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p. ángel peña oar san juan macías lima – perú - Dios te llama

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En tocando a comer, cerraba la puerta y se iba y comía un plato de<br />

legumbres y fruta con miel. Luego se levantaba para recoger platos, servir a los<br />

demás y juntar lo que iban éstos dejando. Después llevaba esto con lo preparado<br />

en la cocina para los pobres. A los vergonzan<strong>te</strong>s —clérigos, nobles arruinados,<br />

hidalgos— les deba de comer en el refectorio reservado. Dadas las gracias, los<br />

despedía con amor y caridad.<br />

Después repartía en ollas lo que habían de llevar fuera de casa a muchas<br />

mujeres pobres y honradas que mandaban por ello. Luego sacaba lo demás al<br />

portal donde esperaban muchos pobres de toda condición. Y repartía con<br />

abundancia la comida de rodillas en el suelo, la capilla en la cabeza, los ojos en<br />

lo que hacía y el corazón en <strong>Dios</strong>. Al <strong>te</strong>rminar les daba ca<strong>te</strong>cismo, rezaban<br />

oraciones y los despedía en paz, amonestándoles a que amasen a <strong>Dios</strong> y se<br />

conformaran con su <strong>san</strong>ta voluntad.<br />

Con esto llegaba la una. Cerraba y a las dos abría de nuevo. Y ocupaba la<br />

tarde en su oficio y en las obras de caridad que se ofrecían: barría el refectorio,<br />

doblaba los man<strong>te</strong>les y lavaba los platos. El tiempo sobran<strong>te</strong> lo pasaba orando<br />

an<strong>te</strong> el Santo Cristo.<br />

Al toque del Ángelus —seis de la tarde— cerraba. Y al tocar a colación —<br />

a cenar— entraba en el refectorio a servir y recoger lo sobran<strong>te</strong> para repartirlo<br />

a los niños pobres que acudían a la por<strong>te</strong>ría por la mañana.<br />

Terminada la cena, con los hermanos y donados, iba a rezar el rosario en<br />

la capilla de Nuestra Señora. Y se quedaba solo hasta maitines, a las doce de la<br />

noche. Volvíase a la iglesia hasta las cuatro de la mañana, hora de tocar el<br />

Ángelus.<br />

Se recostaba de bruces, el rostro sobre los brazos, como una hora. A las<br />

cinco de la mañana comenzaba la jornada del nuevo día 20 .<br />

20 Velasco Salvador, Juan Macías, Ed. OPE, Guadalajara (España), 1975, pp. 154-155; Meléndez, pp.<br />

466-467.<br />

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