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Interesado desde siempre por<br />
los personajes marginados, la<br />
obra de Ricardo Franco (Madrid,<br />
1949) se divide en dos<br />
grandes y divergentes apartados.<br />
Por un lado se sitúan sus desiguales<br />
y conocidas películas, entre<br />
las que destacan Pascual<br />
Duarte (1975), y por otro sus<br />
menos conocidos, pero mucho<br />
más interesantes, trabajos para<br />
televisión. Desde la durísima trilogía<br />
de documentales de la serie<br />
Un mundo sin fronteras, integrada<br />
por La canción del condenado<br />
(1992), sobre la pena de muerte<br />
en Estados Unidos, El cielo caerá<br />
sobre la tierra (1992), sobre los<br />
indios yanomami, y La muerte<br />
en la calle (1992), sobre los niños<br />
de Brasil, hasta el magnífico episodio<br />
El crimen de las estanqueras<br />
de Sevilla (1991), dentro de la serie<br />
de ficción de televisión La<br />
huella del crimen, producida por<br />
Pedro Costa.<br />
Sólo recientemente ambos caminos<br />
se unen para dar lugar a<br />
las dos mejores películas realizadas<br />
por Ricardo Franco. El documental<br />
Después de tantos años<br />
(1994), donde a través de las vivencias<br />
de los hermanos Michi,<br />
Leopoldo y Juan Luis Panero desarrolla<br />
algunas consideraciones<br />
sobre la degradación física que<br />
lleva a la muerte, y La buena estrella<br />
(1997), una historia de ficción,<br />
donde vuelve a colaborar<br />
con el productor Pedro Costa,<br />
para exponer una dura visión de<br />
la sociedad española, muy alejada<br />
de la que presenta el cine de manera<br />
tradicional.<br />
Como todas las películas en<br />
que interviene Pedro Costa, tanto<br />
en sus facetas de productor,<br />
guionista o director, La buena estrella<br />
está basada en hechos reales,<br />
esta vez en un suceso criminal<br />
81 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ocurrido a principios de los años<br />
ochenta, pero Ricardo Franco ha<br />
tenido la habilidad de convertirlo<br />
en una intensa historia de<br />
amor triangular entre seres marginados.<br />
Algo que queda muy<br />
cerca de su personal sensibilidad<br />
y hace que la película sea su obra<br />
maestra, una de las mejores producciones<br />
españolas de los últimos<br />
años. Dividida en tres partes,<br />
subtituladas con los apodos<br />
de cada uno de los personajes<br />
principales, La Tuerta, El bonito<br />
de cara y El Manso, narra las<br />
complejas relaciones sentimentales<br />
que se establecen a lo largo<br />
de 10 años entre el carnicero castrado<br />
Rafael (Antonio Resines),<br />
la joven prostituta Marina (Maribel<br />
Verdú) y el delincuente común<br />
Daniel (Jordi Mollà).<br />
Ricardo Franco parte de la dureza<br />
de un relato realista para hacer<br />
una profunda indagación en<br />
torno a la personalidad de sus<br />
tres personajes y llegar a la conclusión<br />
de que, a pesar de las diferencias<br />
que los separan, en el<br />
fondo los tres son muy parecidos,<br />
son seres marginales, distintas<br />
caras de una misma moneda,<br />
que solos están perdidos en la vida<br />
pero juntos llegan a completarse<br />
al apoyarse unos en otros, lo<br />
que da lugar a una historia de<br />
amor de una gran dureza, pero<br />
que encierra una enorme humanidad<br />
y amor. Rodada con una<br />
gran serenidad, fuerza y amor,<br />
con un hábil juego de primeros<br />
planos y planos generales, a este<br />
nivel La buena estrella se caracteriza<br />
por el gran poder de síntesis<br />
de Ricardo Franco y su maestría<br />
para jugar con las elipsis narrativas.<br />
Además consigue que Antonio<br />
Resines cree un gran personaje<br />
dramático, el mejor papel<br />
de una irregular carrera volcada<br />
CINE<br />
RICARDO FRANCO<br />
Sobre ‘La buena estrella’<br />
DIÁLOGO CON AUGUSTO M. TORRES<br />
hacia la comedia, y también que<br />
Maribel Verdú esté espléndida en<br />
una de sus mejores actuaciones,<br />
entre las que se mueve con algunos<br />
excesos Jordi Mollà.<br />
Muy bajo de forma a niveles<br />
físicos y mientras le hacían diferentes<br />
operaciones oculares, Ricardo<br />
Franco escribe y dirige La<br />
buena estrella, la mejor de sus películas,<br />
que fue una de las producciones<br />
españolas de mayor recaudación.<br />
Tras nuevas operaciones<br />
en los ojos, ha permanecido<br />
varios meses encerrado en su castiza<br />
casa de la madrileña calle de<br />
Embajadores retocando el guión<br />
de Lágrimas negras, su próxima<br />
película, con Ángeles González<br />
Sinde. Hace poco ha sufrido un<br />
infarto y una operación de corazón,<br />
pero se dispone a comenzar<br />
el rodaje con Ariadna Gil, Fele<br />
Martínez y Elena Anaya como<br />
protagonistas.<br />
Augusto M. Torres. ¿Cuáles<br />
son los orígenes de La buena estrella?<br />
Ricardo Franco. Hace muchos,<br />
muchos años, un día me<br />
llamó el productor Pedro Costa y<br />
me dijo: “Ricardo, ¿me puedes<br />
hacer un favor? Tengo un problema<br />
con la película que iba a<br />
dirigir Juanma Bajo Ulloa. Necesito<br />
que esta misma noche te<br />
leas el guión de Carlos Pérez Merinero<br />
y Álvaro del Amo y me<br />
firmes un contrato para dirigirlo<br />
tú. Tengo que presentarlo mañana<br />
en el Ministerio de Cultura”.<br />
Le dije que le firmaba un contrato<br />
ahora mismo, si lo necesitaba<br />
para asuntos de papeleo, pero<br />
que eso no quería decir nada.<br />
Me imagino que debió de hacer<br />
las paces con Bajo Ulloa y no volvimos<br />
a hablar de este asunto.<br />
Sin embargo, he de reconocer<br />
que tiempo antes, cuando Pedro<br />
Costa me contó que, según<br />
aquel plan de subvenciones que<br />
hubo una sola vez en el Ministerio,<br />
tenía tres películas para hacer,<br />
me escoció que dijese que<br />
iba a hacerlas con jóvenes directores.<br />
Por primera vez en mi vida<br />
me vi excluido de los jóvenes<br />
directores. Como nos había ido<br />
muy bien en la primera parte de<br />
la serie La huella del crimen con<br />
El caso del cadáver descuartizado<br />
(1985), hasta el punto que repetí<br />
en la segunda parte con El crimen<br />
de las estanqueras de Sevilla<br />
(1991), él estaba contento con<br />
mi trabajo e incluso nos habían<br />
dado premios en diversos festivales,<br />
creía que me daría alguna,<br />
pero me habló de que las harían<br />
Urbizo, Bajo Ulloa y él.<br />
Aunque luego las hemos hecho<br />
él y yo.<br />
No volví a saber nada más de<br />
aquello hasta que leí en los periódicos<br />
que Pedro Costa y Juanma<br />
Bajo Ulloa se atacaban verbalmente.<br />
Algún tiempo después,<br />
estando en Barcelona, Pedro Costa<br />
me ofreció hacerla. Sabía que él<br />
estaba en un apuro, pero yo estaba<br />
en un apuro aún mayor. En<br />
aquel momento había ido a la clínica<br />
de Barraquer para que me<br />
viera los ojos, me dijo las cosas<br />
de manera muy cruda, me ofreció<br />
unas soluciones muy drásticas, y<br />
yo estaba en uno de los peores<br />
momentos de esta historia. Le dije<br />
que sí, pero con la condición<br />
de variar el guión. El de Álvaro<br />
del Amo y Carlos Pérez Merinero<br />
no me gustaba. Tenía toda la<br />
pinta de ser un embolado que Pedro<br />
Costa les había obligado a escribir<br />
en 15 días para presentarlo<br />
al Ministerio. Me comprometí a<br />
hacer un guión mejor, pero distinto,<br />
sin la violencia que tenía<br />
aquel.<br />
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