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por sí sola; sería tan atractiva como<br />
los cuentos menos conseguidos<br />
de Scott Fitzgerald; una minucia<br />
para su talento. La mirada<br />
del escritor de raza es mucho más<br />
que eso; es una mirada sobre el<br />
mundo. Cuando se tiene una<br />
mirada sobre el mundo, lo que<br />
esa mirada muestra es un mundo.<br />
Estilísticamente, podemos<br />
buscar un ejemplo. El texto que<br />
reproducíamos antes era una mera<br />
descripción: puro talento para<br />
descubrir lo significativo de un<br />
paisaje, pero nada más. Veamos<br />
ahora este otro texto, tomado de<br />
El gran Gatsby:<br />
“El único objeto<br />
completamente inmóvil<br />
que había en el cuarto<br />
era un enorme sofá<br />
en el que dos jóvenes<br />
estaban encaramadas como<br />
si se tratara de un globo<br />
cautivo. Ambas iban<br />
de blanco, y sus vestidos<br />
se agitaban y flameaban<br />
como si la brisa acabara<br />
de devolverlas al punto<br />
de partida después de<br />
un breve vuelo en torno<br />
a la casa. Debí permanecer<br />
inmóvil unos momentos<br />
escuchando el restallar<br />
de los visillos y el chirrido<br />
de una cuadro contra<br />
la pared. Luego se oyó<br />
el ruido violento de las<br />
ventanas traseras al cerrarlas<br />
Tom Buchanan, con lo que<br />
el viento aprisionado perdió<br />
su fuerza, y los visillos<br />
y los tapices y las dos<br />
muchachas descendieron<br />
lentamente hasta el suelo”.<br />
Es la aparición de Daisy –y<br />
de su amiga– ante los ojos del<br />
narrador. Si comparamos los dos<br />
textos, la diferencia de intención<br />
es evidente. El primero sólo es<br />
Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Scott Fitzgerald<br />
una descripción paisajística que<br />
el autor necesita como ciclorama<br />
de una situación; el segundo,<br />
por el contrario, contiene en sí<br />
mismo un modo de mirar y, por<br />
tanto, una opinión: la del narrador<br />
sobre Daisy; no es que sólo<br />
nos esté diciendo cómo es, sino<br />
que nos está diciendo qué le parece<br />
y cómo es su espacio vital y<br />
sentimental; es más, no hay en<br />
todo el párrafo la menor referencia<br />
al físico de Daisy –no está<br />
buscado, no es su intención<br />
principal– y, sin embargo, podríamos<br />
construirla en nuestra<br />
imaginación con más libertad e<br />
intensidad que si nos hubiera<br />
obsequiado con una cuidadosa<br />
descripción física.<br />
La mirada de Scott nos proveerá<br />
de momentos de extraordinaria<br />
intensidad porque en su<br />
expresión hay un encanto muy<br />
especial; lo utiliza siempre con<br />
cuidado, midiendo su ritmo y<br />
sus momentos altos y, también,<br />
con esa especie de indolencia del<br />
cazador que sabe lo que busca y<br />
lo regala cuando lo atrapa. En el<br />
estilo de Scott hay, además de<br />
una gran agudeza mental, un<br />
fraseo que, ese sí, recuerda, por<br />
su aspecto fresco y espontáneo,<br />
el fraseo de un jazzman:<br />
“Era un olor que Edith<br />
conocía bien, excitante,<br />
estimulante, inquietantemente<br />
dulce: el olor<br />
de un baile a la moda”.<br />
Cuando es necesario, muerde:<br />
“Emprendió una carrera<br />
incansable, angustiada,<br />
que lo condujo esta vez<br />
a su casa: una única<br />
habitación en un alto y<br />
horrible edificio<br />
de apartamentos en<br />
el centro de la nada”.<br />
Y no deja escapar una imagen<br />
sin apurar su esencia, sin concesiones,<br />
con las palabras justas:<br />
“Anson se dirigió a los<br />
invitados ruidosamente,<br />
un poco agresivo, durante<br />
15 minutos, y luego se<br />
desplomó silenciosamente<br />
bajo la mesa, como<br />
en un grabado antiguo,<br />
pero, a diferencia del<br />
grabado antiguo, la escena<br />
resultó espantosa sin ser<br />
en absoluto pintoresca”.<br />
El presentimiento<br />
del desastre<br />
Sus personajes masculinos o son<br />
jóvenes y desdichados o son jóvenes<br />
y ricos, pero en ambos casos<br />
están unidos por una sensación<br />
común: el presentimiento<br />
del desastre. Las muchachas, en<br />
cambio, son casi todas jóvenes<br />
americanas animosas y de buena<br />
familia y se diferencian de las<br />
más formales en que desean<br />
unos años alocados y de flirt antes<br />
de sentar cabeza y matrimonio.<br />
En todos los buenos relatos<br />
de Scott –y en sus novelas– los<br />
personajes masculinos, sean o no<br />
débiles, se mueven en una zona<br />
de peligro en la que no importa<br />
tanto la clase de peligro como su<br />
inminencia. Está ahí, en todo<br />
momento, y contiene una amenaza<br />
decisiva en la vida de esos<br />
personajes. Junto a ellos, las mujeres<br />
se comportan más bien como<br />
acompañantes frívolas, ami-<br />
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