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mero a estar presente en el momento de preparar el botica-
rio algunos productos: “e quando en alguna purga o bocado
o medicinas preciosas mandamos se halle presente a ello el
enfermero e bea como aquello se echa en tal medicina por
el boticario para que los enfermeros no sean defraudados”.
Se exigía un libro especial para anotar el consumo de
azúcar y cera.
El enfermero también “hara coser las yerbas e
sacar las aguas a sus tpos, en los zumos para jarabes 1
ara hacer aceytes, conserbas. Probera que el boticario
haga los jarabes e todas las otras cossas necesarias a la
botica”. Finalmente el enfermero era el encargado de
hacer pagar al boticario y al mozo de botica las penas
impuestas por faltas en su trabajo, al igual que a otros
facultativos. Al boticario y al mozo se les ordenaba no
dar nada de la botica que no estuviera recetado por el
médico, y si no lo hacían, la primera vez pagarían con su
salario, el doble del valor de lo dispensado sin previa
receta, la segunda vez pagarían el valor del producto
multiplicado por 4 y la tercera vez el boticario sería
privado de su ración y el mozo despedido; si el boticario
no se enmendaba sería también despedido. (Figs. 64 y 65).
Al señalar las obligaciones de los médicos se
les recuerda que prescriban solamente lo necesario y cuan-
do verdaderamente el enfermo lo precise. Como vemos, son
medidas encaminadas a controlar el desfase económico, mas
que garantías de calidad. Al cirujano y al maestro de
quebraduras no se les reconocía, o al menos no se cita, la
posibilidad de hacer recetas.
Se pasó seguidamente a señalar las obligaciones
del boticario, que resumimos: el servicio de botica era
gratis para todo el personal de los Compases del Monaste-
rio de las Huelgas y del Hospital del Rey, Capellanes,
comendadores, religiosas, criados, etc. al igual que te-
nían derecho a ser visitados por el médico, cirujano, y
barbero. Se ordenaba al boticario tener bién provista la
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