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p. ángel peña oar san juan macías lima – perú - Dios te llama

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aso de madera sin respaldar, una caja bien tosca y mal labrada, y un cordel del<br />

que colgaba los hábitos. El adorno de pinturas en las paredes eran unas<br />

estampas de papel, pero entre esta pobreza <strong>te</strong>nía a la cabecera una imagen de<br />

Nuestra Señora de Belén de buena pintura, pero en un marco pobre 28 .<br />

La cama no servía más que de adorno por desmentir el rigor de su<br />

mortificación con los que entraban en ella. Servíale sólo en las enfermedades,<br />

añadiendo a la frazada (manta) un colchoncillo muy bajo y entonces sólo se<br />

permitía acostar mandado de la obediencia 29 .<br />

Jamás lo vieron comer huevos ni pescado, sino sólo legumbres y picar<br />

alguna vez, aunque rarísima, el postre o plato de dulce, que puede ser que lo<br />

hiciese por disimular con esto y que pareciese regalo el rigor de su abstinencia.<br />

Muchos días ayunaba a pan y agua, y el pan que comía era algo más de la mitad<br />

de un panecillo de ocho onzas y no más en las 24 horas del día 30 .<br />

Pedro Díaz de Rosas, practican<strong>te</strong> de cirujano, declaró sobre sus continuas<br />

disciplinas (azo<strong>te</strong>s) que se daba todas las noches: Me <strong>llama</strong>ba repetidas veces el<br />

siervo de <strong>Dios</strong> y encerrándose en su celda o en la despensa de la por<strong>te</strong>ría, le<br />

curaba y lavaba las espaldas. No sólo le hallaba lastimado de los golpes, la<br />

carne toda molida, la piel sajada y los rasgones llenos de ma<strong>te</strong>ria, sino que<br />

estaba cargado de cilicios y rodeada la cintura de una gruesa cadena de hierro,<br />

y lo curaba, no sólo con devoción y amor por la mucha confianza que <strong>te</strong>nía, sino<br />

con confusión y grima, viendo aquel siervo de <strong>Dios</strong> hecho pedazos, siendo su<br />

vida tan inocen<strong>te</strong> como todos la conocían. Estaba tan descarnado y flaco que se<br />

le podían contar uno a uno todos los huesos del espinazo y costillas 31 .<br />

Una vez las heridas fueron tan grandes que le vino mucha fiebre y tuvo<br />

que guardar cama y pedir que lo curasen. El Prior hizo <strong>llama</strong>r a tres cirujanos,<br />

los mejores de la ciudad y, habiéndole descubierto, le hallaron una hinchazón y<br />

tumor a manera de un gran pan que le cogía de un lado al otro, y de alto a bajo<br />

la espalda. Les causó horror la vista de cosa tan peregrina y fueron todos del<br />

parecer que, sin ponerle madurativos ni emplastos, se debía abrir luego para<br />

sacarle, no sólo las ma<strong>te</strong>rias (fétidas), sino la carne podrida.<br />

Comenzaron a sacar los instrumentos y, haciendo acomodar al siervo de<br />

<strong>Dios</strong> en forma que pudiesen ejecutar su manufactura, dándoles toda la espalda y<br />

el rostro a la almohada y <strong>te</strong>ndiendo a un lado y otro los brazos, quedó puesto en<br />

forma de cruz, esperando el sacrificio. Uno de ellos, con una buena navaja le<br />

28 Meléndez, p. 470.<br />

29 Meléndez, p. 477.<br />

30 Meléndez, p. 495.<br />

31 Proceso apostólico, <strong>te</strong>stigo 46; Meléndez, p. 479<br />

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