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milan kundera - Prisa Revistas

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C<br />

asi desde su llegada al poder,<br />

Castro tuvo en el<br />

punto de mira a la prensa.<br />

Primero se incautó de todos los<br />

medios de comunicación que<br />

habían servido a Batista o que<br />

apañadamente le pertenecían:<br />

los periódicos Alerta, Pueblo,<br />

Ataja, Mañana, la revista Gente,<br />

la emisora de Radio Mambí, y<br />

otros. De inmediato, igualmente,<br />

Revolución, órgano del Movimiento<br />

Veintiséis de Julio, salió<br />

de la clandestinidad y ocupó la<br />

redacción y los talleres de Alerta.<br />

Como cuando era impreso en<br />

mimeógrafo en los años de la<br />

dictadura batistiana y luego como<br />

una simple hoja también tirada<br />

a mimeógrafo en la Sierra<br />

Maestra, su director –que había<br />

sido su fundador– fue Carlos<br />

Franqui. En poco tiempo se convirtió<br />

en uno de los periódicos<br />

más vendidos de Cuba, pues representaba<br />

a la revolución, era<br />

como la voz de la revolución, y el<br />

público sentía avidez por leerlo.<br />

Castro permitió también que<br />

volviera a editarse Hoy, portavoz<br />

de los comunistas cubanos y que<br />

había sido clausurado por el presidente<br />

Carlos Prío Socarrás en<br />

1950, sin que el Gobierno de<br />

Batista levantara la prohibición<br />

que pesaba sobre él a pesar de<br />

que secretamente el partido había<br />

buscado que el general se lo<br />

devolviera. Pero, a diferencia de<br />

1940, el ex sargento taquígrafo<br />

no quería trato con ellos. La luna<br />

de miel entre el comunismo y<br />

el batistato había cesado.<br />

El primer choque de Castro<br />

con la prensa se produjo en fecha<br />

tan temprana como enero de<br />

1959, y sorprendió a todo el<br />

mundo. Ocurrió porque el semanario<br />

humorístico Zig-Zag<br />

publicó una caricatura de Fidel<br />

que mostraba a éste subiendo de<br />

nuevo a la Sierra Maestra, pero<br />

no rodeado de barbudos sino de<br />

bombines, esto es, de aduladores<br />

y trepadores de ocasión. Era una<br />

advertencia que el popular magacín<br />

quería hacerle para que se<br />

cuidara de los oportunistas que<br />

no habían hecho nada durante<br />

la lucha contra Batista, pero que<br />

ahora querían engancharse al carro<br />

de la revolución. Mas en vez<br />

de tomarlo así, como una advertencia<br />

que se le hacía, el comandante<br />

estimó aquella caricatura<br />

lesiva para su persona, como una<br />

forma de erosionar su prestigio, y<br />

en un mitin que se efectuó en la<br />

compañía petrolera Shell y que<br />

estaba siendo transmitido por la<br />

radio y la televisión, atacó duramente<br />

al semanario. Yendo más<br />

allá de lo que la caricatura podía<br />

significar (aunque aludió a ella<br />

diciendo que él jamás había estado<br />

rodeado de bombines ni lo<br />

estaría en su vida, que aquello<br />

era insultante y una calumnia),<br />

declaró que él nunca impondría<br />

la censura de prensa, pero que sí<br />

podía pedirle al pueblo que no<br />

comprara ninguna publicación<br />

que fuera contrarrevolucionaria.<br />

Tal fue el impacto de sus palabras<br />

que los vendedores callejeros<br />

de periódicos se negaron a<br />

vocear el siguiente número de<br />

Zig-Zag, e igual hicieron los dueños<br />

de estanquillos no poniéndolo<br />

a la venta. Asimismo, muchos<br />

de sus lectores habituales<br />

no osaron comprarlo, bien por<br />

solidaridad con el jefe de la revolución,<br />

bien por miedo a ser tildados<br />

de contrarrevolucionarios.<br />

De esta magnitud era el dominio<br />

que Castro ejercía ya sobre la población.<br />

Su guerra contra la prensa se<br />

había desencadenado. A propó-<br />

POLÍTICA<br />

CÓMO DESAPARECIÓ LA PRENSA<br />

INDEPENDIENTE EN CUBA<br />

CÉSAR LEANTE<br />

sito del fusilamiento de los “criminales<br />

de guerra” (el famoso<br />

“paredón”), que en el extranjero<br />

empezaba a ser visto como un<br />

“baño de sangre”, Castro también<br />

comenzó a atacar con más<br />

frecuencia a las agencias internacionales<br />

de noticias, sobre todo a<br />

las norteamericanas AP y UPI.<br />

Pero en sus diatribas incluía a la<br />

inglesa Reuter y a la francesa<br />

AFP, así como “a todas las P del<br />

mundo”. En sus ataques utilizaba<br />

un lenguaje “nacionalista” que tenía<br />

mucho de demagogo. Procuraba<br />

presentar las informaciones<br />

de las agencias internacionales no<br />

como dirigidas a su persona, ni<br />

siquiera al Gobierno revolucionario,<br />

sino a Cuba, al pueblo cubano,<br />

al que querían enlodar<br />

mostrándolo como criminal ante<br />

los ojos de la opinión pública<br />

mundial. La prensa local tampoco<br />

se libraba de su furia, y para él<br />

la mayoría de los rotativos cubanos<br />

eran “reaccionarios”, si no<br />

“contrarrevolucionarios”, con la<br />

excepción de Revolución y Hoy.<br />

Se alcanzó lo hiperbólico. Así,<br />

respaldándolo en su gresca, en la<br />

guerra particular de Castro contra<br />

la prensa, el ministro de Educación,<br />

Armando Hart, llegó a<br />

decir en una asamblea de periodistas<br />

que sólo él, Castro, le decía<br />

la verdad al pueblo. “Cuando el<br />

doctor Castro habla”, afirmó con<br />

rotundidad, “habla por todo el<br />

pueblo y, por tanto, expresa la<br />

opinión pública”. Con otras palabras:<br />

que Castro era la voz del<br />

pueblo. No obstante, antes de<br />

lanzarse a un ataque frontal contra<br />

la prensa que él llamaba “burguesa”,<br />

Castro buscó tener como<br />

aliados a los que la hacían materialmente:<br />

los obreros de los talleres<br />

y los periodistas. Más fácilmente<br />

podía contar con los<br />

primeros que con los segundos,<br />

ya que, como trabajadores que<br />

eran, aquéllos no podían vacilar<br />

en una elección entre sus patronos<br />

y una “revolución social” como<br />

la que se estaba haciendo.<br />

Con los periodistas era distinto,<br />

pues ellos estaban acostumbrados<br />

a hacer de la crítica su instrumento<br />

más idóneo, y desde<br />

las páginas de diarios como Prensa<br />

Libre, Información, El Mundo,<br />

El País, reclamaban el cese de los<br />

fusilamientos, la convocatoria a<br />

elecciones, el restablecimiento de<br />

la Constitución del 40. Ello les<br />

valía ser blanco perenne de los<br />

ataques de Revolución y Hoy, que<br />

no apartaban de su colimador –o<br />

de la célebre “mirilla telescópica”<br />

del rifle del comandante en<br />

jefe en la Sierra Maestra– a sus<br />

“colegas”.<br />

Por su lado, Fidel Castro no<br />

perdía ocasión de agredir a la<br />

prensa. Así, cuando Pedro Díaz<br />

Lanz, que era el jefe de su fuerza<br />

aérea, desertó y huyó con su familia<br />

a Miami, acusó a los periódicos<br />

de no escribir ni una sola<br />

letra contra el “traidor”. Y<br />

cuando injustamente puso preso<br />

a Huber Matos (condenándolo a<br />

20 años de prisión), a pesar de<br />

haber sido el segundo comandante<br />

con que contó el Ejército<br />

Rebelde y que en el momento<br />

de su detención era el jefe militar<br />

de Camagüey, estalló contra la<br />

prensa que había publicado la<br />

carta de renuncia de Matos. Luego,<br />

cuando en diciembre de<br />

1959 se celebró el juicio, un juicio<br />

amañado, sumarísimo, que<br />

no tuvo sino una sola sesión y<br />

en el que apenas se le dio oportunidad<br />

a Huber Matos de defenderse,<br />

con un tribunal absolutamente<br />

parcializado, Castro,<br />

al terminar el proceso en el cual<br />

68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82

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