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milan kundera - Prisa Revistas

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fortísima crisis de confianza en la forma de<br />

funcionamiento de la democracia y, por<br />

extensión, aunque en grado diferente, en<br />

los poderes del Estado democrático (lo<br />

que, certeramente, se ha llamado tedio por<br />

la democracia) crisis que 4 ; si bien no se ha<br />

traducido, en general, en una desafección<br />

hacía la democracia misma como forma de<br />

gobierno, sí ha llegado a tener consecuen-<br />

Nº 82 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

cias muy negativas sobre la legitimidad y<br />

sobre la capacidad de resistencia histórica<br />

de muchos de los sujetos políticos sobre<br />

los que se habían construido los sistemas<br />

4 H. Dubiel, ‘Metamorfosis de la sociedad<br />

civil. Autolimitación y modernización reflexiva’, en<br />

Debats, núm. 50, pág. 114, 1994.<br />

representativos en Europa tras la Segunda<br />

Guerra Mundial: la quiebra de la persistencia<br />

electoral de algunos de los más importantes<br />

partidos europeos constituye<br />

una prueba irrefutable de esa crisis. Las<br />

políticas de nombramientos desarrolladas<br />

por los ejecutivos, altamente partidistas y<br />

sectarias, y algunas de sus excrecencias –la<br />

corrupción, de forma destacada– han contribuido<br />

decisivamente a empeorar esta situación.<br />

Aunque sería un grave error pretender<br />

explicar la corrupción como consecuencia<br />

exclusiva de la patrimonialización<br />

partidista de los más altos cargos del Estado,<br />

parece, sin embargo, difícilmente discutible<br />

que la combinación –en ocasiones<br />

explosiva– entre disciplina de partido y<br />

lealtad partidista ha hecho extraordinariamente<br />

difícil detectarla y luchar contra sus<br />

beneficiarios. Más allá de la influencia<br />

(mayor o menor dependiendo de multitud<br />

de circunstancias en las que aquí no puedo<br />

entrar) que la forma de acceso al cargo<br />

haya podido tener a la hora de explicar<br />

comportamientos políticamente inmorales<br />

o jurídicamente ilegales, lo cierto es que<br />

esa cultura de la resistencia que generan los<br />

partidos sometidos a la constante crítica<br />

política y mediática derivada de los casos<br />

de corrupción que les afectan, dificulta,<br />

hasta hacerla a veces imposible, la capacidad<br />

autocrítica de los propios partidos,<br />

convertidos, según la atinada expresión de<br />

Javier Pradera, en sectas religiosas o en salas<br />

de banderas 5 . Cuando la dialéctica del<br />

amigo/adversario se antepone a cualquier<br />

otra, es muy difícil extirpar la corrupción,<br />

pues la organización tiende a ver siempre<br />

en las denuncias procedentes del exterior<br />

ataques contra ella que sólo persiguen la finalidad<br />

de destruirla.<br />

5 Cfr. ‘La maquinaria de la democracia. Los partidos<br />

en el sistema político español’, en F. J. Laporta y<br />

S. Álvarez (edts.), La corrupción política, cit., pág. 175.<br />

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