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La política está en otra parte

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Imaginaba que <strong>en</strong> ellos había de hallar la memoria histórica de las luchas<br />

de los hacheros, <strong>otra</strong> cosmovisión del mundo, difer<strong>en</strong>te a la occid<strong>en</strong>tal,<br />

capitalista y neoliberal. “Esos sabios del monte, Tito Ravello, de Cejolao;<br />

Ana, de Campo del Cielo; Z<strong>en</strong>obio Campos, de Quimilí, y otros muchos,<br />

como Raymundo Gómez, nos tiraron líneas de horizontes para un futuro<br />

no lejano de trabajo organizativo con los campesinos, nos llevaron a<br />

<strong>en</strong>trarle a una lectura del mundo y del universo, que de por sí t<strong>en</strong>ía una<br />

fuerte carga poética contra el sistema capitalista; poética <strong>en</strong> su l<strong>en</strong>guaje,<br />

dramático <strong>en</strong> el dolor de las historias de vida hachera”. Se queda mirando<br />

el vacío. Desde afuera llegan los chillidos de la cabrita que han atado a un<br />

poste y horas más tarde servirá de almuerzo. Los últimos chillidos, pues a<br />

través de la v<strong>en</strong>tana sin vidrios <strong>en</strong>treveo la silueta de un hombre que se<br />

<strong>en</strong>camina hacia el animal llevando <strong>en</strong>tre las manos una cuchilla de hoja<br />

ancha y corta. “Ellos me <strong>en</strong>amoraron de la magia de los ranchos, de las<br />

huellas, de los montes, de los du<strong>en</strong>des y ley<strong>en</strong>das, de una religión de la<br />

liberación y no del opio de los pueblos”. <strong>La</strong> estrecha conviv<strong>en</strong>cia con los<br />

sabios del monte lo movió a buscar <strong>en</strong> el estudio de la teología de la<br />

liberación, primero, y <strong>en</strong> el sacerdocio, luego, una manera de militancia<br />

social. “Creí que como cura podía recrear o armar <strong>otra</strong> manera de<br />

hom<strong>en</strong>ajear a los dioses, a la vida, al planeta, a los hombres, a celebrar<br />

con oxíg<strong>en</strong>o de alegría la vida”. A partir de mediados de 1984, hasta el<br />

otoño de 1987, ofició de cura <strong>en</strong> Quimilí. En Los Juríes ya habían<br />

com<strong>en</strong>zado los graves conflictos por la posesión de la tierra, las disputas,<br />

<strong>en</strong> ocasiones cargadas de viol<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong>tre los campesinos y empresas que<br />

se atribuían derechos inexist<strong>en</strong>tes. Angel, desde luego, tomó partido por<br />

el reclamo de los campesinos, de los hacheros, postura que no agradó a<br />

los hac<strong>en</strong>dados políticos de la ciudad. Compr<strong>en</strong>dió de inmediato que t<strong>en</strong>ía<br />

los días contados. “Antes de que me fueran, decidimos <strong>en</strong>tre varios que<br />

me t<strong>en</strong>ía que ir, para que fuera m<strong>en</strong>os traumático. Y me fui a trabajar de<br />

camionero tres meses a Rosario, viajaba por el país. Mi familia, tanto de<br />

padre como de madre, vi<strong>en</strong><strong>en</strong> de oficio camioneros, viajeros,<br />

transportistas”. Metido andaba <strong>en</strong> ese pasar errático cuando conoció a<br />

María de los Angeles, la Flaca, una maestra de jardín de infantes de la<br />

que se <strong>en</strong>amoró, hermosa fulminación, y con la que ha t<strong>en</strong>ido cinco hijos,<br />

uno de los cuales, Sel<strong>en</strong>e, murió a poco de nacer. Al cabo de un año de<br />

vagabundeos y av<strong>en</strong>turas pedagógicas <strong>en</strong> la puna jujeña, empezó a<br />

escuchar, a cada rato, como el embriagador repicar de la lluvia, dice, el<br />

eco de las palabras de los sabios del monte. “Había llegado el tiempo de<br />

volvernos a Quimilí, a Santiago del Estero, a las luchas campesinas, donde<br />

empezamos a aportar como educadores populares. Nos s<strong>en</strong>timos y nos<br />

hac<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tir MOCASE, con esa mística santiagueña de la lucha por la<br />

liberación humana”.<br />

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