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milan kundera - Prisa Revistas

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MI HISTORIA ES MÍA<br />

diante la positivación del rasgo fisiológico<br />

socializado, culturizado e incluso racializado<br />

que se utiliza para su segregación. El<br />

penúltimo episodio de este proceso, la islamización<br />

ad hoc, hunde sus raíces en la<br />

dificultad inherente a la estructura social<br />

americana y a la explicación dominante<br />

de la americanidad para apropiarse o utilizar<br />

el referente musulmán. Aunque con<br />

componentes diferentes y una pertinencia<br />

más claramente histórica, parte de la actualidad<br />

argelina se sustenta en contradicciones<br />

similares. El hilo de la argumentación<br />

misma entreteje la etnicidad agnaticia con<br />

la identidad, con la historicidad moral y,<br />

ahora, con la ideología. En el tapiz que<br />

comienza a dibujarse en nuestro telar la<br />

construcción de la historia manifiesta ya<br />

la diversidad de sus componentes y lo improcedente<br />

de creer que tan sólo la materia<br />

académica es el ojo de la aguja donde<br />

se enhebra el tiempo.<br />

Daré un par de apuntes inmediatos y<br />

sumamente cotidianos ejemplificadores<br />

del mecanismo de articulación interpretativa<br />

de la historia basado en la construcción<br />

ideológica. Cojamos un crucigrama<br />

de un dominical de cualquiera de los periódicos<br />

locales, provinciales o estatales y<br />

observemos el contenido de las siguientes<br />

definiciones: “mata en Irlanda”, “dictador<br />

suramericano”, “fanáticos criminales del<br />

Mediterráneo sur”. Automáticamente<br />

tendremos que responder, si queremos<br />

completar el pasatiempo, “IRA”, “Castro”,<br />

“FIS”, aunque pensemos en G-6,<br />

Fujimori y Ejército Argelino (sin negar la<br />

posible coincidencia con las respuestas requeridas).<br />

Eso no es historia, se responderá<br />

rápidamente; se trata tan sólo de un<br />

entretenimiento voluntario que nada tiene<br />

que ver con lo argumentado. Sin embargo,<br />

estos inocentes juegos no son otra<br />

cosa que condensaciones ideológicas de<br />

toda una línea de pensamiento que pretende<br />

ser y tiende a ser hegemónica; si<br />

queremos, una pequeña y sutil metáfora<br />

activa y efectiva de la monodimensión<br />

creciente de la visión de la realidad, también<br />

en su dimensión histórico-ética, que<br />

no es en absoluto exclusiva de los dictata<br />

imperatorum. La heroicidad de los propios<br />

y la mezquindad de los ajenos aparece<br />

como un continuum: los barbarum romanos<br />

son civilizatoriamente, luego moralmente,<br />

inferiores; el Blad-al-Siba<br />

magrebí, desde Ibn Bâttuta, Ibn-Jaldum o<br />

el Sultanato pre, inter y poscolonial, es el<br />

territorio ingobernable; el Mossad, terrorismo<br />

puro para el protectorado inglés de<br />

Palestina, pero Agencia de Inteligencia<br />

para el Israel actual y sus aliados; Al-Fha-<br />

tá, el Ejército de Liberación de la OLP y<br />

el más irracional de los entes criminales<br />

para los Estados occidentales de los setenta<br />

y ochenta; el Kurdistán, pueblo oprimido<br />

si Sadam Husein lo agrede, pero<br />

grupos paramilitares desestabilizadores si<br />

es el Gobierno de Ankara quien lo ataca y<br />

niega. La historia se construye así diariamente,<br />

individual y psicológicamente, en<br />

el retrete matutino de cada uno.<br />

Puede que en realidad esté hablando<br />

de política en el sentido institucional y<br />

profesionalizado que, desgraciadamente,<br />

se está instituyendo como denotación<br />

única del término; de ideología como instrumento<br />

de su justificación y efectividad.<br />

La historia como disciplina académica<br />

trasciende estas limitaciones para buscar<br />

la objetividad explicativa y analítica. Pero<br />

no debemos reificar: la materia y su docencia<br />

no existen al margen del ámbito de<br />

su acción y de su constitución. Por ejemplo,<br />

con independencia de su distribución<br />

lectiva, no debería ser nunca, en base al<br />

principio nominativo como mínimo, ni<br />

antigua ni medieval ni contemporánea: se<br />

supone (y es mucho suponer) que hablamos<br />

de un proceso, mecánico para unos,<br />

contradictorio para otros, teleológico desde<br />

ciertas perspectivas, azaroso desde<br />

otras, pero no de compartimentos estancables.<br />

¿Por qué, entonces, es tan frecuente<br />

hallar esta fragmentación? Según el discurso<br />

holístico e interrelacional que vengo<br />

manteniendo, parece que es necesario cerrar<br />

cada época periódicamente (en los<br />

dos sentidos del término) para poder<br />

usarla en el presente. La continuidad y la<br />

contigüidad del devenir de los hechos<br />

rompen la esencia moral que frecuentemente<br />

se necesita para explicar el por qué<br />

de diferencias queridas o deseablemente<br />

manipulables: una vez definido el marco<br />

moral impoluto del nosotros (razonamiento<br />

que sin duda hubiese encantado a<br />

la doctora Douglas), debemos apestar a<br />

los otros así como a la parte histórica de<br />

nosotros mismos que no conviene, atribuyéndola<br />

al hecho innegable –y aquí socializo<br />

y extiendo en el tiempo el paradigma<br />

existencialista de Sartre– de que “el<br />

mal siempre es ajeno” (“el infierno son los<br />

otros”).<br />

Historia, política<br />

(institucionalizada) y clases sociales<br />

Según hemos visto existe una visión de la<br />

historia, no ya fragmentada (cada grupo<br />

habla de la historia que reconstruye), sino<br />

fractal, casi calidoscópica. Pero la hemos<br />

observado desde la perspectiva de las<br />

identidades en base a la nación, el Estado-<br />

nación o la grupalidad, de cualquier especie,<br />

recobrada. Ya he comentado la utilidad<br />

política de esta vía, y en esa narración<br />

hemos comprobado cómo la sociedad y<br />

su proceso son relegados para construir la<br />

unidad común. Pero el debate de la autodeterminación<br />

de los pueblos contiene y,<br />

casi siempre, oculta el conflicto interno.<br />

Sin entrar en las continuas incongruencias<br />

de las propuestas políticas, las historias<br />

parciales, fractales o imperiales (interpretación<br />

ad libitum para lo que hace al<br />

caso) hablan de la nación, del pueblo, como<br />

entidades cohesionadas. Aún hoy día<br />

oímos en ciertas universidades cómo el<br />

advenimiento del nazismo en los treinta<br />

es independiente de la destrucción de la<br />

Liga Espartacus, de la previa fuerza gubernamental<br />

de la socialdemocracia, de la<br />

gran crisis económica contemporánea a<br />

los hechos. Tenemos versiones de la guerra<br />

civil española donde el POUM, la<br />

CNT son meros comparsas; a menudo<br />

los perdedores reivindican la exigencia de<br />

mostrar la verdad, rompiendo con la vieja<br />

historia franquista, pero de nuevo, mediante<br />

el mecanismo de separación-agregación,<br />

sitúan a las milicias anarquistas o<br />

poumistas en el infierno de la traición.<br />

Las atrocidades nazis o los gulag estalinistas<br />

ocupan merecidos capítulos de la crónica<br />

del siglo XX, al tiempo que las posiciones<br />

colaboracionistas anglogermanas<br />

de los inicios de la Segunda Guerra Mundial,<br />

los campos de concentración norteamericanos,<br />

los bombardeos de fósforo<br />

aliados, Nagashaki o Hiroshima son analizados<br />

aún bajo la idea del “mal menor”:<br />

mientras tanto, ni una palabra sobre los<br />

intereses de las burguesías europea, americana,<br />

la naciente japonesa y la idoneidad<br />

de la función aniquiladora de las dictaduras<br />

sobre la tendencia al alza de la conciencia<br />

de los proletarios del periodo. Se<br />

nos presenta una transición democrática<br />

de España en la que el –en ese momento–<br />

casi inexistente PSOE “del interior” todo<br />

lo hizo, sin que LCR, MC, PTE, ORT, el<br />

propio PCE y tantos y tantos movimientos<br />

y organizaciones hubiesen tan siquiera<br />

tocado por un momento la realidad social<br />

y política del proceso; mientras, largas<br />

trayectorias de carreras políticas gestadas<br />

en la dictadura adquieren el aura del “trabajo<br />

desde dentro”. Se reconvierten y ensalzan<br />

comportamientos entonces ignorados,<br />

desechados o recriminados en heroicos<br />

y patrióticos constructores de la<br />

libertad.<br />

De la Comuna de París sólo se habla<br />

extensamente en textos especializados; la<br />

Revolución Rusa se piensa desde Brez-<br />

42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82

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