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Una tarde de finales de verano,<br />
Dolfos apuró por enésima<br />
vez su copa de mezcal<br />
y, más inspirado que nunca,<br />
empezó a hablar de Fitzgerald,<br />
uno de sus escritores preferidos,<br />
al que había entrevistado en Los<br />
Ángeles. Aquella tarde, Dolfos<br />
me dijo:<br />
–Hay tipos nacidos para la<br />
gloria, dicho sea con todo la ironía<br />
del mundo. Para la gloria trágica,<br />
la que clausura y a la vez<br />
inaugura. Fitzgerald fue un irónico,<br />
acaso uno de los irónicos<br />
más grandes de este siglo, y murió<br />
trágicamente. Es extraño…<br />
Cuantos irónicos muertos en circunstancias<br />
raras, desde Sócrates<br />
a nuestros días. Pero, ¡si amaban<br />
la vida más que nadie! La<br />
amaban tanto que hasta aceptaban<br />
su crueldad y la podían incluso<br />
considerar apasionante. Para<br />
Fitzgerald la vida fue apasionante<br />
durante toda la primera<br />
época de su demolición. Porque<br />
Fitzgerald demolió en sí mismo<br />
lo que había que demoler: el héroe,<br />
el caballero, el genteel, “el<br />
hombre”. Curiosamente, todos<br />
los personajes de Fitzgerald empiezan<br />
creyendo que la vida es<br />
una cuestión personal (una cuestión<br />
de su deseo), para acabar<br />
aceptando, en la magnitud de su<br />
derrota, la erosionante impersonalidad<br />
de todos los deseos.<br />
Amory Blaine, por ejemplo, representa<br />
a la última gente que<br />
tuvo el atrevimiento de asumir<br />
esa postura tan ególatra como<br />
nietzschiana. Y al final, todos los<br />
héroes de Fitzgerald se dan cuenta<br />
que la vida ya no es una cuestión<br />
personal. Las personas, los<br />
personajes, los egos bien templados<br />
como el acero están desapareciendo,<br />
en beneficio de un<br />
nuevo personaje cuya autoridad<br />
ENTREVISTAS IMAGINARIAS DE DOLFOS NERVO<br />
FRANCIS SCOTT FITZGERALD<br />
ya será la autoridad del fracaso,<br />
del fracaso de las posturas individuales,<br />
del fracaso de la “personalidad”,<br />
del fracaso final de<br />
las últimas secuelas del romanticismo<br />
humanista. Amory ya no<br />
es pues un caballero genteel.<br />
Amory es uno de los nuestros:<br />
un héroe de nuestro tiempo. Y<br />
ahora, después de tantas amargas<br />
ironías, déjame que te cuente mi<br />
entrevista con Fitzgerald, no sin<br />
antes recordarte que la noche de<br />
fin de año de 1925, T. S. Eliot le<br />
escribió una sorprendente carta a<br />
Fitzgerald en la que acababa diciéndole:<br />
“Cuando tenga tiempo<br />
me gustaría escribirle más extensamente<br />
para exponerle por qué<br />
El gran Gatsby me parece un<br />
libro tan admirable. De hecho<br />
me parece el primer gran paso<br />
que la novelística norteamericana<br />
ha dado desde Henry James…<br />
“Quienes crean que Eliot<br />
formuló un juicio tan definitivo<br />
tras haber leído una simple novela<br />
sobre los devaneos de los ricos<br />
y la endogamia de la clase<br />
alta americana han debido de<br />
pensar muy poco en lo que es<br />
un narrador en primera persona<br />
(como es el caso de Nick Carraway)<br />
y, sobre todo, han debido<br />
de pensar muy poco en lo que es<br />
la conciencia del narrador y su<br />
relación dialéctica con la conciencia<br />
del lector. Ya te he insistido<br />
en el hecho de que el verdadero<br />
narrador en primera persona<br />
no aspira a que le creamos:<br />
aspira (y ya es mucho) a que le<br />
interpretemos y le entendamos.<br />
No otra cosa pretende Nick, y<br />
no otra cosa pretendemos cuando<br />
hablamos con los amigos o<br />
los desconocidos sobre nuestros<br />
problemas: no aspiramos a que<br />
nos crean, aspiramos sobre todo<br />
a que nos interpreten, y justa-<br />
JESÚS FERRERO<br />
mente por eso a que “nos comprendan”.<br />
E interpretar y comprender<br />
son operaciones dialécticas<br />
muy superiores a la de “creer”,<br />
pues la creencia se basa en la<br />
fe y la interpretación y la comprensión<br />
se basan en la lógica,<br />
en la sustancia misma de la reflexión,<br />
con todos sus momentos,<br />
entre los cuales ocupa un papel<br />
dominante y hasta sangrante<br />
la contradicción. Lógicamente,<br />
Nick quiere que le interpretemos,<br />
en primer lugar; y en segundo<br />
lugar quiere que “le entendamos”,<br />
también en el sentido<br />
figurado que suele tener este<br />
verbo entre los gay. Quiere que le<br />
comprendamos por debajo, y<br />
justamente por eso, su narración<br />
está llena de sobreentendidos, lo<br />
que convierte El gran Gatsby en<br />
una novela tan especial: más que<br />
la representación del sueño americano,<br />
su demolición. Pero antes<br />
de acercarnos a Gatsby, acerquémonos<br />
definitivamente a<br />
Fitzgerald y a la noche aquella<br />
en que él mismo me reveló lo<br />
que te voy a contar… De mi encuentro<br />
con él recuerdo su mirada<br />
humillada, su cara destruida.<br />
Pero no era esa destrucción evidente<br />
de los rostros que parecen<br />
pulverizados. Aparentemente, la<br />
cara de Francis Scott Fitzgerald<br />
estaba entera aquella noche en<br />
aquel café entre dos grandes estudios<br />
de cine. Frente al café se<br />
extendía una enorme charca y<br />
las limusinas que por allí pasaban<br />
salpicaban la acera y a veces<br />
el agua llegaba hasta los cristales<br />
del establecimiento. Acabábamos<br />
de pedir el cuarto whisky<br />
cuando Fitzgerald me dijo:<br />
–No sabe cómo celebro que<br />
todavía alguien se acuerde de mí<br />
en el extranjero… Hace algún<br />
tiempo fui a un teatro de estu-<br />
diantes donde estaban representando<br />
una de mis obras y, al verme,<br />
los muchachos de la compañía<br />
se quedaron aterrados.<br />
Pensaban que yo ya estaba muerto…<br />
¿Sabe usted que estoy a<br />
punto de convertirme en un tipo<br />
tan serio como un muerto?<br />
–No sé si le entiendo…<br />
Fitzgerald volvió a apurar su<br />
vaso y dijo:<br />
–Sí, en un tipo serio y relativamente<br />
desconocido, como por<br />
ejemplo, Joyce… En un tipo<br />
verdaderamente serio…<br />
–¿Antes no lo era?<br />
–Antes sólo lo era a veces…<br />
–¿Por ejemplo, cuando escribió<br />
El gran Gatsby?<br />
–Exacto. He ahí una narración<br />
seria… De hecho es la narración<br />
de un homosexual con<br />
muchos principios y muchos escrúpulos.<br />
Y esa clase de homosexuales<br />
son siempre gente muy<br />
seria…<br />
Fitzgerald me miró con cansancio<br />
y con crispación. Daba la<br />
impresión de que empezase a padecer<br />
un leve tic en el ojo izquierdo.<br />
–No conozco a ningún crítico<br />
americano o europeo que haya<br />
dicho, ni de lejos, que la historia<br />
de Gatsby es la narración de un<br />
homosexual… –le dije.<br />
–Yo tampoco.<br />
–¿Y no le inquieta?<br />
–En absoluto.<br />
–Vamos a ver, vamos a ver…<br />
A mí esta entrevista me interesa<br />
mucho, señor Fitzgerald… Supongo<br />
que últimamente le hacen<br />
pocas entrevistas de fondo…<br />
Fitzgerald encendió el cigarrillo<br />
que, temerariamente, yo le<br />
acababa de ofrecer. En cuanto<br />
dio la primera calada empezó a<br />
toser estrepitosamente. Lo apagó<br />
y dijo:<br />
78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82