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Solamente Por Gracia - Iglesia Reformada

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Otra forma de fe superior es la que nace del amor. ¿<strong>Por</strong> qué confía el niño en su padre?<br />

La razón es que el niño ama a su padre. Bienaventurados y dichosos son los que tienen una fe<br />

infantil en Cristo, mezclada con profunda afección, porque esta fe y confianza proporciona<br />

verdadera tranquilidad y reposo al alma. Estos que aman a Jesús viven encantados de la<br />

hermosura y de sus atributos, se gozan grandemente en su misión y son transportados de alegría<br />

por su bondad y gracia manifiestas. Así es, que no pueden por menos de confiar en él, ya que<br />

tanto le admiran, reverencian y aman.<br />

Esta confianza en el salvador se evidencia por ejemplo de la esposa de uno de los<br />

primeros médicos de este siglo. Aunque afligida de cierta grave enfermedad y postrada por su<br />

rigor, disfruta ella de calma y quietud admirables, porque su esposo ha hecho estudio especial de<br />

esa enfermedad y curado a miles de afligidos como ella. No se inquieta en lo más mínimo,<br />

porque se siente perfectamente salva en las manos de uno tan apreciado como el esposo, en quien<br />

la habilidad y amor se juntan en sumo grado. Su fe es natural y razonable y el esposo lo merece<br />

de su parte en todos los sentidos.<br />

Esta clase de fe es la que el creyente más dichoso ejerce respecto a Cristo. No hay médico<br />

como él; nadie puede salvar y sanar como él. Le amamos y él nos ama a nosotros, y por<br />

consiguiente nos entregamos en sus manos, aceptamos lo que nos prescribe y hacemos lo que nos<br />

manda. Estamos seguros de que nada erróneo se nos manda mientras que él sea el Director de<br />

nuestros asuntos; porque nos ama demasiado para permitir que perezcamos o suframos la más<br />

mínima pena innecesaria.<br />

La fe es la raíz de la obediencia, y esto puede verse con toda claridad en los asuntos de la<br />

vida. Cuando el capitán confía el buque al piloto para que lo lleve al puerto, este lo maneja según<br />

su conocimiento y voluntad. Cuando el viajero se confía al guía para que lo conduzca a través de<br />

algún lugar difícil, este sigue paso a paso el sendero que el guía le señale. Cuando el enfermo<br />

cree en el médico, sigue cuidadosamente sus prescripciones y direcciones. La fe que rehusa<br />

obedecer los mandamientos del Salvador no es más que un pretexto y no salvará jamás al alma.<br />

Confiamos en Jesús para que nos salve, dándonos él las indicaciones necesarias respecto al<br />

camino de la salvación; seguimos estas indicaciones y somos salvos. No se olvide de esto el<br />

lector. Confíate a Jesús y dale pruebas de tu confianza haciendo lo que te diga.<br />

Cierta forma notable de fe nace del conocimiento verdadero. Esto resulta del crecimiento<br />

en gracia; y es esta la fe que cree en Cristo, porque le conoce y confía en él, porque tiene la<br />

experiencia de que es infaliblemente fiel. Cierta señora cristiana solía poner P.P., en el margen<br />

de su Biblia siempre que hubiese puesto a prueba alguna promesa. ¡Cuán fácil es confiar en un<br />

Salvador puesto a prueba y hallado verdadero! No puedes hacer esto todavía, pero lo harás. Todo<br />

requiere un principio. A su tiempo será fuerte tu fe. Esta fe madura no pide señales y milagros<br />

sino cree fuertemente. Contempla al marino maestro. Muchas veces le he admirado. Suelta los<br />

cables, se aleja de tierra. Pasan días, semanas, acaso meses sin que vea tierra . No obstante,<br />

prosigue adelante noche y día sin temor, hasta que se halle una mañana precisamente al frente<br />

del deseado puerto, hacia el cual se ha dirigido. ¿Cómo ha podido hallar el camino a través del<br />

profundo mar sin rastro de huella? Pues ha confiado en su brújula, en su carta marina, en sus<br />

binoculares, en los cuerpos celestes; y obedeciendo sus indicaciones, sin ver tierra, ha dirigido su<br />

buque tan exactamente que ni un punto tenga que variar el curso para entrar en el puerto. Es cosa

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