La política está en otra parte

algún sitio decente de la ciudad de Buenos Aires y dilema resuelto.
Argentina es un país quebrado económica, política y socialmente, ha
dicho. “Tienen gente como De la Rúa, que es incompetente; Duhalde, que
no es respetado en el exterior. Tienen a Menem con pizza y champán; a
Alfonsín, que es un chiste”. El periódico The Wall Street Journal ha
sabido resumir de manera directa y acaso grosera la situación: “Argentina
es un país bananero”. Un verdadero despropósito. ¿Cómo han llegado a
tamaña conclusión? Leo, en el diario Página/12, un alentador informe
de la consultora Equis cuyo título ya excita pavor: “Al menos la mitad
de los argentinos serán pobres en 2003”. Dice el informe: “Si el
índice inflacionario no supera el 15 por ciento, tal como está previsto en el
proyecto del Presupuesto nacional, habrá unos 2 millones de nuevos
pobres, pero si el promedio de inflación permanece como el último índice,
entonces serán 4,3 millones de personas los que pasarán a esa situación.
Argentina tiene en la actualidad algo más de 14,5 millones de pobres, lo
que representa un 44,2 por ciento del total de la población. Con un índice
anual de inflación del 15 por ciento, el 60 por ciento de quienes están en
la zona de riesgo descenderán a la línea de pobreza, unas 2 millones de
personas, por lo que el índice de pobreza para enero de 2003 pasará del
44,2 por ciento al 50,7 por ciento”.
El informe del periódico me trae a la memoria las palabras que, un par
de semanas atrás, pronunció Fidel Castro en la Conferencia Internacional
sobre Financiamiento para el Desarrollo: “La pobreza extrema en el
Tercer Mundo alcanza ya la cifra de 1.200 millones de personas. El
abismo crece, no se reduce. La diferencia de ingresos entre los países
más ricos y los más pobres, que era de 37 veces en 1960, es hoy de 74
veces. Se ha llegado a extremos tales, que las tres personas más ricas del
mundo poseen activos equivalentes al PBI combinado de los 48 países
más pobres. En el 2001 el número de personas con hambre física alcanzó
la cifra de 826 millones; la de adultos analfabetos, 854 millones; la de
niños que no asisten a la escuela, 325 millones; la de personas que
carecen de medicamentos esenciales de bajo costo, dos mil millones; la
de los que no disponen de saneamiento básico, dos mil cuatrocientos
millones. No menos de once millones de niños menores de 5 años
mueren anualmente por causas evitables, y 500 mil quedan
definitivamente ciegos por falta de vitamina A. Los habitantes del mundo
desarrollado viven 30 años más que los del África Subsahariana. ¡Un
verdadero genocidio! No se puede culpar de esta tragedia a los países
pobres. Estos no conquistaron y saquearon durante siglos a continentes
enteros, ni establecieron el colonialismo, ni reimplantaron la esclavitud, ni
crearon el moderno imperialismo. Fueron sus víctimas”.
El mundo, en fin, prosigue su alocada carrera hacia el abismo, y
nuestros gobernantes dan la impresión de haber resuelto encabezar el
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