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p. ángel peña oar san juan macías lima – perú - Dios te llama

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desdicha 22 . El amigo, averiguando que el fraile era el por<strong>te</strong>ro de la Magdalena, le<br />

dijo: Amigo, ese fraile es un <strong>san</strong>to, de<strong>te</strong>rminaos a llevarle lo que os pidió y veréis<br />

qué bien os va. El hombre tomó el consejo, envió la <strong>te</strong>la, no fiada sino de<br />

limosna, y desde luego comenzó a vender de modo que resarció las pérdidas<br />

pasadas y continuó sus limosnas por mano del siervo de <strong>Dios</strong>, experimentando<br />

siempre grandes medras en su hacienda 23 .<br />

Juan de Bedia había dado al siervo de <strong>Dios</strong> en vida algunas limosnas y<br />

con esa confianza llegó a pedirle una vez, pero el hombre se negó; instó<br />

repetidas veces en pedírsela, diciendo que le importaba que se la diese, pero<br />

nunca le pudo sacar ni un real. Hizo aquel año un viaje a la feria de Portobelo y,<br />

habiendo empleado ciento vein<strong>te</strong> mil pesos y lo más en hierro, que es género de<br />

importancia para las Indias, embarcado todo en Panamá, el barco en que venía<br />

se fue a pique y quedó el miserable sin hacienda. Llegó a Lima en ocasión que<br />

acababa de pasar de esta vida el siervo de <strong>Dios</strong> fray Juan y corría la fama de sus<br />

cosas y, entonces, cayó en la cuenta de que por haberle negado la limosna le<br />

sucedía aquella infelicidad. Arrepentido de su dureza, dio una cuantiosa limosna<br />

para los pobres de su por<strong>te</strong>ría y luego tuvo noticia de que, por medio de buzos,<br />

le habían sacado del barco perdido más de sesenta mil pesos de hierro. Volvió<br />

en sí y fue siempre muy devoto del siervo de <strong>Dios</strong> y de sus pobres 24 .<br />

Andrés Martín de Orellana era uno de sus mejores bienhechores y se<br />

enfermó de hidropesía, quedando desahuciado de los médicos. Viéndose cerca de<br />

la muer<strong>te</strong>, fue a visitar a su pai<strong>san</strong>o el siervo de <strong>Dios</strong>. Lo llevaron en una silla de<br />

manos dos de sus esclavos. Llegó a la hora del reparto de la comida y, como<br />

<strong>te</strong>nía sed, le pidió a fray Juan un poco de agua. Y habiéndole dado el agua en un<br />

jarrillo pequeño, el siervo de <strong>Dios</strong> le dijo: “Hermano, pues ya ha bebido y<br />

socorrido su necesidad, no se esté sentado ahí, tome es<strong>te</strong> plato de frejoles y<br />

llévelo allí dentro al refectorio donde están nuestros hermanos los pobres y déle<br />

al que siguiere. Y adviértole que tal vez viene ahí su Majestad a honrar esas<br />

pobres mesas y podrá ser que ahí ahora esté dándoles su bendición”...<br />

Pareciéndole que podía andar solo, se puso en pie y llevó el plato a los pobres<br />

sin que nadie le ayudase. Cuando volvió por más platos, vino más ágil y suelto,<br />

de manera que podía andar mejor. Pidió otro plato y lo llevó con ligereza. Al<br />

regresar, fray Juan estaba haciendo otros platos de pescado salado con acei<strong>te</strong> y<br />

vinagre y, viéndolo Andrés Martín, le dijo: “En verdad que se me antoja comer<br />

un poco de es<strong>te</strong> pescado y así quisiera que vuestra reverencia me lo diese”…<br />

22 Sobre es<strong>te</strong> suceso declararon varios <strong>te</strong>stigos en el Proceso, entre ellos el padre Antonio del Rosario<br />

(Proceso apostólico, <strong>te</strong>stigo 33), el padre Domingo Mon<strong>te</strong>ro (ib. <strong>te</strong>stigo 6) y otros como el padre<br />

Gonzalo García, Francisco de Guzmán, fray Juan de la Torre, fray Dionisio de Villa, fray Juan de la<br />

Magdalena y otros religiosos y seglares.<br />

23 Meléndez, pp. 513-514.<br />

24 Meléndez, pp. 514-515.<br />

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