Solamente Por Gracia - Iglesia Reformada
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donde nos viene idea tan errónea. La incredulidad y la desesperación son pecados, y por tanto no<br />
veo como pueden constituir parte de un arrepentimiento que pide Dios. Sin embargo, hay<br />
personas que les consideran parte de la verdadera experiencia cristiana. Pero en esto se<br />
equivocan grandemente. No obstante, comprendo lo que quieren decir, porque en los días en que<br />
estaba en tinieblas, yo sentía lo mismo. Deseaba arrepentirme pensando que no podía hacerlo, y<br />
lo cierto es que todo ese tiempo estaba arrepentido. Extraño como suena. me dolía que no podía<br />
sentir. Solí meterme en algún rincón y llorar, porque no podía llorar, y sufría amargamente<br />
porque no podía sufrir a causa de mis pecados. ¡Cuánta confusión!, cuando en nuestro estado de<br />
incredulidad empezamos a jugar con nuestra condición espiritual! Nos parecemos al ciego<br />
mirando a sus propios ojos. Se me derretía el corazón de temor, porque creía que mi corazón era<br />
duro como una piedra. Mi corazón estaba quebrantado al pensar que no se quebrantaba. Ahora<br />
comprendo que entonces estaba yo dando muestras de poseer precisamente las cosas que me<br />
creía no poseer; más no sabía donde me hallaba.<br />
¡Ojalá que pudiera ayudar a otros a encontrar la luz que hoy disfruto! ¡Cuánto quisiera<br />
decir una palabra que abreviara el tiempo de trastorno en que te hallas! Desearía decir unas<br />
palabras sencillas, pidiendo al Consolador las aplicara a tu corazón.<br />
Acuérdate de que el hombre verdaderamente arrepentido nunca queda satisfecho de su<br />
arrepentimiento. Tan poco como podemos vivir perfectamente, podemos arrepentirnos<br />
perfectamente. <strong>Por</strong> puras que sean nuestras lágrimas, siempre queda en ellas alguna suciedad;<br />
queda algo de que arrepentirnos de nuestro arrepentimiento mejor. Pero escucha. El arrepentirse<br />
significa cambiar de mente acerca del pecado, acerca de Cristo y acerca de todas las grandes<br />
cosas de Dios. En esto está incluido el dolor, pero el punto principal es volverse el corazón, del<br />
pecado a Cristo. Si existe en ti esta vuelta, posees la esencia del arrepentimiento, aun cuando el<br />
desespero y sobresalto no echan sombra alguna sobre tu mente.<br />
Si no puedes arrepentirte como quisieras, hallarás auxilio en el caso, si crees firmemente<br />
que «a su tiempo murió por los impíos.» Piensa repetidas veces en esto. ¿Cómo podrás continuar<br />
con el corazón endurecido teniendo presente que el Cristo de amor supremo, murió por el impío?<br />
Permíteme convencerte a que pienses de ti como «Impío como soy, aunque mi corazón de piedra<br />
no se ablande y en vano me pegue en el pecho, no obstante él murió por los que son como yo, ya<br />
que murió por los impíos. Quiera Dios que crea en esto y sienta yo su poder en mi corazón<br />
endurecido.»<br />
Borra todo otro pensamiento de tu mente y siéntate horas enteras meditando en esta sola<br />
manifestación excelsa de amor sin par, inmerecida e inesperada: «Cristo murió por los impíos.»<br />
Lee cuidadosamente la narración de la muerte del Señor, como consta en los cuatro evangelios.<br />
Si hay algo capaz de ablandar tu duro corazón, será la contemplación de los sufrimientos de<br />
Jesús, considerando que todo lo padeció para bien de sus enemigos.<br />
Crucificado en un madero,<br />
Ciertamente la cruz, es decir lo que simboliza, es el poder milagroso que hace brotar agua<br />
de la piedra. Si entiendes bien el significado del sacrificio divino de Jesús, te arrepentirás<br />
forzosamente de haberte opuesto alguna vez a un Salvador tan lleno de amor. Escrito está: