito.<br />

No tengo una idea muy clara.<br />

A. M. T. ¿Cuándo escribe el<br />

guión con Ángeles González Sinde?<br />

R. F. Comenzamos a mediados<br />

de abril de 1996 y terminamos<br />

la primera versión a primeros<br />

de julio.<br />

Ángeles estaba empeñada en<br />

que hiciésemos una escaleta y yo<br />

sufría porque no tenía ni idea de<br />

por dónde empezar. Por fin empezamos<br />

escribiendo un prólogo<br />

donde se cruzaban la vida de<br />

estos tres, que me gustaba muchísimo,<br />

pero nunca conseguí<br />

convencer a Pedro Costa para<br />

hacerlo.<br />

Una tarde, en la plaza de toros<br />

de Las Ventas, 10 años antes de<br />

empezar la película, estaban los<br />

tres, sin conocerse de nada. La<br />

Tuerta, que tenía unos 10 o 12<br />

años, estaba fuera de la plaza con<br />

uno de esos que tocan la trompeta<br />

y tienen una cabra; dentro,<br />

El guapo de cara, con 16 o 17<br />

años, que saltaba de espontáneo<br />

a la plaza, y El carnicero, con<br />

unos 18 o 19 años, que venía<br />

con su furgoneta para recoger las<br />

criadillas y el lomo de los toros.<br />

Justo cuando el otro saltaba a la<br />

plaza, se oía un grito, se asustaban<br />

los que estaban descuartizando<br />

el toro, se les caía un cuchillo<br />

y era cuando lo castraban.<br />

A él lo llevaban a la enfermería y<br />

se cruzaba con el otro que iba<br />

detenido por la Guardia Civil, y<br />

La Tuerta, que estaba jugando<br />

con una pelotita, veía cómo uno<br />

se iba en una ambulancia y el<br />

otro en un coche de la policía.<br />

Me gustaba mucho que sus vidas<br />

se hubiesen juntado muchos<br />

años antes y luego nadie se acor-<br />

dara de eso, ni lo mencionase.<br />

Era mi manera de explicar, desde<br />

el primer momento, lo que pasaba.<br />

Era el pie forzado más claro<br />

que tenía, Pedro Costa me había<br />

dicho que hiciese lo que me diera<br />

la gana, pero eso debía respetarlo<br />

y me parecía muy bien.<br />

A. M. T. ¿Sobre qué materiales<br />

trabajan? ¿Sobre los guiones anteriores,<br />

sobre una información que<br />

les da Pedro Costa, unos recortes<br />

del periódico de sucesos El Caso,<br />

sobre el hecho real?<br />

R. F. Intentamos trabajar sobre<br />

el guión de Carlos Pérez Merinero<br />

y Álvaro del Amo. No podíamos<br />

utilizar nada del de<br />

Juanma Bajo Ulloa; entonces Pedro<br />

Costa y él ya estaban enzarzados<br />

en líos judiciales. A mí me<br />

gustaba más el guión de Bajo<br />

Ulloa, estaba mucho más trabajado,<br />

pero era una exuberancia<br />

de violencia.<br />

A. M. T. La etapa en que escribe<br />

el guión, ¿cómo se encontraba de<br />

salud?<br />

R. F. Fatal. Veía fatal. Era la<br />

primera vez que me daba cuenta<br />

de que cada vez veía peor, que si<br />

no tenía un poco de suerte, mi<br />

vista se iba al garete. Cuando acabamos<br />

el guión ya estaba ilusionado<br />

porque me gustaba mucho.<br />

A. M. T. ¿Lo escribe en plena<br />

depresión?<br />

R. F. Sí; de todas formas, las<br />

depresiones, que yo haya sido<br />

consciente, nunca me han durado<br />

demasiado, una semana como<br />

mucho. Sin embargo, tengo<br />

la sensación de que el verano de<br />

1996, hasta que me operaron a<br />

finales de septiembre, estaba dentro<br />

de una depresión constante.<br />

No tenía consciencia de estar deprimido,<br />

pero no salía, recibía en<br />

la oscuridad de mi casa. Estaba<br />

desanimado, pero me acostumbro<br />

enseguida, o creo acostumbrarme,<br />

a cualquier situación.<br />

Ángeles estaba empeñada en<br />

que hiciésemos una escaleta y yo<br />

lo que quería era que nos pusiéramos<br />

a escribir. Sabía que al escribir<br />

los personajes comienzan a<br />

ser ellos mismos. Lo bueno de<br />

este guión es que enseguida los<br />

personajes comenzaron a funcionar<br />

por su cuenta. Los diálogos<br />

me salían con bastante flui-<br />

dez, sabía lo que tenían que decir,<br />

sabía que estaba en un territorio<br />

complicado porque uno de<br />

ellos era un tío que tenía que hablar<br />

como los de la calle y odiaba<br />

esa idea.<br />

Tenía una relación divina con<br />

Ángeles, de hablar de muchas cosas,<br />

de esas que salen con un<br />

guión, pero también un odio<br />

profundo porque trataba de imponerme<br />

su disciplina inglesa.<br />

Llegaba, abría su ordenador, se<br />

lo ponía sobre las rodillitas y decía<br />

“venga, vamos”. Yo empezaba<br />

a marear la perdiz, de manera<br />

que solíamos quedar por la mañana<br />

y no empezábamos a escribir<br />

hasta por la tarde, después de<br />

comer y dormirme un ratito. A<br />

menos que nos hubiese quedado<br />

algo pendiente del día anterior y<br />

lo terminásemos por la mañana.<br />

A las ocho o nueve de la noche,<br />

yo estaba con muy pocas ganas y<br />

lo dejábamos. Tenía la sensación<br />

de que Ángeles pensaba: “¡Qué<br />

vago! ¡Es un vago!”. Sin embargo,<br />

en dos meses teníamos una versión<br />

del guión casi definitiva.<br />

A. M. T. ¿No cree que eso se debe<br />

a que se encontró con unos personajes<br />

y una historia que le iban<br />

mucho?; pertenecen a los seres marginales<br />

que tanto le interesan.<br />

R. F. Eso es una cosa que dicen<br />

ustedes, los críticos. Puede ser,<br />

pero no tengo conciencia de mi<br />

interés por los personajes marginales.<br />

A. M. T. Siempre aparecen en<br />

sus mejores películas. Desde Pascual<br />

Duarte (1975) hasta Después<br />

de tantos años (1994), pasando<br />

en menor medida por Los<br />

restos del naufragio (1978), por<br />

no hablar de sus trabajos para televisión.<br />

R. F. Lo que sí sé es que la<br />

marginalidad de La Tuerta y El<br />

guapo de cara son por decisión<br />

propia. En la historia original no<br />

era una puta, sino una señora de<br />

barrio que tenía un amante, que<br />

se casa con El Manso y luego<br />

vuelve con el amante, no era una<br />

que iba haciendo la calle. El guapo<br />

de cara, el amante, era el típico<br />

chulillo de barrio, pero tenía<br />

un empleo, vendía libros a domicilio<br />

o lencería fina. Eran personajes<br />

más normales. La histo-<br />

ria que me dio Pedro Costa no<br />

tenía complicaciones, sólo tenía<br />

dos pies forzados: que el tío estuviese<br />

castrado –el primer<br />

guión se llamaba El marido castrado–<br />

y que los tres viviesen<br />

juntos. Lo que a mi me interesaba<br />

eran las relaciones entre estas<br />

tres personas que vivían juntas,<br />

él, su mujer y el amante de<br />

su mujer. En el primer guión le<br />

daban palizas, le rompían los<br />

brazos, le dejaban inútil para el<br />

trabajo, pero eso no me interesaba<br />

en absoluto.<br />

A. M. T. ¿Alguna vez pensó que<br />

La buena estrella cuenta, a grandes<br />

rasgos, la misma historia que<br />

Intruso (1993), la mujer que vive<br />

en la misma casa con su marido<br />

y su amante?<br />

R. F. Antes de que Álvaro del<br />

Amo escribiese Intruso y Vicente<br />

Aranda la dirigiese, una vez Pedro<br />

Costa me planteó hacer un<br />

nuevo episodio en la segunda<br />

parte de la serie La huella del crimen<br />

y, entre las historias que tenía,<br />

elegí esa. Era una historia<br />

que ocurría en Santander a principios<br />

de siglo, en la que una jovencilla<br />

de buena sociedad perdía<br />

los estribos por un dentista,<br />

pero cuando se quedaba embarazada,<br />

el dentista se iba a Cuba<br />

y ella se casaba con otro, que<br />

aceptaba el niño que no era suyo<br />

y además tenía otro con él. El<br />

problema se planteaba cuando,<br />

años después, el dentista volvía<br />

de Cuba tuberculoso. Entonces<br />

ella no se acostaba con él, como<br />

ocurría en la película de Aranda,<br />

sino que él le proponía que le<br />

envenenase, porque estaba sufriendo<br />

mucho, y ella se negaba.<br />

A. M. T. Con lo que todavía se<br />

parece más a La buena estrella.<br />

R. F. Sí. No. Una parte desde<br />

luego. También se lo pedía al marido,<br />

pero también se negaba. El<br />

tipo moría, pero al cabo de cierto<br />

tiempo desenterraban el cadáver<br />

y estaba lleno de arsénico. Los<br />

detenían a los dos y en el juicio<br />

ambos decían que lo habían envenenado.<br />

Era el primer juicio<br />

que hubo en España con jurado.<br />

Todo era una venganza: él se había<br />

envenenado, pero lo había<br />

hecho de manera que pareciese<br />

que habían sido los otros.<br />

74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82

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