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ase, era una diócesis obrera, lo que a mí más me gustaba. Comi<strong>en</strong>zo<br />
una tarea de vinculación con los as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos, la lucha por la tierra, la<br />
resist<strong>en</strong>cia a los desalojos, un ámbito de reflexión que t<strong>en</strong>ía que ver con<br />
la pastoral social. Yo todavía no era párroco, era estudiante”. Pero la<br />
experi<strong>en</strong>cia se desvaneció <strong>en</strong> un par de años. En 1989, el episcopado<br />
decidió echar por tierra el trabajo de las comunidades eclesiales de base y<br />
susp<strong>en</strong>der a Alberto por un período de dos años, una sanción, no<br />
obstante, que no alcanzó para hundirlo <strong>en</strong> el desánimo. Retomó los<br />
estudios y <strong>en</strong> cinco años los finalizó. Ord<strong>en</strong>ado sacerdote, <strong>en</strong> 1996 le toca<br />
<strong>en</strong> suerte la parroquia “Nuestra Señora de las Lágrimas”, <strong>en</strong> Solano. “Una<br />
parroquia muy grande, con más de cincu<strong>en</strong>ta mil habitantes. Había como<br />
una elite que estaba desde hacía diez años <strong>en</strong> la comunidad. Parecían<br />
señores feudales. No había participación de los barrios. Enseguida<br />
empecé a abrir la iglesia para la g<strong>en</strong>te, que fuera más democrática; no<br />
podía concebir una iglesia para unos pocos. Fue una batalla muy dura.<br />
Descubrimos, por ejemplo, que para anotarse <strong>en</strong> los planes Trabajar que<br />
daba Duhalde, los interesados t<strong>en</strong>ían que pagar cinco pesos el formulario.<br />
Una corrupción total. Ahí decido ponerme a trabajar por los derechos de<br />
los desocupados, y <strong>en</strong>tonces, tomando como ejemplo al Movimi<strong>en</strong>to<br />
Teresa Rodríguez, de Flor<strong>en</strong>cio Varela, se funda el MTD de Solano.<br />
Cuando vimos que a través del diálogo no llegábamos a nada,<br />
com<strong>en</strong>zamos a cortar rutas”.<br />
Hace una pausa, toma una rama del suelo y la arroja a la barricada para<br />
avivar el fuego. Oimos, distantes, los acordes de una canción conocida. Se<br />
ha formado una rueda de piqueteros <strong>en</strong> cuyo c<strong>en</strong>tro un muchacho,<br />
s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> el asfalto, la guitarra sobre los muslos, canta viejas canciones<br />
de Vox Dei, de Quilapayún, con rústica impetuosidad: “..y a la mujer del<br />
obrero la cuidan los piqueteros ...”. Reimos de la esc<strong>en</strong>a antigua, de la<br />
rotunda pres<strong>en</strong>cia de un pasado que no se toma respiro, y regresa a cada<br />
instante, y, como ahora, queda impreso <strong>en</strong> el aire. “Todo esto es símbolo<br />
de vida, ¿no? Nosotros planteamos romper con el escepticismo de que no<br />
se puede hacer nada. Y todavía estamos luchando contra nosotros<br />
mismos, nuestras concepciones, nuestras flaquezas humanas, <strong>en</strong> un<br />
medio hostil. Ser virtuoso cuando se ti<strong>en</strong><strong>en</strong> las necesidades básicas<br />
satisfechas es más fácil, pero t<strong>en</strong>er una práctica de virtud <strong>en</strong> medio de la<br />
pobreza, donde los valores <strong>está</strong>n destrozados, es muy difícil. Más dura es<br />
la batalla hacia ad<strong>en</strong>tro. Buscamos cambiar la forma de razonar, de<br />
<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der la realidad y el mundo”. Con orgullo, aunque sin hacer a un lado<br />
la compostura y el imborrable timbre sacerdotal, Alberto recuerda los<br />
hechos que finalm<strong>en</strong>te lo condujeron a la calle, a vivir como un nómade,<br />
procurando cada noche una cama donde dejarse caer y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do por todo<br />
haber un plan Trabajar. “Si había g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la calle y la iglesia era<br />
gigantesca, un palacete, ¿por qué no los íbamos a cobijar con sus<br />
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