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La política está en otra parte

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ejemplar del boletín En Ruta, que esporádicam<strong>en</strong>te editan los MTD de<br />

<strong>La</strong>nús, Solano y Almirante Brown, leo: “... el vi<strong>en</strong>to es el fruto de la tierra,<br />

ti<strong>en</strong>e su tiempo y madura, no <strong>en</strong> los libros y escritos de lam<strong>en</strong>tos, sino <strong>en</strong><br />

los pechos organizados de los que nada ti<strong>en</strong><strong>en</strong> más que dignidad y<br />

rebeldía. Y este vi<strong>en</strong>to de abajo, el de la rebeldía, es el de la dignidad, no<br />

sólo es respuesta a la imposición del vi<strong>en</strong>to de arriba, no es brava<br />

contestación <strong>en</strong> un corte de ruta, <strong>en</strong> la toma de un supermercado, <strong>en</strong> el<br />

reclamo de un subsidio de hambre; <strong>en</strong> sí lleva una propuesta nueva, que<br />

no es sólo la destrucción de un sistema injusto y arbitrario, es sobre todo<br />

una esperanza de igualdad, dignidad y rebeldía <strong>en</strong> libertad”.<br />

Al llegar al apartam<strong>en</strong>to de mi suegra, donde suelo hospedarme cada<br />

vez que viajo a Bu<strong>en</strong>os Aires desde mi casa <strong>en</strong> el campo uruguayo,<br />

compruebo que Duhalde acaba de caer <strong>en</strong> otro arresto de escarpada<br />

lucidez: “El lunes abro los bancos y que sea lo que Dios quiera”.<br />

Martes 23<br />

Pablo Conti es un hombre corpul<strong>en</strong>to, de carácter apocado, bu<strong>en</strong>a planta,<br />

ojos claros y tristones, pelo rubio y fino donde pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>treverse canas<br />

que avanzan sin pausa y con resolución. Dice que es artesano, aunque a<br />

mi juicio es un artista. El mismísimo Papa ti<strong>en</strong>e una obra que él ideó. Una<br />

absurda caja de madera y alpaca repujada para guardar saquitos de té<br />

que De la Rúa tuvo el bu<strong>en</strong> tino de obsequiarle. Nos conocimos <strong>en</strong> 1980,<br />

1981, durante nuestro exilio <strong>en</strong> Sao Paulo, Brasil. Juntos, y tardíam<strong>en</strong>te,<br />

finalizamos los estudios secundarios <strong>en</strong> un instituto privado que como<br />

rasgo más distintivo y seductor t<strong>en</strong>ía el favor de algunas alumnas<br />

concupisc<strong>en</strong>tes y el recreo largo que de bu<strong>en</strong> grado pasábamos <strong>en</strong> el<br />

boteco de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, embriagándonos con cerveza y pinga de alambique<br />

curtida <strong>en</strong> coco, comi<strong>en</strong>do pochoclo rociado con salsa tabasco. Así las<br />

cosas, las clases de literatura resultaban una verdadera fiesta. Ahora, tras<br />

una carretada de años sin vernos, estoy con él, <strong>en</strong> su casa de Santa Rosa<br />

de Calamuchita, Córdoba. Son las siete de la mañana de un día<br />

excesivam<strong>en</strong>te frío y nebuloso; a causa de la helada, un resplandeci<strong>en</strong>te<br />

manto blanquecino se ha adueñado del valle y la serranía. Pablo ha sido<br />

g<strong>en</strong>til. En su viejo Peugeot 505, año 1982, me acompañará, me<br />

conducirá, <strong>en</strong> el largo viaje a Quimilí, ciudad que, mi<strong>en</strong>tras observamos<br />

con estupor el mapa de rutas que hemos desplegado sobre el capó del<br />

auto, se nos antoja muy distante, un punto difuso e inalcanzable situado<br />

<strong>en</strong> otro país.<br />

A medida que avanzamos por el sinuoso camino de montaña, la<br />

geografía semeja una incorregible sucesión de postales del primer mundo.<br />

Villa G<strong>en</strong>eral Belgrano, Falda de los Reartes, Villa <strong>La</strong> Merced, Dique Los<br />

Molinos, Villa Ciudad América, <strong>La</strong> Serranita. Paisajes y arquitecturas<br />

magníficos <strong>en</strong>vueltos <strong>en</strong> una niebla espesa que l<strong>en</strong>ta y gradualm<strong>en</strong>te<br />

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