Solamente Por Gracia - Iglesia Reformada
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Moisés; «¿Quién conoce el poder de tu ira?» (Salmo 90:11). No obstante al oír al Señor de<br />
gloria gritar. «¿<strong>Por</strong> qué me has desamparado?» (Mat.27:46) y al verle exhalar el último<br />
aliento, sentimos que la Justicia Divina ha recibido abundante satisfacción por la obediencia<br />
tan perfecta y muerte tan espantosa de parte de persona tan Divina. Si Dios mismo se<br />
inclina ante su propia ley, ¿que más se quiere? Hay mucho más en la expiación en sentido<br />
de mérito que en todo pecado humano en sentido de demérito.<br />
El vasto mar del sacrificio propio del amor de Jesús es tan profundo que pueden<br />
hundirse en él todas las montañas de nuestros pecados. A causa del valor infinito de nuestro<br />
Representante, bien puede Dios mirar favorable a los demás seres humanos por indignos<br />
que fuesen en si mismos. Ciertamente fue el milagro de los milagros que el Señor Jesús<br />
tomara mi lugar.<br />
Sufriendo por mi la fatal condena, Librando mi alma de eterna pena.<br />
Pero así lo hizo. «Consumado es» (Juan 19:30). Dios perdonará al pecador, porque no<br />
perdonó a su propio Hijo. Dios puede perdonar tus transgresiones, porque cargó en su Hijo<br />
unigénito esas transgresiones hace 2000 años. Si crees en Jesús, y esto es lo esencial,<br />
entonces debes saber que tus pecados fueron alejados de ti por Aquel que representaba al<br />
macho cabrío expiatorio en el culto profético de Israel.<br />
¿Qué es el creer en él? No simplemente decir «Es Dios y Salvador,» sino confiar en él<br />
del todo y enteramente, recibiéndole para toda la obra de la salvación desde hoy y para<br />
siempre, recibiéndola cual Salvador único, cual Señor, Maestro, todo. Si tu quieres a Jesús,<br />
él te ha aceptado ya. Si crees de verdad en él te aseguro que ya no irás al infierno; porque<br />
eso haría nulo el sacrificio de Cristo. No es posible que un sacrificio se acepte, y que a<br />
pesar de ello muera el alma por la cual se haya aceptado el sacrificio. Si el alma del<br />
creyente se pudiera condenar, ¿para qué tal sacrificio? Si Jesús murió en mi lugar, ¿por qué<br />
debo morir yo también?<br />
Todo creyente puede afirmar que un sacrificio expiatorio se ha hecho por él; por fe ha<br />
colocado su mano sobre el mismo, haciéndole suyo, y por lo mismo puede descansar seguro<br />
de que nunca perecerá. El Señor Dios no recibirá este sacrificio hecho por nosotros para<br />
luego condenarnos a morir. Dios no puede leer nuestro perdón escrito en la sangre de su<br />
propio Hijo y luego herirnos de muerte. Tal cosa es imposible. ¡Dios te conceda la gracia<br />
ahora mismo para mirar sólo a Jesús, empezando por el principio, por Jesús mismo, quien<br />
es el origen de la fuente de misericordia para el hombre culpable.<br />
«Él justifica al impío.» «Dios es el que justifica,» por tanto y por esa misma razón se<br />
puede hacer, y lo hace mediante el sacrificio expiatorio de su Divino Hijo. <strong>Por</strong> esa razón<br />
puede hacerse en justicia, y tan justamente que nadie podrá ponerlo en duda, tan<br />
equitativamente que ni en el último y temible día, cuando pasen los cielos y la tierra, habrá<br />
quien niegue la validez de esa justificación. «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que<br />
murió. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios. Dios es el que justifica» (Rom. 8:33,34).