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Solamente Por Gracia - Iglesia Reformada

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necesidad para ello, ya que el pacto de gracia no se distingue por cosas superfluas. En el palacio<br />

de Salomón se colgaron escudos de oro que nunca se usaron, pero en el arsenal de Dios no hay<br />

tales cosas. Necesitaremos por cierto, todo cuanto Dios ha provisto. Desde hoy hasta la<br />

consumación de todas las cosas será requerida toda promesa de Dios y toda provisión del pacto<br />

de gracia. La necesidad urgente del alma que cree es el fortalecimiento, la continuación, la<br />

perseverancia hasta el fin, el ser guardado para siempre. Tal es la necesidad del creyente más<br />

adelantado, porque Pablo escribía a los santos de Corinto, personas de prominencia, de las cuales<br />

podía decir: «<strong>Gracia</strong>s doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada<br />

en Cristo Jesús (1Cor. 1:4). Tales personas son precisamente las que sienten de verdad que<br />

diariamente necesitan gracia nueva para continuar el camino, perseverar y salir vencedoras al fin.<br />

Si no fueran santos, no tendrían necesidad de la gracia; pero por ser hombres de Dios, sienten<br />

diariamente las necesidades de la vida espiritual. La estatua de mármol no siente necesidad de<br />

alimento; pero el hombre vivo siente hambre y sed, y se alegra de que el pan y el agua no le<br />

falten, porque si le faltasen, moriría en el camino. Las necesidades personales del creyente le<br />

hacen imprescindible que diariamente acuda a la gran fuente de todo tesoro espiritual, pues ¿qué<br />

haría si no pudiera dirigirse a su Dios?<br />

Este es el caso tratándose de los más entregados de los santos, de los de Corinto<br />

enriquecidos de todo don de conocimiento y sabiduría. Necesitaban ser confirmados hasta el fin,<br />

y a no ser así, resultarían en ruina sus dones y conocimientos. Si hablásemos lenguas humanas y<br />

angélicas, y no recibiéramos gracia nueva día en día, ¿dónde estaríamos ahora; si tuviéramos<br />

toda experiencia y fuéramos enseñados por Dios hasta comprender todo misterio, no podríamos<br />

vivir un solo día sin que la vida divina se nos comunicara desde el origen del Pacto. ¿Cómo<br />

podríamos esperar, perseverar por una hora siquiera, para no decir por una vida entera, a no ser<br />

que el Señor nos llevara adelante? El que ha empezado la buena obra en nosotros , es el único<br />

que puede perfeccionarla hasta el día de Cristo, si no resultaría en un triste fracaso.<br />

Esta necesidad se debe en gran parte a nuestra propia condición. Algunos sufren bajo el<br />

temor de no poder perseverar en la gracia, porque conocen su carácter caprichoso. Algunas<br />

personas son por naturaleza inestables. Otras son naturalmente obstinadas y otras igualmente<br />

volubles y ligeras. Semejantes mariposas vuelan de flor en flor, visitando todas las hermosuras<br />

del jardín, sin hacerse morada fija en ninguna parte. Nunca paran en punto fijo bastante para<br />

hacer bien alguno, ni siquiera en su negocio, ni en sus estudios intelectuales. Tales personas<br />

temen con razón que diez, veinte, treinta o cuarenta años de vigilancia les resulte demasiado,<br />

tarea imposible. Vemos a gente afiliarse a una iglesia tras otra. Son todo, todo por turno, pero<br />

nada, nada duradero. Estos tales tienen doble motivo de pedir a Dios no solo que les haga firmes<br />

sino inmovibles; de otra manera no serán hallados «constantes creciendo siempre en la obra de<br />

Señor.»<br />

Todos aun los que no tengamos inclinación natural a la inconstancia, no podemos por<br />

menos de sentir nuestra debilidad, si somos vivificados por Cristo. Estimado lector, ¿no hallas lo<br />

suficiente en un solo día para hacerte tropezar? Tu que deseas vivir santamente, como pienso es<br />

el caso; tu que tienes un alto ideal de lo que debe ser la vida cristiana, ¿no hallas que antes de<br />

haberse limpiado la mesa después del almuerzo, ya has dado prueba de bastante torpeza para<br />

sentirte avergonzado de ti mismo? Si nos encerráramos en la celda de un ermitaño, nos<br />

acompañaría la tentación porque entre tanto que no podemos escapar de nosotros mismos, no

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