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CÓMO DESAPARECIÓ LA PRENSA INDEPENDIENTE EN CUBA<br />
estudiante, un joven político de<br />
segunda fila en el Partido Ortodoxo,<br />
cuando no un supuesto<br />
gánster afiliado a la organización<br />
de pistoleros Unión Insurreccional<br />
Revolucionaria (UIR), que<br />
tenía en su prontuario delitos de<br />
sangre; en fin, era ya demasiado<br />
tarde cuando Quevedo comprendió<br />
que su publicación estaba<br />
“en el mismo camino”. Y no<br />
esperó a que le sucediera lo que a<br />
las otras. Se adelantó a los acontecimientos.<br />
Y una mañana de<br />
principios de julio de 1960 embarcó<br />
con un grupo de amigos<br />
en su yate –supuestamente iban<br />
de pesquería– y puso proa a<br />
Miami. Dejó tras sí esta declaración:<br />
“El engaño ha sido descubierto.<br />
Esta no es la revolución<br />
por la que murieron 20.000 cubanos<br />
(en realidad nunca llegaron<br />
ni a mil los muertos durante<br />
la dictadura de Batista, como<br />
revela, con datos precisos, el coronel<br />
Ramón Barquín en su libro<br />
Las luchas guerrilleras en Cuba).<br />
Para realizar una auténtica<br />
revolución nacional no había necesidad<br />
de someter al pueblo de<br />
Cuba al odioso vasallaje ruso. Para<br />
realizar una profunda revolución<br />
no era necesario imponer<br />
un sistema que degrada al ser<br />
humano convirtiéndolo en un<br />
servidor del Estado… Esta es<br />
una revolución traicionada”.<br />
La CMQ, la emisora de radio<br />
y televisión más escuchada<br />
y vista por los cubanos, y que<br />
Castro había utilizado numerosas<br />
veces en el escaso año y medio<br />
que llevaba en el poder, fue<br />
confiscada mediante una estratagema.<br />
El Gobierno decretó la<br />
congelación de las cuentas bancarias<br />
de unos 400 empresarios<br />
con el pretexto de que habían<br />
colaborado con Batista. Entre<br />
esos empresarios estaban los hermanos<br />
Goar y Abel Mestre, dueños<br />
de la CMQ. Cuando este<br />
último, Abel, fue a hacer efectivo<br />
un cheque para pagar los salarios<br />
de su empleomanía, el<br />
banco se negó a canjeárselo. Ese<br />
día se transmitía un muy visto<br />
programa de televisión, Ante la<br />
Prensa, que moderaba un intelectual<br />
de tanto prestigio como<br />
Jorge Mañach y al cual había<br />
acudido en más de una ocasión<br />
el mismo Fidel Castro. Abel<br />
Mestre cerró la puerta del estudio<br />
y dijo a los periodistas que<br />
esa noche el entrevistado sería él.<br />
Frente a las cámaras denunció el<br />
atropello de que había sido víctima<br />
la CMQ. Sobra decir que<br />
junto con su hermano tuvo que<br />
buscar la protección diplomática<br />
de la legación argentina.<br />
Personalmente, hubo dos casos<br />
que ilustran el acoso al que<br />
fueron sometidos los periodistas.<br />
Uno es el de Agustín Tamargo,<br />
periodista de Bohemia, que desde<br />
esta publicación intentó alertar<br />
contra la penetración de los comunistas<br />
en el Gobierno: de qué<br />
forma maniobraban para hacerse<br />
con puestos clave en la Administración,<br />
cómo, en suma, buscaban<br />
“robarse” la revolución. Insinuaba<br />
que detrás del Partido<br />
Socialista Popular (PSP), apoyándolos,<br />
incluso estimulándolos,<br />
estaban Raúl Castro y el Che<br />
Guevara, los dos “melones” más<br />
connotados del régimen, es decir,<br />
verdes por fuera y rojos por dentro.<br />
Indignado, Castro se apareció<br />
en la televisión (algún día habrá<br />
que estudiar la decisiva importancia<br />
que este medio tuvo<br />
en la implantación y consolidación<br />
del castrismo en Cuba) y<br />
llamó a Tamargo “un agente de<br />
la reacción y de la contrarrevolución”.<br />
El periodista agredido no<br />
pudo utilizar las páginas de Bohemia<br />
para defenderse sino las<br />
de Avance: “El primer ministro<br />
de Cuba –dijo ahí– trata de destruir<br />
la reputación de un hombre<br />
que no ha cometido más crimen<br />
que el de pensar con su propia<br />
cabeza (…) No seguiré siendo<br />
periodista porque usted, comandante<br />
Castro, ¡no quiere que haya<br />
periodistas sino gramófonos!”.<br />
Ya en el destierro, Tamargo haría<br />
una consideración interesante sobre<br />
el dilema cubano. “Castro no<br />
venció en la Sierra –escribiría–.<br />
Venció en La Habana, en ese primer<br />
año en que con un poco de<br />
resistencia por parte de unos pocos<br />
nos habría ahorrado tantos<br />
sufrimientos a tantos”.<br />
El otro caso fue el de Luis<br />
Conte Agüero, comentarista político<br />
de radio y televisión y polí-<br />
tico él mismo, ya que había sido<br />
postulado para representante por<br />
el Partido Ortodoxo antes del<br />
golpe de Estado de Batista en<br />
1952, disfrutando de gran popularidad<br />
en la provincia de Oriente.<br />
Asimismo, conocía a Fidel<br />
Castro desde que ambos estudiaran<br />
Derecho en la Universidad<br />
de La Habana, forjándose una<br />
estrecha amistad entre los dos en<br />
los años siguientes, especialmente<br />
cuando Castro fuera condenado<br />
a prisión en la isla de Pinos,<br />
luego de su frustrado asalto al<br />
cuartel Moncada. En los escasos<br />
dos años que Castro cumplió de<br />
cárcel, Conte Agüero fue destinatario<br />
de muchas de sus misivas<br />
y fue, también, el promotor de<br />
una campaña para que lo excarcelaran.<br />
Por esos antecedentes,<br />
Conte creía que podía contar con<br />
el apoyo de Castro. De modo<br />
que cuando, como reacción al<br />
violento ataque que había sufrido<br />
esa mañana en el vocero comunista<br />
Hoy, leyó por radio su Carta<br />
a Fidel Castro, el 25 de marzo<br />
de 1960, alertándolo también,<br />
como antes había hecho Tamargo,<br />
contra la infiltración comunista<br />
en su Gobierno, no pensó<br />
nunca que sería tan contundentemente<br />
negado como lo fue, y<br />
por el propio Castro. En primer<br />
lugar, al llegar a la CMQ para<br />
repetir por televisión la carta que<br />
ya había leído en su programa de<br />
Unión Radio, no le permitieron<br />
entrar a la emisora. Un pelotón<br />
de miembros del G-2, mandado<br />
por el comandante Manuel Piñeiro,<br />
Barbarroja, le cerró el paso.<br />
Pero, además de los guardias, se<br />
había concentrado ahí un piquete<br />
de militantes del PSP, vestidos<br />
de milicianos, y se produjo un<br />
enfrentamiento entre esta “tropa<br />
de choque” y un grupo de simpatizantes<br />
de Conte, que tuvieron<br />
las de perder. La turba agredió<br />
a Conte Agüero y a un periodista<br />
de la revista Life.<br />
Empero, Conte seguía creyendo<br />
que tenía el respaldo de Fidel, y<br />
que eran Raúl y Che sus enemigos.<br />
Pero cuando, tres días después,<br />
Castro se mostró en la televisión,<br />
lejos de salir en defensa<br />
de su antiguo amigo, desplegó<br />
un historial de claudicaciones de<br />
éste en tiempos de la tiranía; lo<br />
acusó de haber intentado malograr<br />
el triunfo de la revolución<br />
con su famosa Carta al patriota,<br />
que le escribió estando él en la<br />
Sierra Maestra y en la que soterradamente<br />
le pedía que depusiera<br />
las armas. Si cuando Castro<br />
estaba en la cárcel llamaba hermano<br />
a Conte Agüero en la correspondencia<br />
que sostenía con<br />
él, ahora era poco menos que un<br />
traidor, un “aliado de la oligarquía”,<br />
un “contrarrevolucionario”<br />
más; si durante la insurrección<br />
había tratado de evitar la victoria<br />
del Ejército rebelde, en estos momentos<br />
procuraba detener el<br />
avance arrollador de la revolución<br />
sembrando la división entre<br />
las fuerzas realmente revolucionarias,<br />
levantando el fantoche del<br />
“peligro comunista”. A Conte<br />
Agüero, naturalmente, no le quedó<br />
después de esto otro sendero<br />
que el ya muy transitado de las<br />
embajadas.<br />
Así se suprimió la libertad de<br />
prensa en Cuba, como lo expuso<br />
Humberto Medrano en un<br />
opúsculo de este nombre en<br />
1961. Mas, aun cuando no se<br />
hubieran empleado medios tan<br />
coercitivos, de intimidación,<br />
chantaje y arbitrariedad como los<br />
que se utilizaron, la prensa independiente<br />
en Cuba estaba condenada<br />
a extinguirse. Al devenir<br />
Cuba un Estado comunista y,<br />
por ende, abolir la propiedad privada,<br />
individual, ¿cómo iban los<br />
media a subsistir careciendo de<br />
anuncios y de ayuda gubernamental?<br />
Únicamente los vehículos<br />
de información y opinión<br />
que representaran al régimen podrían<br />
medrar. De hecho, por imperativos<br />
del sistema implantado,<br />
la prensa libre, el pensamiento<br />
propio, la opinión no<br />
domesticada, no tenían cabida.<br />
En nombre de la abstracta, indefinible<br />
pero omnipresente revolución,<br />
se yuguló el pensamiento<br />
y la expresión no adocenados.<br />
n<br />
César Leante es novelista y ensayista.<br />
Autor de El espacio real y Calembour.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 82