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p. ángel peña oar san juan macías lima – perú - Dios te llama

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- Padre.<br />

- ¿Estás bueno?<br />

- Sí, padre.<br />

- Pues amárra<strong>te</strong> bien con esa soga y <strong>te</strong> sacaremos.<br />

Echó la soga del mismo pozo y, atándose bien el negro, lo sacaron<br />

bueno y <strong>san</strong>o sin haberse hecho mal; y lo que es más admirable, enjuto y<br />

seco, sin haberse mojado el vestido, quedando todos cuantos se hallaban<br />

allí atónitos y suspensos de un prodigio como és<strong>te</strong> 81 .<br />

Doña Gertrudis Godínez, mujer de Andrés Martín de Orellana,<br />

cayó enferma de una enfermedad muy grave y tuvo grandes deseos de<br />

comer unas ciruelas en tiempo que no se hallaban ni se pudieron hallar en<br />

toda la ciudad, aunque se hicieron muchas diligencias.... Fue a verla el<br />

siervo de <strong>Dios</strong> para consolarla y, preguntando a la enferma si se le<br />

antojaba alguna cosa, respondió ella que <strong>te</strong>nía deseo de unas ciruelas. El<br />

siervo de <strong>Dios</strong> le dijo: Pues no <strong>te</strong>nga pena, hermana, que aquí se las<br />

traigo yo”. Metió la mano en la manga y sacó de ella quince ciruelas tan<br />

hermosas y tan frescas como si las acabaran de coger del árbol. Comióse<br />

una la enferma y comenzó a mejorar de suer<strong>te</strong> que dentro de pocos días se<br />

levantó de la cama 82 .<br />

Nicolás de Villa estuvo tres meses enfermo de calenturas (fiebre)<br />

desahuciado de los médicos y recibidos los <strong>san</strong>tos sacramentos. Estando<br />

en es<strong>te</strong> peligro, le fue a ver el siervo de <strong>Dios</strong>, compadeciéndose de él y le<br />

dijo algunas cosas de consuelo y, al fin, le preguntó, si le ape<strong>te</strong>cía algo.<br />

Respondió que unas ciruelas. Había hecho la diligencia de buscarlas,<br />

pero no era tiempo de ellas ni es fruta que se puede guardar. Al punto el<br />

siervo de <strong>Dios</strong>, metiendo la mano en la manga del hábito, sacó tres de<br />

bellísima frescura y, poniéndole al enfermo una de ellas en la boca, le<br />

animó a que la comiese. Cosa rara, al punto que la probó, volvió<br />

plenamen<strong>te</strong> en sí, porque estaba casi atónito con el mal, quedó bueno y<br />

<strong>san</strong>o y, dentro de tres días, se levantó de la cama 83 .<br />

81 Meléndez, p. 582. Es<strong>te</strong> suceso tuvo mucha resonancia dentro y fuera del convento. Lo refieren en el<br />

Proceso varios <strong>te</strong>stigos: El padre fr. Gonzalo García, el padre fr. Juan de Palencia, el padre fr.<br />

Francisco de Oviedo, el padre fr. Manuel Tamayo, el padre fr. Juan de la Torre, el padre fr. Francisco<br />

de Guzmán, fray Juan de la Magdalena (<strong>te</strong>stigo) y otros 21 más.<br />

82 Meléndez, p. 576.<br />

83 Meléndez, p. 577.<br />

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