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Solamente Por Gracia - Iglesia Reformada

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<strong>Por</strong> otra parte se escogió sin duda la fe,, porque ella da toda la gloria a Dios. La<br />

salvación es mediante la fe para que sea por gracia, y es por gracia para que nadie se gloríe,<br />

porque Dios no tolera el orgullo. «Al altivo mira de lejos» (Salmo 138:6), y no desea tenerlo más<br />

de cerca. De ningún modo concederá la salvación a nadie sobre un plan que incluya o fomente el<br />

orgullo. Pablo dice: «No por obras para que nadie se gloríe» (Efe. 2:9). Ahora bien, la fe<br />

excluye toda gloria. La mano que recibe la limosna no dice: «Debes darme gracias, porque he<br />

aceptado la limosna;» esto sería un gran absurdo. Cuando la mano lleva el pan a la boca, no dice<br />

al cuerpo: «Dame gracias, porque yo te alimento.» Cosa muy sencilla es la que hace la mano, sin<br />

embargo muy necesaria, y nunca se atribuye gloria alguna por lo que hace. Así es que Dios ha<br />

escogido la fe para recibir el don inefable de su gracia, por cuanto no puede atribuirse crédito<br />

alguno sino en cambio adorar al Dios de toda gracia que es Dispensador de toda dádiva perfecta.<br />

La fe pone la corona en la cabeza del Digno y por lo mismo Cristo quiso poner la corona sobre la<br />

cabeza de la fe, diciendo: «Tu fe te ha salvado; vete en paz» (Luc. 7:50).<br />

Además, Dios escoge la fe como medio de salvación, porque esto es un modo seguro de<br />

unir al hombre con Dios. Cuando el hombre confía en Dios, resulta esta confianza un punto de<br />

contacto entre ellos que garantiza la bendición de parte del Señor. La fe no salva, porque nos<br />

hace acogernos a Dios y así nos une a él. Con frecuencia he usado el ejemplo siguiente que debo<br />

repetir por no tener otro mejor. Se dice que, hace años, un bote volcó sobre las cataratas del<br />

Niágara siendo llevados corriente abajo dos hombres, cuando los espectadores en la orilla<br />

llegaron a echarles una cuerda, a la cual los dos se acogieron. Uno de ellos permanecía agarrado<br />

a la cuerda y fue rescatado sano y salvo a tierra. Pero el otro viendo una viga grande flotando en<br />

el agua, dejó imprudentemente la cuerda y se acogió a la viga que le parecía una cosa más grande<br />

y mejor para aferrarse a ella. Pero, la corriente formidable lanzó la viga con el hombre al abismo,<br />

porque no había contacto entre la viga y la orilla. El tamaño respetable de la viga no hizo bien<br />

alguno al pobre que se tomó de ella; lo que faltaba era contacto con la tierra. Así cuando una<br />

persona confía en sus obras, en sacramentos u otra cosa de semejante naturaleza, no se salvará,<br />

porque no hay unión entre él y Cristo; pero la fe, aun cuando parezca cuerda delgada, está en las<br />

manos de Dios en la orilla; su poder infinito jala de la cuerda y así se rescata al hombre de la<br />

perdición. Gloriosa bienaventuranza es la fe, porque mediante la misma quedamos unidos a Dios.<br />

<strong>Por</strong> otra parte, se ha escogido la fe, porque ella toca los resortes de la acción. Aun en las<br />

cosas ordinarias de la vida, cierta clase de fe esta a la raíz de todo. Pienso que acaso no me<br />

equivoco, si afirmo que nada hacemos sino mediante alguna clase de fe. Si atravieso mi<br />

habitación, es porque creo que me llevarán mis piernas. El hombre come, porque cree en la<br />

necesidad de alimentarse; acude a su negocio, porque cree que hay valor en el dinero; acepta una<br />

letra, porque cree que el banco lo protegerá. Colón descubrió América, porque creía que otro<br />

continente había al otro lado del océano; y los puritanos lo colonizaron, porque creían que Dios<br />

estaría con ellos en esas orillas de rocas. Las obras más grandes han nacido de la fe; para bien o<br />

para mal la fe obra maravillas mediante la persona en que existe. La fe en su forma natural es una<br />

fuerza vencedora que entra en toda clase de obra humana. Es probable que quien más se burle de<br />

la fe en Dios, es el que de ella más tiene de mala calidad; en verdad este es quien cae en una<br />

credulidad que diríamos ridícula, si no fuera tan desgraciada. Dios concede la salvación a la fe,<br />

porque creando la fe en nosotros, toca el resorte principal de nuestros sentimientos y acciones.<br />

Para decirlo así, se apodera de las baterías pudiendo así enviar la corriente sagrada a todas partes<br />

de nuestro ser. Al creer en Cristo, habiéndose acogido el corazón a Dios, somos salvos del

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